Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5. Tensiones encontradas

Tensiones encontradas

Para cuando llegamos a casa era de noche. Entré a mi cuarto arrastrando los pies y le avisé a Luca que ya estaba de vuelta en la ciudad. En seguida, él me respondió que llegaría en la noche siguiente, la del viernes, y me preguntó cómo estaba de energía.

Le comenté que planeaba salir en la noche a buscar asquerosos, como meses atrás, porque no me sentía bien y no creía poder aguantar. Por supuesto, me preguntó si era estrictamente necesario que lo hiciera y a mí se me escapó una contestación un poco ruda, pero era algo que venía acumulando desde hacía dos días, en realidad.

—Lo he hecho mil veces, ¿por qué no debería hacerlo ahora? —le dije, en un audio, sabiendo lo que se venía.

«Puedes hacerlo, si quieres, pero ahora tienes otras opciones, además. No tienes que volver a ese mundo». Luc.

—Ese mundo fue mi única opción por meses, Luc —repliqué, también en un audio—. Y tú eres lo único que evita que regrese a él. ¿Qué voy a hacer sin ti, entonces? ¿Esperarte con desesperación, cada vez que te vayas, porque tú no quieres que regrese a él?

Arrojé el celular sobre la cama y ahogué un sonido frustrado entre mis manos. En realidad, me daba bronca lo que dije porque era real, él estaba regresando a Victoria Avery en parte porque estaba desesperada y cansada. Yo misma le había preguntado si podía regresar antes.

En realidad... lo que me molestaba de él, de Edén y de mis padres —aunque eso ya lo había discutido con ellos—, era el intento de alejarme de todo lo malo, como si no existiera.

Me dejé caer sobre las almohadas y aunque escuché mi teléfono vibrar con las respuestas de Luca, no lo tomé. Necesitaba ese momento para calmarme, pensar mejor y definir cómo iba a charlar esas cosas con mi novio y mi amiga, porque no podía seguir enojándome, sintiéndome incomprendida y abandonada, solo porque ellos habían olvidado, quizás a propósito, lo que hablamos en diciembre. Quizás ellos querían ignorar todo el tema y yo no se los permitía. Eso no era injusto para mí, en realidad; era injusto para los demás.

Me tranquilicé y agarré el celular. Luca me había enviado un audio, seguramente para expresarse mejor.

«Estoy volviendo corriendo por ti, Serena. —me dijo, con tono igual de duro que el mío—. Porque me importas. Eres lo más importante que tengo y no quiero que nada te pase. No quiero que dependas de mí, porqué sé que te estás refiriendo a eso. Tampoco quiero sobreprotegerte, pero no puedo evitarlo si cada vez que pasa algo veo cómo te haces más y más daño a ti misma».

Apreté los labios, tentada a responderle mal otra vez. Tomé aire varias veces para contenerme y procesar sus palabras y hablar de forma civilizada. Siempre nos llevamos bien y nunca tuvimos malentendidos. No me parecía bien que los tuviésemos ahora, aunque las ganas de decirle que todo lo que decía de "no querer protegerme o que sea dependiente" al final sí era así y sí lo estaba haciendo.

—Voy a salir esta noche —le dije, con calma—. Porque lo necesito y porque me duele el tatuaje hasta sangrar. Agradezco que regreses por mí, que te preocupes por mí... que digas que soy lo más importante que tienes... Pero últimamente siento que no estás de acuerdo con las cosas que hago, con las búsquedas y el nuevo asesinato. Y eso me hace sentir terrible porque creo que intentas, al igual que mis padres, tapar el sol con un dedo. No puedes alejarme de todo lo malo, Luca. Y... no creo que lo mejor sea que lo hablemos por mensaje, porque ahora sigo enojada de que intentes retenerme cuando sabes que podría hacerme sufrir en cambio. Mañana cuando llegues pasaré por tu casa y lo charlaremos.

Solté el botón del audio y cerré los ojos en cuanto se envió y Whatsapp lo marcó como que Luc lo estaba escuchando. Esperaba que mi tono afable no desatara una ronda interminable de audios enojados de su parte y de vuelta de la mía. Estaba cansada, todavía me faltaba cenar, y tenía que esperar a que papá y mamá se durmieran para salir, porque seguramente tampoco querrían que me fuera. Más bien, intentarían obligarme a tomar energía de ellos.

Me llegó una notificación y levanté el celular con desgano.

—«Está bien, lo hablaremos mañana. Me hubiese gustado que me dijeras esto antes, nada más» —dijo, solamente.

No le respondí. No sabía qué más decirle. Estaba tan molesto ahora como lo había estado yo en un principio y se me formó un nudo en el estómago, producto de una culpa por ocasionar discordia entre nosotros que no sabía si me correspondía del todo.

Pero traté de no pensar mucho en eso y cené con mis padres la pizza que pedimos por delivery. Ambos insistieron y preguntaron por mis niveles de energía, pero les aseguré que me vería con Luc la próxima noche y que no tenían de qué preocuparse, sólo me limitaría a acostarme temprano.

Los dos me miraron en silencio un largo rato antes de que me levantara de la mesa, fuese al baño a asearme y luego a mi habitación. Supe que no me habían creído ni un poco, pero no supe por qué no me lo cuestionaron. Si creían que iba a salir a cazar, debieron de haberme frenado.

Sin embargo, pasaron las doce de la noche y cuando abrí la puerta de mi cuarto a hurtadillas, mis padres tenían la suya bien cerrada. Dudé, por un instante, si debería o no avisarles, pero al final cerré la puerta y salí por la ventana.

Fue extraño deambular por las calles después de tantos meses sin hacerlo. No era lo mismo que regresar a casa de noche después de mis búsquedas, no. No era lo mismo porque yo estaba ahí por motivos muy distintos. Pensé que, en realidad, me costaría adaptarme otra vez a la faceta de la Serena peligrosa, que asechaba en la oscuridad a los monstruos que se hacían pasar por seres humanos, pero no. Ser una daevitaen implicaba cazar y perseguir y, cuando entraba en ese modo, me salía con naturalidad.

Encontrar presas tampoco me resultó difícil. Con tantos meses en los que no las buscaba, habían vuelto a pulular por la ciudad. No tuve que irme muy lejos para hallar a un tipejo que esperaba en la puerta de los After Office a alguna mujer que se fuese sola.

Lo seguí desde las sombras mientras él iba caminando lento detrás de la joven de treinta años, que llegaba la parada del autobús sin percatarse para nada de la situación. Por un momento, pensé en lo feliz que sería si viviese tan despreocupada como ella lo parecía en ese minuto. Y digo nada más que lo parecía, porque seguramente estaba inmersa en sus pensamientos y en preocupaciones que nada tenían que ver con el hombre que la perseguía cincuenta metros más atrás.

También noté que él estaba inmerso en sus propios pensamientos, preparándose para el ataque y despreocupado de que alguien puede detenerlo. Estaba tan atento a su presa que nunca se dio cuenta de que yo estaba caminando justo detrás, haciendo alarde de mis habilidades para ser silenciosa y sigilosa, como un fantasma. Porque en verdad, por más vacía de energía que estuviera, por más cansada que me sintiera, cuando la caza estaba a la orden del día, la daevitaen en mí tomaba el control y me afilaba en todos los sentidos.

Lo vi deslizar una pequeña navaja desde la manga de su campera de algodón hasta su mano y mis alertas se acrecentaron. Yo había cometido muchísimos errores con respecto a los cuchillos, los victimarios y las víctimas y no tenía ni paciencia ni ganas de dejar que lo usara, así que corrí y solo cuando mis pies aplastaron una baldosa suelta, a un metro de él, se dio cuenta de que no estaba solo.

Le salté al cuello y lo sujeté de la nuca con una sola mano antes de que se girara. La presión que ejercí lo envió al suelo, le hizo soltar la navaja y gritó. A esas horas del jueves, en medio de la noche, la única que nos vio fue la mujer, desde la parada del bus, que se llevó las manos a la boca y tanteó para abrir su cartera, seguro en busca de su teléfono.

—Tenías que abrir la boca —le espeté, en un susurró bajo, al hombre que estaba de rodillas frente a mí. Absorbí tanto como pude, mucho más rápido de lo que acostumbraba, y, cuando vi por el rabillo del ojo que la chica finalmente alcanzaba su teléfono, lo solté y salí corriendo a velocidad sobre humana. El hombre cayó como una bolsa de papas, inconsciente, al suelo.

Empecé a caminar normal una cuadra después, como si nada hubiese pasado, y salté al techo de una casa. Me quedé ahí, sentada un ratito, pensando cuál podría ser mi siguiente movimiento, porque con uno solo no estaba llena del todo. Divagué sobre en qué parte de la ciudad podría encontrar asesinos y ladrones, como para compensar un poquito más la salida, hasta que me acordé que en realidad, con eso, quizás tenía suficiente para esperar a Luca.

Al acordarme de él, otra vez me sentí incómoda por nuestro cruce. Me mordí el labio inferior hasta que, de haber sido normal, me hubiese sangrado y finalmente dejé a un lado el orgullo y saqué mi teléfono del bolsillo de mi falda. Abrí el Whatsapp de Luc y escribí algo simple, pero que requería más valentía que ir a cazar violentos:

«Lo siento». Seren.

Nora no me contestó los mensajes durante todo el viernes. Directamente, no le llegaban. Mientras caminaba a la casa de Luca, le envié un mensaje a Edén y le pregunté si a ella le pasaba igual.

«No hablé con ella hoy. Pero si quieres le envío». Ed.

«Por favor, necesito hablar con ella y lleva dos días ignorándome. Además de que me trató como la mierda». Seren.

No sabía por qué tenía esa actitud. No la entendía para nada, más después de las cosas que me dijo mientras estaba en Santo Thomas, y sabía que tenía que verla a la cara para ello. Quería una explicación para su mierda. Pero ver a Luca era mi prioridad número uno en ese día por las razones obvias:

Uno, necesitaba su energía. Dos, no quería volver a pelear así con él y también deseaba hacerle saber cómo me sentía con todo eso. Tres, quería saber qué pensaba él. Después, podría concentrarme en Nora, en las nuevas chicas asesinadas y en un nuevo círculo de sangre.

Toqué su timbre, justamente pensando en eso, en cómo no había podido pensar en otra cosa que no fuese los círculos y cómo de repente lo estaba apartando por una pelea con mi novio. Eso sí que era un poco más normal para alguien de mi edad, por irónico que fuera.

La mamá de Luc me abrió y me dejó pasar. Luego, sorprendiéndome, me abrazó fuerte.

—¿Cómo estás, linda? —me dijo, con su cara en mi hombro—. Nos hubiese gustado mucho que vinieras con nosotros.

Apenas se alejó de mí, la miré con pena. Yo los había forzado a terminar sus vacaciones dos días antes. Habían vuelto antes por la insistencia de Luca, por mí, porque yo lo necesitaba.

—Lo siento por... —empecé, pero la mamá de Luc negó rápidamente con la cabeza y me agarró la cara dulcemente con las manos.

—Serena, puedes contar con nuestra familia para cualquier cosa, ¿sí? No te preocupes, claro que volveríamos antes sólo para ayudarte. Pasa, por favor.

Me hizo pasar al comedor y apenas ahí apareció Luca. Por un segundo, los dos nos miramos raro. Si bien hablamos varias veces durante el día, después de nuestro encontronazo, no volvimos sobre ese tema y las cosas estuvieron un poco frías. En verdad, temí esa parte del encuentro muchísimo más que cualquier conversación que pudiésemos tener luego.

Pero, como si algo se activase dentro nuestro, apenas después, los dos corrimos a abrazarnos. Me rodeó la cintura con los brazos y me levantó un poco en el aire, como si no pesara nada.

Enterré la cara en su cuello y contuve el llanto todo lo que pude. Me sentí horrible por haberme enojado con él, por haberme apartado solo por mis estúpidas cavilaciones. Ahí, en sus brazos, me creí tonta, única, detergente y melodramática. Mientras todos trataban de ayudarme, yo me preocupaba por volverme su enemiga.

Pero entonces Luca me soltó, me tomó de la mano y apenas capté una mirada molesta de su parte antes de que me llevara escaleras arriba, sin siquiera poder saludar a su papá, que salía del baño. Mientras subíamos los escalones, toda mi culpa y remordimiento se convirtió en molestia. Él estaba enojado conmigo y me pus enseguida en actitud defensiva.

Sin embargo, apenas cerró la puerta de su cuarto detrás de nosotros, me tomó el rostro y me besó con tanta fuerza que me aplastó contra la misma.

Me relajé en un segundo y me atajé de su nuca para no irme al suelo. No le presté atención a la energía que me reptó desde sus labios a todo el cuerpo, solo pude ser consciente del hambre sensual que me trasmitía su boca. Sentí un hormigueó en la parte baja del abdomen y cuando sus manos se colaron por el dobladillo de mi vestido y llegaron a mis muslos, creí que me iba a incendiar.

Sus dedos se enredaron en las tiras de mis bragas en mi cadera y se anclaron bien en mi trasero. Antes de que pudiera pensar qué hacer, él me había levantado en el aire y yo le estaba rodeando la cintura con las piernas.

Nos pegamos aún más y se me escapó un gemido cuando se apretó ansioso contra mi pelvis. Fue en ese momento cuando Luca se separó un segundo para respirar y yo, agradeciendo que me tuviera contra la pared y me sostuviera así, le solté la nuca y casi que le arranqué la remera. Ni siquiera pensé un poco en que sus padres estaban en la casa y podrían intentar entrar en cualquier momento. En lo único que pude pensar fue en su pecho, en sus brazos rodeándome y en la línea dura de su mandíbula que me gustaba tanto.

Le clavé ligeramente las uñas en la espalda y en vez de buscar su boca busqué su garganta. Lo escuché gruñir y sus dedos en mi trasero se tensaron demasiado cerca de donde me urgía tenerlo. Lo necesitaba, fuerte e intenso.

—¡Luca, la puerta! —gritaron desde abajo y solo ahí me di cuenta de que la puerta de su habitación no estaba bien cerrada y estaba chocando contra el marco de forma poco disimulada.

Me soltó enseguida y aterricé en la forma ágil, por toda la energía que me había dado de un golpe, pero tan avergonzada que terminé por agacharme y hacerme un bollito en el suelo. Escondí el rostro en mis rodillas y ahogué un sollozo.

Luca no le contestó a su madre y soltó un largo suspiro que se correspondía más bien con la frustración por el deseo interrumpido. Levanté la mirada para ver sólo como recogía su camiseta del suelo. Me sostuvo la mirada desde su altura sin ninguna expresión por un momento y se estiró hacia delante, sin cortarme, para esta vez cerrar bien la puerta.

—¿Necesitas ayuda para ponerte de pie? —me dijo, sin tenderme la mano.

Esperó, mientras yo continuaba mirándolo.

Sabía por dónde venía y después de semejante tensión sexual a nada de estallar, estuve a punto de enojarme. Tenía que ver con mi discurso de la noche anterior por el cuál ya me había disculpado y por el que me había sentido mal y culpable al verlo.

Me puse de pie tan rápido, tan inhumana, que retrocedió antes de que le hiciera perder el equilibrio. Pasé de él y me fui a sentar a la cama tratando de mantenerme seria y alisándome el vestido.

—Estoy bien, gracias —tercí, orgullosa a pesar de todo.

Él me miró medio segundo más y se puso la camiseta, inspeccionando el cuello, el cuál había falseado la costura cuando se la quité con tanta desesperación.

—Me alegra —dijo, sin más.

Se sentó en la silla de su escritorio y sacó de un cajón una bolsa de regalo de una conocida casa de chocolates de la costa. Me la tendió y la tomé con lentitud, todavía sin entender cómo manejar una situación en la que teníamos tantos cambios repentinos de humor.

—Ah, gracias.

—Mi mamá tiene otro regalo para ti, pero insiste en dártelo ella —comentó, cuando abrí un poco la bolsa. Pocas veces había tenido la oportunidad de probar esos chocolates y no podía negar que me entusiasmaba que se hubiese acordado de mi en sus vacaciones. Pero yo no me había acordado tanto de él en las mías y volví a sentir culpa.

Arrugué la nariz y aparté el regalo.

—No soporto esto —mascullé y Luca enarcó las cejas.

—¿Ahora no solo no quieres mi ayuda si no que no te gusta más el chocolate? —dijo, con aparente tranquilidad, pero con un tono mordaz muy sutil que daba ligeramente paso al sarcasmo.

Fruncí el ceño.

—No, ¡esto! —exclamé, extendiendo una mano y señalando el espacio vacío entre nosotros. Apenas cortamos el beso, mantuvimos la distancia. Las disculpas y la conversación trivial del día no habían significado nada. Ni el abrazo ni el deseo tampoco. Lo crudo de la noche anterior seguía ahí clavándonos el cuchillo bajo las costillas—. No sé cómo sentirme, no sé si debo llorar, suplicarte, enojarme otra vez o disculparme de nuevo —Tan serio como antes, Luca me miró en silencio—. ¡Y para colmo me miras así! Como si te hubiese engañado con otro, mínimo. Como si me odiaras.

Se irguió y levantó las manos, frenándome antes de que continuara.

—Te miro de la misma manera en que me miras tú. Y te hablo de la misma manera en la que hablamos todo el día de hoy —replicó—. Tu sigues enojada conmigo, por más que te hayas disculpado. No dejas de sentir lo que me dijiste anoche, lo sé.

Me tapé la boca con una mano y me mantuve callada, como si así pudiera retener cualquier contestación pendeja. Entonces supe porqué me miraba así y por qué se mantenía tanto tiempo callado. Estaba considerando también sus palabras.

Tomé aire y hablé entre mis dedos, con cuidado.

—Siento haberte hablado así —musité—. Siento estar provocando esto ahora. Y siento mucha culpa por sentir lo que siento. Tienes razón... —admití—. Estoy molesta.

Luca se reclinó en la silla de su escritorio y se cruzó de brazos. Me analizó por un segundo y luego suspiró.

—¿Quieres decirme por qué crees que intentamos tapar el sol con dedo? ¿Quieres explicarme, por favor, por qué crees de repente que yo no te entiendo o soy tu enemigo? Necesito que me lo digas.

—No creo que seas mi enemigo...

—Por favor —me cortó y lo miré iracunda, porque no me dejaba hablar cuando él me lo había pedido en primer lugar—. Sé muy bien lo que estás pensando. Lo dijiste ayer, pero llevas días pensándolo. Dime la verdad, me estás poniendo en el otro bando. Tu estás en uno y yo estoy en el otro, con todos los demás que quieren obligarte a lo que tu no quieres.

Apreté los labios e inspiré profundamente pensando en alcanzar las almohadas para revoleárselas, porque su tono me estaba irritando más aún, antes de poder siquiera procesar qué iba a decir y cómo.

—Si no me dejas hablar, ¿cómo quieres que te lo explique? —contesté, mordaz—. Y no, no te estoy considerando mi enemigo. Es muy fuerte decir eso cuando mi enemigo fue mi asesino y ahora lo es toda una supuesta secta que pretende seguir matando inocentes. ¿Cómo crees...? —Sacudí la cabeza y apreté los dientes, tratando de calmarme—. ¿Pero por qué entonces, si sabes que te considero en el otro bando, no te preguntas porqué lo percibo?

—No sé, esto te lo estoy preguntando a ti —me dijo, encogiéndose de hombros.

—¡Bien! —exclamé, poniéndome de pie—. Porque insisten en retenerme, en decirme que no esto, que no lo otro, ¡en obligarme a ser normal cuando no lo soy! ¡Soy una daevitaen, soy un ángel de la muerte! ¡Y todos, tú también, de la nada pretenden que finja ser una adolescente normal cuya única preocupación en la vida sea qué va a comer en la cena! ¡Quieren negar lo que soy! Quieren... no sé, ¡que renuncie a lo que debería hacer! ¡Esto es lo que soy y buscar a esos asesinos es lo que tengo que hacer! ¡La muerte me puso aquí por eso! —grité, quizás demasiado alto.

Los ojos de Luca se trasladaron un momento a la puerta y sabiendo que podría malinterpretare, me senté y cerré la boca, a punto de llorar de lo enojada que estaba.

—Eso es algo que asumiste tú —me contestó.

—¡Si! ¿Y qué? —le espeté, en susurros—. ¿Cuál es el problema con que haya asumido que esta era mi tarea?

Luca se mojó los labios y se descruzó de brazos.

—No hay problema con que quieras hacer algo por ellas, que quieras exterminarlos. El problema es que te enferma.

—No estoy enferma.

Él se levantó de pronto de la silla y caminó hasta sentarse, con cautela, a mi lado. Mantuvo una distancia prudencial de treinta o cuarenta centímetros, el mismo vacío que seguía presente desde que nos besamos.

—No, claro que no —susurró—. Porque si lo estás, yo también lo estoy. Y mis padres y todos los que tuvimos que ver a otros muertos sin poder hacer nada. Y lo están los abogados, los jueces, los que intentan hacer algo. Tu sabes que esto te consume el alma. Es mucho dolor, es mucha bronca, ira...

Miré hacia otro lado. Todo eso lo sabía. Lo había asumido, porque sabía lo que se sentía en carne propia, como víctima, como victimaria. Lo estaba eligiendo a consciencia porque el saber que había gente sufriendo lo que yo viví era lo que más me mataba.

Y entonces, también supe que sí estaba enferma. En realidad, lo sabía desde hacía tiempo, porque me estaba matando por dentro, cada día más y más.

Me tapé la cara con las manos y estallé en llanto. Me dio bronca que él tuviese que explicármelo así para que yo dejara la negación de lado y aceptara algo que ya sabía. Me sentí estúpida y ciega, por no poder hacerlo por mi misma.

Luca me abrazó y me derrumbé sobre él, sin poder contenerme ni un poco. Enterré la cara en su pecho y enseguida sentí sus labios en mi cabello.

—Sé que crees que es lo correcto. Lo es —me dijo, en voz baja, mientras la cara de la pobre niña muerta bajo los pinos aparecía en mi mente. No supe bien porqué no pude pensar en otra que no fuese en ella y su expresión vacía de horror se atoró en mi mente. Lloré con tanto pesar que Luca terminó arrastrándome sobre sus piernas—. Pero estas cosas te consumen. No hay forma de que no te consuman. Te quema por dentro y te destruye. Me sigue destruyendo, Serena. Con mi hermana y contigo, me destruye día a día porque me sigo sintiendo un inútil. No pude proteger a Erica y tampoco puedo protegerte a ti. Así que... sé cómo te sientes ahora.

Me sujeté de sus brazos y apenas si levanté la cabeza.

—¡Pero yo puedo hacerlo! ¡Yo puedo pararlos! Y nadie quiere que lo haga —contesté, con la voz rota.

Él apretó los labios.

—Sí, tu no eres una inútil como todos nosotros —aceptó—. Y no quiero que no lo hagas. Yo estoy de tu lado siempre, aunque no lo creas. Quiero apoyarte.

Me erguí del todo y exhalé con brusquedad, sin dejar de llorar. Era algo que no podía controlar.

—Insististe en que me tomara las cosas con calma, todo el tiempo. En que mejor no hiciera esto o lo otro, o si era necesario hacer tal cosa. ¿Cómo podría creer que me apoyas y que estás de mi lado si no coincidimos en lo que pensamos?

Luca se inclinó para limpiarme las lágrimas del rostro.

—Es que no pensamos distinto. Lo único que yo quería era que te tomaras un tiempo para ti. Todos los seres humanos que trabajan atrapando a los malos también se toman un descanso de toda la mierda. Lo necesitan para seguir con sus vidas, porque tienen una fuera de los asesinatos. En esta casa pasamos por eso, ya lo sabes. Lo seguimos pasando. Nos cuesta irnos de vacaciones y estar los tres solos mirando el océano sin pensar en Erica y en que está enterrada dos metros bajo tierra.

Cerré los ojos y me sentí una mierda por cuestionárselo. Sobre todo, porque pasaba de acusarlo a tener culpa cada dos malditos segundos. Más que nadie, Luca era quien mejor podía entender la frustración y el dolor que sentía y no me había puesto en su lugar, ni había intentado ver las cosas desde su punto de vista ni una sola vez.

—Lo siento...

—No. Yo lo siento —me interrumpió, antes de que yo dijera lo mismo—. Soy yo el que tiene que disculparse por haberte hecho sentir que no estaba para ti. Siento no haberte dejado hablar, incluso ahora. Porque... tu necesitas decirme lo que de verdad sientes, no decirlo yo por encima de ti... —añadió, bajando la cabeza con pena.

Negué enérgicamente y me arrojé a sus brazos otra vez.

—¡No! Yo lo siento. Siento haberte tratado mal, siento no haberte sido sincera —gemí—. Me sentí traicionada y... Siento que desde que atrapamos a Black que ninguno de ustedes quiere involucrarse tanto como antes. Solo Nora y yo lo mantenemos como una prioridad. Y cada vez que hablo de esto contigo o con Edén, los dos me dicen que pare, que me relaje. ¿Cómo carajos puedo relajarme si sigue matando gente? ¿Cómo puedo parar? ¡Si yo paro otra se muere! Y parecía que a ninguno le importaba; incluso a Nora tampoco, porque ni siquiera es capaz de contestarme —solté, mientras Luca escuchaba en silencio—. Y a la vez siento que no tienen porqué involucrarse, porque este nuevo círculo ya no tiene que ver conmigo de forma directa o con Penélope. No es su lucha, pero sigue siendo la mía y no puedo entender porqué no quieren que la siga...

Luca me tomó la mano y se la llevó a los labios, viendo que había dejado de llorar.

—Tienes razón... en cierta manera —admitió—. Quizás ya no es mi lucha ni la de Edén. Pero tú eres la nuestra y... No es que no quiera que la tomes, solo quiero, de nuevo, que no te enfermes. Esto podría tomarte toda la vida Serena, ¿cuánto tiempo la llevarás a cabo? ¿Cuándo vas a vivir la segunda oportunidad que te dio la muerte? ¿Y si ella te la dio para que también tuvieras un futuro que sea solo tuyo? ¿Y si no puedes salvarlas a todas...?

Retiré mi mano lentamente y también me deslicé fuera de sus piernas. Me acomodé en la cama y miré la pared por un segundo. El rostro de Milena apareció de nuevo en mi mente y el dolor me asaltó el pecho. No llegué a salvarla al igual que no había salvo a Penélope y me pregunté realmente, como él decía, qué haría cada vez que no llegara a tiempo.

Contuve las ganas de ponerme a llorar otra vez, pero no me duró mucho, porque cuando Luca me acarició la mejilla volví a derrumbarme en sus brazos.

Pensé en todo lo que había vivido desde el 5 de marzo de 2018 y en cómo asesinar a mi asesino no había hecho más que ensanchar mi herida en el pecho. No había acabado con el dolor ni por asomo y no sabía si sólo me consumía el hecho de llegar tarde, el haber auto asumido esa pelea o haber aceptado la idea de que tendría que matar, también, a todos los demás Jason Black que me cruzara en el camino. 

¡Pasaron muchísimos lunes desde que les prometí el siguiente capítulo! Pero al fin llegó y espero haber despertado muchos sentimientos así como los tenía despiertos Serena, producto de todo el estrés, la ira y el dolor que viene acumulando.  

ATENCIÓN: Si no leyeron los cambios que hice en el capi anterior, vayan a leerlo porque va a ser importante en el próximo.

Así que, ¿preguntas para ustedes?:

¿Creen que esta charla entre Luca y Serena era necesaria? ¿Creen que al fin podrán ponerse en la misma página? 

¿Creen que Nora sí bloqueó a Serena? 

¡Los leo!


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro