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Capítulo 23. ❄

Clarisse

Observé como Matthew entraba detrás de Hannah, que no dejaba de patalear y gritar que la soltaran, que ya la dejaran en paz. Su llanto lacerante me calaba los huesos, quería llorar también. Algunas miradas se quedaron fijas en mí como si yo tuviera la culpa de lo que pasó, como si le hubiera hecho algo a Hannah cuando no fue así. Recordé lo que dijo de Mabel. Pensando, deduje que tal vez ella tenía culpa de su estado, tal vez vino a verla por eso estaba así, por eso me dijo todas esas cosas.

La misma mujer que nos atendió en la entrada se acercó a preguntar si estaba bien, si necesitaba algo.

—Estoy bien —le dije con una sonrisa amarga. La verdad no estaba bien, pero en parte tuve la culpa de lo que había pasado.

—No entiendo qué pasó —dijo ella —. Hannah es muy tranquila, casi no habla con nadie —miró en dirección a la puerta por donde metieron a Hannah —. Ha pasado tantos años aquí, el encierro no es bueno para nadie, menos para ella —suspiró. Me miró de nuevo —. ¿Necesitas algo? —sacudí la cabeza.

—Estoy bien, gracias —se alejó diciendo adiós y entró al edificio.

Esperé que Matthew saliera. Estaba molesto porque me lo advirtió, pero no creo haber hecho nada malo, solo escuchaba atenta todo. Ahora me sentía mal por como se la llevaron y terminó todo, Hannah se veía una buena persona, podría decir que si ella no estuviera aquí en estas condiciones tal vez fuéramos amigas. Tal vez.

Lo siento tanto, Hannah.

—¿Qué le dijiste? —giré la cabeza al escuchar la pregunta de Matthew. Venía hacia mí, molesto, enfadado. Me puse de pie rápidamente.

—Te juro que no le dije nada, solo escuchaba lo que me decía —se detuvo hasta quedar frente a mí —. Habló de Mabel, dijo que no es buena y debo tener cuidado con ella —Matthew suspiró, llevando una mano a su cabeza.

—Vamos —ordenó. Esperó que pasara delante de él para caminar detrás de mí. Entramos de nuevo al edificio y recorrimos el mismo pasillo para llegar a la recepción donde nos entregaron nuestras pertenencias, Matthew se despidió de la mujer y le dijo que después regresaba. Al llegar al estacionamiento me detuve para preguntarle sobre el estado de Hannah.

—¿Cómo está ella? —abrí la puerta y entré al mismo tiempo que él.

—Tuvieron que sedarla —nos abrochamos el cinturón —. Estaba muy mal y solo decía incoherencias —encendió el auto para salir del hospital.

—Lo siento —me disculpé, estrujando la correa de mi bolso entre mis manos —. No debí venir —lo miré de reojo. No volteó a verme, seguía molesto conmigo.

—Es mi culpa, sé que no se sabe relacionar con otras personas y...Lo siento —dijo sincero.

Por un largo rato ni uno de los dos dijo nada, yo me sentía una tonta y él parecía frustrado con todo lo que había pasado. Me sentía incómoda por ir a su lado en un silencio aterrador, solo quería abrir la puerta y salir de aquí.

—¿Puedo decir algo?

—Adelante —musitó serio.

—Hannah dijo que Mabel la visitó, ¿y si tal vez hizo algo que le provocara ponerse así?

—No creo —fue su respuesta.

—Pero tal vez ella vino y...

—Eso no puede ser posible, Clarisse —suspiró dejando salir toda su frustración —. Mabel sí vino a verla, hace unos siete u ocho años, por eso tiene prohibido el acceso a ese lugar. Los doctores y enfermeros tienen órdenes de no dejarla pasar porque la primera y última vez que vino dejó en muy mal estado a Hannah, tanto que intentó quitarse la vida, cuando ya no tenía ese tipo de pensamientos.

Qué perra resultó ser Mabel.

—¿Cuántas veces exactamente se quiso quitar la vida? —encogió un hombro. Sus dedos se asieron al volante y lo apretó con fuerza.

—Muchas más veces de las que me puedo acordar, por eso los vidrios de su ventana son irrompibles, no tiene espejo, ningún tipo de objeto punzocortante con el que se pueda lastimar. La visita de Mabel aquella vez no ayudó en nada a su estado mental y emocional.

—¿Cómo sabes que no estuvo aquí? Tal vez los mismos doctores la dejaron pasar, con una buena cantidad de dinero.

—Es imposible porque si lo hacen lo pagarán muy caro —espetó —. Así que no, no creo que Mabel estuviera aquí.

Y se veía tan convencido de sus palabras que no me quedó de otra más que creerle y dar el tema por terminado. No ganaba nada con insistir en un tema que no tenía pies ni cabeza. Así que lo olvidé y todo lo que faltaba de camino fingí que no estaba a mi lado y que en la vida le iba a pedir que me llevara de nuevo con ella. Esta vez salí ilesa, pero el dolor que sentía en el pecho no se comparaba con nada, me dolió verla así, encerrada en este lugar, que si bien, no era del todo malo nadie se merecía terminar sus días así. Sentía que Hannah era demasiado buena para estar en ese sitio, para terminar así. No creo que se mereciera un castigo de esta magnitud, no hizo nada malo, solo tomó malas decisiones y ya, ¿se merecía todo lo malo que había pasado todos estos años?

—Te quedaste seria —dijo a mi lado. Lo miré unos segundos. Ya casi llegábamos al edificio.

—No tengo mucho que decir, me siento culpable por lo que pasó —lo vi negar con la cabeza y suspiró.

—Hannah no está bien, ya la escuchaste, solo quiere ver a Tanner. Cada vez que voy a verla me dice lo mismo, lo repite hasta que se cansa.

—¿Y si hablo con él? —detuvo el auto. Al mirar por la ventanilla me di cuenta de que ya habíamos llegado al edificio.

—¿Crees que lo puedas convencer cuando ha pasado casi diez años negándose a verla? ¿Por qué crees que a ti te hará caso? —apagó el auto y me miró.

—Tanner no es tan malo, también está dolido y roto. Me imagino que siente que si ve a Hannah va a revivir todo lo que pasó hace años —puse una mano encima de la suya —. Voy a hablar con él, haré lo posible para que la vea —una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.

—Espero que te haga caso. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—La que sea.

—¿Qué más te dijo Hannah? —dudé en decirle la verdad, pero al final iba a terminar sabiéndolo, ya que se lo iba a preguntar a ella y le iba a decir todo lo que me dijo.

—Dijo que debo tener cuidado con Mabel, es mala —encogí un hombro —. Creo que quien debería estar en ese hospital es Mabel y no Hannah —agaché la cabeza.

—Hannah está tan dañada, no solo por las drogas sino por todo lo que vio junto a su madre, todo lo que ella le decía y lo que vivió en la calle —dijo con melancolía —. Los psiquiatras dicen que es muy difícil que pueda salir adelante.

—¿Te vas a dar por vencido? —negó con la cabeza —. ¿Entonces? Ella te necesita.

—Lo sé, pero estoy cansado, ¿sabes? Llevo años a su lado, cuidándola y protegiéndola de ella misma, solo pido un poco de paz para los dos, solo quiero verla libre y feliz —sus ojos se llenaron de lágrimas, sentí una opresión en el pecho —. No pido nada más para ella.

—Un día, Matthew, un día.

—Un día, Clarisse, un día —repitió con una sonrisa en los labios.

Le sonreí de regreso. Cogí mi bolso y abrí la puerta.

—Clarisse —me detuve antes de empujar la puerta.

—Dime.

—¿Algún día podemos ir a comer un helado? En plan de amigos —se adelantó —, sé cuál es mi lugar a tu lado y me conformo con eso —asentí.

—Claro que sí, Matthew, el día que tú quieras —esta vez sí salí del auto.

—¿Te mando un mensaje?

—Lo estaré esperando —cerré la puerta y me despedí de él con un movimiento de mano. Sin mirar atrás entré al edificio, miré hacia la calle, pero Matthew ya se había ido. No me quedó más que subir por el ascensor y llegar a mi departamento. Al entrar Marcy esperaba acostada en uno de los sofás, se estiró al verme y empezó a ronronear.

—Hola, Marcy —me quité el abrigo y me senté a su lado. Creo que se dio cuenta de lo mal que me sentía porque se acercó para pasearse a mi lado, se subió a mis piernas y con sus patitas dejó suaves masajes sobre mi piel —. Me siento muy mal, pequeña, creo que he arruinado todo —suspiré. Mis ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas que rodaron por mis frías mejillas —. No sé como se va a tomar Tanner que haya ido a ver a Hannah, ¿y si me odia?

—Miau —respondió Marcy en un tono bajito —. Miau.

—No quiero que Tanner me odie —musité con dolor —. No quiero —la apreté a mi pecho y la gata se dejó hacer cuando la mayor parte del tiempo me aparta y se porta como una diva.

Y como si lo hubiera invocado el móvil empezó a sonar, lo saqué del bolso y respondí sin mirar la pantalla.

—¿Diga?

Hola cariño, ¿cómo estás? —su voz del otro lado de la línea solo provocó que un nudo se formara en mi pecho. No respondí de inmediato porque cualquier palabra que saliera de mi boca iría acompañada de una especie de llanto —. ¿Clarisse? —esta vez se escuchó serio.

—¿Puedo ir a tu departamento? —me escuchaba triste —. ¿Por favor?

Claro que sí, cariño. Ya casi termino con lo que tengo pendiente y estaré ahí, ¿te mando un mensaje cuando termine?

—Síp —dije bajito —. Te espero.

Te veo ahí, te quiero señorita D.

—Y yo te quiero a ti, señor Russel.

Escuché una risita detrás de la línea, lo que me hizo sentir un poco mejor. Cuando Tanner colgó me quedé un rato más con Marcy hasta que se quedó dormida a mi lado, aproveché para comer algo y lavar los pocos platos que había en el fregadero. Tenía que arreglar todo para el viaje a Londres, pero en este momento no podía pensar en nada más que no fuera Hannah y Mabel, ahora entendía que esta última no era buena, pero lo que no me cabía en la cabeza es como Tanner se pudo enamorar así de ella, ¿qué le vio para terminar así de enamorado? Si es que ella estaba cerca debía tener mucho más cuidado entonces, si era tan peligrosa como me lo hicieron saber estaba en riesgo.

Tanner me mandó un mensaje, diciendo que estaba saliendo del trabajo, Didi todavía no llegaba, pero le llamé y dijo que ya venía para acá, le informé que iría a su departamento y dijo que estaba bien, que tuviera cuidado. Al llegar al edificio me sentía nerviosa y con miedo por lo que Tanner pudiera decir de lo que pasó con Hannah, estaba consciente de que no quería verla, pero no sabía el porqué no quería ir y enfrentar ese "problema". Estaba segura de que si lo hacía se iba a quitar un gran peso de encima, pero más que nada y lo más importante, Hannah se iba a sentir mucho mejor.

Solo tuve que dar unos cuantos pasos para llegar a la puerta de su departamento, toqué al timbre, lo miré de arriba abajo dándome cuenta de que llevaba un delantal puesto y el lugar olía a comida. Apenas pude sonreír al verlo porque no dudé ni un segundo en abrazarlo y echarme a llorar.

—Tanner —musité con dolor. Mi voz rota y poco entendible. Rodeó mi cuerpo con sus brazos para abrazarme.

Me sentía en pésimas condiciones, tan mal, que sentía que en cualquier momento iba a vomitar por el dolor que apresaba mi pecho. No podía evitar dejar de llorar y culparme por lo mal que se puso Hannah, creí ciegamente que ir a verla iba a disminuir esta culpa que sentía por estar con el hombre que ella amó hace tanto.

Tanner

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —le pregunté en el momento que no paraba de llorar, su cuerpo se estremecía, sus hombros se agitaban, su llanto me estaba rompiendo el corazón en dos —. Bonita, ¿qué sucede? Me preocupas —dije desesperado, besando la coronilla de su cabeza.

—Necesito decirte algo —se separó. Tenía los ojos inyectados en sangre e hinchados, por tanto, llorar —. Es urgente —asentí y me hice a un lado para que pudiera pasar. Cerré la puerta detrás de mí.

Fuimos a la sala donde dejó su bolso y se quitó el abrigo. Me senté a su lado cogiendo sus pequeñas y delicadas manos.

—¿Qué sucede? —aparté su cabello hacia un lado para poder apreciar mejor su rostro, algunas lágrimas perlaban sus mejillas, tenía la nariz roja dándole un aspecto infantil y bonito.

—Hice algo —se mordió el interior de la mejilla —. Algo con lo que no vas a estar de acuerdo —me miró de reojo para después dejar de verme.

—¿Qué hiciste? Parece que hubieras cometido un delito —musité. Buscaba su mirada, pero ella huía de la mía con pena.

—Yo...Le pedí a Matthew que me lleve con Hannah —en el momento que pronunció el nombre de Matthew supe que todo iba mal. Me puse de pie de inmediato limpiando las palmas de mis manos sobre la tela de mis pantalones. Tiró de mi mano para que me sentara de nuevo a su lado —. Tanner...

—¿Por qué? —pregunté sin mirarla a los ojos —. ¿Por qué lo hiciste?

—Porque tenía que hacerlo, quería verla, conocerla. Cuando hablas de ella lo haces de una manera que me dice que fue importante para ti —mi garganta se secó. Tenía que beber algo.

No la escuché y fui a la cocina para servirme vino.

—¡Tanner! —habló fuerte, pero ya estaba llegando a la cocina donde había comida sobre la isla, verduras y especias, ya que esta noche iba a preparar la cena, pero creo que eso no se iba a poder —. ¡No huyas!

—No estoy huyendo, necesito algo de tomar —me serví vino en una de las dos copas —. ¿Por qué? —volví a preguntar.

—Ya te dije —llegó a la cocina, se cruzó de brazos y me miró de esa manera acusatoria. ¿Ella me miraba así, pero yo no le podía decir nada con respecto a Hannah?

—Esa no es una explicación, Clarisse —le serví vino en una copa, extendí mi mano en su dirección y sonrió agradecida cuando la cogió —. Explícame.

—Me siento un poco culpable porque yo estoy aquí contigo y ella allá, encerrada —musitó. Con sus dedos empezó a repiquetear el cristal de la copa.

—Pero...No debes sentir culpa —me miró —. No es tu culpa nada de lo que pasó hace más de diez años, eras solo una niña, no me conocías.

—Sí, lo sé, pero ahora estoy contigo y ella...—se quedó callada de golpe —, ella no está bien, Tanner.

Era egoísta de mi parte no querer saber nada de Hannah, pero mi corazón no iba a poder soportar saber la dolorosa verdad, una en la que yo tuve la culpa de todo, donde yo contribuí a que ella terminara así, en ese lugar.

—No sigas —le pedí.

—¿Por qué no? ¿Por qué no quieres verla, saber nada de ella? ¿Por qué finges que ni siquiera existe cuando tú mismo dijiste que fue importante para ti? No entiendo, en serio no te entiendo —bebió de la copa sin dejar de mirarme.

—¿Crees que no siento culpa por como terminó todo? La dejé a ella y Matthew por Mabel, porque creí que era la correcta, pensé que era la mujer con la que iba a pasar el resto de mis días, pero todo cambió el día que se fue diciendo y justificando la pérdida de nuestro hijo como si yo tuviera la culpa de lo que pasó. ¿La tenía? No, porque son cosas que pasan y que se supone fortalecen a la pareja demostrando que no importa que tan mal vayan las cosas siempre deben apoyarse, pero no, las cosas no siempre salen bien para todos. Mabel se fue, me dejó solo con todo el dolor que sentía en ese momento —mi voz se rompió —. No le importó irse aún sabiendo que también estaba sufriendo, que me dolía, que...Perdí a mi hijo —dejé la copa a un lado para cubrir mi rostro con ambas manos. No quería que me viera así, de esta manera tan vulnerable y roto.

—Tanner —no tardó en llegar a mí y rodear mis brazos y torso con sus manos —. No quise que revivieras ese momento —dejó un beso en mi sien —. Lo siento tanto —sacudí la cabeza.

—Tú no tienes la culpa de nada, cariño, de nada —me apretó fuertemente —. Cuando se fue me sentí como un estúpido que depositó toda su confianza en una persona que al final resultó ser todo lo que los demás decían —le dije —. No quiero ver a Hannah no porque no quiera verla, no te puedes imaginar cuántas veces no he querido ir a ese lugar y hablar con ella, pedirle perdón por todo el daño que le hice, pero no puedo, no puedo —se separó. Puso dos dedos bajo mi barbilla obligándome a mirarla a los ojos.

—Si no puedes está bien, pero deberías al menos intentarlo. Hannah solo pregunta por ti, dice que te extraña mucho y quiere verte —mis ojos se llenaron de lágrimas al escucharle decir estas palabras.

—¿Cómo está ella? —pasó sus pulgares bajo mis ojos para borrar el rastro de lágrimas que amenazaban con salir.

—Está bien, en lo que cabe —iba a decir algo, pero lo pensó mejor antes de hablar y cambió el tema rápidamente —. ¿Estabas cocinando? —ambos miramos el desorden que había en la cocina, cuchillos sucios, verduras a medio picar, especias de todo tipo.

Asentí con la cabeza y sus ojos se llenaron de ilusión.

—¿Para mí?

—Sí —musité.

—Eres tan lindo y atento —apretó mis mejillas con sus manos dejando un beso sobre mis labios —. Te adoro.

—Te mereces esto y más —le dije y sonrió.

—¿Te ayudo?

—Si me haces el favor.

Cogió un delantal de uno de los cajones y entre los dos terminamos de preparar la cena. Antes de que ella llegara estuve tentado a pedir algo de cenar para que fuera más rápido, pero hacía tanto que no preparaba algo con mi manos para nadie, pero quería que esta cena fuera especial para ella después de todo lo que tuvo pasar días atrás. Consentirla solo demostraba lo mucho que me importaba y que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por ella.

Al final de la noche terminamos por lavar todos y cada uno de los platos y utensilios que usamos para preparar la cena, no recordaba que para algo tan simple se ensuciara tanto, nunca en mi vida lavé tanto en una noche. El postre sí lo tuvimos que pedir, ya que no había nada en la nevera y estaba agotado. Serví más vino, encendí la tele y nos acurrucamos en el sofá.

—¿El chico que vino a dejar el postre no es el mismo de aquel día donde te portaste como todo un amo y me ataste de manos?

—Es el mismo —respondí.

—Debo decir que es muy rápido haciendo su trabajo.

—Sabe que lo debe hacer —levantó la cabeza para verme mejor —. ¿Qué?

—Esa marca de postres es tuya también, ¿cierto?

—Así es —le di un sorbo a la copa.

—Con razón el pobre chico cada que te ve quiere salir huyendo —se acomodó en mi pecho mientras veíamos una serie —. Con respecto a Londres.

—Dime —mi mano en su cintura la atrajo mucho más a mi cuerpo.

—¿Cuándo nos vamos?

—Si se puede esta semana, solo tengo que arreglar algunas cosas en la oficina y dejar a Matthew o Nicolas al frente mientras no estamos —hizo un puchero —. ¿Pasa algo? —dejé la copa a un lado.

—Quería estar en la cena de acción de gracias con tu familia —musitó triste. Me acomodé de tal forma que apoyó la barbilla en mi pecho, para así poder observarla mejor.

—Ya habrá más cenas de acción de gracias, más viajes a Londres y todas esas cosas. Piensa que estaremos solos, una semana alejados de todos los problemas, pero cuando regresemos vamos a hablar con mis tíos que sepan de una vez que somos novios y que te quiero en mi vida para siempre —sonrió de tal manera que mi corazón se derritió. Tenía una bonita mirada llena de ilusión y...amor. ¿Esa era la palabra que debía usar? Estaba más que seguro que sí.

¿Clarisse me amaba? ¿Desde cuándo?

¿Desde cuándo señorita D?

—¿Es en serio? —asentí —. ¿No crees que vamos muy deprisa?

—Estos días me he dado cuenta de que no puedo vivir sin ti. La oficina es un completo caos si tú no estás, me siento solo y vacío, te necesito a mi lado, te quiero conmigo —dejé un beso en su frente —. ¿Tú no sientes lo mismo?

—Sí —respondió tímida —. Sí lo siento.

—Entonces no hay nada que pensar o esperar, lo nuestro no es solo sexo, señorita D, no es solo atracción o deseo infernal, no es nada de esas cosas y lo sabes bien —se mordió la esquina del labio para después asentir con la cabeza.

—No es solo sexo —repitió —. Hay más, mucho más. 

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