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6. Lo que calla la sangre


Lo que calla la sangre

Me quedé a cenar en la casa de Luca y me costó muchísimo disimular que no había estado llorando y que, en realidad, no habíamos discutido un rato antes. Sin embargo, sus padres no hicieron ningún comentario al respecto y trataron de mostrarse amigables conmigo, como si no se hubieran dado cuenta de la tensión remanente.

Su mamá me dio finalmente el regalo que me trajo, que resultó ser una bonita pulsera de plata. Me dijo que apenas la vio pensó en mi y yo automáticamente pensé que esa pobre mujer llevaría tiempo sin comprar un regalo para una chica, desde la muerte de su hija. Me dieron muchísimas gracias de abrazarla, pero no podía hacerlo por encima de la mesa.

Así que solo agradecí un millón de veces por el cariño y contesté las preguntas que me hicieron sobre mi abuela y los días que pasamos en Santo Thomas con mi familia.

—Es un lugar muy bonito —respondí, sin hacer menciones de ninguna muerte trágica.

La mamá de Luc, siempre sonriente, me comentó que no lo conocía y que le encantaría visitarlo el próximo año.

—Si mi abuela se enterara no tendría problema alguno de recibirlos en su casa —contesté, esbozando una sonrisa leve.

La abuela daría cualquier cosa por conocer a la familia de mi novio, pero la verdad es que no me imaginaba a mis padres y a los suyos todos ahí, metidos en la cabañita. En realidad, no me imaginaba mucho a mi papá y al papá de Luc compartiendo un ambiente.

Terminamos la cena y chequeé mi celular para ver si tenía algún mensaje de papá, pero en el fondo también buscaba uno de Nora. No tenía nada en mis notificaciones y torcí el gesto mientras levantaban la mesa.

De pronto, Luca me puso una mano en el hombro.

—¿No quieres quedarte a dormir? —me preguntó.

Me tensé de pronto, porque su padre se estaba llevando los vasos a la cocina y nos estaba viendo. Ni siquiera le había preguntado si me podía quedar, no le habían dado permiso alguno.

—¿Que...darme? —repetí, con un hilo de voz.

Miré a sus padres y los dos hicieron como si nada, como si existiese el problema. Dudé, pero Luca volvió a llamar mi atención.

—Es que ya es tarde y de paso podemos ver unas pelis —me dijo.

Yo sabía que no se refería a eso. Los besos que nos habíamos dado antes de la cena no alcanzaban para cubrir lo que yo necesitaba de energía Luca me pedía que me quedara para que tuviésemos sexo y aunque se me antojaba muchísimo, me moría de vergüenza el pensar que sus padres podrían darse cuenta.

Y ni hablar de los míos cuando les preguntara.

—Está bien —repliqué, con tono bajo.

Él me dedicó una sonrisa y se levantó para ayudar a limpiar la cocina. Me dejó sola en la mesa intentando decidir cómo iba a proponérselo a mis progenitores de la forma más inocentemente posible.

Tomé aire varias veces y me decidí por avisarles, directamente, que me iba a quedar. No haría una pregunta de por medio.

«Me quedo a dormir en lo de Luc. Vamos a ver unas películas con sus papás».

Me mordí el labio inferior y esperé, nerviosísima, por un largo rato. Supe que papá y mamá habían visto mi mensaje en nuestro chat grupal de WhatsApp, por las palomitas verdes, pero que no contestaran solo me hizo morderme hasta lastimarme.

—¿Y? —dijo Luc, apareciendo por detrás y apoyando el mentón en mi hombro. Yo no contesté y los dos nos quedamos viendo la pantalla, hasta que papá empezó a escribir.

«Está bien. Cuídense». Papá.

Me desinflé como un globo. Era la primera vez que me quedaba a dormir en la casa de Luc de manera oficial. Por supuesto, mis padres sabían que nos acostábamos, sino no hubiese sugerido que nos cuidemos. No me sorprendió tampoco que me delatara, más bien me sentí agradecida de que lo asumiera y no me hiciera escándalo con mi mentira sobre la peli familiar.

Luca me dio un beso ligero en la mejilla y me propuso subir a su cuarto. Me prestó un pijama y nos metimos en la cama para buscar algo en Netflix. Pusimos la primera película de comedia que encontramos y me acurruqué contra su brazo.

Miramos en silencio, sin reírnos, hasta que me vibró el teléfono y lo recogí de inmediato. Era un mensaje de Edén, queriendo saber cómo estaba con mi novio, y bajé la mano enseguida.

—¿Esperas que Nora te hable? —me dijo Luca, mirando la pantalla de la computadora.

Suspiré y volví a apoyar la cabeza en su hombro.

—No sé porqué me está tratando así.

—Nora no es una persona muy amable que digamos —me recordó—. No te olvides que te disparó con un arma delante de mí.

Apreté los labios.

—Bueno, sí, pero pensé que ahora estábamos juntas en esto, ¿sabes? —murmuré—. Y... no me refiero solamente a esto de los bandos... Tu... Ya sabes —evité mirarlo, porque no quería sacar a colación nuestra discusión de más temprano, otra vez.

Luca asintió.

—No, ya sé. Te refieres a que es nuestra aliada, a que nos ha ayudado. Que forma parte de nuestro equipo de cuatro —dijo, rápidamente—. Y no te has llevado mal con ella desde que te ayudó a matar a Black. ¿Me muestras los mensajes que te envió?

Le tendí el teléfono y él abrió el chat de Nora para revisar lo último que habíamos intercambiado. Arqueó las cejas al ver la cantidad de veces que ella expresó estar harta de mí.

—Bueno... claramente te bloqueó —dijo, devolviéndomelo.

—Sí, me di cuenta. Pero no sé qué le pasa conmigo. Se supone que estábamos trabajando juntas para rastrear más círculos. ¿Y ahora dice que no la dejo hacer nada? —rezongué.

—Tu ya sabes que Nora es... rara —Luca arrugó la frente—. Tiene una forma extraña de actuar. Cuando quería comprobar que fueses una daevitaen, hizo que todo el mundo te acosara, para quebrarte. Después, quiso matarte directamente. Después nos ayudó a regañadientes por el bien mayor. Y después terminó abrazándote y consolándote por haber matado a un psicópata. Si lo analizamos en profundidad, ella no es muy normal. O al menos la forma en la que se relaciona con la gente no es normal.

—Su madre se convirtió en una daevitaen, probablemente haya querido matarla y su propia abuela tuvo que liquidarla para que el resto de su clan no las castigara. Creo que tampoco fue una infancia muy normal —repliqué, con elocuencia.

Luca alzó las manos.

—No lo juzgo. Lo que digo es justamente eso, no es una persona que haya tenido experiencias que tuvimos todos y su forma de pensar y actuar es diferente a las nuestras. Y... si lo piensas por el mismo lado, yo tampoco pienso en muchas cosas como mis amigos. Ponlo de ejemplo a Alan. Él jamás tuvo que pasar lo que mi familia y yo pasamos, así que nunca va actuar como yo... A lo que voy es que... Es difícil entender la forma en la que Nora actúa porque vienen de un mundo completamente distinto al nuestro. Es una bruja.

Nos quedamos en silencio, viendo la pantalla de la computadora, mientras en la película el protagonista se llevaba puesto un poste, delante de su interés amoroso. No nos reímos, seguíamos con la cabeza en el universo de Nora y en cómo podíamos comprenderla.

—¿Le habré caído mal a Nora desde el inicio... —musité— o en realidad empezó a maltratarme por su plan maligno? Ya sabemos que luego le molestó nuestra relación, ¿pero de verdad le habré caído tan mal desde el primer día?

—Estuve ahí el día que todos la conocimos, no pareció inclinada a odiar a nadie. Yo creo que fue una mezcla de cosas. Quizás no tenía nada personal contra ti, pero eras el "monstruo" que ella buscaba, así que seguro eso contribuyó, además de que luego se dio cuenta de que salíamos —contestó Luca—. Pero empezó a maltratarte mucho antes siquiera de que nosotros nos viésemos tanto.

—Tal y como me está tratando ahora. Como si fuese un asqueroso moco pegado en su frente —me quejé, hundiéndome más en la cama. Luca apretó los labios—. Está tramando algo.

—Creo que estoy de acuerdo con eso. ¿Qué sentido tendría de repente ayudarnos en todo, ayudarte en todo y estar, ya sabes, de tu bando, buscando a las demás chicas del círculo, y de repente hablarte de esta manera y bloquearte? —respondió, otra vez haciendo referencia al tema por el que habíamos discutido, pero si malicia, con calma. Más que nada, fue para puntualizar un hecho, como si admitiera entonces que yo tenía razón con lo que había notado entre nosotros.

Me llevé un dedo al mentón y me mordí la uña.

—¿Por qué parece coincidir que cuando me trata mal es porque pasa algo?

Seguí mirando la pantalla de la computadora por largos minutos. Luca no dijo nada, pero fue evidente que tampoco le estaba prestando atención.

—¿Ibas a ir a verla mañana?

—Sí, iba a ir a preguntarle qué le pasaba.

Vi que torcía el gesto y capté enseguida lo que pensaba, aunque no me lo dijera. Sentí que, por un instante, estábamos recuperando la complicidad que tuvimos siempre y que casi amenazamos con perder por una discusión.

—Quizás deba mantenerme alejada de ella —musité—. Por ahora. Hasta descubrir qué está tramando.

Él asintió y finalmente giró la cabeza hacia mí.

—Estaba reflexionando sobre eso. Parecía muy decidida a dejar en claro que no te necesita y que no tienes nada que hacer aquí. ¿Tendrá que ver con este nuevo círculo?

No estaba segura, pero al contrario de lo que yo había pensado, no necesitaba a Nora para seguir con lo que yo creía correcto. Si ella no quería hablarme ahora, tendría que avanzar por mi cuenta y en realidad ya sabía por dónde hacerlo. Habían asesinado a otra chica más en una ciudad vecina y seguro podía encontrar pruebas, alguna mancha de sangre o lo que sea que me diese información.

Observé a Luca de reojo, todavía mordiéndome la uña, dudosa de si debía decirle lo que planeaba o no.

Él me estaba observando aún y me dirigió una leve sonrisa cuando notó que titubeaba. Estiró una mano y me agarró el mentón con suavidad.

—¿Quieres que te acompañe? Papá me presta el auto, puedo llevarte.

Me desinflé como un globo, creo que por millonésima vez en la noche, aliviada por sus palabras, por la manera en que la estaba demostrando, paulatinamente, entender mi posición y tratar de adaptarse a ella.

No aguanté un segundo más. Me estiré hacia él y estrellé mis labios sobre los suyos. Luca reaccionó al instante, como si hubiese estado esperando exactamente eso como respuesta. Puso las manos en mi cintura y me arrastró encima suyo.

Sentí los dedos debajo de mi ropa y eso encendió la llama en mi pecho y entre mis piernas. Me apreté contra él, así que nuestras pelvis estuvieron pegadas, hasta que pude sentir la presión que tanto estaba conteniendo.

Hacía mucho que no estábamos así, que no sentía sus caricias, así que solo eché la cabeza hacia atrás y dejé que recorriera mi cuello con su boca. Estar en contacto con su piel ya de por sí era una sensación llena de goce. Luca estaba siempre tan lleno de energía que a veces creía que podía quitársela sin siquiera tocarlo. Pero cuando me besaba, cuando le ponía pasión y deseo, era algo que me volvía loca, mi mente se ponía en blanco y solo actuaba por instinto.

En realidad, era hasta parecido a cuando cazaba. Pero esto lo disfrutaba mil veces más.

Perdí el vestido antes de que me diera cuenta. Apenas si fue consciente de sus pulgares enroscándose en mi ropa interior y tirando de ella, acercándome más a él. Se me escapó un gemido y él ahogó otro en mi garganta.

—Necesito que te quites esto —murmuró, tirando más de mis bragas, profundizando el contacto entre nosotros. Sentí la electricidad crecer en el punto donde más ansiábamos tocarnos sin nada y levanté el trasero para que pudiese deslizar mi ropa por mis muslos.

Se apoderó de mi boca una vez más mientras yo tiraba de su remera. Logré quitársela a duras penas, porque no quería separarse de mi ni un instante. La revoleé lejos y por un momento pensé que, si sus padres abrían la puerta, no tendríamos tiempo de cubrirnos y vestirnos de nuevo. Pero mi vestido también debía estar tirado por ahí, así que daba igual. Ya estábamos hasta el fondo con eso.

Me quité el corpiño y me apreté contra su pecho desnudo. Los dos soltamos suspiros y los brazos de luca me rodearon la espalda. Fue entonces cuando me hizo rodar, empujándome contra el colchón y subiéndose sobre mí.

La desesperación se apropió de ambos. Sus pantalones volaron, igual que sus bóxer, y solo se detuvo para retirarme las bragas que quedaron a mitad de camino.

Lo tomé de la nuca y lo atraje a mí. Se hundió entre mis piernas y lo rodeé con más fuerza. Sentí su roce, pujando por estar dentro de mí, pero no dejé que nuestra desesperación nos apurara. Levanté la pelvis y permití que siguiéramos así, con esas caricias superficiales, que enviaron oleadas de intenso placer a todas las partes de mi cuerpo.

Luca siguió mi ritmo y no insistió, entonces, porque acababa de descubrir que eso estaba tan increíble como estar dentro de mí. Jadeó, sosteniéndose con los brazos para poder mejorar sus movimientos y fue cuando nos miramos a los ojos, quizás pensando en todo lo que habíamos peleado un rato antes.

—Te amo —me dijo, de pronto—. ¿Lo... sabes?

Me enternecí. Estaba tratando de ser romántico cuando estábamos a mil por hora, excitados a más no poder, tratando de contener los sonidos que salían de nuestras bocas para que no nos escucharan sus padres.

—Yo también te amo —respondí, con un hilo de voz. Le sujeté las mejillas y me estiré hacia arriba para darle un beso lento y suave.

De lo que sentía por él estaba segura, sin importar las discusiones o las diferencias de opinión. Y mientras estábamos ahí, disfrutando el uno del otro, entendí que las parejas no podían llevarse bien todo el tiempo, siempre. Que los que nos había pasado era normal.

Lo sentí al fin dentro de mí y más me convencí de eso, de que podríamos resolver todo lo que se nos presentara si éramos sinceros, si nos enfrentábamos a nuestros miedos y a nuestros sentimientos.

Por mi parte, era una promesa que pensaba cumplir hasta el último día de mi existencia. Porque soñaba compartir con Luca toda ella.

No pregunté cómo Luca logró que su papá le prestara el auto para dirigirnos a la pequeña ciudad de Mercandeos. Estaba a varios kilómetros de Victoria Avery por una autopista y estaba segura de que él jamás había conducido en una.

Trató de mostrarse seguro, pero lo vi dudar con algunos movimientos y traté de contener mi pánico cuando un camión nos rebasó por la izquierda, cansado de la velocidad que llevábamos.

Disimulé mi terror tanto como él lo tenso que estaba. Me aferré al cinturón de seguridad y tragué saliva. Luego, me acordé que si chocábamos, yo estaría bien porque no podía morir. Miré a Luca de reojo y pensé que tendría que proteger su cuerpo con el mío si otro camión nos embestía así.

—¿Por dónde dice que debemos bajar? —me preguntó él otra vez. Estaba pegado al volante, como si así pudiese ver mejor a través del parabrisa.

Miré la pantalla de mi celular. El GPS indicaba que teníamos unos 800 m antes de tomar la siguiente salida. Luego, tendríamos que adentrarnos en la ciudad y rastrear la obra en construcción donde la pobre Giuliana Álvarez había sido asesinada.

Habíamos hecho nuestra investigación en la madrugada, cuando me sentía bien hinchada de energía y no tenía prácticamente sueño. Hasta que no identificamos el terreno donde había ocurrido el crimen, Luca no se dignó tampoco a irse a dormir. Me apoyó todo ese rato, buscando también desde su teléfono.

—Lo ideal es que estacionemos a la vuelta y entremos por los techos vecinos.

Él apenas si asintió, concentrado en la ruta. Bajamos en la salida indicada y dimos vueltas por las calles.

No tardamos mucho en encontrar el lugar. Primero pasamos por la puerta y lo observamos. Entendimos enseguida porqué fue un lugar ideal para asesinar a Giuliana. La cuadra tenía pocas construcciones, un almacén abandonado y una fábrica casi en desuso. El terreno donde la habían rematado también estaba algo abandonado. Se notaba la maleza creyendo entre los ladrillos olvidados y las paredes sin terminar. Todavía tenía la cinta policial bloqueando el hueco que habría sido la puerta.

Luca manejó hasta dar la vuelta y se estacionó bajo la sombra de unos árboles enormes. Como era la hora de la siesta, los vecinos no estaban en las calles y nadie pareció habernos notado. Enseguida, tomé a mi novio de la cintura y brinqué con él al techo de una de las casas más viejas.

Me moví rápido, agazapándome lo más que pude, silenciosa como nunca, hasta que me dejé caer dentro de la obra cercada. Bajé a Luc y los dos permanecimos inmóviles por unos cuantos segundos, inspeccionando nuestro alrededor.

—¿Qué buscamos, entonces?

—Cualquier cosa que los investigadores hayan olvidado —contesté, paseando mis ojos por el suelo lleno de escombros, tierra y pasto. Había botellas viejas de cervezas olvidadas y restos de basura que había traído el viento. Podríamos encontrar muchísimos residuos que nada tuviesen que ver con el asesinato—. Si encuentras sangre, mejor.

Él no se inmutó y nos separamos para rebuscar mejor. Teníamos que tener cuidado de que nadie se avivara de que estábamos ahí, así que optamos por mantenernos lejos de la puerta. Lo más probable fuera que la hubiese matado en la parte más recóndita de la construcción.

Me moví entre las habitaciones delimitadas. Algunas paredes tenían enredaderas y otras estaban escritas con pintura en aerosol. Eran viejas, como casi todo lo demás, y aunque no tenía nada que ver con mi lugar de muerte, sentí que se parecía mucho. Quizás por lo olvidado, por la sensación de que ahí estábamos en otro mundo, aislados del resto. A esos hijos de puta les encantaba los lugares sucios para enterrarnos vivas, además.

Encontré la sangre antes que Luca. Era un rastro fuerte, marcado en el suelo de cemento quebrado. Se notaba que la habían arrastrado y al seguirlo encontré la fosa de menos de un metro de profundidad que había contenido el cuerpo por mucho tiempo. Esta chica había estado más de un mes desaparecida, oculta en ese pozo.

Fruncí el ceño y volví por el rastro. Era curioso que la hubiese movido de lugar, estos tipejos usualmente no lo hacían. Solo les importaba matarlas, tachar un nombre más en la lista y marcharse. Esto me parecía extraño, fuera de lugar.

Seguí las marcas en el suelo hasta una habitación pequeña que podría haber sido un baño. Estaba en la parte más lejana de la casa, la que estaba más cerca del almacén abandonado, donde sus gritos, seguro, quedaron más amortiguados. Ahí estaba la mayor mancha de sangre, el lugar real de su asesinato.

Apreté los labios, con las preguntas dando vueltas por mi cabeza, cuando Luca apareció junto a mí.

—Es diferente a las demás —me dijo, también habiéndolo notado.

—Cabe la posibilidad que me haya equivocado —musité, con los ojos clavados en la sangre reseca. Llevaba semanas ahí—. Quizás la puñalada es una coincidencia en este caso.

Luc no me contestó. Se apoyó en la pared y esperó en silencio mientras yo avanzaba y me agachaba junto a los restos de una hermana más. Tomé airé antes de estirar los dedos. Sabía lo que pasaría cuando lo tocara y siempre costaba enfrentarse a eso. Nunca dudaría, en realidad, porque mis ganas de salvar su alma y salvar a todas las demás ganaba, pero por un instante debo admitir que me pregunté qué pasaría si ella no formaba parte de un círculo. Me pregunté si sería capaz de ver lo que le había ocurrido.

Mis yemas entraron en contacto con el cemento rojo, embebido y seco, y las imágenes se agolparon en el fondo de mi cabeza antes de que tuviera tiempo de preguntar qué más había ocurrido.

Vi a Giuliana luchar con pereza contra el asesino; sus movimientos fueron torpes, débiles y su pánico estaba confuso y perdido. Sentí un sabor amargo en la lengua y un mareo fuerte que se acentuaba cada vez que su cabeza golpeaba contra el suelo.

Por un instante, no supe dónde terminaba Serena y dónde empezaba Giuliana y pude notar, con esfuerzo, cómo él balanceaba un cuchillo enorme sobre mi pecho. Sobre el de ella.

Traté de moverme, de gritar. Mi cerebro se esforzaba al máximo, sabiendo que todo se acabaría si no lo golpeaba, pero mis manos apenas si le hacían daño. No pude alcanzar su cara, pero, de golpe, pude verla. Era muy joven y tenía una mancha roja sobre la ceja izquierda, una marca de nacimiento muy notoria y fácil de identificar.

Pude oír los pensamientos de Giuliana, aferrándose a la idea de que, si escapaba, eso le serviría para identificarlo; podría decirles a sus amigos quién fue. Luego, llegó el dolor incesante, que ardía como el infierno, porque probablemente de allí venía y pude oír su último jadeo ahogado, tan parecido al que yo misma solté el 5 de marzo del año pasado.

El barboteo mental de la chica se apagó enseguida, pero sus ojos aún tenían mucho que mostrarme mientras estaba ahí, sumergida en sus recuerdos, sintiéndolos en carne propia, mezclándose con mi propia alma: el joven asesino retiró el cuchillo con esfuerzo y lo limpió cuidadosamente con una tela blanca que llevaba en una mochila negra. Se quitó el pelo de la cara, con los dedos llenos de sangre, y luego se puso de pie.

Dio vueltas por el lugar, mirando a su víctima y pateando trozos de ladrillos rotos. Parecía no saber qué hacer con la sangre que tenía en las manos y dudaba cuáles serían sus próximos pasos. Salió por la puerta de la habitación una vez y volvió a entrar, como si olvidara algo.

Mientras más tiempo pasaba ahí, más raro se me hacía. Aunque Giuliana no hubiese gritado, por la evidente droga que circulaba en su sangre, cualquiera se hubiese apurado por salir de ahí. Sin embargo, él dio más vueltas antes de tomarla por los tobillos y arrastrarla fuera.

Como si mi mente estuviese atada a la sangre que iba dejando huella, seguí la escena hasta que la dejó metida en ese hueco, mal cubierta, tapada con las bolsas de cal que habían dejado olvidada hacia añares los trabajadores y escombros sucios. Ni siquiera había ocultado bien sus manos y pies; titubeó cada vez que tuvo que volver a tocarla y mucho más cuando le dobló la cabeza para que esta entrara y quedara bajo la superficie. Ese tipo era un desastre y no hacia más que cagarla con cada paso que daba.

Las imágenes empezaron a desvanecerse, así como el camino que hizo el cuerpo de Giuliana lo hizo. Volví a ser enteramente yo, totalmente Serena, con más dudas que respuestas.

—¿Estás bien? —me dijo Luca. Estaba agachado a mi lado, me había puesto una mano en el hombro. Yo ni la había sentido—. ¿Qué viste?

—Es parte de un círculo —contesté, quitando los dedos de la sangre—. Pero... tengo la sensación de que este tipo era un novato.

—¿A qué te refieres?

Nos pusimos de pie y él insistió en darme la mano. No entendí por qué, hasta que empecé a absorber algo de su energía de forma inconsciente. Me sentí mejor, más tranquila y con la cabeza más despejada. Me di cuenta de que me quedó un leve mareo y de que me sudaban las palmas y no por el calor. Como siempre, estar en contacto con la energía residual de los últimos momentos de una persona era agotador y atemorizante. Tenía escalofríos.

—Parecía no saber qué hacer con ella. Una vez que guardó su sangre, dio demasiadas vueltas por la escena del crimen, hasta que tomó la decisión de ocultar el cuerpo. Pero ni siquiera lo hizo bien. La fosa es demasiado pequeña, no se tomó el tiempo de acomodar sus extremidades, era como si no quisiese tocarla demasiado una vez muerta —contesté, mirándome los dedos. Sentía un peso atroz sobre ellos, como si tuviese su sangre ahí, goteando. Pero estaban limpios, apenas si tenían algo de polvo—. Además... los pensamientos de Giuliana no eran claros. La drogó, para que fuese más fácil de manejar, para que no gritara ni luchara, pero... creo que ella lo conocía.

Luca frunció el ceño.

—¿Cómo? Si lo hacía, entonces su familia o amigos también.

—Eso fue lo que ella logró pensar y tendría sentido —respondí—. Porque él tenía una mancha de nacimiento de color rosa o rojo o marrón, no vi muy bien, sobre la ceja izquierda. Y ella parecía creer que podría indicarles a sus amigos, o a alguien, quién era esta persona por esa marca. Y si la drogó, también pudo haber pasado tiempo cerca de ella, lo suficiente, como para darle algo de beber o comer.

—Me parece una jugada peligrosa —contestó Luc—. Porque si es un círculo y tiene que matar a doce chicas, necesita permanecer en el anonimato tanto como sea posible. Eso hizo Black. Que una de ellas lo reconociera podría haberlo puesto en bandeja para su familia y para la policía.

Asentí, apretando los labios.

—Es alguien novato, cometió muchísimos errores. Los círculos no tienen que dejar rastros, no tienen que tener un patrón visible. Pudo haber dejado muchísimas marcas y pruebas sobre el cuerpo de Giuliana. Quizás la policía incluso ya sepa algo sobre él.

—Cualquier amigo nuevo de Giuliana sería un sospechoso.

Solté la mano de Luca y saqué la pulsera de Milena del bolsillo de mi falda. Ya no percibía nada de ella y en realidad era muy difícil guiarse solo por los sentimientos de pánico y terror de una adolescente, pero tenía la sensación de que su asesino era muchísimo más certero, como el mío.

—Creo que no hay un círculo nuevo —musité, con la garganta cerrada. La cara de Luc se contorsionó al oírme, confundido. Lo pensé bien antes de continuar, porque lo que estaba por decir podía ser muy feo, muy tenebroso.

Tomé aire y justo entonces escuché un aleteo sobre nuestras cabezas, que me silenció antes de empezar. Cuando levanté la vista sentí un nudo en el pecho. Sobre la pared sin terminar había un enorme cuervo negro, espiándome, siguiéndome a donde fuera. Por un instante, me quedé sin aire.

Él giró el cuello, apuntando con su pico hacia el costado, enfocando su ojo negro y sin brillo sobre mí, como si estuviese esperando a que continuara también, como si me animara a decirlo en voz alta. Titubeé, pero finalmente abrí la boca:

—...Creo que hay dos.

¡Pasó mucho tiempo desde que nos vimos aquí, sí! Pero ya volvimos con todo <3

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->Antes que todo, les recomiendo que quiten la historia de su biblioteca y la vuelvan a agregar para que se actualicen los cambios que hice en los capítulos anteriores. Se han modificado muchas interacciones de Nora y Serena y también cuestiones con el espíritu y las aves. NECESARIO RELEER.

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~Con respecto a mi ausencia, han pasado muchísimas cosas en el medio, algunas más personales, otras que tienen que ver con la construcción de la trama y no me alcanzaría para explicarlo todo. Lo único que puedo decirles es que, aunque me ausente meses, ustedes tienen que saber que eso NO significa que la historia esté abandonada. A veces me toma más tiempo resolver mis problemas, a veces no. Pero desde ya, quiero agradecerles la infinita paciencia que me han demostrado <3

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Ahora sí, podemos hablar finalmente de este capítulo:

¿Qué piensan que de lo que Luca y Serena han hablado sobre Nora? ¿Puede notarse un patrón en el comportamiento de Nora hacia Serena? ¿Y qué creen de la nueva actitud de Luca, tratando de reponer sus posibles fallos para apoyar a su novia?

Y por último, lo más importante, ¿qué piensan de lo que Serena ha descubierto en la sangre de Giuliana?

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->También aprovecho para decirles que vayan a leer mi nueva historia corta "Si la muerte te llama", ¡porque será importante para el desarrollo de este libro! Tendrá 3 o 4 capítulos y cuenta la historia de la anterior ángel de la muerte, la última antes de Serena. Va a ser muuuuy importante, insisto. Ya tienen el primer capítulo subido :D

Ahora así, me despido de ustedes hasta la próxima semana. Esperen el capítulo para el próximo lunes y esta vez sí es una promesa que si no cumplo, pueden venir a lincharme. Siganme en instagram para info y todos los adelantos que voy a dar -> /anns_yn

Besos <3

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