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Capítulo 30. ❄

Clarisse

Despertar al lado de Tanner fue una de las mejores experiencias que pude tener en toda mi vida. Dormir abrazados y al otro día abrir los ojos y encontrarlo a mi lado en la misma posición me hacía sentir satisfecha y feliz. Verlo dormir, con el cabello alborotado, párpados cerrados y su cuerpo tibio era como estar en el cielo y no quería ir a ningún lugar, no me quería separar de él.

El lunes llegó (para mi mala suerte, ya que yo me quería quedar todo el día en el hotel), tuve que salir de la cama y darme una ducha, ponerme ropa bonita y abrigada para no morir de frío, puesto que esta reunión era muy importante para Tanner y todo tenía que salir bien sí o sí. Si todo salía tal y como él quería entonces cabía la posibilidad de abrir una sucursal en dicho país y aquello sería un logro más para su corta carrera como empresario. De por sí me sentía orgullosa de él y todo lo que había conseguido a lo largo de los años y con esto me sentía más orgullosa todavía. Tanner era joven, tenía treinta y un años aunque a él siempre se le olvidara y dijera que tenía treinta, siempre debía recordarle que tenía un año más.

—Te ves hermosa —le ayudaba con la corbata.

—Y tú te ves muy guapo —le dije y sonrió.

—Después de la reunión podemos ir a almorzar —sugirió para después llevarse la taza con café a los labios sin dejar de mirarme.

—Solo si me llevas al mismo lugar del otro día —asintió.

—Claro que sí.

—Será nuestro lugar ahora —terminé de acomodar su corbata y sacudí su saco de la parte de los hombros.

—Será nuestro lugar ahora —dejó la taza con café sobre la mesita y llevó sus manos a mi cintura —. Espero que la reunión no sea larga, no quiero que pases mucho tiempo sola.

—No te preocupes por mí, Russel —subí mis manos a la altura de su pecho —. Voy a estar bien. Un par de horas no me harán daño —iba a decir algo, pero se limitó en dejar un casto beso sobre mis labios.

—Está bien, si necesitas algo le dices al chofer cualquier cosa...

—Russel...—acuné sus mejillas con mis manos —. Voy a estar bien —se rio nervioso.

—Creo que estoy más preocupado yo que tú.

—Todo va a salir bien, eres un experto en cerrar negocios, tienes un poder de convencimiento que no le he visto a nadie más que a ti —frunció el ceño.

—¿Eso crees?

—No solo lo creo, lo he visto —sonrió orgulloso y se acomodó las solapas del saco.

—Gracias, bonita.

—De nada, guapo.

****

Llegamos al sitio donde se llevaría a cabo la reunión, un gran complejo de algunos (muchos) pisos de alto en el centro de la ciudad. Ya era diciembre así que podías ver todo tipo de adornos relacionados con estas fechas decembrinas, personas paseando, otras comprando todo para la noche buena, en fin. Algo que yo no había hecho hace años, pero estaba segura de que este año sí iba a tener que comprar más que dos regalos, uno para Didi y otro para Marcy, la idea era pasar esos días en la casa de los tíos de Tanner.

Entramos al edificio y un joven muy amable que por cierto nos recibió en el lobby, nos acompañó hasta el ascensor indicando donde se llevaría a cabo dicha reunión. Ya dentro esperamos que las puertas se cerraran, pero antes de que esto pasara un grupo de personas se nos unió. Al terminar el recorrido hasta el último piso el armatoste ya iba casi vacío, solo dos personas nos acompañaron hasta el final de este largo recorrido, los cuales bajaron delante de nosotros, pero se desviaron en uno de los tantos pasillos que había aquí, era como un laberinto, ya ni siquiera en la empresa uno se perdía de esta manera, todo se encontraba fácil y era más rápido llegar a donde sea que querías ir.

—¿Por qué las oficinas de todos los dueños de una empresa están en el último piso? —Tanner me miró de manera extraña —. ¿Será acaso algo de multimillonarios? —seguí preguntando —. Es como "vamos a poner nuestra oficina en el último piso porque soy rico, millonario a reventar y una persona como yo no puede tener una oficina en el primer piso, en el último sí pero en el primero no".

—¿De qué estás hablando? —me preguntó extrañado.

—No entiendo a las personas con dinero —expresé —. Ustedes son muy complicados —Tanner se echó a reír.

—Eres todo un caso, cariño —antes de llegar a la sala de espera dejó un beso en mi frente.

—Pero te atraigo de una manera descomunal —no negó nada, lo que me hizo sonreír victoriosa. Dio un paso cerca, el aroma de su colonia me picó la punta de la nariz.

Embriagador como siempre.

—Como no tienes idea —subió su mano a mi mejilla —. Si quieres ir a dar una vuelta mientras tanto ve, no hay problema, solo me avisas.

—Mejor me quedo a esperarte —sonrió.

—¿Estás segura? —le mostré mi móvil.

—Tiene toda la pila así que me voy a entretener mandándole mensajes a Didi —me pellizcó la mejilla dejando otro beso en mi frente.

—Vamos —guardé el móvil y llegamos a la sala de espera donde una joven de más o menos mi edad esperaba con algunas carpetas en la mano, al vernos no dudó en acercarse y nos extendió la mano para saludarnos.

—Buenos días, señor Russel, es un gusto conocerlos —me saludó también con una agradable sonrisa en los labios —. Lo están esperando —señaló un pasillo para que Tanner la siguiera.

—No tardo —me hizo un guiño y se alejó con la joven que se veía un poco nerviosa, pero supo mantener la compostura. Los vi perderse en una de las tantas puertas que había y fui directamente al gran ventanal desde donde se veía toda la ciudad, desde el Coca-Cola London Eye, hasta el Big Ben. Todo aquí era bonito y claro como todos los lugares famosos tenía sus fallos, pero en sí, Londres era una ciudad hermosa donde todos querían vivir, pero yo prefería mil veces otros lugares. Si alguien me preguntara cuáles eran mis dos lugares favoritos para vivir toda mi vida, le diría que Noruega y sus fiordos, Finlandia y sus Auroras y por supuesto mi ciudad, el lugar donde nací y que para mí era sin duda alguna la mejor ciudad de todo el mundo.

—Disculpa —sentí dos golpecitos en el hombro, giré medio cuerpo y la misma chica que acompañó a Tanner con los demás socios estaba detrás de mí —. ¿Necesitas que te traiga algo? ¿Café, té, algo de desayunar?

—Así estoy bien, gracias por preguntar —sonrió tímida.

—Si necesitas algo voy a estar ahí —señaló su lugar de trabajo que al igual que el mío era un desastre con papeles, carpetas, bolígrafos regados por toda la superficie, etc.

—Gracias —se alejó y fue detrás de su escritorio.

Estaba consciente de que la reunión se podía alargar o terminar en media hora, pero era más probable que esta durara dos horas al menos y lo sabía porque Tanner llegó a tener reuniones que duraban tres horas o más. Así era el mundo de los negocios y estaba más que acostumbrada a este, no podía imaginar estar haciendo otra cosa ahora mismo, tal vez para muchos era pesado ser la secretaria de un hombre como Tanner Russel, pero con el paso del tiempo te vas acostumbrando a las horas extras de trabajo, hacerte cargo de la vida de un hombre tan ocupado que apenas tiene tiempo para divertirse y más cuando ya roza los treinta años. No era tonta, sabía que Tanner quería hacer una vida porque sentía que era demasiado viejo para mí, en unos días iba a cumplir treinta y dos años, a veces decía que se sentía cómo algo impropio estar con alguien de mi edad y no es que fuera tan joven, ya tenía los veinticuatro años cumplidos así que no era una niña tampoco. Me imaginaba que por eso su desesperación para formar una familia, casarse y tener hijos.

—No quiero verme como su abuelo, Clarisse —explicaba serio —. Quiero ser un padre que pueda disfrutar a sus hijos, darles consejos, que acudan a mí en cualquier momento. No quiero que a los cuarenta apenas esté cargando a un bebé, me voy a sentir viejo e inútil.

No me imaginaba a Tanner Russel siendo un viejo inútil que no pudiera cambiar ni un pañal, estaba más que segura que sería un buen padre, responsable y amoroso y yo... Bueno yo, daría todo lo mejor de mí para ser una buena madre también. Antes no me veía siendo madre de nuevo, la muerte de Jaden me dejó rota y triste, pensé que esa herida no iba a sanar jamás, que no iba a sonreír de nuevo, que toda mi vida sería gris, pero ahora me sentía plena, casi invencible, quería hacer de todo porque podía, porque era fuerte, más fuerte que nunca.

Anduve por toda la sala dando vueltas, llamé a Didi y hablamos poco porque tenía trabajo, allá eran las cinco de la tarde y estaba a nada de salir de trabajar, pero aquí apenas eran las nueve de la mañana y yo sentía que el tiempo iba más lento que un caracol. Me puse a revisar las noticias en el móvil hasta que una llamada entrante de Matthew me alertó, me puse de pie y fui frente al gran ventanal.

—Hola, Matthew, ¿cómo estás?

Hola, Clarisse, ¿cómo estás tú? ¿Cómo va todo en Londres? Yo estoy bien, gracias por preguntar.

—En este momento Tanner se está reuniendo con los socios, siguen hablando —me mordí una uña.

Ese tipo de reuniones duran mucho, ¿qué estás haciendo mientras tanto?

—Hablé con Didi y ahora hablo contigo —rio por lo bajo —. ¿Y tú qué haces?

Estaba leyendo un manuscrito que nos llegó la semana pasada, pinta bien para sacarlo en papel —se escuchaba emocionado.

—Dime más.

¿En serio quieres saber más?

—Por favor, sabes que soy una romántica sin remedio.

¿Qué género te gusta más? —preguntó curioso.

—Romance, fantasía y no te voy a negar que lo erótico también —ambos reímos, yo más apenas que nadie.

Bueno, el libro es de fantasía —se escuchaba ilusionado.

—¿De qué trata?

Ella es una bruja, se puede decir qué normal, lo que no sabe es que es hija de uno de los demonios más poderosos de todo el infierno, desconoce el linaje por parte de su padre, pero está curiosa con todo lo que la rodea. Su vida cambia en el momento que conoce al amor de su vida, lo siente como si fuera una señal del cielo, ¿sabes? Como si todo estuviera minuciosamente preparado para que él le ayude en todo, para que sea su compañero de toda la vida...

—¿Y él es...?

Interesante.

Un vampiro que se usó como un sacrificio para Belial, unas brujas que querían obtener más poder y curiosamente Belial es el padre de nuestra protagonista —eso me sorprendió.

—¿En serio? Yo quiero leer ese libro.

A mí en lo personal me está gustando, desde los personajes, su desarrollo, la trama, la narración de la autora, pero sabes que no depende de mí que se publique, aunque me gustaría darle la oportunidad a esta persona.

—Pero puedes ayudar mucho, sabes que sí —rio en un tono bajito.

Clarisse.

—Matthew, tú mejor que nadie sabe por lo que los autores tenemos que pasar para publicar un libro en físico, debes cumplir con algunos requisitos, debes tener un fandom grande para que las ventas sean aseguradas y si vienes de alguna plataforma como Wattpad tu historia debe contar con un cierto número de lecturas, entonces dime, ¿dónde queda el talento? Un autor no es un número y eso es lo que las editoriales no ven —ya estaba un poco molesta. Este tema siempre me tocaba porque tenía conocidos con un gran talento, pero ni una editorial los tomaba en serio por los pocos números que representaban.

Millones de lecturas, ventas aseguradas.

Qué estupidez.

Haré todo lo que pueda para que la publiquen. El libro es maravilloso en sí —se quedó en silencio mientras que yo me mordía el labio para no soltar más veneno en contra de algunas editoriales.

—¿Cuál es el nombre del libro? —pregunté al final para no terminar mal esta conversación.

Eternal, el primer libro de una saga.

—Suena interesante —musité. Un grupo de personas entraron y fueron directamente a la sala donde tomaron asiento.

Es interesante. Haré todo lo posible para que la publiquen, sé que este tipo de cosas son importantes para ti —asentí con la cabeza como si me estuviera viendo.

—Sabes que amo la escritura y muchas veces no son justos con los autores.

Clarisse, eres increíble —pensé que iba a decir algo así como "Clarisse, eres patética", pero no y lo que me dijo me hizo sentir bien —. Si Tanner te deja te juro que lo mato. Lo mato, eh —señaló.

—Esperemos que las cosas no lleguen tan lejos —ambos reímos.

Te dejo entonces, necesito terminar de leer este manuscrito antes de que empiecen las vacaciones para darle una respuesta a la autora lo más pronto posible —mi sonrisa se ensanchó tanto que podía parecer cómo una demente, pero solo estaba feliz porque una compañera podría cumplir su sueño de ver uno de sus hijos en papel. Eso es lo que son los libros para quienes escribimos, un hijo más, uno que empezamos con amor y a veces, muchas más de lo que los demás se imaginan llegamos a odiarlo, las ediciones, correcciones, escribir es un dolor de cabeza, lo sé mejor que nadie y entiendo cuando una editorial te dice No, pero nunca te aclaran el porqué y llegas a pensar que no eres lo suficiente, que eres malo en esto, pero cuando te das cuenta de que el talento queda de lado cuando los números son los que mandan, te sientes mal, frustrada, decepcionada de todo. Así me sentí yo muchas veces y no le deseo ese sentimiento a nadie, es horrible.

—Mucha suerte y espero que todo salga bien, por cierto —antes de colgar quería saber una cosa más —. ¿Cómo está Hannah? —creo que mi pregunta le sorprendió de más porque tardó unos segundos en responder.

Ella está bien, no ha dejado de preguntar por ti y obvio por Tanner, sabes que quiere verlo, está desesperada por verlo. ¿Hablaste con él de ese tema?

—Sí, pero tiene miedo de verla.

¿Miedo? ¿De qué puede tener miedo? Hannah no le hará nada, no lo va a morder —ahora estaba molesto.

—Ya sé —suspiré frustrada —. Debes entender que para él las cosas no han sido tan fáciles tampoco —antes de que me respondiera quise terminar con esta conversación —. Mira, no vamos a discutir y menos por este tema, voy a hablar de nuevo con él e intentaré convencerlo, ¿está bien? —suspiró antes de responder.

Está bien, Clarisse, confío en ti.

—Nos vemos pronto, Matt.

Nos vemos pronto, Clarisse.

Colgamos al mismo tiempo y guardé el móvil en el bolsillo de mi abrigo. La reunión estaba lejos de terminar así que decidí recorrer las calles aledañas al edificio y conocer un poco antes de regresar a casa. Sé que teníamos casi toda una semana para pasear, pero no me haría daño hacerlo yo sola y salir a caminar un poco.

Me compré un café y un panecillo que estaba relleno de crema de avellanas, miré dentro de algunas tiendas de ropa buscando que más podría comprarle a Tanner, pero era tan difícil cuando él ya lo tenía todo, ropa cara, zapatos de marca, lociones que valían miles de dólares, un departamento en la mejor zona de toda la ciudad. ¿Qué podría desear Tanner para su cumpleaños?

Tal vez debo preguntarle y así me quito de dudas.

Saqué mi móvil cuando empezó a sonar, respondí sin mirar la pantalla y respondí.

—Diga.

Cariño, ¿dónde estás? La reunión ya terminó y no te veo.

—Lo siento, salí a comprar un café ya voy para allá, estoy afuera de la empresa.

Espérame ahí, voy para allá.

—Aquí te espero —le dije y colgué.

Tanner no tardó en salir, cuando nos encontramos corrió hacia mí con una gran sonrisa en los labios.

—¿Qué pasó? —le di una mordida a mi panecillo, le ofrecí un poco y no dudó en darle morderlo también —. Tanner, dime.

—¿Tú que crees que pasó? —me mordí el interior de la mejilla, intentando adivinar, indagando en su mirada azul eléctrico.

—Se cerró el trato —asintió —. ¡Se cerró el trato! —grité emocionada. Me arrojé a sus brazos, salté y me cogió entre ellos para levantarme del suelo —. ¡Qué bien! —dejé algunos besos repartidos en sus mejillas. Noté que se me quedó mirando uno segundos más, acercó sus labios a la comisura izquierda de mi boca y chupó mi piel.

—Tenías crema de avellanas.

—Qué caballero —me soltó y me dejó en el suelo, tenía una gran sonrisa en los labios. Estaba orgullosa de él, de todo lo que estaba logrando en todo este tiempo.

—Todavía no me creo lo que está pasando, Nicolas se va a sentir orgulloso de esto.

—Él ya se siente orgulloso de ti, como has sabido manejar la empresa todos estos años —había un brillo especial en sus luceros —. Con esto, se va a sentir todavía más orgulloso —sonrió.

—Vamos a almorzar, siento el trasero entumecido por estar tantas horas sentado. Me arden los ojos —se pellizcó los lagrimales y suspiró.

—Cuando lleguemos al hotel te voy a dar un rico masaje —entornó los ojos, de nuevo le dio una mordida a ese rico panecillo sin dejar de mirarme a los ojos.

—¿Tendrá final feliz? —se lamió los labios llevándose la crema que quedó sobre estos.

¿Puede ser más sexy?

—Eso depende —alzó una ceja.

—¿Depende de qué? —preguntó.

—De como te portes este día.

—Seré un buen samaritano —ambos reímos.

Me enganché de su brazo y juntos fuimos a ese restaurante que visitamos el primer día que estuvimos aquí. Estar a su lado se sentía como algo nuevo, el tiempo se pasaba tan rápido, me hacía reír tanto y adoraba estar así con él, amaba cada momento a su lado.

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