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Capítulo 25. ❄

Clarisse

La llamada de Tanner la noche anterior me dejó un poco inquieta, si bien me llamaba todas las noches para saber cómo estaba, aquella en particular me dejó un sabor amargo en la garganta. Era como un sentimiento que no me dejó dormir en paz, tal vez lo mejor hubiera sido si me decía que estaba pasando para no quedarme así, con esta incertidumbre.

Lo dejé pasar e intenté olvidarme de eso (como si fuera a suceder), pero al menos no me iba a romper la cabeza en tontas suposiciones, ya me iba a decir que estaba pasando y porque se escuchaba así.

Aquel día llegamos a la misma hora, dejamos nuestras pertenencias en su lugar y fuimos a por un café para entrar en calor.

—¿Crees que sea algo malo? —preguntó Didi —. Yo no creo —cogió la taza con las dos manos.

—No sé —solté un suspiro y miré un punto fijo en la pared a su lado. Ella también estaba preocupada por lo que Tanner me iba a decir.

—Lo que sea que te diga recuerda que se van a Londres, así que no debes preocuparte de nada —puso una mano en mi hombro, dejando un suave apretón.

—Tienes razón, estaremos dos semanas fuera y lo que me vaya a decir no importa tanto.

—Debes aprovechar para olvidarte de todo lo que está pasando aquí. También por lo de...Hannah —musitó esto último —. No te hace bien pensar en ella todo el tiempo. Las cosas están bien así, amiga —le sonreí.

Lo que Didi decía es que Hannah estaba mejor en ese lugar que afuera donde el mundo no podría entenderla ni ella entender al mundo y tenía razón, pero me dolía verla en ese lugar cuando fue una mujer tan alegre, llena de vida, pero la mayor parte de esta la pasó encerrada en este lugar para que no se hiciera daño. Era tonto pensar que podía estar bien fuera, cuando no estaba bien mental ni físicamente, tenía muchos problemas que solo los doctores ahí dentro podían atender, ayudarla un poco. Era cierto lo que dijo Didi, Hannah estaba mejor en el psiquiátrico que aquí fuera.

—Sí, creo que tienes razón —levanté la mirada para verla y tenía una bonita sonrisa dulce dibujada en los labios —. No voy a pensar en nada más.

—Así se habla. Pero recuerda traerme algo —entorné los ojos —. ¿Sí? —estiró la mano para coger la mía, gesto que acepté con gusto.

—Sabes que sí —empezó a pegar de brinquitos.

Regresamos a nuestro lugar de trabajo, en ese momento me di cuenta de que Tanner ya había llegado, tenía minutos que entró a su oficina. Dejé la taza con café a un lado y entré a su oficina para saber que era eso que tenía que decirme.

—Buenos días —se estaba quitando el abrigo, lo colgó en el perchero y después continúo con los guantes que siempre le hacían lucir espectacular y sexi. Me hizo una seña para que cerrara la puerta, la cual obedecí.

—Buenos días, señorita D —sonrió al verme. Me acerqué a él y no dudó en tomarme de las manos, las suyas tibias y suaves —. ¿Cómo estás? ¿Todo bien? —asentí, bueno, apenas lo hice porque la verdad estaba preocupada.

—¿Tú, cómo estás? —le pregunté dejando un casto beso sobre sus labios. Con mi pulgar quité el rastro de labial que dejé sobre estos. Sonrió ante mi gesto, tenía esa mirada dulce que tanto me gustaba verle.

—Te voy a decir la verdad —me invitó a sentarme en las sillas frente al escritorio —. Ayer pasaron cosas, cosas que no me esperaba y no quería que pasaran —se escuchaba nervioso.

—Me estás preocupando —le dije seria. Estaba sentado a mi lado, cogiendo mis manos.

—Mabel fue a mi departamento —mis ojos se abrieron grandes —. No sé como llegó, no sé como sabe donde vivo pero ahí estaba.

—¿Qué te dijo? —inquirí.

—No mucho, no dejé que hablara, ya que no me importa lo que tenga que decir, no la quiero escuchar. Ella no me importa —una sensación de tristeza y pena se hizo presente en el medio de mi pecho —. No sé qué hace aquí.

—¿Qué sentiste al verla? ¿Hubo algún tipo de sentimiento positivo en ti? —ladeé la cabeza para apreciarlo mucho mejor.

—Nada, no había nada, solo pena y lástima. Ni siquiera sentí odio —suspiró —. Ya no siento nada por ella.

—¿Y qué más te dijo? —apretó mis dedos.

—Preguntó si estoy con alguien, dice que soy suyo —negó con la cabeza —. Está demente —una sonrisa escapó de mis labios —. No quiero verla, no quiero saber nada de ella. Tan es así que estoy viendo la posibilidad de vender la casa que compartimos juntos —aquello sí me sorprendió, no me lo esperaba.

—¿Vas a vender esa casa? ¿En serio? —asintió.

—Sí, no quiero nada que tenga que ver con ella. Voy a comprar una casa para ti, una donde podamos pasar momentos juntos y crear buenos recuerdos de los dos —mi corazón se hinchó de felicidad —. ¿Quieres eso?

—Sí —musité con la voz en un hilo que estaba a nada de romperse —. Sí quiero —se acercó para dejar un beso sobre mis labios —. Sí quiero —dije cuando nos separamos.

—Nos vamos a ir una semana, los planes no han cambiado, cariño. Nos vamos juntos para olvidarnos de todo lo que está pasando aquí, ¿sí? —asentí —. Te voy a ser sincero, no será fácil, menos con ella aquí, pero te juro que haré las cosas bien, ¿confías en mí?

—Más de lo que debería —aseguré.

—Entonces confía en que no sé como, pero la vamos a sacar de nuestras vidas para siempre.

—Por lo que me dijiste no se va a dar por vencida tan fácil —musité.

—Tal vez, pero eso no quiere decir que voy a permitir que regrese así como así, ella se fue, yo no. Nos divorciamos hace años así que puedo hacer mi vida con quien yo quiera y deseo estar a tu lado nada más. Contigo para siempre —hizo a un lado mi cabello —. ¿Entiendes eso?

—Yo también quiero estar contigo para siempre —su mano bajó un poco, con su dedo pulgar acarició mi labio inferior provocando una especie de electricidad que recorrió todo mi cuerpo. Cada que me tocaba o cuando rozaba sus dedos intencionalmente en alguna parte de mi cuerpo todo dentro de mí ardía como un incendio fuera de control.

—Nada ha cambiado, nos vamos una semana a Londres. Una semana los dos solos —asentí sonriendo.

—Una semana para los dos —dije.

—Solo los dos —se acercó lo suficiente para que nuestros labios se rozaran, quedando a tan solo un suspiro de distancia —. Te besaría con tanta pasión y deseo que tu sexo se va a mojar, pero estamos en horario de trabajo y tengo una reunión —con la mirada señaló fuera de la oficina, donde un proveedor esperaba al lado de Didi, sacándole platica. Mi amiga se veía nerviosa.

Nos miramos de nuevo con una tonta sonrisa en los labios.

—¿Comemos juntos? —preguntó a lo que asentí.

—Claro que sí, comemos juntos —respondí.

****

Después de comer me puse a trabajar como desesperada, ya que nos íbamos a Londres y no quería dejarle todo el trabajo a mi amiga, no iba a poder sola con todo lo que había que hacer, por eso Tanner tenía dos secretarias para que ambas se ayudaran y dividan las tareas, todo el papeleo que se acumulaba día con día. Las empresas Russel eran prácticamente las más grandes de la ciudad, las que daban más de la mitad del trabajo a los habitantes por eso Didi estaba segura de que si Tanner se postulaba para alcalde todos iban a votar por él, pero él no tenía esos planes, su visión a futuro era muy diferente a ser el alcalde de esta ciudad, no quería ocupar un cargo tan importante, tan demandante.

—Eres una máquina para leer —dijo Didi a lo lejos, detrás del escritorio —. ¿A qué hora vas a parar?

—Sabes que hay mucho trabajo por hacer —le dije sin despegar la mirada de los papeles —. No te quiero dejar tanto trabajo —musité.

—Tienes que descansar —opinó.

—Cuando salgamos del trabajo —negó con la cabeza. Me puse de pie para sacar algunas copias, Tanner estaba en una reunión importante con uno de los encargados de uno de los tantos negocios que tenía en la ciudad. Quería dejar todo listo antes de salir de la ciudad.

Al regresar a mi zona de trabajo me detuve de golpe al ver que las puertas del ascensor se abrieron, esperé unos segundos hasta que la persona dentro salió por completo. Lo primero que vi fueron un par de piernas enfundadas en unas medias de color negro, una falda de cuero, un largo abrigo, un bolso de marca, uñas bien cuidadas y para rematar con todo esto, ropa de marca y zapatos caros, un rostro pequeño, labios gruesos y una mirada intensa.

—Buenas tardes —saludé a la hermosa mujer que se quedó de pie frente a mí mirando au alrededor. No respondió al instante, lo que hizo fue mirarme de arriba abajo como si fuera un bicho raro, poca cosa.

—¿Se encuentra Tanner?

Esa voz.

Yo conozco esa voz.

Era la misma mujer que llamó aquel día, maleducada y grosera. Era ella. Estaba más que segura.

—El señor Russel está ocupado —detrás de las persianas se lograba apreciar a Tanner platicando con el hombre. Ellos no nos miraban, pero aquella mujer no le quitaba los ojos de encima.

—Lo voy a esperar —hizo el amago de ir hacia la sala de espera pero la detuve.

—¿Me puede decir su nombre? —inquirí, apretando los papeles a mi pecho. Había algo en ella que me daba mala espina, no me gustaba nada.

—Soy Mabel Davis, la esposa de Tanner.

En ese instante mi corazón se detuvo un segundo, uno que fue doloroso y aterrador. Ella era Mabel, la exesposa de Tanner. Mantuve la compostura, no podía dejarme vencer y por supuesto no iba a dejarla pasar.

—Su exesposo está ocupado y por ahora no puede recibir a nadie, tiene toda la tarde ocupada —frunció los labios. Me miraba de tal manera que me hizo sentir insegura, ella era hermosa, con su cabello rubio corto, esa piel perfecta y bien cuidada, sus manos también estaban bien cuidadas, su ropa de marca y estoy segura de que debajo de ese abrigo se encontraba un cuerpo espectacular. Me recordaba mucho a Hannah.

A Tanner le gustan las rubias. ¿Entonces yo...? ¿Qué tengo yo de especial?

—Tú has de ser su secretaria —me señaló con un dedo de arriba abajo de manera despectiva —. Solo eres la secretaria, niña, no me digas que hacer —tomé un largo suspiro.

Estúpida, idiota arrogante.

Entornó los ojos.

—¿Hace cuánto que trabajas para él?

—¿Para qué quiere saber?

—Debiste entrar después de nuestra separación.

¿Después de su separación? O cuando se fue mejor dicho

No respondí a su pregunta, me limité a mirarla a una distancia prudente.

—Debes tener tres o dos años aquí —hablaba sola —. Tú debes saber si mi esposo está saliendo con alguien, se nota que eres la que le guarda los secretos, quién sabe todo de él.

—¿Qué quiere decir con eso? —alcé una ceja.

—¿Sabes quién es la mujer con la que sale mi esposo? —preguntó.

—No le voy a decir absolutamente nada —frunció el ceño —, y aunque lo supiera tampoco le diría —espeté, estaba molesta con ella. Quería arrancarle los cabellos y dejarla pelona.

—¿Cuánto dinero quieres? —su pregunta me ofendió en demasía.

No puedes ser más tonta, Mabel.

—¿Disculpe?

—¿Cuánto dinero quieres para decirme quién es la zorra con la que mi esposo está saliendo? —esta vez se escuchó más molesta que al principio.

—Mi lealtad no tiene precio. Nunca podría venderme de esta manera tan sucia y vil. Váyase de aquí antes de que llame a los de seguridad —cogí el móvil para alertar a los de seguridad.

—Te vas a arrepentir por hablarme de esta manera —me señaló. Miró detrás de mí, hice lo mismo y vi a Didi mirando lo que estaba sucediendo —. Te juro que te vas a arrepentir —me miró de manera despectiva.

Los de seguridad no tardaron en subir, dejaron pasar a Mabel para que entrara al ascensor y esta casi los golpea al verlos.

—Tienen órdenes de no dejarla pasar, no debe subir —les dije a los dos —. No debe pasar —repetí. Ambos asintieron con la cabeza y entraron al ascensor para acompañarla abajo y echarla a patadas.

—¿Esa es Mabel? —preguntó Didi detrás de mí. Sentía mi corazón latir rápidamente. Solté un suspiro y regresé a mi zona de trabajo para beber un poco de agua.

—Es ella —le dije.

—Supongo que quería ver a Tanner —asentí. Didi bufó.

—Me dijo que ayer por la noche fue a verla —me llevé las manos al rostro, bufando con frustración —. No nos va a poner las cosas fáciles, lo sé, ¿la viste?

—Es una maldita —le di la razón, pero eso no era todo.

—Es hermosa —entornó los ojos en mi dirección —. ¿Qué? Tú también la viste, no me digas que no.

—Es bonita, pero de qué le sirve serlo, es déspota y grosera, de nada le sirve tener dinero si por dentro está podrida —Tanner junto al señor con el que estaba platicando salieron juntos, lo acompañó hasta el ascensor donde se quedó unos minutos más con él —. No te preocupes, amiga, si Tanner te quiere como dice no va a dejar que esa se meta entre ustedes —cogió mi mano dándole un apretón.

—Gracias —me hizo un guiño y regresó a su lugar de trabajo antes de que Tanner pasara a nuestro lado.

—Señorita D —esa era una clara señal para que fuera detrás de él. Me puse de pie y entré a su oficina, cerró la puerta, no teníamos que decir nada para saber lo que estábamos sintiendo —. ¿Qué quería?

—Verte.

—¿Qué más te dijo?

—Preguntó si estás saliendo con alguien, quiere saber "quién es la zorra con la que su esposo está saliendo" —repetí las palabras que ella misma usó —. Me ofreció dinero para saber con quién estás —bufó frustrado, Se pasó ambas manos por el cabello y se acercó a mí.

—No hagas caso a nada de lo que ella te diga...

—Dijiste que no iba a ser fácil —musité. Cuando estuvimos de frente subió sus manos a mis mejillas para acunarlas —. Ya veo a que te referías.

—Nos vamos a ir una semana, una semana para nosotros dos...

—Pero cuando regresemos ella va a estar aquí, va a querer regresar a tu vida, que sean la pareja perfecta que fueron hace años —mis ojos se llenaron de lágrimas —. Un amor como el que sentías por ella no se puede morir de la noche a la mañana.

—Fueron tres años, amor, no fue de la noche a la mañana —un par de perlas saladas rodaron por mis mejillas, pero Tanner se encargó de limpiarlas con sus pulgares —. Ya no la amo —dijo mirándome a los ojos —, no siento nada por ella. Solo te quiero a ti, solo a ti —dijo convencido.

Rodeó mis cuerpo con sus fuertes brazos apretándome a su cuerpo.

—Tú que la conoces tanto, dime, ¿de qué la crees capaz? —tardó unos segundos en responder, pero al final lo hizo diciendo la verdad.

—De todo, la creo capaz de hacer de todo con tal de salirse con la suya. Por eso tienes que confiar en lo que sentimos, te hará dudar de mí y mi fidelidad, te dirá mentiras para que te apartes, no creas nada de lo que te diga, ¿sí? —asentí. Me aferraba a su cuerpo como si fuera un ancla en mi vida —. Podrá sonar dolida, rota y convincente, hará lo que sea para que regrese con ella.

Ahora tenía miedo de todo lo que me estaba diciendo por qué si era capaz de todo entonces también podría lastimar para conseguir lo que anhelaba. ¿Me haría daño con tal de alejarme de Tanner? Ya lo creía, era una piedra en su zapato que no iba a dudar en pisar y convertir en polvo para que no le estorbara. Debía tener cuidado con Mabel, era una mujer peligrosa y esas son las más letales.

—Te quiero mucho, amor, mucho, mucho —dejó un beso en mi cabello.

—Y yo te quiero a ti, Tanner.

****

Didi me acompañó al aeropuerto para el viaje a Londres, estaba emocionada y nerviosa por lo que pudiera pasar allá, si bien tenía las expectativas altas para este viaje no debía cegarme y tenía que entender que a veces las cosas no salen como uno las quiere, pero haría lo que fuera para disfrutar a su lado toda esta semana que se nos estaba regalando.

—Te voy a extrañar mucho —Didi me ayudó con la maleta.

—Y yo a ti, pero solo será una semana —suspiró e hizo un puchero con los labios.

—Una semana en la que estaré a tope con el trabajo —musitó a mi lado. Entramos y fuimos a la sala de espera donde estaría Tanner, ya que él llegó unos minutos antes.

—El señor Nicolas no te va a dejar sola —la miré de reojo y entornó los ojos —. Es un buen hombre.

—Que ya está jubilado —habló bajito cuando a lo lejos vimos a Tanner junto a otro hombre vestido de piloto —. Qué sexis se ven los hombres con su uniforme de piloto —se mordió el labio.

Tanner le dijo algo al hombre y este se alejó en dirección contraria. Al llegar nos saludamos con un casto beso en los labios, nos separamos en el momento que mi amiga se aclaró la garganta.

—Señorita Diane —se saludaron con un apretón de manos —. Le encargo la empresa y por favor, ayude a mi tío hace años que no está detrás, se le hará un poco pesado los primeros días —Didi me miró, tenía esa mirada de "te lo dije" dibujada en todo el rostro.

—No se preocupe señor Russel, estaré atenta a todo —le sonrió —. Cuide mucho a Issy —puso sus manos en mis hombros —. Necesita tanto este viaje, han sido días difíciles, —Tanner le asintió con una sonrisa.

—Lo haré, no se preocupe, ella está en buenas manos —Didi dio un paso atrás —. ¿Nos vamos? —me preguntó y le dije que sí.

—Te veo en una semana —me despedí de Didi con un fuerte abrazo —. Te cuidas y te portas bien.

—¿Con quién crees que estás hablando? Yo soy un pan de Dios —ambas reímos y nos separamos después —. Te quiero, Issy.

—Y yo te quiero a ti, Didi —Tanner cogió mi maleta y en ese instante me di cuenta de que no llevaba la suya con él. Le dijimos adiós con la mano a Didi y lo seguí a donde sea que íbamos.

—¿Y tu maleta? —le pregunté. Nos detuvimos para mostrar nuestra documentación, se me hizo raro no ir en la misma dirección que todos los pasajeros —. Tanner —me miró con una sonrisa.

—Mi maleta está en el jet —informó. Revisaron que no lleváramos algún tipo de arma punzocortante u objeto no permitido.

—¿En el jet? ¿Es que acaso...? —no me dejó terminar.

—Renté un jet para que podamos viajar cómodos.

Salimos a la pista de aterrizaje donde, entre todos los aviones había un pequeño jet privado de una gran empresa en la ciudad. Afuera de este se encontraban una mujer y un hombre con sus respectivos uniformes, nos saludaron y fue el hombre quien cogió la maleta que Tanner llevaba en las manos. Cuando subimos me quedé con los ojos abiertos al ver el jet por dentro, era tal y como salían en las películas.

—Me hiciste comprar los dos pasajes para que me salgas con esto —le dije. Tomamos asiento, uno frente al otro. Se limitó a sonreír, no podía estar enojada con él cuando me sonreía de esta manera.

—Pensé que sería más cómodo para ti viajar de esta manera, así nos evitamos todo el ruido del avión —me mordí el labio mirando a través de la ventanilla. Solté un suspiro y regresé la mirada a su persona.

—Ya estamos aquí, ¿no? Además, no creo que pase nada malo —se puso de pie para sentarse a mi lado, cogió mis manos entre las suyas.

—Estoy a tu lado, cariño, nunca voy a dejar que nada malo te pase —dejó un beso en mi mejilla, lo cual me hizo sonreír —. Esta semana es para nosotros, olvídate de todo lo que se quedó en casa.

—Lo haré.

El piloto informó que estábamos por despegar por lo que la mujer y el hombre se acercaron para ayudarnos con los cinturones y explicarnos como funcionaba todo. Dijeron que podíamos pedir lo que sea, también había una cama dentro del jet.

¿Una cama?

Madre mía, esto sí que era fantástico.

Tenía una semana libre de Mabel, una semana en la que no iba a estar cerca de Tanner, donde no iba a tener que estar pensado en qué momento se iba a aparecer por la empresa para estar molestando. Esta semana la iba a disfrutar tanto a su lado. Me iba a olvidar de todo y de todos. 

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