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Capítulo 4: Una petición inusual

De pie en el campo de fútbol a la luz del gran faro, ambos chicos se observaban en silencio. Isagi todavía tenía el balón en sus manos y lo rozaba con su dedo pulgar como si la sensación de tenerlo allí fuera agradable, quizá lo era para él, para alguien que sabía que jamás volvería a ese deporte.

‒ ¿Cómo está ahora mismo tu lesión? – preguntó Nagi con curiosidad – te veo caminar bien.

‒ Lo mío me ha costado – sonrió Isagi con cierta melancolía al recordar ese último año de rehabilitación para volver a caminar – aún cojeo un poco a veces, sobre todo en días cuando cambia el tiempo bruscamente. La rodilla parece que va a matarme del dolor en esos días.

Nagi miró el cielo, hoy no había habido ningún cambio brusco de tiempo, ayer lloviznaba y hoy volvía a lloviznar.

‒ Te pediría jugar un uno contra uno conmigo pero... sé que te negarás. Ya nos ha dicho el entrenador que no eras bueno por ti solo.

‒ Necesitaría todo un equipo de apoyo – sonrió Isagi – o al menos... a una persona más con la que poder contar. Ya te dije que no soy gran cosa. No esperes demasiado de mí.

‒ Eso se llama baja autoestima, porque te he visto en el campo y desde luego, ni tus compañeros ni tus rivales piensan que seas débil o mediocre, sino más bien, todo lo contrario. Tu talento no es tu físico ni lo que sabes hacer, sino lo que puedes hacer cuando ves las opciones en el campo. Ese es tu gran potencial. Juega en nuestro equipo.

‒ No voy a volver a jugar – dijo Isagi muy convencido – bastante tengo ya con tratar de mantenerme de pie y caminando, no puedo volver a jugar.

‒ Tienes miedo a volver a lesionarte, lo entiendo.

‒ No, no lo entiendes, quizá la próxima vez no pueda volver a caminar como ahora, quizá cojee toda la vida por una lesión mal curada. No voy a arriesgarme a ello de nuevo. Estoy bien ahora mismo.

‒ No es cierto, echas de menos este deporte. Vivir echando de menos algo así, no sé... es un poco triste cuando puedes regresar, ¿no crees?. Te fuiste por una lesión, no porque tú estuvieras preparado para dejar este deporte. Piénsalo bien y dame una respuesta más adelante. Podría hablar con el entrenador. No nos vendría mal un controlador de campo, no tenemos ninguno.

Nagi tomó sus cosas para irse cuando al dar dos pasos, se giró de nuevo hacia un pensativo Isagi. Al menos le había hecho pensar en algo.

‒ Yo haré la parte física por ti si eso es lo que te da miedo. Tú eres el cerebro, utilízame en el campo para ganar, yo no dejaría que te lesionases de nuevo.

‒ Eso no puedes prometerlo ni evitarlo. Las lesiones suceden siempre, incluso corriendo podría tropezar conmigo mismo, caer y lesionarme. Son cosas inevitables.

‒ Entonces tendré que ser más rápido para agarrarte y que no te hagas daño – sonrió Nagi – piénsatelo. Es la mejor oferta que puedo hacerte si de verdad amas este deporte.

¡Infantil e inmaduro! Eso es lo que pensó Isagi de ese chico con un don para el control de la pelota. Sus palabras sonaban muy bien pero sabía perfectamente que jamás podría protegerle de algo semejante. Isagi miró su rodilla. Esa lesión la arrastraría toda su vida, ni siquiera estaba seguro de poder volver a correr. Si antes ya se sentía en ocasiones mediocre para ser delantero, ahora con esa rodilla así sentía que para un equipo él sólo sería una carga. No tenía demasiado que ofrecer. La respuesta estaba clara... ¡No! No podía volver a ningún equipo.

***

¡Palabras bonitas! No dejaban de ser eso al fin y al cabo, pero de palabras bonitas estaba el mundo y no por ello era más fácil la vida en él. Los actos era algo que para él, contaban mucho más que las palabras.

¿Cuántas veces Rin le dijo cosas bonitas? En privado... muchas, pero en el fondo, lo único que contaba en realidad, es que ya no estaban juntos. Le quiso tanto... y ahora todo parecía demasiado lejano y confuso. Ni siquiera quería creer lo que su mente le intentaba decir sobre Rin: la traición. Se sentía así, traicionado por la persona a la que entregó todo y a lo que amó, pese a ello, su mente repetía una y otra vez que sólo fue un accidente que al final, los separó.

Rin tenía todo un futuro por delante, él ya sólo quería terminar la carrera y entrar al mundo laboral para iniciar una rutina de por vida. Sus sueños quedaron atrás el día en que entró por ese hospital con la pierna destrozada. Evidentemente, él ya no tenía sitio en la ajetreada vida y rutina de Rin Itoshi.

Acostado sobre su cama recordando los viejos tiempos donde disfrutaba del fútbol junto a sus compañeros, la vibración del teléfono sobre la mesilla le hizo desviar la mirada de un nada interesante techo.

Meguru Bachira le escribía. Su mejor amigo y el que una vez fue el mejor compañero con el que disfrutó ese deporte que ambos amaban. Él se había quedado en Tokio, jugando al lado de Rin Itoshi y luchando para entrar en la selección japonesa.

¡Venía! Esa era la gran noticia que tenía que darle y por la cual, Isagi se reincorporó con rapidez de la cama para ver mejor el mensaje. Ahora la gran pregunta era... ¿por qué venía a Osaka? La respuesta fue rápida y contundente, todo el equipo venía para disputar un partido contra el equipo de su universidad. Era costumbre hacerlo, aunque él no esperó tener que verles tan pronto ni que fueran ellos los que se moverían. Normalmente, al menos cuando él jugaba, el equipo de Osaka siempre había ido a Tokio a disputar los partidos.

¿Qué decirle? Hacía tanto tiempo que no había hablado con él pese a que fue de los pocos, que durante su año de rehabilitación, iba a visitarle. El resto de los compañeros iban a veces... lentamente fueron dejando de ir, pero Bachira se mantuvo firme en su decisión. Rin jamás fue al hospital.

¡En unos días! Eso es lo que ponía en medio de ese mensaje de texto, que venía en unos días. Con los dedos helados, Isagi todavía pensaba qué decirle y al final, sólo una frase salió, la cual, escribió a gran rapidez.

‒ "¿Tienes donde quedarte?" – preguntó tecleando todo con rapidez.

‒ "Sí, el entrenador ha llamado para alojarnos en un hotel cercano un par de días hasta que se dispute el encuentro."

Había sido una pregunta tonta, claro que el entrenador lo tendría todo dispuesto ya y Bachira era parte del equipo, iría con todos ellos al lugar donde hubieran decidido. Pese a ello, quizá fueron las ganas de verlo o de volver a estar con él como antaño, jugando a la consola tras los entrenamientos o cosas así. Bachira fue y seguiría siendo su mejor amigo.

‒ "¿Echas de menos las noches sin dormir jugando a la consola?" – aquella frase hizo sonreír a Isagi. ¡sí! Claro que echaba de menos pasar tiempo con él. En Osaka no conocía a nadie y a veces, era aburrido. Sólo estudiaba cuando estaba en casa y si iba a la biblioteca, estaba solo.

‒ "La verdad es que si." – escribió de nuevo Isagi.

‒ "Podría escaparme después del entrenamiento e ir a tu casa antes del toque de queda del entrenador para regresar al hotel."

‒ "Estaría genial poder pasar un rato contigo como antes" – respondió Isagi algo más contento con esa idea, aunque otra idea le aterraba en el fondo: encontrarse con Rin Itoshi.

Prácticamente había huido de él. Tras el accidente en el campo, apenas hablaron unas palabras y no fueron buenas precisamente. Rompieron su relación y él ni siquiera peleó por intentar arreglarlo aunque siendo honesto, había poco que arreglar.

Por un instante, le vino a la mente la imagen de Nagi con sus compañeros. El primer día que lo vio en el campo y posteriormente, a medida que hablaba con él, se daba cuenta que se parecían más de lo que deberían. Su propio capitán le decía como debía jugar aunque Nagi no parecía disfrutar con ese deporte, sólo lo hacía por contentar a una persona y eso no era bueno. Algún día le defraudarían, como le ocurrió a él y entonces, no quedaría nada.

Al darse cuenta que se estaba preocupando de más por un chico al que apenas conocía, trató de cambiar el pensamiento. Movió la cabeza y desechó esa idea. Era un tema de ese chico, él tendría que apañarse con sus decisiones como él afrontaba las suyas.

No le quedaba otro remedio, evitaría a toda costa el campo de fútbol esa semana para evitar encontrarse con su antiguo equipo, al menos, hasta que se marchasen de nuevo a Tokio. Por la tarde, quedaría en su casa sólo con Bachira, y nadie debería enterarse de que él estaba allí. Su amigo no lo diría, o al menos, confiaba en esa idea.

El timbre de la puerta le sacó de la conversación con su amigo. ¡Era raro! Allí no conocía a nadie, así que a menos que pidiera comida para llevar o algo así, nadie tocaba el timbre de su apartamento. Hoy no era el caso, no había pedido nada de cena.

Descalzo como iba, se dirigió a la puerta y abrió. Para su sorpresa, Nagi estaba allí con una bolsa de plástico. Por la hora en la que era, Isagi supuso que podría ser su cena.

‒ ¿Cómo sabes donde vivo? ¿Me has seguido?

‒ Pues sí – dijo sin más – y traigo la cena. ¿Has cenado ya?

Isagi suspiró. Ya no estaba muy convencido de que fuera un acosador o algo semejante, aunque no tenía pinta de ser de esos, pero nunca se sabía.

‒ ¿Por qué me has seguido?

‒ Porque no hemos terminado de hablar del tema.

‒ Yo creo que sí – dijo Isagi recordando su conversación en el campo – ya te dije que no volvería a jugar.

‒ Déjame intentar convencerte al menos de que pienses en un posible cambio de idea – dijo Nagi levantando la bolsa de plástico con la cena – por favor.

¡Raro! Ese chico era sumamente raro. No había remedio con él, pero al final, por algún motivo, Isagi se apartó de la puerta dejándole pasar.

‒ Gracias. Con permiso – dijo educadamente quitándose las zapatillas en el hall para entrar descalzo a la tarima de madera de la casa.

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