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Capítulo 10: Salir juntos

Esa proposición por parte de Reo de ir a entrenar con ellos le asustaba un poco a Isagi. Quizá era por la conversación que presenció en el vestuario pero había algo que le incomodaba en todo ese asunto.

La forma en que Reo habló con Nagi no la sintió como si fuera de un amigo, sino como si fuera algo más o al menos, como si quisiera ser algo más. Nagi evidentemente no parecía ser consciente de ello y él no pensaba decírselo. En parte entendía a Nagi y esa ceguera que tenía, no podía ver más allá de lo que quería ver igual que a él le pasó una vez con Rin.

Claro que veía cosas que no estaban bien, era consciente que Rin nunca le mostraba en público, jamás dijo o hizo nada que pudiera hacer creer que ellos dos tenían algo. Apenas se quedaba en su casa a cenar o dormir, no hacían nada que no fuera entrenar al fútbol, era como si no fueran pareja excepto porque tenían sexo a escondidas de la gente. ¿Veía todo eso? Claro que sí, pero no quería ser consciente de ello hasta que fue demasiado tarde.

‒ Hoy estás muy silencioso – sentenció Nagi que caminaba en silencio hacia el puesto de Takoyakis que él decía tanto le gustaba.

Isagi sonrió sutilmente. Puede que no fuera el mejor puesto de Takoyakis de la ciudad, pero Nagi seguía diciendo una y otra vez que sí lo era sólo con tal de acompañarle a casa y que le invitase a cenar.

‒ Pensaba.

‒ ¿En qué si puede saberse?

‒ En Rin y en lo ciego que estuve en muchas cosas con él.

‒ ¿De vuestra relación?

‒ Supongo. Ahora mismo ya no sé si podría considerarse una relación.

‒ Para ti lo era, supongo que eso debe contar algo.

‒ Supongo. ¿Tú has salido alguna vez con alguien?

‒ No. Creo que nadie ha captado mi atención por ahora. Soy muy vago quizá – sonrió Nagi – me gusta dormir.

‒ Eso es indiscutible. Aunque últimamente vas a los entrenamientos.

‒ Estás tú. Podríamos decir que me divierto contigo. Me gusta.

‒ Pues yo no soy precisamente una persona divertida. De hecho creo que soy bastante aburrida.

‒ No es verdad. Tienes algo cuando juegas al fútbol, no sabría cómo describirlo pero... me llama mucho la atención. Eres intrigante.

‒ ¿Intrigante? Eso nunca me lo habían dicho. Ni siquiera era el mejor en nada cuando jugaba. Era bastante indeciso, hacía jugadas sólidas sin arriesgarme, solía pasar la pelota en vez de lanzar yo mismo a portería... bastante predecible diría yo que era.

‒ No es lo que yo veo. Tienes un espíritu de querer mejorar siempre, quieres ser bueno y practicas, además, amas este deporte, incluso con esa lesión no has podido alejarte demasiado de él. Me gusta esa fortaleza tuya.

‒ ¿No te asusta que te vean pasar demasiado tiempo conmigo?

‒ ¿Por qué debería asustarme algo así?

‒ No lo sé, quizá por temor a que te cataloguen como...

‒ ¿Homosexual? – preguntó Nagi – no creo que sea un secreto que me gustas, tampoco quiero que lo sea. Sé que Rin te hizo daño y que ocultó vuestra relación o lo que fuera, pero yo quiero poder llegar hasta ti y poder decir abiertamente que me gustas, quiero hacer cosas contigo sin tener que escondernos. No me gustó la mentalidad que tuvo Rin contigo.

‒ Creo que le gustas a Reo – dijo abiertamente Isagi.

‒ Es un amigo, un gran amigo pero no hay nada más.

‒ No es lo que he visto, al menos por su parte. Creo que quiere algo contigo.

‒ Lo único que quiere de mí es que le ayude a ganar ese trofeo que tanto anhela de los nacionales. Nada más.

‒ Creo que hay más que eso, Nagi.

‒ ¿Y te preocupa? Aunque lo hubiera, yo no quiero nada con él fuera de esta amistad.

‒ Eres demasiado honesto.

‒ Es posible, pero no me gusta andarme por las ramas. Sé perfectamente lo que quiero y lo que no y lucho por ello. No me gustar perder el tiempo, así que es mejor decir las cosas directamente. Me gustas tú y querría conseguir que olvidases a Rin.

‒ Eso será complicado, más ahora que sé que lo veremos en nacionales. Competir contra él no es fácil.

‒ Lo sé, pero ahora estás tú en el equipo. Tenemos opciones – sonrió Nagi – si consigo ponerte en plena forma para cuando lleguen los nacionales.

‒ Me esforzaré al máximo – sonrió Isagi.

Volvieron a caminar hacia el puesto de Takoyakis. Para su sorpresa, esta vez fue Nagi quien le invitó, lo cual no era una costumbre en absoluto. Isagi se quedó perplejo ante aquel gesto. Generalmente, utilizaba esa excusa de que él le invitase para acompañarle hasta casa, pero hoy, no le había permitido pagar.

Por un momento, Isagi miró sus Takoyakis que reposaban sobre una pequeña caja de cartón. Quemaban y no era para menos puesto que acababan de salir del fuego. Los palillos reposaban sobre la comida esperando a ser abiertos para que pudiera empezar a comer, sin embargo, Isagi no los abrió todavía.

Nagi en cambio, no pudo esperar más. Muerto de hambre como estaba, se sentó en uno de los bancos y abrió los palillos para agarrar con ellos una de esas deliciosas bolitas de pulpo y soplar con determinación.

A veces, su compañero parecía un niño pequeño e inocente y en otras ocasiones, era todo lo contrario. Ni siquiera estaba seguro de qué pensar todavía de ese chico excepto que le resultaba extrañamente interesante y hasta atractivo. Tenía un encanto que por lo que fuera, le hacía querer estar más tiempo a su lado y conocerle pese al miedo que tenía a iniciar nuevas relaciones, ya fueran amorosas o de amistad.

Tras su accidente se distanció de todo el mundo excepto de Bachira, pero él era un caso a parte. Eran amigos desde hacía años y aún así, su amistad se resintió un poco cuando Isagi se mudó. Se había alejado de todo lo que conocía, de sus amistades, del club de fútbol que le vio crecer, de sus entrenadores, de su familia... aquel accidente cambió todo en su vida, tanto, que necesitaba alejarse de todo y tratar de conocerse a sí mismo. Por eso decidió estudiar tan lejos de casa.

Ahora se encontraba allí, de pie frente a ese chico que comía un Takoyaki tras otro y que no parecía tener la intención de alejarse. La gran pregunta era... ¿Podía volver a confiar en alguien? Isagi sonrió porque sabía la respuesta a esa estúpida pregunta.

‒ ¿Estás bien? ¿Es que no tienes hambre? – preguntó Nagi sorprendido al ver que su compañero ni había empezado. Ni tan siquiera había abierto los palillos.

Nagi se levantó con una sonrisa, dejando encima del banco su cajita de cartón con un par de Takoyakis que todavía quedaban y se acercó a Isagi para agarrar sus palillos pensando que necesitaba ayuda para quitarles el papel, algo bastante tonto porque no era algo complicado de hacer.

‒ Yo te ayudo con esto, pero a cambio tendrás que darme uno de tus Takoyakis, estoy que me muero del hambre – sonrió Nagi pensando que esa broma haría reaccionar a Isagi, en su lugar, la reacción no fue la que él esperaba.

Poniéndose de puntillas con cierta rapidez, Isagi aproximó su rostro al de Nagi hasta que sus labios tocaron su mejilla quedando prácticamente al lado de sus labios.

El sonrojo apareció en las mejillas de Nagi al instante de sentir aquel contacto. Los labios de Isagi rozaban la comisura de los suyos casi como si hubiera querido aproximarse lo máximo posible sin llegar a dar un beso directo, como si probase si eso era algo adecuado en esa situación.

¡Lo entendía! Por raro que sonase, Nagi entendió que probase antes de lanzarse. Rin le había escondido de todo el mundo y ahora, Isagi no se atrevía a dar esos pasos en falsos creyendo que quizá, él también querría esconderle. No era el caso y eso era su trabajo demostrárselo.

Esta vez fue Nagi el que al notar que Isagi se apartaba ligeramente, se acercó a él para unir sus labios a los del chico.

En el instante en que Isagi no se apartó sino que cerró los párpados y abrió ligeramente la boca para poder jugar ambas lenguas, Nagi supo que aquello sería el comienzo de algo importante.

‒ Yo no voy a esconderte – susurró Nagi al romper el beso, lo cual provocó que Isagi se sonrojase todavía más.

‒ Lo sé. Espero no equivocarme contigo.

‒ Yo no te haría daño, al menos voluntariamente.

‒ ¿Sigues queriendo acompañarme a casa?

‒ Hoy más que nunca – susurró Nagi – no me gustaría que te ocurriera nada malo por el camino.

‒ ¿Qué crees que podría ocurrirme?

‒ No lo sé, pero estás lesionado. No es nada correcto por mi parte no acompañar a un herido a su casa. Tengo que asegurarme que llegues en perfecto estado.

‒ Ya... ¿te quedas a dormir conmigo hoy? – preguntó Isagi como si fuera una pregunta de lo más normal del mundo aunque Nagi sospechó que había alguna intención oculta tras esa frase.

‒ ¿Hablamos de dormir? – preguntó está vez inocentemente.

‒ Ya veremos – sonrió Isagi.

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