Capítulo 8: La propuesta
Capítulo 8: La propuesta
Derek:
Todavía me sorprendía ver cómo la personalidad tan tranquila de mi bella flor se transformaba en el sexo en una ardiente y pasional. Ella era una mujer sosegada y parecía que nadie podía perturbarla. Sin embargo, cada vez que hacíamos el amor cambiaba en una llena de fuego.
Ahora, tras nuestra sesión, había vuelto a ese estado. Estaba tan calmada pasándome las yemas de los dedos por los brazos y con su cara oculta en mi cuello. Tenía el pelo revuelto y, sin embargo, estaba guapa. Verla en su estado más salvaje y animal para mí era lo mejor. No se escondía y, por ende, no temía lo que pudiera pensar de ella. Habíamos llegado a tal punto ya.
Confiaba plenamente en ella. La quería con locura. Era mi mayor tesoro y una de las personas más importantes de mi vida. Verla sonreír, verla contenta y feliz, era el mejor regalo que me había dado la vida.
Su piel era para mí un aditivo y parecía que no podía dejar de acariciarla. No me saciaba de ella. La amaba. Era perfecta para mí. Nos complementábamos a la perfección. Lo que no tenía el uno lo tenía el otro. Eso sí, eso no quitaba que a veces chocáramos. Por ejemplo, cuando ambos nos poníamos igual de testarudos en lo que se refiere a un tema y, por ello, acabábamos discutiendo incluso de la mayor tontería.
La convivencia con ella había sido todo un reto, la verdad. Los primeros días fueron los más difíciles. Pero a medida que iba pasando el tiempo todo era más relajado y cómodo. Tuvimos que acostumbrarnos el uno al otro, no hubo más remedio.
Ahora esa convivencia era más sencilla. Sabía perfectamente con una mirada suya si mi compañera estaba bien o no, si le pasaba algo o si me necesitaba. En esos momentos era consciente de que lo que ambos queríamos era estar así, pegados el uno al otro. Así que no me moví ni un milímetro de ella.
Continué acariciándole la espalda de manera hipnótica y relajada. De vez en cuando ella se estremecía o se sacudía, lo que me daba a entender que estaba pasando por alguna zona sensible.
Besé su pelo y con mi mano libre empecé a jugar con él. Esa era otra zona que me gustaba de ella. Su pelo me tenía cautivado. Su color tan dorado era precioso. Sin embargo, mi parte favorita estaba oculta, puesto que no le veía la cara. Lo que más me gustaba de su aspecto eran sus preciosos ojos azules, aquellos que me habían cautivado desde el comienzo.
Observarla dormir se había convertido en uno de mis placeres de la vida. Era relajante. Me gustaba verla en aquel estado tan relajado. Se veía guapa aunque no estuviese arreglada. Y es que eso era lo que hacía el amor, que viera a mi bella flor hermosa siempre.
Ella era perfecta para mí. Tenía todo lo que buscaba en una mujer y más. Me había sorprendido y me sentía agradecido de haberla conocido de aquella manera tan asombrosa e inesperada. A veces el amor se encuentra de la manera menos esperada. Fue cómo me pasó a mí. Nunca en mi vida esperé que aquella personita que dormía plácidamente a mi lado revolucionara mi mundo al completo. Me había hecho un hombre feliz, mucho más de lo que era. Hacía que los días pasaran con mayor rapidez y que cada cosa que hiciésemos, por más insignificante que fuera, tuviera algo especial.
Sonreí mientras observaba cómo empezaba despertarse. Pronto pude ver cómo abría esos ojazos tan llamativos que tenía. Una sonrisa se formó en sus labios al verme y su mirada se tornó cálida.
—Hombretón —dijo con la voz ronca aún.
No pude resistirme más y le di un beso en los labios. Adoraba ser el primero al que viera por las mañanas y el último al final de día.
—Bella flor, ¿has dormido bien?
La atraje hacia mí y la envolví entre mis brazos. Me encantaba sentir su piel desnuda bajo mis manos. Era una sensación chispeante. Entrelacé nuestras manos y las besé con devoción. Como era sábado, no tenía prisa por levantarme de la cama. Es más, estaba demasiado a gusto como para hacerlo todavía.
—Muy bien —me contestó. Se estiró y bostezó sin ningún pudor—. Aunque no es de extrañar. Después de nuestra sesión de sexo me dejaste reventada.
Sonreí de lado. Tuvimos tres asaltos más: el primero nada más llegar al apartamento, el segundo instantes después y él último en la ducha. Me había vuelto adicto a ella. Era preciosa miraras por donde miraras. No fue raro que el día del desfile todos los hombres la miraran con lujuria y que yo, por ende, me pusiera un poquitín celoso. Tenía todo un brillante en bruto a mi lado y me sentía afortunado por ello.
Permanecimos tumbados en la cama siendo un enredo humano por lo menos una hora más. No fue hasta que oí cómo el estómago de mi bella flor se quejaba que decidimos levantarnos. Tras el desayuno, decidimos aprovechar el resto del día saliendo a recorrer las calles de Nueva York. Tomamos el almuerzo en un pequeño restaurante de la zona central y, cuando llegamos a casa, ya estaba anocheciendo.
Ya por la noche, después de tomar una ligera cena, fuimos a la terraza. Mientras ella devoraba con ansia un libro, yo fingía que hacía lo mismo. Pero es que no podía concentrarme. En la mayoría de los casos terminaba con la mirada puesta en ella. Tenía el ceño fruncido de la concentración y una sonrisa en los labios. Parecía que lo que estaba leyendo le gustaba.
En un momento dado, llamé su atención.
—Elliana, quiero hablar contigo de algo importante.
Al instante su mirada azulada se posó en la mí. Me miró con una pizca de curiosidad. Ella era como un libro abierto para mí. Su rostro siempre le traicionaba al mostrar las emociones que sentía.
—¿Pasa algo, cariño?
Le cogí las manos y besé sus nudillos con tranquilidad.
—No es grave, si es eso lo que piensas.
—Ah. —Ahora estaba desconcertada. De ser un dibujo animado seguramente tendría en la cabeza un signo de interrogación gigantesco. Sonreí al imaginármela así.
Le di un apretón suave.
—Escucha, bella flor, he estado pensando en nuestro futuro. Ya sabes lo mucho que te amo —empecé a hablar al mismo tiempo que acariciaba su piel tan tersa.
Ella se puso tensa bajo mi contacto de repente.
—¿Qué has estado pensando, hombretón? —preguntó con un hilillo de voz, como si temiera saberlo o como si creyese que lo que quería contarle era algo malo. Ay, Elliana, estaba muy lejos de esos pensamientos.
—No es lo que piensas, eh. No es nada malo. Digamos que solo he estado pensando en un posible futuro. Entiendo que pienses que sea un poco precipitado, pero así es el amor, ¿no? Espontáneo e inesperado.
—Yo lo definiría como enredado. El amor es como un nudo de emociones.
Sonreí. Solo a ella se le podría ocurrir algo así.
—El caso es —continué atrayendo de nuevo su mirada a la mía. Tenía tanta curiosidad que me enternecía— que quiero que tú y yo pasemos a otro nivel.
Su cara fue todo un poema de emociones. Se puso roja y sentí su piel erizada bajo mi contacto.
—¿A qué te refieres? —preguntó con la voz ronca.
Mi sonrisa se amplió y, sin poder evitarlo, se me escapó una risita.
—Se me olvidaba lo pervertida que eres a veces —la piqué. Burlarme de ella me encantaba. Claro que había sido consciente de que mis palabras tenían doble sentido—. No estoy hablando de sexo, bella flor. Aunque si quieres que nos pongamos a ello, no me voy a negar.
Ella puso los ojos en blanco. Me dio un pequeño golpe de manera juguetona.
—Se me olvidaba lo tontorrón que puedes llegar a ser —se limitó a decir.
Reí con ganas. Momentos como esos eran mis favoritos. No tener que fingir ante ella que tenía todo bajo control y ser yo mismo sin tener miedo de que me rechazara por ello era una de los mayores regalos que ella me había dado. Estaba tan a gusto a su lado que no lo cambiaría por nada.
Me puse serio. Agarré sus manos con fuerza.
—Bella flor, he estado pensando en que quiero que tú y yo compremos nuestra primera casa. El apartamento está bien, pero quiero que ambos tengamos una propiedad que hayamos elegido los dos. ¿Qué te parece?
Los ojos de ella se abrieron del asombro y su boca formó una perfecta "O". No se lo esperaba, eso estaba más que claro.
—¿Di... Dices de com... comprar una ca... casa juntos? —tartamudeó.
Le di un beso en la frente.
—Por supuesto. Quiero que ambos elijamos nuestra casa, aquella a la que le podamos llamar hogar. Quiero que formes parte de mi vida. Quiero formar parte de tu vida.
—Es un paso muy grande —convino ella.
—Lo sé y entiendo que no quieras hacerlo, que te parezca una decisión precipitada.
Sus manos se aferraron a las mías y me dieron un apretón fuerte. Sus labios se posaron en los míos. Me dio un beso ligero, suave. Fue apenas un roce.
—Hombretón, estoy lista. Quiero que empecemos a mirar casas juntos.
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Notado autora:
¡Feliz lunes, mis enredados y enredadas!
¿Qué tal el inicio de semana? ¿Qué os ha parecido este capítulo? Creo que ha sido un poco intenso. Repasemos:
1. Derek ama a Elliana.
2. Derek viendo cómo Elli duerme.
3. La propuesta.
4. ¡Pronto se comprarán su propia casa! ¿Cómo os la imagináis?
Antes de irme quiero preguntaros una cosa. ¿Os gusta que actualice los lunes y los viernes?
Esto ha sido todo. Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el viernes con más y mejor. Os quiero. ¡Besos!
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