Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17. ❄

Tanner

Lucía tan perfecta bajo las tenues luces que iluminaban la sala, su figura perfecta y delgada, su cabello ondulado cayendo en sus brazos y espalda, su piel de porcelana, el rico aroma de su perfume que inundaba todo el lugar, era grácil y armonioso. Todo en ella era perfecto, ese vestido lucía muy bien en su cuerpo, su cercanía me ponía loco, me descolocaba a tal grado que no podía pensar bien estando a su lado, así de cerca. Jamás habíamos estado así de cerca como estos últimos meses y no sé en qué momento pasamos de ser jefe y empleada a dos personas que se atraían como dos dementes.

Sostenía su mano con cuidado, nos balanceamos al mismo ritmo de la música, los leños dentro de la chimenea crujían, solo estábamos ella y yo en este lugar, solos, tan cerca como me gustaba estarlo.

—Creo que deberíamos ir a dormir —murmuró con voz suave. Salí de mi ensimismamiento para prestarle atención y admirarla cómo debía ser. Era una mujer hermosa en toda la extensión de la palabra, desde sus hermosos luceros hasta su manera de ser tan pura e inigualable.

—Deberíamos —le dije. Mantenía mi mejilla apoyada contra la suya. Nuestros labios se rozaban con toda la intención de querer besarse, terminar con esta maldita tortura que me quemaba las entrañas.

—Tanner —se apartó unos centímetros para apoyar sus manos en mi pecho. Sus ojos brillaban, se sentía como magia. Ella era magia —. Gracias, por todo esto —le sonreí. Mi mano subió a su mejilla, tenía una hebra de cabello sobre los labios, lo aparté con dos dedos. No podía creer que Clarisse fuera tan perfecta, tan mía. Yo tan suyo desde este momento.

Ya no hay vuelta atrás, Russel.

—Gracias a ti por estar aquí —se puso de puntitas para dejar un corto y casto beso en mi mejilla —. Te adoro, gatita —no dijo nada ante mis palabras y tampoco esperaba que dijera algo, lo que dije era cierto. Todos estos años ella estuvo a mi lado, soportando cada estupidez que hacía, guardando mis secretos, nunca dijo nada en todos los años que trabajó para mí, era una asistente fiel y eficaz.

—Hasta mañana, Russel —dijo apartándose de mi lado, en ese momento sentí un vacío en medio de mi pecho, frío y desolación en cada centímetro de mi piel.

—Hasta mañana, señorita D —vi como subió las escaleras, la observé hasta que desapareció por el pasillo a la habitación que Margot ya le había dicho iba a ocupar esta noche.

—Esa muchacha es hermosa —escuché a Nicolas, estaba debajo del umbral de la puerta que separaba el lobby y la sala. Me giré para verlo con las manos metidas en los bolsillos de mi pantalón.

—Lo es —me pasé la mano por el cabello.

—No la dejes ir, hijo, es muy valiosa. Y no me refiero al ámbito laboral sino al sentimental. Sé que no te es indiferente —señaló, pero no dije nada —. No es nada fea, al contrario, y tú necesitas una chica como ella que te ame a ti, que te ayude y proteja.

—No sé por qué dices eso —murmuré.

—Sabes a qué me refiero, a quién me refiero —añadió. Lo que me dio una idea de a quién se estaba refiriendo con esto último.

—No hablemos de eso, por favor —le pedí amablemente —, no ahora.

—Está bien, hijo. Creo que ya es hora de ir a dormir —asentí —. Hasta mañana, Tanner.

—Hasta mañana, Nicolas —se alejó hacia la cocina donde todavía estaban Margot y Matthew.

Subí las escaleras y recorrí el pasillo para llegar a la que era mi habitación cuando vivía aquí de joven, lo seguía siendo cuando los venía a visitar, que eso era muy raro. Me detuve unos segundos frente a la puerta de la habitación que ocupaba Clarisse y seguí de largo hasta llegar a la mía, que para mi buena suerte estaba al lado de la suya. Solo una puerta me separaba de la tentación.

No iba a poder dormir al saber que estaba tan cerca y que no la podía tocar. Este sentimiento me estaba matando por dentro, lo sentía como una tortura, una que iba a terminar conmigo tan pronto.

Cerré la puerta detrás de mí, solté un suspiro y fui al baño para cambiarme de ropa, tenía lo suficiente en esta casa. Me cepillé los dientes y me metí bajo los cobertores, afuera hacía tanto frío que las copas de los árboles se movían de un lado al otro. Miraba a través de las delgadas cortinas intentando conciliar el sueño, pero nada más cerraba los ojos la imagen de Clarisse de rodillas y con mi pene dentro de su boca llegaba a mí de golpe.

No iba a poder conciliar el sueño así, simplemente sería imposible.

Cogí el móvil, le mandé un mensaje a Clarisse esperando que estuviera despierta todavía.

"¿Puedes dormir? Porque yo no".

No tardó en responder.

"No, no puedo".

"¿Te digo la verdad?".

"¿Qué pasa contigo?".

Opté por llamarle, ya que la conversación iba a ser muy larga.

¿Qué pasa? —preguntó nada más al responder la llamada.

—Tú, tú eres mi problema, señorita D —bufé frustrado.

¿Disculpa? Ahora yo tengo la culpa de que no puedas dormir.

—Sí, exactamente, dime, ¿qué vamos a hacer al respecto? —se quedó pensando unos segundos antes de responder.

No sé, dime tú que podemos hacer —dijo con un tono de voz seductor, encantador y tentador.

—¿Quieres que te lo diga o mejor lo hacemos?

Estamos en la casa de tus tíos, Tanner —ningún pretexto me iba a servir en este momento.

—¿Y?

¿Cómo que y? Es una falta de respeto.

—Les faltamos al respeto en el momento que metí la mano bajo tu vestido —no la estaba mirando, pero podía jurar que estaba tan roja como un tomate —. ¿Entonces?

Mi puerta está abierta...—Antes de que dijera otra cosa yo ya estaba saliendo de la cama, dejando el móvil sobre los cobertores. Abrí mi puerta y miré a ambos lados del pasillo, asegurándome de que no había nadie cerca. Di unos pasos hasta llegar frente a la puerta de Clarisse, solté un suspiro antes de coger el picaporte y empujar la madera. A lo lejos alcancé a ver un halo de luz que provenía de una de las lámparas, cerré detrás de mí y miré a Clarisse. Tenía la espalda apoyada en el respaldo de la cama.

—Qué desesperado, Russel —habló bajito —. Ven aquí —le puse seguro a la puerta y caminé hasta llegar a la cama. Levantó los cobertores y me acosté a su lado.

—Tú me tienes desesperado —en un solo movimiento estaba arriba de ella, mi cuerpo cubriendo su delgada anatomía, una de mis piernas en medio de las suyas —. Eres hermosa, ¿lo sabes? —encogió un hombro —. Pues lo eres, gatita.

En sus labios se desplegó una bonita sonrisa que me caló los huesos. Subí la mano a su mejilla, acaricié su piel con tanto cuidado, como si mi toque le pudiera hacer daño, lastimarla.

—Quiero hacerte de todo, pero primero quiero hacer el amor contigo —murmuré sobre sus labios. Los acerqué un poco hasta que estos se rozaron de manera peligrosa, casi letal. Sentía que si la besaba no iba a poder parar, iba a querer más y más, hasta que llegara el punto en el que no podría vivir sin sus besos.

—Hazlo, Russel. Quiero que me hagas tuya —aquellas palabras bastaron para terminar con la poca distancia que nos separaba en ese momento y sellar todo con un beso lento y apasionado que me estaba matando.

Mordía sus labios, los chupaba un poco para después succionarlos, pasaba mi lengua sobre estos para apaciguar el dolor y continuaba con mi tortura, la cual no solo la mataba a ella, a mí también. Mis rodillas se hundieron en el colchón en el momento que me arrodille para deshacerme de mi camisa, sus manos ascendieron por mi torso y bajaron por mis brazos. Continué con mis pantalones y terminé con su pijama que dejé a un lado. De nuevo estaba desnuda ante mí, su hermoso cuerpo, delgado y al descubierto ante mí. Todo para mí.

—Eres perfecta, Clarisse, tan perfecta que duele —hundí mi rostro en el hueco que había entre su cuello y su hombro, mi lengua ascendió a su oreja, la cual lamí un poco y con los dientes tiré de su lóbulo. Bajé a sus pechos, no titubeo en meterlos en mi boca para acariciarlos con mi lengua, bajé un poco más a su ombligo y subí de nuevo repartiendo besos en todo su cuerpo —. No traigo condones.

—No te preocupes, estoy limpia —esa fue la señal para proceder con lo que vine a hacer y que estaba deseando desde hacía tanto.

Con mis manos abrí sus piernas lo suficiente para poder apreciar su sexo cubierto por una ligera capa de vello púbico, tomé mi pene con una mano, con la otra mantenía sus piernas abiertas para mí, para mi miembro que se deslizaba lenta y dolorosamente entre sus pliegues, levanté la mirada para observar cada uno de sus gestos. Sus manos se aferraron a las sábanas, las apretó entre sus dedos, jadeó en el momento que lo tuvo todo dentro.

—¿Hace cuánto que no follabas con nadie? —Era solo curiosidad.

—Tres años, más o menos.

Ahora entiendo por qué estás tan apretada.

—¿Por qué? ¿Hay algún problema? —negué rápidamente.

—Nada de eso —me miró unos segundos, pero continúo mirando el techo.

Salí un poco dejando la punta dentro, arremetí contra ella y su cuerpo tembló, sus tetas rebotaron y su boca se abrió un poco sin emitir sonido alguno. Quise ser paciente, suave con ella, pero las bolas me dolían, mis manos picaban y quería joderla, follarla tan duro que me pidiera más. Volví a salir. Tenía la vista perfecta de mi pene entrando en su estrecha vagina, deslizándose por su carne, abriendo sus labios que se mojaban con nuestra lubricación. Era embriagador y excitante tener esta hermosa vista de su cuerpo siendo profanado por mí.

—Si pudieras ver lo que yo estoy viendo en este momento estarías igual de excitada —se mordió el labio. Me recosté sobre su cuerpo, cubriéndolo por completo con el mío. Sus piernas abiertas, sus tetas apretadas a mi pecho, sus manos se quedaron en mis brazos para tener mejor control —. Me encantas, gatita —gimió cuando la embestí con fuerza, con dolor, sin pudor —. Me fascina todo de ti —de nuevo embestí duro contra ella.

Mantenía los labios entreabiertos, mojados, con ese tono que tanto me gustaba. Flexione los codos a cada lado de su cuerpo, manteniendo el equilibrio del mío para poder moverme mejor. Sus caderas seguían el ritmo de mi pelvis, se movían lento, en círculos, de adelante hacia atrás. De nuevo me enterré en su interior, jadeó en el momento abriendo la boca un poco más.

—¿Te gusta? ¿Te gusta que te folle? —asintió con la cabeza, pero no me bastaba, yo necesitaba escucharla —. Dilo, necesito que lo digas —mi mano se asió a su mandíbula para obligarla a que me observara de la misma manera que yo la estaba observando a ella.

—Me gusta que me folles, Tanner —una tonta sonrisa se dibujó en mis labios cuando dijo esto, confirmando que no solo yo lo estaba disfrutando, también ella lo podía sentir —. No tengas piedad de mí.

—No lo haré, gatita, no lo haré.

Tú no me conoces.

Mis caderas se movían de arriba abajo. Su cuerpo se agitaba, sacudía y temblaba debajo del mío, besaba sus labios con ímpetu, alargaba el momento para que todo el placer se desatara porque lo quería disfrutar lo más que se pudiera, quería correrme en su interior, ver sus muslos manchados por mi semen, marcar estos con mis dientes, chupar su piel y morderla si es que se podía.

—Ay Dios —apretó los labios reprimiendo un jadeo —. Así, así...—echó la cabeza hacia atrás —. No puedo... contenerme —murmuró sobre mis labios —. Nos van a escuchar.

Mi mano cubrió su boca, en el momento que las suyas rodearon mi espalda y bajaron a mi trasero para atraerme mucho más al suyo, para intensificar el éxtasis que rasguñaba las paredes de mi interior, jadeó y empezó a moverse más rápido. Gimió y mi cuerpo no tardó en temblar en el momento que ese orgasmo tan peculiar me absorbió por completo, llevándose mi alma en el proceso. Su pecho subía y bajaba, sus piernas temblaban, algunas perlas de sudor cubrían su frente.

Jadeé en el momento que me corrí dentro de su vagina, hacía tanto que no estaba dentro de una que en este momento me sentía en la maldita gloria. Tuve que esperar a que los espasmos abandonaran mi cuerpo y rodé a su lado en la cama.

—Eso fue fabuloso —dejé algunos besos en su hombro —. Eres magnífica —giró la cabeza, alcancé a divisar sus ojos cristalinos —. ¿Qué pasa? —acorté la distancia entre los dos —. ¿Qué sucede, gatita?

Derramó un par de lágrimas que mojaron sus mejillas. Estaba preocupado. Tan solo segundos atrás los dos disfrutamos y ahora ella lloraba. No estaba entendiendo qué pasaba.

—Es que... hace tanto que no me sentía así con nadie —su confesión me destrozó el corazón —. Tú me haces sentir tan bien que me da miedo, me aterra —hundió su rostro en mi pecho.

—No debes temer, cariño, yo te voy a cuidar siempre —dejé un beso en su frente.

Clarisse

Mis hombros se sacudían debido al llanto que atenazaba mi cuerpo. Me sentía patética, ridícula porque se supone que en este momento debía ser la mujer más feliz y me encontraba llorando. Tanner me regaló la mejor noche de todas, me trataba como una dama, me cuidaba y se encargaba de hacerme sentir bien, ¿y yo? Yo hacía esto en este momento.

—Soy patética —murmuré.

—Hey —me separó poniendo sus manos en mi hombros desnudos —. Nunca vuelvas a decir que eres patética ni nada de esas cosas —estaba serio, no enojado, pero sí serio —. No te sientas mal.

—Esta es la primera vez que estamos juntos...—apreté mis labios.

—Y no será la última —amenazó, lo que me hizo reír un poco —. Me gusta cuando ríes —besó mis ojos llevándose mis lágrimas con él —. Te ves mucho más bonita —de nuevo hundí mi rostro en su pecho. A su lado me sentía deseada, protegida, algo que con el imbécil ese no sentí nunca.

—¿Te puedo decir algo? —pregunté trémula.

—Lo que sea, gatita —dejó un beso en mi cabello.

—Te necesito de nuevo —bajó la mirada a mi rostro, yo tuve que levantar la barbilla para poder apreciarlo mucho mejor. Su cabello se encontraba despeinado, estaba desnudo una vez más, pero en esta ocasión hicimos el amor —. Te quiero dentro de mí, una vez más.

—Y yo necesito estar dentro de ti —apretó sus labios a los míos. Bajó una mano a mi sexo, lo acarició y metió dos dedos con cuidado, todavía estaba sensible por aquel orgasmo que me regaló después de tres años en los que nadie había estado ahí abajo. Pellizcó mis pezones con dos dedos, apretó mis caderas y cintura, me tocaba con cuidado, con una suavidad que me sorprendía en él. Tal vez pensaba que si no era delicado me podía lastimar, pero no era así, no me haría daño si era más salvaje —. Voltéate —ordenó.

Me giré para quedar de espaldas a él, metió el brazo detrás de mi rodilla, levantó mi pierna y sentí su pene rozar mi sexo, tenía rastros de su semen en mis muslos. Se deslizaba por mis labios y clítoris, lo acercaba un poco para tentar y apartarse.

—Quiero que te toques, gatita, tócate para mí.

Recordé todas las veces que, pensando en él me di placer, que disfruté tocándome, pensando que era él quien metía sus manos en mi sexo, que lamía mi piel y me hacía gemir de placer. La punta de su pene quedó cerca de mi entrada, jugaba sucio y me gustaba. Lo pasaba por mis labios, me mojaba más y más, por su culpa estaba así de mal, me encontraba en un estado deplorable que jamás creí llegar a sentir en la vida. El éxtasis y placer me estaban volviendo loca, demente solo por tenerlo de nuevo dentro de mí.

—No juegues así, Russel —enterré mis dedos en la piel de sus muslos —. Por favor —le supliqué.

—A ti no te puedo negar nada, cariño —ni siquiera podía pensar bien. Me encontraba en un estado penoso pidiendo sexo y placer.

Se enterró dentro de mí una vez más sin piedad, arremetió contra mi frágil y sensible cuerpo que reaccionaba a cada una de sus caricias. Subí su pierna con mi mano para tener mejor acceso de sus movimientos, pellizcaba mis pezones, sus labios en mi nuca dejaban pequeños besos sobre mi piel, me estremecía y jadeaba cada que se movía de tal manera que lo sentía por completo, en todo su esplendor.

Jamás me imaginé que esto podía pasar, que un día iba a estar en la cama de Tanner Russel, haciendo el amor como dos desesperados. Jamás me pasó por la cabeza que yo no le era tan indiferente, que al igual que yo soñaba con que algo pasara entre los dos.

Disfrutaba tanto sus manos sobre mi cuerpo, sus caricias suaves, delicadas, tocaba todo a su paso, lo escuchaba gemir en mi oreja y aquello era lo más sexi en un hombre, que no le diera pena dejar salir aquello que tanto disfrutaba, que lo escuchara jadear, no se contenía, no le daba pena. Mis caderas oscilaban en círculos, se complementaban con el vaivén de su pelvis, sentía su miembro salir y entrar de nuevo, lo dejaba dentro y movía. Cerré los ojos disfrutando de este preciso momento en el que no existía nadie más para nosotros, afuera se podía estar cayendo el cielo, pero aquí, justo en esta habitación solo éramos Tanner y yo, siempre seríamos él y yo.

—Tanner...—gemí bajito. No quería que nadie nos escuchara y supieran lo que pasaba en esta habitación.

—Córrete, gatita, te quiero sentir —lo dejé salir sin pudor, sin pena. Mis paredes se apretaron a su alrededor, no me contuve, mis caderas se movían más rápido, mi orgasmo se disparó hasta la estratosfera, quise gritar tan fuerte como pudiera, pero no quería que su familia nos escuchara, así que me limité a apretar los labios y alargar el momento lo más que se pudiera.

—Voy a necesitar más de esto, gatita —murmuró en mi mejilla —. Siempre voy a querer más de ti —rodó a mi lado. Su pecho subía y bajaba, respiraba con dificultad, ni siquiera recordaba mi nombre o en que día nos encontrábamos.

—Voy al baño —le informé bajando de la cama. Mis piernas se sentían como gelatina y entonces recordé lo que me dijo Didi y el meme de Bambi, en este momento me sostenía de las paredes para llegar al baño y asearme —. Si Diane me viera...

Dejé la puerta abierta sin pensar que Tanner iba a entrar para hacer sus necesidades también. No sé en qué momento dejamos la vergüenza de lado y ya íbamos al baño juntos. Cuando terminé de asearme fue su turno de vaciar su vejiga, me limpié los muslos y ahí abajo, todo mi cuerpo era una masa sensible y gelatinosa.

Me eché un poco de agua en el rostro para refrescarme, Tanner se acercó por detrás, abrazando mi cuerpo con sus brazos.

—No hemos terminado, gatita, tenemos toda la noche para nosotros —cogió mi mano y me llevó con él a la cama, donde una vez más saciamos nuestra sed y hambre, esa hambre que nos estaba quemando por dentro, ese deseo infernal que nos consumía.

Me podía arrepentir de muchas cosas, pero jamás en la vida me iba a arrepentir de entregarme a Tanner Russel en cuerpo y alma. Amarlo fue el mejor sentimiento que pude sentir en años, me hacía sentir viva, plena, deseada, algo que no sentí con nadie más que con él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro