4. Bandos contrarios
Bandos contrarios
Llegué a la casa de la abuela arrastrando los pies y sosteniéndome el escote del vestido para tapar la mancha de sangre. Subí la entrada, repasando la excusa que le daría a todos.
Goldie fue la primera en recibirme, con ladridos y saltos, e, instantes después, la abuela salió por la puerta, corriendo para alcanzarme.
—¡Serena! ¿Dónde estabas? ¿Qué fue lo que pasó, cariño?
Detrás de ella aparecieron mamá y papá. Los ojos se ambos se clavaron en la mano que sostenía contra mi pecho.
—Yo... lo siento, entré en pánico, abuela... perdón —susurré, cuando ella me sujetó la cara para verme mejor.
Rehuí su mirada, porque no podía sostenérsela. Le estaba mintiendo y no me agradaba hacerlo con ella de esa manera, cuando se preocupaba tanto por mí y le había dado un terrible susto.
—¿Esto es sangre? —soltó ella, de pronto, pero mamá ya estaba ahí para tener todo bajo control.
—Cariño, ¿te rascaste fuerte otra vez? —dijo, apretando los labios—. No te preocupes, mamá, hace eso cuando le dan los ataques de pánico. No pensé que... que algo así ocurriría aquí.
—Es mi culpa —sollozó la abuela—. Yo debí estar pendiente de ella.
—No, no, no, Eleonora —la consoló papá, a tiempo para que mamá me tomara de la mano y me arrastrara al interior de la casa, insistiendo que tomara de su energía.
—Te hará mal si tomo mucha —repliqué, cuando me hizo entrar al baño.
Mamá apretó los labios, visiblemente angustiada. Abrió la ducha y me ayudó a sacarme el vestido y las zapatillas. Luego, me tendió ambas manos y le obligó a tomar de su vitalidad con solo mirarme, como lo hacían siempre las madres.
Resignada, lo hice y me tatuaje se volvió firme y negro. Dejó de dolerme y me apresuré a soltarla cuando noté que estaba pálida. Esa situación de andar robándoles sin que generaran mucha más energía podría afectarles seriamente la salud. Tendría que hallar otra solución.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó ella, cuando me metí en la ducha.
Dudé si contarle la verdad, pero ellos ya sabían que había una chica desaparecida y no tenía mucho sentido que les ocultara que la había hallado. Sabían que mis razones para correr lejos de la abuela no tenían nada que ver con un ataque de pánico.
—La chica —respondí—. La encontré.
Mamá se quedó callada casi por un minuto. Luego, la escuché ahogar un gemido.
—¿Por qué fuiste a buscarla, Serena? ¡No es responsabilidad tuya!
—Fue apuñalada en el pecho —contesté, más dura de lo que hubiese querido, pues me había molestado que me recriminara mi accionar así, como si yo estuviese loca o fuese un caso perdido—. Como yo, como Teresa, como Cassandra. Tenía la maldita puñalada en el pecho, signo de otro círculo de sangre.
De pronto, me corrió la cortina. Seguía pálida, pero ahora no solo se veía cansada, sino enojada.
—Otro, como dijiste. ¡Otro! ¡No puede ser que a donde vayamos tengas que salir corriendo a resolver los desastres de otros!
—¿Y qué iba a hacer? ¿Quedarme sentada, fingiendo que soy normal y que no puedo hacer nada? —exclamé—. ¡Lo intenté, Mamá! Pero no soy normal, no soy como otras chicas. Estoy muerta y viva a la vez, y me lo estoy tragando porque todos intentan que lo olvide. ¡Pero no puedo ser normal todo el tiempo! ¡Simplemente no me sale ya!
—¡Eres mi hija, claro que eres normal! ¡Pero insistes en hacer cosas que no tienen que ver con una adolescente normal!
Negué con la cabeza y me giré para cerrar la llave de la ducha.
—Creí que ya habías aceptado que lo que me pasó me cambió para siempre —repliqué—. Te comprendo, mamá... pero no puedo ser la Serena que tú y papá quieren que sea. Ya no, ¿entiendes? Tengo el poder de hacer algo y si me quedo sentada, bebiendo y riendo como si no hubiese maldad en el mundo, ¿quién lo hará por mí?
—¡La policía! —insistió mamá, de vuelta con un tono lleno de dolor.
Me giré hacia ella y agarré la toalla que estaba colgada cerca, en un gancho en la pared.
—La policía no encontró a la chica, lo hice yo, porque una banda de cuervos me guio al cuerpo. La policía no atrapó a mi asesino después de matarme a mí. Tuvo que matar a muchas más e ir por Edén para que pudiera encontrarlo yo. Yo lo maté. La policía ni siquiera está cerca de conjeturar lo que verdaderamente pasó con Jason Black y definitivamente no pueden explicar lo que soy.
Mamá se quedó viéndome en completo silencio. Yo también lo hice y enseguida me sentí mal por ser tan dura, pero la verdad es que había estado esforzándome solo para descubrir que probablemente no podía escapar de eso.
Alguien estaba guiándome a los lugares en los que debía estar y aunque esta vez había llegado tarde, me sentía determinada a continuar con el camino que había dejado en Victoria Avery en suspenso.
Entonces, mamá se puso a llorar. Se sentó en el inodoro y lo único que pude hacer por un minuto entero fue tragarme los posibles consuelos, porque no sabía qué hacer para solucionarlo. Lo que yo era y lo que tenía que hacer no se podía cambiar.
—Tu padre y yo... ya no sabemos... ¡estamos haciendo de todo para alejarte de todo esto! Y la muerte te persigue a todas partes —logró decir—. ¿Cómo se supone que voy a ser buena madre si ni siquiera puedo protegerte de horrores como estos? ¿Cómo...? ¿Cómo se supone que tendrás un buen futuro, uno feliz, si sigues buscando chicas muertas todos los días? ¡Lo tuyo ya acabó! Ya debería haber sido suficiente, Serena...
Salí de la bañera y me agaché para abrazarme a sus rodillas. Se me escaparon lágrimas que de alguna forma había regenerado en mi trayecto a la casa, sintiéndome terriblemente culpable por las cosas que arrastraba conmigo. A pesar de que lo habíamos intentado, todos, nuestra familia volvía a estar en el mismo lugar de partida.
—Lo siento tanto —musité—. Pero... yo no puedo... no hacer nada.
Ella lloró tapándose el rostro, sin devolverme el abrazo, por mucho más, hasta que la abuela tocó la puerta y nos preguntó si todo estaba bien. Ahí, mamá me abrazó y ahogó su pena en mí.
Estar ocasionándole ese dolor me partía aún más el corazón, pero por más que la entendía, no comprendía por qué ella no podía verlo como lo estaba viendo yo. Cualquier persona en mi lugar, ¿no tendría deseos de salvar inocentes y evitar que sufrieran lo que yo sufrí? Para mi resultaba obvio y era evidente que para ella y papá no.
La abuela volvió a insistir con la puerta y mamá se obligó a calmarse. Se lavó la cara mientras yo me secaba y solo salimos cuando ella pudo salir a enfrentar a su propia madre. Sin embargo, la abuela, con su don para leer expresiones, supo que todo estaba mal y que las dos tuvimos un mal momento ahí.
Le puso a mamá una taza de té en las manos y le ordenó sentarse en el sillón a descansar, mientras ella me llevaba a mi habitación, todavía envuelta en la toalla.
Me mantuve en silencio, con los labios apretados, consciente de que debía pedirle una disculpa. Pero cuando ella cerró la puerta del cuarto y dejó mi vestido sucio en la cama, cuyos bolsillos todavía tenían la pulsera y mi teléfono, no pude decir nada. La abuela sacó otro de mis vestidos del armario y me ayudó a ponérmelo, como si estuviese enferma.
También me desenredó el cabello, como cuando era niña, y me preguntó qué quería comer, si todavía quería el pastel de papa y aprender a hacer el pie de limón.
—Creo que estoy un poco cansada para aprender a cocinar hoy —confesé, con la cabeza gacha.
Ella terminó de pasarme el cepillo por el cabello húmedo y se sentó a mi lado. Asintió lentamente y me tomó la mano, para arrastrarla a su regazo.
—Dime cómo puedo ayudarte la próxima vez, mi amor —me dijo—. No necesito que me des explicaciones, solo dime qué puedo hacer para todo sea más llevadero.
Miré nuestras manos unidas y me pregunté qué pensaría de mi si supiera todo lo que había sucedido ese año. No la versión corta y abreviada, la completa y macabra. Quizás no se sentiría cómoda a mi alrededor, sabiendo que era una asesina.
—Lo siento, abuela —dije, al final—. Por haberte asustado tanto.
Ella me sonrió y me acarició la coronilla, con tanto amor y confianza que eso me desarmó, en lo que iba del día y si era posible, todavía más.
—No te preocupes, dulzura. Te haré algo rico de comer y puedes descansar el resto del día. Todo va a estar bien, ¿sí? Esa niña estará bien también.
La sonrisa que había empezado a formular se me congeló a medio camino. Traté de mantenerla, pero no pude.
—Ella... ¿cuántos años... tiene?
—Trece, o catorce ya, creo —contestó la abuela—. Es la hija del carpintero del pueblo. Seguro se perdió en el bosque. Él dice todo el tiempo que la edad del pavo tiene a Milena bastante...
Pero se calló a mitad de la frase y estuve segura de que las dos habíamos pensado lo mismo mientras hablaba: si la chica vivió ahí toda su vida, perderse en el bosque no era algo sencillo. Y, además, meterse a un bosque de noche no lo haría ni estando en la edad del pavo. Mi abuela también suponía que algo más, fuera de lo común, había ocurrido.
—Pero estará bien, cariño —insistió la abuela, sonriéndome otra vez—. Ahora metete en la cama y descansa.
Asentí y esperé a que se fuera para sacar el celular de la muda vieja. Abrí el Whatsapp y fui directo al grupo que tenía con los chicos, lista para contarles todo. También, saqué la pulsera de Milena y la sostuve entre los dedos, consciente de que era la única pista que teníamos para confirmar un nuevo círculo. De nuevo me impregnó el alma su agonía, pero pude soportarlo con mayor entereza.
«Una chica desapareció en Santo Thomas. Yo la encontré» empecé. No esperé ni un minuto para que Nora respondiera.
«¿Desapareció?!» Friki.
«Está muerta». Seren.
Fue ahí cuando Luca y Edén aparecieron en escena, alarmados y preocupados. Me preguntaron lo básico, que qué había pasado, cómo, dónde la había hallado y lo principal: por qué fui a buscarla, como si eso no me correspondiera, al igual que lo decía mi madre.
«Eso no importa. La encontré y tenía una puñalada en el pecho. Es un nuevo círculo, estoy segura». Seren.
Le saqué una foto a la pulsera y se las envié, mientras todos escribían a la vez, desatados.
«¿Estás segura? Muchos asesinos matan con cuchillos. ¿Era exactamente igual que la tuya?», preguntó Edén y Luca casi que hizo la misma pregunta.
«Jason Black mencionó que había otros tratando de hacer sus propios círculos. Volveré a casa lo más pronto posible para darle a Nora esta pulsera. Nos guiará al asesino, ¿no?». Seren.
Nora escribió y dejó de escribir varias veces. Los demás permanecimos en silencio, como esperando su aprobación, hasta que ella soltó lo que pensaba:
«No creo que sea necesario que regreses ya. Con su nombre puedo intentar hacer una invocación. Si es un círculo de sangre, su alma estará en el limbo, con la muerte, como las demás del tuyo». Friki.
«Pero siempre dijiste que teniendo una pertenencia de la persona a invocar puedes sostener la conexión más tiempo y así ella podría darnos más información, de saberla». Seren.
«No lo necesito. Yo puedo hacer mi trabajo sin tuayuda. Deja que yo haga mi parte, ¿de acuerdo? No todo pasa por ti, sabes. Estees MI trabajo, Serena, yo sé lo que hago, no tú. No todo se trata de ti. Tú no eres la bruja, ¿loolvidas?». Friki.
Fruncí el ceño. Nora estaba sonando tan orgullosa y desagradable, como tiempos atrás, que me desconcertaba. Me quedé viendo su mensaje sin saber qué responder hasta que Ed y Luc expusieron sus dudas sobre su planteo, pidiéndole que no hablara así, que encontrar a otra muerta era difícil para mí. Nora no respondió a eso y entonces, ellos dos se dirigieron a mí pidiéndome que lo tomara con calma y no personal, como con Penélope.
De la nada sentí como si todos me hubiesen dado una cachetada. El día después de que asesiné a mi asesino, valga la redundancia, todos dijeron que estaría conmigo en esto, en buscar a Penélope, en resolver todo lo que tuviera relación con mi círculo y, de pronto, estaban quitándole importancia, como si la muerte de otra persona más fuese anecdótico. Podía entenderlo de mis padres, pero no de ellos, que me habían visto lidiar con el dolor, el trauma y la sangre de primera mano.
«Amor, te fuiste de vacaciones porque necesitas el cambio de aire y desconectarte de los círculos y de la muerte. Necesitas descansar de todo lo que ocurrió el año pasado» me recordó Luca, logrando que gruñera por lo bajo.
Solté el teléfono, sintiéndome totalmente incomprendida y sin poder comprenderlos a ellos. ¡Había otra chica muerta! ¡Era otro maldito círculo! ¿Cómo podría tomármelo con calma? No había forma posible en que eso no me afectara y además el cambio de aire no servía de nada si los desquiciados asesinos mataban gente cerca de mí.
Miré el techo de madera y, frustrada con todo el mundo, me metí dentro de la cama. No había nada que yo pudiese hacer para cambiar lo sucedido. La muerte no tenía vuelta atrás, salvo casos excepcionales, y tampoco podía arrepentirme de haber ido a buscarla.
En verdad, parecía que todo el mundo deseaba que no lo hubiese hecho. Yo era al final la única que creía que había hecho lo correcto... Yo y los cuervos, quizás. Pensé en ellos y en cómo me habían guiado hasta el cuerpo, como si hubiesen estado esperándome en el boque para llevarme por la ruta correcta.
Agarré el teléfono otra vez y abrí Google. Tecleé "cuervo" en el buscador y me pasé el siguiente rato leyendo en Wikipedia todo lo que podía de ellos. Eran aves super inteligentes, que podía reconocer voces de humanos e incluso imitar sonidos. Eran grandes oportunistas y les encantaban los objetos brillantes.
Podía explicar que le hubiese gustado la pulsera de plata de Milena, sí. Y como decía que también solían guiar a lobos grandes hacia cadáveres de otros animales, para así que estos le facilitaran el acceso al alimento, podía explicar que me hubiesen, quizás, guiado hacia el cuerpo.
Sin embargo, mi intuición me decía que ese razonamiento lógico no alcanzaba y que tenía que ver con algo sobrenatural, con lo que yo era como daevitaen. Pensé en preguntarle a Nora, porque también decía que los cuervos tenían grandes simbolismos como mensajeros y malos augurios. También había visto muchas películas donde se veían malos, como en Blancanieves y los siete enanitos.
Pero no hice nada. Creí que Nora me diría que no era algo relevante, después de su última contestación, y me lo callé, al menos hasta que se me pasara la frustración que tenía con ella, en especial.
Me quedé en la cama el resto de la tarde, mirando por la ventana y negándome a hacer cualquier otra cosa. Sostuve la pulsera de Milena entre mis dedos durante la mayor parte del tiempo, pensando en los ecos del miedo que todavía recibía.
Llegó un punto donde lo asimilé tanto que no distinguí mi miedo y ansiedad de la de ella. Al contrario de la sangre de Cassandra que había permanecido en la tierra del descampado, todavía le faltaba para agotarse. Al menos resistiría unos días más y la necesidad de llevársela a Nora y de que ella colaborara me abrumaba.
Pero justamente por eso tampoco volví a hablarle. Me di cuenta de que, hasta ese entonces, había sido ella quién más atención me había dado con el tema de mi círculo, porque mientras Edén y Luca, aunque me escuchaban, siempre tenían otras cosas de las que hablarme, con Nora no había nada más entre nosotras. Era lo que nos había único, nos había hecho conocernos más que como enemigas. Por eso, el asunto de los círculos era algo personal, yo por ser daevitaen involucrada y ella por ser bruja. Que me hablara así y me apartara del asunto, que le restara la importancia que ella misma le había dado por dos meses, me resultaba inquietante y molesto. De la nada se estaba poniendo del lado de todos ellos, incluso cuando yo no quería formar lados. De la nada, me daba cuenta de que los lados existían hace tiempo y que, aunque Edén había sido parte del círculo y Luca me había acompañado en todo, no era lo mismo para ellos.
Dejé la pulsera a un lado con un suspiro y me miré las manos. Lamentablemente, me había quedado sin aliada para mi bando, el que se negaba a abandonarlas a todas ellas. No sabía qué otra cosa podía hacer que volvieran a ser mi equipo si la muerte de una niña bajo mis narices no los hacía reaccionar. Más que frustrada, no entendía cómo sentirme con esa situación.
Tampoco me sentía totalmente segura de mí misma con mis ideas para el futuro. Quería volver a Victoria Avery para hacer algún hechizo que nos guiara al asesino, pero también sentía que había más en Santo Thomas que aún no había descubierto. Otra corazonada.
La única razón por la cual no salía de la casa a buscar al asesino era porque sabía que no lo hallaría ya; dudaba que fuese alguien del pueblo y que se hubiese quedado para más. Mi propio asesino había recolectado chicas de distintas partes del país, muy lejos de su hogar en un barrio de clase media de mi ciudad. Lo único que podía hacer era averiguar lo que pudiera de turistas que actuaran extraño como para darme una mejor idea de su aspecto. Y todo eso, aun siendo la parte lógica, no apartaba de mi cabeza la sensación de que había más.
—¿Por qué no bajas a cenar, cariño? —me dijo la abuela, abriendo la puerta de mi habitación y asustándome. Estuve tan distraída que no la oí acercarse por el pasillo y no me dio tiempo a esconder la pulsera de Milena.
Me tranquilicé al pensar que ella no tenía manera de saber que era suya, así traté de actuar con naturalidad.
—No tengo mucha hambre, abue —contesté, pero la verdad estaba cansada y hambrienta en más de una forma y estaba desgastando a mis padres por no poder darme lo suficiente. Quizás era otra razón de que debía regresar a casa para ver a Luca al final de la semana, cuando él también regresara, y comenzar con una nueva búsqueda desde ahí.
La abuela me dirigió una sonrisa triste y cerró la puerta. No pasó mucho antes de que papá se asomara también por mi cuarto, con un plato de comida y un vaso de jugo de naranja.
—Tienes que comer —lo dijo, con su claro tono de "esto es una orden".
Me enderecé hasta apoyar la espalda en la pared y tomé el plato como una forma de empezar la conversación que yo quería.
—Tengo que volver a casa —dije—. Necesito energía y no puedo seguir drenándote a ti y a mamá. Van a enfermar si seguimos de esta manera. Luca regresa el sábado a Victoria Avery...
—Apenas estamos aquí hace dos días —me interrumpió papá, cruzándose de brazos—. Vinimos aquí para que te alejaras de todo esto y este asesinato no tiene nada que ver contigo. Son... cosas que pasan en este mundo horrible, hija, del que siempre tu madre y yo quisimos protegerte y no lo hicimos lo suficientemente bien. Hay cosas que no podemos controlar, eso está claro, porque si fuera así, nadie habría muerto y no tendría que andar preocupándome por tu salud mental otra vez.
Me mordí el labio inferior para no interrumpirlo yo a él, porque me diría que era una irrespetuosa, aun cuando él me interrumpió primero. Esperé a que terminara y apenas tomó aire para continuar, metí mi bocado:
—Yo no te estoy hablando de esta chica —solté—. Habló de mí, de mi salud como daevitaen, necesito a Luca o drenar al menos a diez delincuentes. Y no voy a encontrar tantos en Santo Thomas como los hay en Victoria Avery.
A papá se le crispó el gesto. Cada vez que mencionaba a Luca sobre ese temita se ponía muy altivo. La frente se le arrugaba y se le contrarían los músculos del cuello, aunque lo sabía desde diciembre.
—Que esa sea la manera más efectiva para que estés sana no quiere decir que tengan que hacerlo de forma irresponsable, no lo olvides —contestó, controlándose.
Sonreí con pena, pero pena por él, no por mí.
—Siempre nos cuidamos y además el mayor interés de Luc es que yo esté sana.
—Sí, sí, claro... —respondió papá, arqueando las cejas—. Que estés sana... No nací ayer, Serena.
Se encaminó hacia la puerta y yo lo detuve ante de que saliera.
—Entonces, ¿regresaremos?
Papá dudó un momento.
—Lo hablaré con tu madre.
Me dejó sola y miré el plato con la comida de mi abuela durante un minuto antes de empezar a comer. Me alivió el estómago, pero no la sensación incómoda que tenía en el pecho. Para mañana, volvería a tener sangre en mi herida, eso estaba en claro.
Lo otro que tuve en claro fue que no absorbería de mamá y de papá ni un poco más.
El día siguiente rechacé el contacto de todo el mundo y me ofrecí a pasear a Goldie por el bosque para distraerme. Aunque a la abuela le parecía extraña mi actitud, no dijo nada cuando papá y mamá aceptaron y se fueron, en cambio, a charlar en privado al auto.
Me senté en el mismo tronco que había compartido con la abuela el otro día y observé a la perra por largo rato perseguir a las ardillas. También miré el grupo de Whatsapp que tenía con los chicos, que se había llenado de preguntas dirigidas a mí, mi estado, y que no contesté.
Luca me llamó y hablamos un rato por la mañana, cosa que aprovechó para confirmarme que el sábado ya estaría en casa. También me regañó por no aceptar la energía de mis padres, pero entendió cuando le dije que no los veía muy bien.
Me prometió que apenas nos viéramos estaría mejor y que aprovechara mis últimos días en el pueblo para relajarme.
—«Sabes que no puedes hacer nada con este asesinato» —me recordó en ese momento—. «Sé que te carcome, también, como con Penélope. Pero hay cosas que a veces no están todo el tiempo a nuestro alcance».
Por supuesto, se refirió al caso de su hermana mayor, cuyo asesino, su novio, estaba preso por matarla a golpes. Muchas veces me contó cuánto quiso él mismo matarlo, de todas las peleas que tuvo su padre con la familia del muchacho y de cómo casi también se destroza la relación entre todos ellos. Entendía muy bien cuando decía que había cosas que no estaban a su alcancé, pero cuando le dije que eso sí lo estaba del mío, él me pidió que lo tomara con calma, porque hasta la policía y los detectives tenían vacaciones de las mierdas que enfrentaban día a día.
Me dieron ganas de decirle que la muerte no se tomaba vacaciones y que llevaba siglos sin descanso acarreando almas al otro lado. Que seguro ella también estaba cansada de ver las mierdas del ser humano, pero lo acepté porque sentía que estaba remando en contra la corriente. Todos parecían querer alejarme de eso y yo quería ir directo al problema.
Seguía pensando en eso incluso en ese momento, sola con Goldie en el bosque. No tenía idea de si ya habían encontrado a Milena según mis indicaciones porque la abuela mantuvo la televisión y la radio apagadas apropósito, como si estuviésemos en un mundo aparte. Así que yo misma busqué información en mi teléfono, lejos de su escrutinio, después de cerrar Whatsapp todavía sin contestar las preguntas de Edén. Ignoré el hecho de que Nora no había hablado para nada.
En el diario local estaba, por supuesto, la noticia de su desaparición, pero apenas hice scroll por la página, apareció la nota de último momento que confirmaba el hallazgo del cuerpo de la pobre niña. No había mucha información, solo que se rumoreaba que un llamado anónimo había facilitado información importante.
No sentí paz alguna, por supuesto, aun cuando comprendía que la familia de Milena estaría mejor que la de Penélope, que aún no sabía que su hija estaba muerta. No sentí paz porque ella significaba, en realidad, otro fallo mío. Y cada fallo se llevaba a una más al otro mundo.
—No puedo seguir fallado —le dije a Goldie, bajando el teléfono. La perra se había acercado a mí con una rama en la boca—. Esto pasó delante de mis narices. Lo de Penélope pasó delante de mis narices. ¿Cuántas más muertes estoy obviando por no prestar más atención?
La perra ladeó la cabeza, pero se marchó corriendo por el bosque para seguir con sus jugueteos. Yo cerré los ojos un momento y cuando los abrí, noté que había tocado sin querer la pantalla del teléfono y ahora aparecía una noticia de otra ciudad, una cerca de Victoria Avery y de camino a Santo Thomas:
«Adolescente desaparecida hace tres semanas es hallada muerta en una obra en construcción abandonada. Su cuerpo estaba tapado con escombros y cal y trascendió, según fuentes policiales, que fue muerta de una puñalada»
Casi se me cae el celular al suelo cuando lo leí. Sentí un nudo en el pecho, al igual que el día de ayer, pero mis sensaciones se mezclaron con los recuerdos de los terrores de Milena atados a su pulsera.
Tragué saliva y me puse de pie. No aclaraba dónde había sido la puñalada, pero había una voz en el fondo de mi consciencia, como la que me había llevado al cuerpo de la niña el día anterior, que me decía que otra vez era lo mismo. Todo se trataba de lo mismo.
Corrí de regreso a la casa, llamando a Goldie con urgencia y apenas llegué al jardín me dirigí al auto de papá. Golpeé los cristales hasta que ambos, sorprendidos, los bajaron.
—¿Qué pasa? —inquirió mamá, asustada por mi mirada alterada.
—Tengo que volver a Victoria Avery ahora —le dije—. Me iré sola si no me llevan a casa de vuelta.
—Serena... —empezó papá.
—No —lo frené—. Ustedes quieren que me relaje, pero no puedo hacerlo. Ni aquí, ni allá ni en ningún lado. Simplemente no funciona. Y no importa dónde estemos, siempre voy a estar rodeada de mierda porque tienes razón a decir que este es un mundo de mierda. No voy a escapar de eso, ni aún me encierren en una cabaña en un bosque en medio de la nada. Todo eso seguirá existiendo, aunque no lo vea. Y yo seguiré pensando en eso porque vi demasiadas cosas espantosas. No puedo ignorarlas.
Mamá se mojó los labios. Se había echado hacia atrás, un poco impresionada por la gravedad de mis palabras.
—Y entonces... ¿por qué no hacerlo aquí...?
—Porque aquí se me abrirá la herida para esta noche y porque me niego a tomar más de ustedes. Porque aquí no están mis amigos ni mi novio. Porque aquí lo único que hago es aterrar a la abuela.
Se quedaron en silencio un momento, se miraron entre ellos y luego los dos se giraron hacia mí.
—Si volvemos... ¿dejarás de buscar a esas chicas?
Los miré espantada.
—¡No! ¿Cómo pueden pedirme eso?
—Porque no queremos verte más metida en este mundo —replicó mamá—. No es sano para ti.
—Pues es que de esto estaba hablando recién, mamá —me quejé—. No importa que me aparten, todo eso no dejará de pasar. No puedo no buscarlas, soy la única que puede encontrarlas y devolverles la paz a sus familias. ¿No les gustaría que alguien lo hubiese hecho por mí, en el caso de que no hubiese vuelto a la vida? —exclamé, entonces. Mis padres pusieron expresiones de espanto, pero a pesar de que recalcarles el tema los hería, seguí, porque era la única manera que tenía de exponer mi punto—. Si llevara meses desaparecida, enterrada en algún lugar, pudriéndome bajo la tierra, después de vivir el horror, ¿ustedes no querrían saber qué pasó conmigo? ¿No querrían darme sepultura como corresponde?
—Ya basta —suplicó mamá, echándose a llorar—. ¡ESO no te pasó...!
—¡No, mamá! Es que sí me pasó... ¡me quedé ahí tendida en la tierra, muerta, por horas! Fui diferente a las demás por alguna razón, pero ustedes podrían estar ahora en la situación en la que están los demás padres. ¡Lo estarían los padres de Milena si yo no le hubiese dicho a la policía por dónde podían encontrarla!
—¡Tú ya vengaste tu muerte! —gritó mamá, tapándose la cara—. ¡Ya lo mataste!
—Hasta que cada una no esté con sus papás, hasta que ellos no sepan la verdad, así como la saben ustedes, yo no pararé de buscarlas. Porque es lo justo para ellos. ¡Pónganse en su lugar! ¡No podemos tapar el sol con un dedo! ¡No podemos ser tan egoístas!
—No... —replicó mamá, pero papá le puso una mano en el brazo y ella calmó su llanto para darle un vistazo enojado. Notó tanto como yo que él acababa de cambiar de bando.
—Nosotros tenemos a nuestra hija con nosotros, esas familias no, Silvana —empezó.
—¡Pero no tiene que hacerlo nuestra hija! Para eso está la policía, ¡intentamos protegerla!
A papá se la transformó la cara. Era obvio que también sufría con la idea.
—No podemos protegerla para siempre. No lo hicimos, en realidad, no estuvimos ahí para salvar a nuestra bebé. Y eso... aunque nos duela, es la realidad. A esos padres también les duele, y aún más porque ni siquiera saben qué pasó con ellas. Linda, Serena tiene razón.
Me quedé callada justo cuando vi que la abuela había salido de la casa a ver por qué discutíamos. Goldie le traía la rama que se había traído del bosque.
Esperé, mientras mamá lloraba y me pedía un momento a solas para hablar con papá otra vez. Suspiré y me alejé del auto, pero no me moví de ahí y los vigilé hasta que abrieron las puertas, minutos después, y se bajaron para hablar de frente conmigo.
—Volveremos a Victoria Avery —dijo papá—. Pero tienes que prometernos que irás a terapia de nuevo si consideramos que es lo mejor para ti. También nos avisarás siempre a dónde vas y conversarás con nosotros tus ideas. Tomaremos estas decisiones en familia. ¿Entiendes?
Asentí, con cautela, mientras mamá exhalaba bruscamente, resignada.
—Y no volverás a cualquier hora. Limitarás tus actividades a dos días a la semana, ¿comprendes? Luego queremos que... tengas otras cosas que hacer. Busca algún hobbie, o un curso, un trabajo, busca una carrera para comenzar en el próximo semestre. Algo.
—De acuerdo —acepté—. Lo haré.
Entonces Goldie soltó la rama que tenía en la boca y ladró hacia el bosque, muchos metros más a mi espalda. Me giré, al igual que todos, para ver lo que sea que le hubiese llamado la atención.
Luego, la perra salió corriendo hacia los pinos y yo vi a un cuervo huir de ella por entre los árboles. La sensación de que había algo más allí regresó de pronto y una idea certera cayó en mi mente. Más bien, fue un recuerdo.
—Bajo las sombras, bajo las sombras —susurré, antes de correr atrás de Goldie con la excusa de traerla de regreso.
Me adentré entre los árboles y mantuve los ojos en el ave negra hasta que la perdí de vista, casi llegando ahí donde la sierra crecía hacia arriba. Justamente el mismo lugar donde la perra se había congelado viendo algo que yo no, días atrás.
—Un ave... en la oscuridad de su capa —jadeé, al detenerme. Me apoyé en uno de los árboles y miré su copa—. Debajo de las sombras ... sus gritos se escuchan bajo las sombras... ¡de los árboles! —recité, entonces.
Agarré mi teléfono y texteé directamente a Nora, mientras Goldie parecía darse cuenta de que su presa se había marchado en verdad. El cuervo no estaba ahí.
«¡Creo que lo que dijo el alma que contactamos el fin de semana tiene sentido aquí, en Santo Thomas! Ahora lo entiendo... la chica que murió lo hizo debajo de los pinos. Sus gritos fueron bajo las sombras de los pinos. Y el ave que menciona... en la oscuridad de su capa, ¡se refiere a la muerte! Las aves son los cuervos. ¡Los cuervos me guiaron al cuerpo, Nora!» Seren.
Esperé, ansiosa, su respuesta. Se conectó y me apareció que había visto el mensaje, pero se tardó en responder más de lo que yo pretendía. Escribió y dejó de escribir casi un centenar de veces, haciéndome perder la paciencia.
Apreté el botón del micrófono y grabé un audio.
—¿Qué significan los cuervos, eh? ¡Son augurios de muerte! Esta alma sí no estaba hablando de un círculo, ¡solo que no del mío! Tenemos que contactarla de nuevo, de alguna forma. Con eso y con la pulsera de Milena, si hablamos con ella, tendremos una pista de este tipo. Volveré enseguida y podremos hacerlo.
Me mordí el labio, mientras esperaba. Finalmente, después de escuchar mi audio, Nora respondió.
«¿Por qué no puedes escuchar nunca a los demás? ¡Nolo sabes todo! Me tienes cansada con esto. ¿Tan difícil es dejar que los demáshagan su trabajo? ¿No puedes siquiera tolerar que los demás hagan cosas sin ti?Me tienes harta. ¡Quédate y déjame trabajar en paz! »Friki.
Me quedé congelada. Su mensaje era confuso y agresivo. Algo le pasaba, pero no podía entender qué.
«¿Qué te pasa? ¡Esto nos concierne a la dos y losabes! Encontraron a otra chica más muerta en otro pueblo cerca de VictoriaAvery. Hay otro círculo, Nora. Estoy segura. Mi corazonada me llevó al cuerpode esta chica. Estoy segura, segurísima de que esto es serio. ¡Tenemos queevitar que mate a otras!». Seren.
«Por supuesto que sí, ¿pero cómo quieres que lo hagasi estás molestando a cada rato? No me dejas concentrarme ni dos horas. Meharta. Piensas que los demás somos inútiles porque eres un ángel de la muerte,pero en realidad no sabes hacer nada. Así que cálmate, ¿quieres?». Friki.
Se me cayó la mandíbula. Yo no pensaba que fueran inútiles, simplemente no podía desvincularme así de fácil como todos lo pretendían. Pero tampoco me parecía que debía hablarme de ese modo para decirme lo que pensaba.
«¿Qué carajos te pasa?» Seren.
Nora entonces dejó de contestarme. Dejó de aparecer en línea y, extrañada y confundida, le envié un mensaje a Luca para comentarle la situación. También le envié un audio a Edén, para saber si había hablado con Nora últimamente y tenía una explicación para su actitud.
—«Para nada» —me contestó Ed—. «Ya sabes que yo no sería su amiga si no fuese por todo esto. Así que, si no es por esto, no hablamos. Más bien, estuve con Caro y Cin y ambas preguntan por ti. Dijiste la semana pasada que ibas a escribirles, Serena, pero no les has hablado».
Me di con una mano en la cabeza. La verdad, sí había sido una terrible amiga con ellas. Pero, en mi defensa, no estaba pasando por un buen momento. Seguían muriendo chicas y yo no estaba logrando protegerlas. No podía abarcar más de lo que estaba intentando abarcar.
—Lo siento Ed —susurré—. Han matado a otra chica, todo está raro. Nora actúa raro, muy raro y... ninguno de ustedes parece recordar que yo también he muerto ya... No sé, no he pesado ni un poco en Caroline y Cinthia.
—«Lo sé, pero ellas siguen vivas, Sere. Igual que yo. Tu sigues viva ahora» —me respondió.
Sabía a qué se refería. Por pensar tanto en las muertas olvidaba a las que todavía estaban en este mundo. Tomé aire y, con paciencia y tacto, le dije que tenía razón. Porque sí la tenía, pero de nuevo sentía que no podía comprender del todo lo que yo sentía y vivía día a día, quemándome la cabeza. Ninguno de ellos parecía entenderme. Solo lo miraban desde afuera y para mí no había consejo de su parte que valiera.
Goldie regresó a mi lado, como si se hubiese olvidado del cuervo, y aunque yo lo busqué con la mirada, no lo encontré. Entonces, la tomé del collar y la guie por el bosque de nuevo hacia la casa.
—Como sea... —musité para mí misma. Sentía que tenía que hacer algo y lo único que podía hacer en ese momento, era eso—. Volveré a casa.
-
Me despedí de la abuela con un abrazo y tuve que tener mucho autocontrol para no robar nada de su energía. Estaba muy cansada y me había puesto una camiseta de más debajo de mi remera negra, para que absorbiera la sangre de mi tatuaje, para que ella no lo notara.
Por suerte, el día anterior escuchó nuestros gritos, pero no la conversación con mis padres en sí. Solo se limitó a pedirme que regresara pronto para pasar tiempo con ella. Si no lo hacía, iría por mí a casa y me daría nalgadas.
Me reí y le di un abrazo más antes de meterme en el auto. En otras circunstancias, estaría feliz de pasar el tiempo en Santo Thomas. Quizás cuando solucionara todo eso, podría hacerlo.
Pero, cuando salíamos del pueblo y entrabamos a las rutas nacionales, me dije que no sabía siquiera cuándo podría descansar. En verdad, evitar cerrar un círculo no resolvería el problema si Jason Black tenía razón y había más como él con el mismo objetivo. En realidad, tenía que encontrar la fuente del conflicto, no las consecuencias.
Para eso necesitaba la colaboración de Nora y esperaba que cambiara de actitud al llegar. La muy desgraciada no me había contestado ni un solo mensaje desde el día anterior y, en realidad, parecía que ni le llegaban. Incluso, por un momento, pensé que me había bloqueado.
Bufé después de intentar, por décimo quita vez, enviarle algo. Tiré el celular al asiento del auto y miré por la ventana, enojada, hasta que noté una mancha negra volando a la par nuestro. Me dije que era imposible y que, en definitiva, estaba muy hambrienta y cansada como para estar delirando.
Sacudí la cabeza y me recosté en el asiento, tratando de calmarme e ignorar que había visto a un cuervo negro volar a más de 100 kilómetros por hora.
—¿Te sientes bien, Serena? —me dijo mamá.
Negué y me aovillé, en una posición media rara, por el cinturón de seguridad.
—Me siento un poco cansada.
Ella sabía que rechazaría su energía, así que no me la ofreció. Desde el volante, casi que gruñó.
—Espero que Luca regrese pronto.
—Sí, yo también —dije, cerrando los ojos.
Él me había dicho que hablaría con sus padres para volver antes, por mí, pero no sabía cómo había resultado. No quería presionarlo, así que había decidido salir a cazar esa noche, cuando mis padres se durmieran. No aguantaría al sábado en esas condiciones.
Me quedé dormida y sólo desperté una hora después, al sentir el motor ralentizarse. Me erguí un poco y noté que estábamos entrando a una gasolinera. Me froté la cara y traté de peinarme un poco. Tenía que ir al baño y quizás, si era rápida, quizás pudiese aprovechar el trayecto para robarle pequeños trozos de vida a la gente que andaba por ahí. Nada serio, pero me ayudaría a estar mejor y más cuerda.
Me bajé del auto apenas pude y puse en macha mi plan mientras mamá iba a comprar algo para comer a la tienda de la gasolinera. En el baño, me choqué accidentalmente a propósito con una señora que me dijo de todo. Le tomé las manos y le pedí perdón mil veces, alargando el contacto. La tipa se quitó mis dedos de encima con asco, hablando de lo horrible que era la gente del campo.
Fruncí el ceño cuando salió por la puerta y noté que tenía una cartera Channel. Sí, claro, gente del campo.
Su energía me renovó, pero afuera me tocó ser encantadora con un empleado para preguntarle cuál era el pueblo más cercano. Le puse una mano en el antebrazo y también le robé un poquito. El muchacho era simpático y me dio pena tener que usarlo así.
Lo saludé con la mano y me alejé de él cuando empezó a mirarme embobado, pero no por la falta de energía, sino por mi nivel de conquista. Entonces, al dirigirme al auto, mientras papá le pagaba al chico que le había puesto la gasolina, me quedé inmóvil.
Sobre el techo había un cuervo, mirándome, como si no fuese imposible que me hubiese seguido desde Santo Thomas.
¡Bueno, otra vez les pido disculpas por no tener ni las imágenes de los chats ni la ilustración de este capi!
Pero igual les dejo el contenido, que es lo más importante.
¡Preguntas del día de hoy!:
¿Qué les ha parecido la discusión entre Serena y sus padres? ¿Y qué les ha parecido la contestación de Nora y de ahí que Serena sienta que la han abandonado y se han formado bandos?
¡Los leo!
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