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Capítulo 21: Gozo

Capítulo 21: Gozo

Elliana:

—¿Vas a comer esa tortita? —pregunté como quien no quiere la cosa mientras miraba cómo él apartaba el plato casi vacío. La cola para las tortitas era enorme y, la verdad, no me apetecía para nada tener que esperar.

Derek esbozó una sonrisa de lado. Sabía que había leído entre líneas el muy canalla. Me acercó el plato despacio sin apartar la mirada de mí.

—Toda tuya, bella flor. Están riquísimas, pero estoy lleno.

Reí por el gesto que hizo. Se llevó una mano a la barriga y se la frotó en un gesto claro de "Voy a reventar". Yo estaba igual que él, pero una tortita no me iba a hacer mal alguno. Además, tenía sirope de chocolate y nata.

—Entonces, ¿quieres hacer voleibol hoy? —inquirió él. Cogió su vaso de zumo y se lo bebió.

Me metí un pedazo de mi desayuno a la boca y, tras tragarlo, le contesté:

—¡Sí! Me apetece muchísimo. Ya sé que es una escapada romántica, pero las actividades que han montado tienen muy buena pinta.

Derek volvió a sonreír de lado mientras me observaba. Me encantaba cómo me miraba, como si yo fuese lo más importante que tenía.

—Siempre que estés tú, será especial. Da igual lo que hagamos. Lo importante es que disfrutemos de ello. —Me guiñó un ojo.

Tras el desayuno, fuimos a nuestra suite para ponernos los trajes de baño. Al parecer, no haríamos voleibol normal, sino que jugaríamos a la versión acuática. Era una muy buena idea. Con el calor que hacía fuera, un chapuzón era lo que más me apetecía.

Me gustó mucho la manera en la que Derek clavó su mirada en mí en cuanto me vio vestida con el bikini que tanto Emily como Winter y Genevieve habían insistido en que comprara. Según ellas, con él Derek se volvería loco. Por su mirada cargada de deseo, supe que ellas tenían toda la razón. Me encantaba provocarlo de aquella manera. Me hacía sentir poderosa.

El bikini me gustó desde el primer momento en que lo vi expuesto en el maniquí. Era rojo, muy llamativo. La parte de arriba se ajustaba a mi pecho con un broche en el cuello y una lazada en la espalda. Me gustaba que no tuviera los dichosos tirantes con los que siempre peleaba cuando me tiraba de cabeza en mis años de adolescencia. La parte de abajo era una braguita muy mona que se me pegaba como una segunda piel.

El resultado, la mirada y la sonrisa de lado de mi hombretón.

Él estaba tan sexy con ese bañador. Tenía el dibujo de una selva que me encantó. No era del estilo apretado que utilizaban mucho los adolescentes para marcar el paquete. Era más suelto y le llegaba por encima de las rodillas. Lo mejor de todo era que tenía unas vistas increíbles de su pecho, ese que tantas veces había recorrido con mis dedos.

Um, se veía tan tentador.

—Bella flor, no sabes las ganas que tengo de quitarte ese bikini. Estás... —soltó un silbido. Derek parecía haberse quedado sin palabras, raro en él. Lo normal es que fuera al revés.

—Hombretón, estás tan guapo —le dije con voz seductora acercándome a él. Posé mis manos en sus brazos musculosos y él los tensó bajo mi contacto—. Puede que si te portas bien, deje que me lo quites cuando volvamos. ¿Qué me dices? —Le guiñé un ojo con descaro.

Él sonrió con picardía mirándome de arriba a abajo. Me cogió en brazos sin yo esperármelo y me dio un beso de infarto en los labios. Sus labios moviéndose bajo los míos, guiándome y haciéndome gozar, fue una sensación explosiva. Su lengua tan juguetona se enroscó en la mía y mis manos viajaron hacia su cabello.

Fue él el que se apartó para mi sorpresa. Solté una queja. Me había dejado temblorosa y con ganas de más. Y es que me había vuelto una insaciable con él. Quería más, mucho más. Pero no era el momento, no todavía.

Me dejó en el suelo. Su mano viajó a mi cabello y me lo peinó con mimo. Aquel gesto tan dulce me sacó una sonrisa.

—Venga, bella flor, vamos a machacar al otro equipo.

Solté una risita al ver cómo salía a flote su lado más infantil y competitivo. Me encantaba verle tan relajado, tan fuera de su ambiente. Ya no era ese hombre de negocios. Ahora estaba siendo él mismo. Estaba siendo el verdadero Derek Foster. No tenía que fingir tener todo bajo control. Podía bajar las defensas y disfrutar del momento. Y lo hizo.

.   .   .

La piscina era enorme, madre mía. Tenía toboganes y cañones de agua. No pude evitar sonreír como una niña pequeña. Derek había acertado con creces. Adivinad quién pasaría horas y horas allí metida.

En uno de los bordes, el que estaba justo al pasar el puente de madera, se había amontonado un grupo de gente. En el centro del círculo había una mujer ataviada con una camiseta roja que decía "Animación" y unos pantaloncitos cortos.

Le señalé el lugar a Derek con un dedo.

—Están allí.

Estaba ansiosa. Como para no estarlo. Tenía unas ganas de jugar.

Él siguió la dirección de mi dedo y sonrió. Entrelazó nuestras manos y, al cruzar el puente, nos unimos al grupo de personas. Todas llevaban sus trajes de baño. Me fijé en que la gran mayoría eran de marcas caras, lo que me hizo poner los ojos en blanco internamente. Podía entender que llevaran ropa excesivamente cara, pero ¿un traje de baño? ¿Qué necesidad había?

—Bienvenidos, pareja. ¿Os animáis a jugar? —nos preguntó la mujer. Era bastante maja y sonriente.

—Por supuesto —apuntó Derek.

—Soy Cassandra, la encargada de la animación para los adultos. Hoy vamos a empezar con un juego sencillo: el voleibol acuático. Ya sabéis que el equipo que pierda debe invitar al ganador a una copa esta noche. —Derek y yo la miramos con sorpresa y al ver nuestra expresión, todo el grupo, incluida ella, empezó a reír—. ¡Es broma! Ay, cómo me gusta asustar a los nuevos. ¡Bienvenidos! Espero que os gusten nuestras actividades.

Cassandra era bastante joven. No tendría muchos más años que yo. Como hacía un sol cegador, se había puesto las gafas de sol, al igual que yo. Tenía el cabello negro y una piel muy oscura. Era preciosa, del tipo de belleza que no pasa desapercibida.

Esperamos un poco por si más parejas o familias se unían al juego y, una vez estuvimos todos, nos explicó un poco cómo iría el juego. Nos dio a la mitad un gorro de color rojo y a la otra, uno de color azul. ¡Fuimos el equipo azul!

—Venga, a jugar se ha dicho. El primer equipo que haga veinticinco tantos gana. —Cassandra sonrió de manera perversa—. Y, recordad, quien gane tiene el derecho de hacerle unas cuantas aguadillas al equipo contrario. ¡Qué empiece el juego!

Nos colocamos bien en nuestro lado y empezamos a jugar. Fue divertido. Me gustó que, a pesar de no conocer a las personas de nuestro equipo, todas nos comportamos como tal. Nos pasábamos la pelota y nos felicitábamos cada vez que hacíamos un tanto. Incluso al terminar el juego, quedamos con otra pareja para tomar una copa.

Echamos tres partidos al final, dos de los cuales acabamos ganando.

—Así se hace, equipo —bramó Alfred mientras chocábamos los cinco.

Tal y como había prometido Cassandra, tuvimos el honor de hacer un par de aguadillas a nuestros contrincantes.

—¿Quién se anima a una competición de dardos? —nos invitó Cassandra en cuanto hubo terminado de recoger la red, los gorros y la pelota de voleibol.

Varios de los que se habían apuntado al partido ya se habían alejado para darse un buen chapuzón. Quienes quedábamos éramos Alfred y su pareja, otra mujer y nosotros. Miré a Derek y le supliqué sin palabras que nos quedáramos.

—Nosotros —se apuntó Derek por los dos.

—Nosotros también —le imitó Alfred.

—Yo paso. Soy muy mala en esos juegos.

—Bien —empezó a hablar Cassandra haciendo malabares con todo lo que llevaba—. Quedamos en el bar que da a la piscina en cinco minutos. Dejo el material y, de paso, recluto a más personas. A ver si conseguimos animar el ambiente y que se cree una buena competición.

Mientras la muchacha se alejaba por el lado contrario, nosotros salimos de la piscina, nos secamos un poco con la toalla y fuimos hacia el lugar que nos había indicado. Allí estaban ya Alfred y Carol, su pareja. Estaban tomando unos cócteles mientras disfrutaban del sol y del calor que hacía. Eran una pareja bastante joven, como Derek y yo. La mujer parecía tan sencilla como yo y su novio en seguida hizo migas con Derek.

—Buen partido, tío. —Ambos hicieron un choque de manos muy masculino.

—Lo mismo digo. Ese pase que has hecho ha sido una pasada —lo elogió mi hombretón.

Carol esbozó una sonrisita.

—Como para no serlo. Este musculitos fue campeón de voleibol en la universidad. Fue una lástima que tuviera que dejarlo.

Abrí los ojos por la sorpresa.

—¡Vaya! Eso es increíble.

Los dos nos invitaron a sentarnos en su mesa y, al instante, un camarero se acercó a nosotros.

—¿Desean tomar algo?

Derek miró la carta con atención y, con un gesto, me indicó los cócteles sin alcohol. La verdad es que tenían muy buena pinta.

—Yo quiero un Cosmopolitan y ella...

—Un San Francisco sin alcohol —pedí.

Cuando el hombre se fue, Carol habló con una pizca de curiosidad en la voz:

—¿Sabes, Elliana? Eres la primera mujer que conozco que consume los cócteles sin alcohol.

No había ni una sola migaja de burla en su tono, por lo que no me molesté. Simplemente me encogí de hombros, como si no fuese muy importante lo que fuera a decir.

—No me gusta el alcohol, si os soy sincera.

Las bebidas llegaron y nos sumergimos en una conversación muy divertida e interesante. De ese modo supimos que Alfred y Carol llevaban ya tres años juntos, y que llevaban viviendo juntos desde hacía medio año. Nosotros, por nuestra parte, les contamos un poco sobre nuestra relación, haciendo hincapié en la manera tan curiosa de conocernos.

—Es tan romántico —apuntó Carol con ojos soñadores. Con una mano se abanicaba el rostro con dramatismo—. Nosotros nos conocimos en una discoteca. Él es el amigo de un amigo de mi hermano y gracias a que este amigo invitó a mi hermano a su cumpleaños fue que nos conocimos. Desde entonces, no hemos parado de vivir aventuras.

Como la buena romántica empedernida que era, sonreí como una boba. Esa clase de historias de amor me fascinaban. Me alegraba mucho de ellos.

—Nuestra historia costó mucho que arrancase. —Derek apoyó una mano en mi espalda y con la otra se llevó la bebida a los labios. Tenía una pinta estupenda, pero el alcohol no era lo mío. No me gustaba la quemazón que sentía en la garganta al beberlo—. Mi bella flor me lo puso muy difícil al principio. Se hacía la dura e interesante, y por eso yo no cesé en intentar que saliera conmigo. Lo primero que me atrajo de ella, lo que me quitó el sueño por las noches, fueron sus preciosos ojos.

—¡Derek! —Estaba segura de que me había puesto roja como un tomate. Intenté ocultar el rubor con el cabello, pero él no me lo permitió. Dejó la bebida en la mesa y me apartó los mechones que había puesto estratégicamente sobre mi cara.

—¿Qué? —Me miró de manera inocente. Puse los ojos en blanco. Sí, claro. ¿A quién quería engañar?

Carol y alfred soltaron unas risas bastante escandalosas.

—Sois tan monos los dos. Hacéis muy buena pareja. Las revista no hacen justicia a tu belleza, Elliana —dijo Carol y yo me puse de nuevo roja.

—Muchas gracias. —Sonreí con timidez.

De pronto, Cassandra se acercó a nosotros. La seguía un grupo de cinco personas. Eran chavalitos de no más de veinte años. Se reían entre ellos, picándose los unos a los otros.

—Venga, ¿quién se anima a empezar?

—Yo. —Derek se ofreció voluntario. Me guiñó un ojo con descaro y me dio un beso en la mejilla con cariño.

—¿Ya sabes cómo va? El primero que llegue a cero gana.

La primera tirada de Derek me hizo gracia, más que nada porque se le fue fuera. El segundo dardo le dio al dos y el tercero, al uno.

—¡Así se hace, hombretón! —Reía al mismo tiempo que aplaudía a modo de burla. Me encantaba cuando su lado egocéntrico salía para impresionarme y causaba el efecto contrario.

La siguiente en salir fui yo. No hice la mejor tirada, pero, oye, superé la que hizo Derek. De todas las partidas que jugamos todas las ganó la misma persona: un chaval que, según nos enteramos, jugaba a los dardos muy a menudo. Claro, así era muy fácil ganar.

Después de la última partida, Cassandra nos avisó de que en diez minutos empezaría el aquagym, pero ni a Derek ni a mí nos apetecía, la verdad. Yo estaba pensando en otras formas de hacer ejercicio, y no precisamente en el agua. Así que tras la quinta derrota, lo que fue toda una patada para el orgullo de Derek, volvimos a nuestra suite cogidos de la mano.

.   .   .

—¿Quieres que nos demos un chapuzón? —me preguntó Derek aquella misma tarde. Había estado leyendo en el pequeño patio trasero que daba al jardín y a la piscina, sumida en aquella trama que tanto me estaba gustando—. Oye, ¿sabías que la autora de ese libro es una amiga de mi madre? —cuestionó de nuevo al ver lo que estaba leyendo. Sonrió al ver que el libro era de su sello.

—No, no lo sabía. Tenía muchas ganas de leerlo. Es una autora que me encanta. Es sencilla y directa con los detalles y las escenas de sexo son muy buenas.

Pasé la página para continuar leyendo, pero Derek no me dejó hacerlo. Con una mano cerró el libro mientras me miraba como si estuviera esperando algo. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que me había hecho una pregunta. Reí internamente mientras rebobinaba la conversación en mi cabeza.

—Ah —murmuré. Me puse colorada—. Perdona, no sé en dónde tengo la cabeza. Claro, déjame terminar el capítulo y nos metemos en nuestra piscina privada. —A pesar de que no fue malintencionado, no pude evitar que mi tono tuviese matices pícaros.

Derek me dio un beso en la coronilla y esperó a mi lado a que terminara de devorar la novela. Mientras, él sacó su iPad y enredó en él. Llegó a tal punto que mi vena chismosa no pudo evitar cotillear qué estaba haciendo. Sonreí triunfal cuando vi que estaba metido en Wattpad.

—Vaya, vaya. Veo que te has vuelto adicto —solté con un tono burlesco.

Él hizo una mueca y se encogió de hombros, sin apartar la vista de la pantalla.

—Solo estaba buscando alguna novela que mereciera la pena publicar bajo el sello FosterWords, pero no encuentro ninguna. Es tan difícil hallar una joya donde hay tanto desastre.

Acerqué mi silla a la suya. Estábamos sentados bajo un toldo que nos daba bastante sombra. Había una mesa de cristal y cuatro sillas cuando nos instalamos, pero guardamos dos de ellas porque no las íbamos a utilizar.

—¿Crees que mi novela es una joya? —me atreví a preguntar con timidez.

En aquel instante él sí apartó la vista de la pantalla y me miró como si la pregunta tuviera trampa.

—Por supuesto que lo es. ¿Acaso lo dudabas? Créeme si te digo que es una de las novelas de romance empalagoso que más tiempo me ha tenido enganchado en mucho tiempo. Tienes talento, Elliana. Ya es hora de que lo veas.

Sus palabras eran tan familiares. Eran similares a la de mis amigos. Me mordí el labio inferior con fuerza, pensando que quizás él no estaba siendo objetivo. Sin embargo, la manera en la que me contactó y la expresión que puso al descubrir que yo era la persona tras Sirenia me dio a entender que su valoración no había sido para nada subjetiva.

—¿Sabes cómo descubrí tu historia?

Lo miré con miles de interrogantes reflejados en mis ojos. Aquella era una muy buena pregunta. ¿Cómo, de entre tantas novelas, justo había elegido la mía?

—Por favor.

Él esbozó una sonrisa dulce.

—Mi hermana tiene la culpa de todo. Ella es una adicta a Wattpad y ella fue quien insistió en que debía leer tu historia porque tenías talento. Ella es un as en todo esto, toda una cazatalentos. Estoy deseando que trabaje para la editorial.

Ver cómo se le iluminaba la cara al hablar de su hermana pequeña me llegó al corazón. Aquel amor de hermanos que tenían me recordaba mucho a mi relación con Jay Jay. A pesar de haber tenido nuestras broncas cuando éramos más pequeños, siempre fuimos en cierta manera inseparables. Incluso desarrollamos gustos similares.

Le acaricié la mejilla con una mano y, con la otra, le aparté un pequeño mechón de los ojos que me impedía verle ese rostro tan bonito que poseía. Él cerró los ojos y disfrutó de mi contacto.

—Es una gran chica. Yo también estoy deseando que empiece y se una a la plantilla. ¿Cuándo va a hacerlo?

Sus ojos verdes se abrieron y me miraron directamente a los ojos, azul contra verde. No pude evitar sonreír sin dejar de acariciarle el rostro maravillada. Tenía un rastro de barba de tres días que raspaba un poco. Ese pequeño lunar se elevó un poco en cuanto esa sonrisa que me mataba salió de su escondite.

—Después del verano empezará, bella flor.

Me besó la palma de la mano. Fue tan casual, tan natural, que me derritió por dentro.

En un momento dado, se levantó de la silla y me cogió en brazos. Solté un grito de júbilo mezclado con una exclamación de asombro.

—Y ahora, bella flor, vamos a utilizar esta piscina. Me muero por darme un buen baño los dos solos.

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Nota de autora:

¡Feliz miércoles, mis enredados y enredadas!

Menudo capítulo. Por fin estos dos se relajan un poco. ¿Qué os ha parecido a vosotros? Repasemos:

1. Primer día en el hotel.

2. Cómo Derek se come a Elliana con los ojos.

3. El voleibol acuático.

4. Alfred y Carol.

5. Los dardos.

6. Hablando sobre las novelas de Elli.

7. Un chapuzón juntos en su piscina privada. ¿Qué podría salir mal?

Esto ha sido todo. Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el viernes! Besos.

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