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Capítulo 12: Jugar juntos

¡Impresionante! Eso es lo que pensó el entrenador al ver ese partido. Ese chico que no tenía nada especial por sí mismo, se adaptaba a todo el equipo. Sus pases eran buenos y aprendía a una velocidad abrumadora. Se compenetraba con todos pero... relucía cuando jugaba con Nagi.

Desde la primera vez que le vio, el entrenador supo que Nagi tenía un don especial para controlar el balón. Había llegado a pensar, que pese a lo vago que era, Nagi podía conseguir cualquier cosa que se propusiera pero ahora que le veía compaginarse con Isagi, eran un dúo muy difícil de manejar para sus rivales.

Isagi veía todo el campo, diseñaba sus estrategias y conseguía que los balones llegasen hasta Nagi de una forma que casi parecía que les resultaba fácil pese a que suponía un gran esfuerzo. Para Nagi, controlar el balón era como un juego de niños. Daba igual cómo Isagi le hiciera llegar el balón, él siempre estaba allí para parar el impulso y colocar el balón en la posición más óptima para sí mismo y poder chutar a portería. Era un gol casi asegurado.

Él no era el único impresionado. El equipo en general lo estaba. Todos eran conscientes de que funcionaba la dinámica con Isagi. Todos tenían acceso a ese balón, a las estrategias que Isagi planeaba sin hablar. Sabía dónde colocarse, cómo y en qué momento para hacerse con los balones y buscar la mejor ruta hacia la portería rival.

¡Hasta Reo estaba confundido! Estaba claro que nunca habían jugado con un controlador de campo y ahora que tenían uno, todo su juego resultaba mucho más fluido y dinámico. Isagi les haría llegar esos balones y además, él mismo era otra arma con su disparo directo. Los rivales tenían que vigilarle de cerca.

Puede que todos empezasen pensando que Isagi era el eslabón más débil, pero todos se equivocaban. No lo era en absoluto. Que no fuera un prodigio como Nagi no quería decir que no fuera peligroso en el campo de fútbol. Era una gran amenaza.

Con él en el equipo, el entrenador empezaba a tener esperanzas de que podrían derrotar al mejor equipo de Tokio, el equipo que Rin capitaneaba, antiguo capitán de Isagi y que ahora, tras haber cambiado de universidad y equipo, les convertiría en rivales.

Al acabar el encuentro, todos se dirigieron hacia los vestuarios para ducharse y cambiarse, sin embargo, el entrenador detuvo un instante a Nagi queriendo hablar con él. Se le notaba preocupado en algunas cosas.

‒ Nagi, espera. Hablemos un momento.

‒ Sí entrenador – susurró Nagi dejando que todos fueran hacia el vestuario mientras él permanecía allí de pie frente al entrenador.

‒ Quería hablarte de Isagi.

‒ ¿Le ocurre algo?

‒ No, no, en realidad me impresiona el dúo que hacéis. Casi parecéis imbatibles pero... me preocupa un poco su forma física.

‒ Hace más de un año que no jugaba al fútbol tras su lesión. Está un poco bajo de forma, eso es cierto – susurró Nagi – pero mejorará.

‒ De eso quería hablarte precisamente. Entrena con él fuera de los entrenamientos. Necesitamos que pueda aguantar el ritmo de un partido intenso. Me preocupa que no aguante o que pese a su control de campo, no pueda llegar a algún balón por su forma física.

‒ No pasaría, él puede ver todo el campo.

‒ Que pueda verlo no quiere decir que pueda llegar a la posición adecuada si su físico no se lo permite. Entrenad juntos.

‒ De acuerdo. Lo haré.

‒ Quedan unas semanas hasta enfrentarnos de nuevo al equipo de Rin. También me preocupa un poco cómo pueda reaccionar ante su antiguo capitán.

‒ No se preocupe, no se llevan demasiado bien ahora mismo – dijo Nagi – no creo que sea un problema para él. Quiere derrotarle casi tanto como nosotros.

‒ De acuerdo, pero asegúrate que esté bien. Y si su lesión vuelve a dar problemas, avísame. No hay que dejar que empeore.

‒ Estaré al pendiente de él.

***

Esa conversación con el entrenador no era algo que Nagi tuviera en la cabeza, sobre todo porque ya cuidaba de Isagi a su manera sin que nadie tuviera que decírselo, no obstante, el tema de Rin sí le preocupaba un poco a veces.

Con todo su cuerpo apoyado contra la red de la portería, Nagi vagueaba mientras observaba el cielo estrellado. Se estaba muy a gusto allí, de hecho, ser portero debía estar genial, no tenías que hacer demasiado durante mucho tiempo. Si no fuera porque Reo le había dicho que tenía que ser delantero gracias a su maestría con el control, él habría preferido mil veces vaguear en la portería.

Isagi entrenaba sólo el control con el balón. Pasaba entre los conos colocados a cierta distancia los unos de los otros, driblando entre ellos para continuar con el siguiente ejercicio de sentadillas.

El entrenador tenía razón en algunas cosas y desde luego, Isagi llevaba mucho tiempo sin entrenar, tanto, que su físico y su resistencia eran un problema para aguantar en el partido o para llegar a ciertas posiciones cuando necesitaba. Entrenar fuera de horas le venía bien, pero Nagi ya estaba agotado para entonces. Aún así, sonrió al ver la energía de ese chico y sobre todo, su perseverancia. Era diferente a él. Le gustaba ese deporte y le daba igual dedicarle horas y horas pese a su cansancio.

‒ ¿Por qué sonríes? – preguntó Isagi al terminar la tanda de ejercicios y acercarse a portería donde Nagi descansaba contra la red.

‒ Sólo pensaba en lo testarudo que eres. Pese a que estás para el arrastre sigues entrenando.

‒ Quiero derrotar a Rin tanto como tu y sé de sobra que ahora mismo no estoy a su nivel ni de lejos. Necesito entrenar más.

‒ Lo sé. Pero también debes mentalizarte que ahora no juegas solo. Todos queremos derrotar al equipo de Rin y yo te ayudaré. Lances donde lances, yo recibiré tus balones y marcaré tantos goles como quieras.

‒ Eres un creído.

Nagi sonrió antes de pasar sus manos tras la cintura de Isagi y acercarle a él. La red aguantó el peso de Nagi y también el de Isagi que ahora se apoyaba contra el pecho de su chico.

‒ Puede que lo sea, pero contigo a mi lado nada me parece imposible.

‒ Sabes que tenemos que entrenar, ¿verdad?

‒ Aguafiestas. Sólo quiero estar un rato así a tu lado.

¡Luchar contra Nagi era complicado! Sobre todo cuando se comportaba como un niño pequeño, aproximando su cabeza hasta que tocó el pecho de Isagi y cerrando los párpados mientras se relajaba escuchando el dulce sonido de los latidos de su corazón. En esos momentos, Isagi lo único que podía hacer era acariciar su cabello y esperar unos minutos.

Isagi sonrió sutilmente. Sólo tuvo una relación formal en su vida pero no la sintió como tal. Con Rin no podía hacer nada que pudiera ser visible por otra gente. No se agarraban de la mano, no se besaban en público ni cosas así, ahora, con Nagi allí agarrado con fuerza a su cintura y con su rostro sobre su pecho, se daba cuenta que una relación debía ser exactamente así, sin miedo a que nadie les viera. Le gustaba sentirse seguro y tan cómodo a su lado.

‒ Tengo que seguir entrenando – susurró Isagi.

‒ Lo sé, yo debería también.

‒ Y tanto que deberías.

‒ Tenemos tiempo.

‒ ¿Para entrenar o para entretenerte? – sonrió Isagi al ver que Nagi se acercaba hacia sus labios.

‒ Ambas.

Un apasionado beso provocó que Isagi se negase a continuar con el entrenamiento por el momento. Aproximó más su cuerpo al de Nagi y siguió su ritmo. Ese vago acababa convenciéndole de vaguear también cuando necesitaba entrenar, pero era algo que a Isagi no le importaba demasiado. Se sentía a gusto con él y sabía que al final, acabarían entrenando.

***

¡Celos! No podía ni pensaba negarlo, tenía celos de aquella escena, del nuevo jugador del equipo, de ese chico que por algún motivo extraño, había conseguido llegar hasta el corazón de ese vago al que él siempre intentó impresionar. Él fue su primer amigo, le convenció para jugar al fútbol juntos, quería llevarle a lo más alto con ese don que tenía, pero Nagi una y otra vez, parecía no estar para nada interesado en las cosas que a él le interesaban y pese a ello, Nagi solía llevarle la corriente e ir con él, pero ahora que Isagi había aparecido, se sentía demasiado distanciado de su amigo.

Al menos, esa era la visión que Reo tuvo desde el inicio y ahora se daba cuenta del motivo. Estaban saliendo juntos. Había algo en ese chico que consiguió que Nagi se interesase por hacer cosas en las que antes no tenía interés alguno.

Nagi odiaba esforzarse. Era un vago de primera. Incluso muchas veces él tuvo que llevarle a casa a caballito cuando se quedaba dormido en las reuniones de equipo. Ahora, hacía mucho que no lo hacía, de hecho, Nagi estaba más espabilado que nunca, era el primero en salir, en ir corriendo con Isagi y hasta acompañarle a casa. Cenaban juntos.

Al principio, Reo pensó que Nagi sólo estaba interesado en ese chico porque era la novedad, o porque lo necesitaban para ganar a Rin puesto que requerían de un controlador de campo, pero en realidad, ahora se daba cuenta que no era eso únicamente, se estaba enamorando de ese chico. Levantó una pasión que hizo que Nagi dejase de holgazanear para poder acercarse a él. Ambos estaban muy motivados en esos momentos por el fútbol y su relación, tanto... que la posibilidad de ganar a Rin y su equipo empezaba a ser una posibilidad. Al menos eso pensó Reo al verlos.

Con ambos unidos en un mismo objetivo, deberían ser un arma terrible contra cualquier rival, pese a que esa idea le llevase a tener celos. Celos de su relación porque en el fondo, no quería perder a su mejor amigo, celos por ver lo bien que se compenetraban en el campo, celos por saber que Nagi dejaba su holgazanería a parte cuando estaba con él y sobre todo, celos por haber despertado a Nagi de su letargo y haberle motivado hasta tal punto, que ahora le apasionaba lo que hacía, en este caso, jugar al fútbol con Isagi.

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