Capítulo 5: Compañeros
¡Una cena! ¿Qué daño podía hacer una cena? En el mejor de los casos, cenaría gratis, en el peor... podría ser un psicópata, pero al menos, tenía vecinos. Isagi sólo esperaba que de ser el caso, acudirían en su ayuda pese a que no veía a Nagi con intenciones demasiado perturbadoras. Si fuera así, había tenido más opciones en el campo de fútbol cuando se encontraban solos.
Nagi entró con sus calcetines blancos y observó el apartamento. Era bastante pequeño, un salón, una cocina, suponía que un pequeño cuarto de aseo y la zona donde tenía su futón en una de las esquinas, típico apartamento para estudiantes que hacía su papel.
‒ Siéntate donde quieras – comentó Isagi sin dar demasiada importancia al asunto.
¡Una rodillera! Es lo que Nagi se quedó mirando al ver a su compañero sentarse al otro lado de la pequeña mesa tras el gesto de dolor que hizo al tener que sentarse en los cojines del suelo. Era evidente que la rodilla le dolía, aunque no podía ver cicatrices ni nada semejante debido a la rodillera que llevaba puesta.
‒ ¿Aún te duele?
‒ Sí – susurró Isagi – sobre todo cuando cambia la presión atmosférica. Es decir, cuando el tiempo va a cambiar, ya sea de lluvia a sol o de sol a lluvia – sonrió de cierta forma melancólica –. Gracias por la cena pero si tu intención es convencerme de volver a jugar, lamento informarte que estás perdiendo tu tiempo. Además, no sé porque tanto interés en mí, ya te han dicho que era un delantero mediocre.
‒ Tienes algo especial – dijo Nagi sin más.
‒ Ya claro, una lesión grave que me aparta del deporte y que el resto de controladores de campo no tienen. Puedes buscar a otro en mejores condiciones. Mi físico nunca ha tenido una buena base, me canso con facilidad, no se driblar bien, mis pases son... buenos pero mejorables y desde luego...
‒ Me da igual tu físico, tu base o lo que sea, me gusta tu actitud y tu cerebro. Esa manera de idear planes tan rápidos, la forma en que manejas todo a tu alrededor sin que ni siquiera los jugadores se den cuenta de que los estás usando para un fin y desde luego, me gusta la forma en que socializabas con todos. Parecían contentos jugando a tu lado o para ti.
‒ No jugaban para mí, jugaban porque todos ellos deseaban entrar en la selección de Japón, y desde luego, Rin tenía muchas posibilidades, más que yo. De hecho ya estaría allí si no hubiera sido por la pandemia. Pero este año entrará, es algo que sé a ciencia cierta, es el mejor controlador de campo y su base física es estupenda.
‒ Podrías intentar volver a entrar. Este año habrá muchos ojeadores, será prácticamente tu última oportunidad y el equipo en el que juego es bueno y seríamos mucho mejores con un controlador como tu.
‒ Si, ya... mi oportunidad de quizá no volver a caminar si me lesiono. No me arriesgaré.
‒ Hazme un favor al menos, ven a ver los entrenamientos. Me ayudaría saber qué es lo que puedo mejorar. Seguro que tú ves más cosas de las que me dicen.
‒ No te creas. Veo más cuando juego.
‒ Entonces, juega conmigo por las noches. Sólo unos cuantos pases y unos chutes a portería. Eso puedes hacerlo, ¿no? Yo no te voy a lesionar, te lo prometo.
Isagi resopló. No era una mala idea, él se moría por volver a jugar al fútbol y quizá no podía hacerlo de forma profesional, pero sí podía ir con Nagi y dar unos pases. Eso no suponía un gran riesgo para él.
‒ De acuerdo, puedo ir a jugar contigo por las noches un rato.
‒ Genial.
Una semana después:
¡Los pases eran geniales! Jugar a su lado era fácil pero el entrenador tenía razón, estaba bajo de forma, su base no era buena y para un delantero, no era bueno sólo poder decir "sus pases son geniales", él no debía depender de pasar, sino de golpear a portería y eso, no lo hacía.
Nagi recibió ese gran pase y chutó a portería sin dudarlo. Para él era fácil y entonces, frente a la sonrisa en su rostro por sentir tan cómodo el jugar junto a ese chico, se giró para mirarle. Él estaba agotado, el sudor resbalaba por su rostro y limpiaba las gotas con un borde de su camiseta.
‒ ¿Cansado? – preguntó Nagi al ver a su compañero.
‒ Un poco. Hace mucho tiempo que no jugaba.
‒ Si te sirve, creo que en esta semana has ido mejorando. Ahora aguantas más rato jugando conmigo que cuando empezamos – sonrió Nagi – aunque tu base física sigue siendo un poco abrumadora.
‒ Lo sé. Nunca ha sido buena.
‒ La mejoraremos. Quizá al final hasta te interese entrar en el equipo.
‒ Jamás – sonrió Isagi pese a que le costaba recobrar el aliento.
Isagi se dejó caer en el húmedo césped y reposó unos segundos. Observó a Nagi ir a por la pelota a la portería, agarrarla y regresar hacia donde él se encontraba. Desde luego su base física era mucho mejor que la suya, Nagi no parecía cansarse con facilidad, de hecho, mientras él descansaba allí sentado, Nagi golpeaba el balón con el pie una y otra vez sin dejarlo caer. Del pie a la rodilla, de la rodilla a la cabeza, de la cabeza de nuevo al pie.
‒ Nunca paras, ¿eh? – preguntó Isagi que sólo de verlo ya se cansaba él.
‒ Aún me queda energía – dijo Nagi con seriedad aunque detuvo el balón sobre su pie al ver que Isagi tiraba el cuerpo hacia atrás y se tumbaba en un intento por descansar más.
Nagi sonrió al verle allí tirado, con el brazo sobre sus ojos cerrados y el sudor resbalando de su cabello por su rostro y su cuello. Lanzó el balón nuevamente hacia arriba y la agarró con sus manos para poder sentarse. Por alguna razón, cuando miraba a Isagi descansar a su lado, sentía que ese chico le gustaba de una forma extraña. No le presionaba para jugar al fútbol como sus amigos, sólo jugaba porque quería hacerlo. Ese chico lo hacía diferente, divertido, entretenido.
‒ Me gusta jugar al fútbol contigo – dijo Nagi.
‒ Ya claro, eso lo dices porque quieres agotar toda tu energía del día y necesitas seguir por entrenando por las noches.
‒ No te creas – sonrió Nagi mirando fijamente a ese chico tumbado a su lado – creo que me gusta...
‒ ¿Isagi?
Aquella voz que venía de una de las líneas delimitadoras del campo captó la atención de ambos, sobre todo de Nagi que era quien sentado, tenía mejor visión. Era un chico joven, de su edad más o menos, con el cabello castaño con unas tonalidades rubias que evidentemente, era un tinte. Isagi se incorporó con rapidez hasta quedar sentado y poder ver quién le llamaba. Fue entonces, cuando al reconocer a la persona, sonrió.
‒ Bachira.
¡Casi como si le olvidase! Eso es lo que sintió Nagi. La mirada de ese chico se fue directamente a la nueva persona que había aparecido frente a ellos y la sonrisa que se mostró en su rostro, iba para ese joven. El cansancio pareció desaparecer abruptamente, puesto que se levantó tan rápido que no daba la sensación que instantes antes hubiera estado tratando de recuperar el aliento. Sus pasos, primero más despacio, pronto se hicieron más rápidos hasta que llegó a él y se fundió en un gran abrazo.
‒ Espero que siga en pie lo de quedarme en tu casa a jugar a la consola – sonrió Bachira – porque me he escapado del hotel donde nos hospedamos.
‒ Claro que sigue en pie – sonrió Isagi – para ti, siempre. ¿Jugáis mañana?
‒ Sí – comentó Bachira justo cuando su mirada se fijaba en ese chico alto de cabello blanquecino – No estarás vendiendo nuestras jugadas secretas, ¿no?
‒ Que idiota eres – sonrió Isagi sabiendo que su amigo bromeaba.
‒ No pasaría nada tampoco aunque lo hicieras, creo que nadie puede escapar de la visión de campo de Rin.
Ese nombre hizo un efecto contrario a todo lo que había visto hasta ahora en Isagi. Si con Bachira se le iluminó el rostro, al escuchar "Rin", se tornó melancólica y quizá un poco asustadiza. No pareció alegrarle demasiado.
‒ Ya... conozco su visión de campo – susurró Isagi no queriendo profundizar en el tema.
‒ Tiene un pie dentro de la selección de Japón y...
‒ No quiero hablar de Rin – dijo Isagi cortando la frase del que siempre fue su mejor amigo –. De hecho, no quiero hablar de nadie del equipo. Es algo que dejé atrás cuando me mudé.
Nagi simplemente observó la escena. Estaba claro que el pasado no era algo que Isagi quisiera rememorar. Tras la lesión, rompió con todo lo que le unía a ese equipo y ahora, no quería volver ni a su antigua vida, ni quería crear una nueva donde tuviera que jugar al fútbol.
‒ Vamos, os acompaño a casa – pronunció Nagi finalmente ante esa conversación tan entusiasta que pronto se volvió tensa.
Bachira miró al chico con atención. Al menos era amable, ni siquiera se había metido en la conversación de ambos mientras mantuvieron la charla.
‒ Perdón por mis modales. Soy Meguru Bachira, extremo izquierdo – comentó como si su posición en el campo de fútbol tuviera que decirle algo a Nagi.
‒ Seishiro Nagi, delantero derecho – respondió él – número de dorsal... el siete. Y ahora, cambiémonos y marchémonos. Tengo que dormir mis ocho horas y media o mañana no rendiré en el partido.
Una sonrisa se esbozó en el rostro de Isagi entonces. Ese chico le hacía sentirse cómodo incluso en sus rarezas. Los genios tenían sus extravagancias y Nagi no era una excepción. Tenía un don único para ese deporte y desde que jugaba por las noches con él, Isagi contempló la opción de que pudiera ganar pese a que se enfrentaba a Rin Itoshi. Nunca había visto a nadie ganar a su ex capitán, quizá esta podría ser la primera vez.
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