Capítulo 15: En las buenas y en las malas
Capítulo 15: en las buenas y en las malas
Derek:
El verano estaba cerca. Las vacaciones también. Solo quedaban unas semanas para poder disfrutar de mi buen merecido periodo de descanso. Estaba planeando un viaje sorpresa para mi bella y para mí. Sabía lo mucho que le gustaba viajar y aprender cosas nuevas, por lo que estaba ultimando los últimos detalles antes de darle la sorpresa.
Los días calurosos eran notables y el traje me daba mucho calor. Casi siempre debía quitarme la chaqueta cuando estaba en la empresa. Nueva York era conocido por sus veranos calurosos.
Aquel día hizo muchísimo calor, tanto que mientras estaba en el ascensor me fui quitando la chaqueta y la corbata, y remangando las mangas de mi camisa. No veía la hora de llegar a casa.
Era un poco tarde. Me había tenido que quedar en la empresa a hacer horas extras. Al parecer, el imbécil de Tyler nos estaba quitando clientes. Quiero decir, según veía les hacía ofertas mucho más tentadoras que las nuestras a los escritores que FosterWords fichaba. Estaba loco.
Desde el día en que juró venganza había estado alerta. No sé por qué, pero ese hombre me daba mala espina. Solo esperaba que dejara en paz a Elliana.
Al entrar en el apartamento, me encontré con una imagen hermosa. Mi bella flor estaba en el salón, sentada con las piernas cruzadas. En una mano sujetaba el teléfono fijo mientras que en la otra apoyaba la cabeza. Se había deshecho la trenza que se había hecho aquella mañana y ese vestido azul que se había vuelto mi favorito por lo bien que le sentaba seguía en ella.
—Hola, cariño —la saludé.
—Hombretón.
Me acerqué a ella y le di un beso suave y casto, apenas un leve roce de nuestros labios.
En cuanto se separó, dijo unas palabras en ruso que no entendí. Al principio no entendí aquel cambio tan repentino de idioma hasta que caí en la cuenta de que no se estaba dirigiendo a mí. Estaba hablando con alguien por teléfono. Me pregunté quién sería.
Le revolví el pelo con naturalidad y, tras depositar un beso en su coronilla, fui hacia nuestra habitación. Cogí ropa cómoda y unos calzoncillos limpios. Quería darme una buena ducha; quería quitarme de encima aquel calor tan pegajoso y el sudor del día.
Ya bajo el agua, empecé a cantar una canción pegadiza que no dejaba de sonar en la radio. Darme una ducha, cantar y sentir la sensación del agua en mi piel me relaja muchísimo. Era uno de mis mayores placeres. En mi juventud fui un adolescente que se tiraba bastante en la ducha y esa manía no se había extinguido. No era un hombre muy fanático de los baños, aunque había descubierto que a Elliana le encantaban. No os mentiré, se había convertido en otra de mis fantasías follar con ella en la bañera.
Al salir ya vestido del baño y totalmente renovado, Elliana seguía hablando por teléfono. Reía de algo que había dicho la persona al otro lado del auricular. Estaba tan feliz y relajada que no pude evitar esbozar una sonrisa también.
Me acerqué de nuevo a ella, le di un beso en la mejilla, cogí el libro que el día anterior había dejado en la mesita de cristal y me acomodé a su lado. No leí mucho, la verdad. No es que no pudiera leer si a mi alrededor había una o más conversaciones. Lo que pasaba es que era la primera vez que escuchaba a mi bella flor manteniendo una conversación en otro idioma. Era consciente de que manejaba muy bien otras lenguas, porque en FosterWords era parte del equipo de traducción. Sin embargo, nunca la había escuchado hablar. Por eso me sorprendía tanto.
Tenía una desenvoltura y un desparpajo la mujer. Hablaba con seguridad y sin vergüenza, siendo plenamente consciente del control que tenía sobre la lengua.
En un momento dado, empecé a acariciarle el hombro desnudo. Estaba maravillado. Miraba su boca y cómo se movía para pronunciar aquellas palabras tan complicadas. Yo no sabía nada de ruso. Me parecía una lengua muy complicada, pero a ella parecía dársele bien y eso que cuando nos conocimos me dijo que solo lo chapurreaba.
Un rato después, colgó la llamada y dejó que su cabeza se apoyara en la mía. Permanecimos así, callados y en silencio, disfrutando de la compañía del otro, un rato. Su respiración era tranquila y pausada.
—No sabía que dominaras tan bien el ruso —rompí el silencio. Aún seguía maravillado por el descubrimiento que había hecho.
Ella se encogió de hombros.
—Más o menos.
La miré con incredulidad.
—¿Cómo que más o menos? Es una pasada. Se te da muy bien.
Elliana se empezó a poner roja. Intentó apartar la mirada, pero yo se lo impedí colocando una mano en su barbilla.
—Me manejo lo justo. Menos mal que tengo a mi amiga Natascha para que me enseñe. No sé de dónde sacará esa paciencia. —Sonrió con timidez—. No sé si ya te he contado que estuve un verano en Moscú. Si no fuera por ella, estoy convencida de que me habría perdido. Fue mi ángel salvador.
Le acaricié la mejilla. Lo que me contaba de ella era muy interesante y revelador.
—¿Qué te pareció? ¿Tuviste oportunidad de visitar más ciudades y pueblos del país?
Ella besó la palma de mi mano. El leve contacto me puso la piel de gallina.
—Siendo sincera, Rusia es un país que me ha sorprendido. Es precioso. He tenido la oportunidad de visitar lugares como el lago Baikal o las Siberias. También he estado en San Petersburgo, Sochi, Kazán y Ekaterimburgo. Me he quedado con ganas de más. De tener ocasión, volvería allí sin dudar. No sé qué miedo le tiene la gente con lo increíble que es.
Sonreí embobado e hipnotizado con sus palabras.
—Yo aún no he estado. Es un viaje que tengo pendiente. Mis padres, en cambio, sí han ido. Les gusta viajar, ya sabes. Antes de que mi madre me tuviera, recorrieron Rusia en el transiberiano.
—A mí me habría gustado cogerlo, pero iba con el tiempo justo. Trabajé muchas horas en la pastelería de mis padres para ganar el dinero del viaje. Tenía el dinero suficiente como para visitar a Natascha. Ella vino de Erasmus a mi clase en la universidad. Yo ya estaba aprendiendo ruso. Fue por eso que nos hicimos amigas. Bueno, y que es un encanto de persona. Al instante supo que no hablaba ruso con fluidez y tuvo mucha paciencia conmigo. Natascha habla un poco inglés, así que hicimos un intercambio cultural también.
Verla hablar con tanta pasión, ver cómo le brillaban los ojos y cómo se le iluminaba la cara, me hizo ver lo importante que era para ella. Yo no podía despegar la mirada de la de Elliana. Me sentía hechizado por su voz, como si fuese un cántico de una sirena. Ella era mi sirena, mi perdición.
—Hace dos años me invitó a pasar un verano en su casa en Moscú —continuó hablando—. Solo tuve que pagar el viaje, porque alojamiento ya tenía. Con lo que ahorré, pude ampliar el itinerario y quedarme unos días más. Además, mi amiga me hizo la gran mayoría de las visitas guiadas.
La acerqué a mí y le di un beso en la nuca, restregando después mi nariz en su pelo. Su fragancia invadió mis fosas nasales. Su aroma me era tan familiar y tan relajante.
—¡Qué morro tienes! Los mejores viajes son esos, cuando un nativo te enseña su cultura.
—Eso sí, te diré que hubo momentos en los que no entendía nada. No tenía el idioma tan bien aprendido como ahora, por lo que a la hora de hablar con alguien para pedir lo que fuera me costaba muchísimo. No sé si lo sabrás, pero lo que peor suelo llevar es la comunicación oral.
La miré con falso dramatismo. No me contaba nada nuevo.
—Qué me dices. —Esbocé una sonrisa ladina que precedió a la gran carcajada.
Ella me dio un golpe suave con la mano en el hombro. Puso los ojos en blanco.
—Serás bobo.
Otra carcajada se escapó de mi garganta. Le di un beso en el cuello, juguetón. Noté cómo se estremecía. La apreté más contra mi cuerpo. La empecé a acariciar con suavidad en los lugares en donde sabía que le gustaban. Ella se acurrucó más contra mí.
De un momento a otro, los dos estábamos sumidos en un beso tierno. Sus labios jugaban con los míos de esa manera tan dulce y deliciosa que la caracterizaba. Iba sin prisa, disfrutando del beso. Yo ya estaba noqueado por el efecto que causaba en mí.
Su lengua empezó a jugar con la mía y pronto el beso se tornó más pasional, aunque no dejaba de ser dulce. Elliana siempre dejaba su sello cuando me besaba y aquel no fue para menos. Cuando se separó, me quedé con ganas de más. Así que no dudé en devolvérselo.
Sus manos estaban enredadas en mi cuello y sus dedos jugaban en mi pelo, sus labios deliciosos eran mi perdición, su jadeo mostraba deleite. Todo apuntaba bien.
Sin embargo, el tono de llamada del teléfono de Elliana sonó. Al principio, ella no le hizo ni caso y continuó besándome y acariciándome. Al tercer intento, ella se separó de mí y soltó un breve suspiro. Al ver quién era, frunció el ceño.
—¿Sí? —Esperó a que el que estaba al otro lado de la línea le respondiera—. ¡¿Que ha hecho qué?! Voy a matarlo. —Volvió a quedarse callada. Inclinó la cabeza a un lado, tal y como hacía cada vez que escuchaba—. Sí, en veinte minutos estoy allí.
Colgó la llamada y me miró con una mezcla de intensidad y disculpa.
—Lo siento, hombretón. Debo marcharme. Winter me necesita.
Elliana:
Joder. ¡Qué cabrón!
Salí pitando del apartamento cogiendo el bolso que había armado a toda prisa. Llamé a la compañía de taxis y esperé a que llegara sentada en la acera. Movía el pie con impaciencia y mi cabeza iba a mil por hora.
Menudo hijo de puta. El chico con el que llevaba saliendo Winter la había dejado por teléfono. Le había mandado un mísero mensaje de texto. ¡Estamos tontos! ¡Menudo cobarde estaba hecho! Como me lo encontrara en la calle, os juro que lo despedazaría con mis manos. Ya decía yo que aquel hombre no me caía bien. Al final, había resultado ser como el imbécil de Tyler. Lo peor es que la pobre de Winter estaba muy enamorada de él.
¿Cómo coño osaba partirle el corazón a mi mejor amiga? ¿Por qué cojones no había tenido los huevos de dejarla cara a cara? Vamos, eso es muy ruin.
El taxi llegó en cinco minutos. Me subí y le di la dirección a todo correr. Era una urgencia. Tocaba noche de chicas, películas tristes y mucho dulce y helado.
—¿No puede ir más rápido? —le pregunté al taxista, un hombre bastante majo y amigable.
—Lo siento, señorita, pero voy todo lo rápido que puedo.
Pronto nos adentramos en Nueva York. Poco a poco nos fuimos acercando a la zona tan familiar y tranquila en donde había compartido el apartamento con mis amigas desde que nos mudamos a la gran ciudad tras terminar la universidad en Phoenix.
Al llegar, le pagué al taxista y tras darle las gracias, salí corriendo de allí. Había cogido las llaves de mi antiguo apartamento, porque por fortuna aún las conservaba. Entré en el portal, lo atravesé y esperé a que el ascensor llegara.
Se me estaba haciendo eterno el viaje y eso que solo estaba a veinte minutos del que compartía con Derek. Moví la pierna de nuevo con impaciencia. Vi con desesperación cómo iba bajando de una manera lenta.
Cuando por fin llegó al bajo, subí en él y pulsé el botón. Al instante, la música tan relajante que ponían en los ascensores empezó a sonar. Me era tan familiar y la había echado tanto de menos. Aunque estaba tan a gusto viviendo con Derek y tenía tantas ganas de que ambos nos mudásemos a nuestra primera casa. Eso si antes dábamos con la adecuada, claro.
Llegué a la planta y, de nuevo, volví a salir a toda pastilla. Recorrí el pasillo y, al llegar a la puerta de mi apartamento, metí la llave, o lo intenté. Se me cayeron al suelo con un ruido estruendoso. Fue tanto que la puerta de mi apartamento se abrió sola.
Genevieve estaba al otro lado. Su mirada estaba triste. Me agarró del brazo y me metió dentro a la fuerza.
—Por fin. Necesito tu ayuda. Winter está fuera de sí. No parece ella.
Estaba preocupada, como yo.
La entrada daba directa al salón. Estaba vacío. No había ni rastro de Winter. Miré la estancia un tanto alarmada. ¿Dónde estaba?
—Está encerrada en su habitación. No ha parado de llorar.
Menudo hijo de puta, cabrón, gilipollas y demás sinónimos. ¿Cómo osaba romperle el corazón a Winter? Era un capullo integral.
Fui hacia el dormitorio de Winter. La puerta de madera estaba cerrada. No obstante, desde el otro lado escuchaba su llanto amortiguado. Toqué la puerta, pero no recibí respuesta alguna. Volví a golpear con fuerza, pero nada. Tres intentos más tarde, recibí una respuesta escueta:
—Déjame en paz. Quiero estar sola y hundirme en mi miseria.
Su voz estaba ronca por el llanto, rota y apagada. Lo que más caracterizaba a aquella rubia era su entusiasmo constante y ese desparpajo con el que hablaba. En aquel momento parecía que se había desinflado por completo, como un globo que es explotado. Ese imbécil le había reventado ese corazón tan bondadoso que tenía.
No esperé más para intervenir. Abrí la puerta y me metí en la estancia decorada con el buen gusto que ella tenía. Había diseños aquí y allá, hojas en la papelera y pinturas encima de su escritorio. Pero ella no estaba trabajando, no. Ella estaba tumbada en la cama bocabajo, llorando desolada. Estaba destrozada.
Me partía el corazón verla así. Tenía que intervenir como fuera.
—¡Te he dicho que me dejaras en paz! —gritó con fuerza, aunque sus palabras perdieron parte de su efecto al ser amortiguadas por la almohada.
Me acerqué a ella, me senté en la cama y empecé a acariciarle la espalda con ternura. Winter se tensó bajo mi contacto; mas no se quejó.
—Ya sé que duele, nena. Sé lo cabronazo que ha sido y, si me permites decirlo, me parece un gallina por haberte dejado con un mensaje. En mi opinión, no tenía los huevos bien puestos. Así que mejor para ti. Te has dado cuenta de quién era antes de cometer el error de dejarle pertenecer a tu vida por más tiempo.
Al escuchar mi voz, ella se dio la vuelta y me miró con sorpresa.
—Elli, ¿qué haces aquí? —preguntó con la voz rota.
Nunca antes había visto a Winter tan destrozada. Ni siquiera cuando en el instituto rompió con sus novios. Sí que debía de estar enamorada de ese energúmeno. Me daba tanta rabia que la hubiese dejado así, de esa manera tan asquerosa.
Le di un gran abrazo de oso. Ella lloraba como una magdalena. No estaba maquillada y su pelo estaba hecho un asco. Era muy poco frecuente verla así de desaliñada. A mi amiga le gustaba arreglarse y ponerse mona, más cuando al día siguiente no tenía que ir a trabajar y por ello saldría por la noche. No obstante, su imagen en aquel instante no indicaba que saldría. Estaba en pijama, tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar y unas pocas ganas de salir.
—He venido en cuanto me he enterado, nena. —Le di un beso en la frente—. Genevieve me lo ha contado. Nora y Emily vienen de camino. Hoy toca noche de chicas y pelis tristes. Y helado y mucho dulce. Genevieve se ha encargado de todo.
—No me apetece.
Aquel tono tan seco no era propio de ella. Winter era una mujer tan dulce y con tanta energía. ¿En dónde se había ocultado?
—Vamos. Lo pasaremos bien y pondremos a parir a ese cabrón.
Ella hizo una mueca, como si hubiese comido el más ácido de los limones.
—Es un hijo de puta, mamón, imbécil, gilipollas... Arg, me odio a mí misma por haberme enamorado de él. —Sus ojos empezaron a cristalizarse—. Porque lo amaba, Elli. Mucho. Pensaba que era el indicado, mi príncipe azul.
Le acaricié el cabello con mimo.
—Para encontrar al príncipe indicado hay que besar muchos sapos. Él era un sapo, solo que estaba disfrazado de príncipe azul y no lo veías. Pero, por suerte, te has dado cuenta a tiempo.
Ella hipó.
—Yo le quería... le quiero —dijo con la voz apagada y los ojos tristes. Al instante, volvió a romper a llorar. Mierda. Esto de consolar se me estaba dando fatal.
El timbre del apartamento sonó. A través de las paredes se escuchaba la voz amortiguada de Emily y Nora. Agudizando mucho el oído, oí cómo Emily le preguntaba a Genevieve por el estado de Winter.
Unos pasos resonaron en el pasillo hasta que se detuvieron frente a la puerta. Sin tocarla, Emily y Nora irrumpieron en la habitación.
—Winter, nos hemos enterado de todo —la saludo Nora dándole un gran abrazo. La rubia seguía llorando como si no hubiera un mañana sobre mi hombro.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó Emily con interés, dándole también un abrazo.
Ella bufó. Las miró con los ojos empañados de lágrimas y una chispa de rabia en la mirada.
—Teniendo en cuenta que me acaban de dejar de la manera más penosa posible, no, no estoy bien. Estoy echa un asco. Normal que él ya no me quiera más.
Le acaricié ese cabello tan bonito que ella tenía.
—Winter, eres una mujer maravillosa. Él se lo pierde. Es un estúpido por perderse a un bombón como tú —intenté animarla.
Ella sorbió por la nariz.
—No solo eso. Eres increíble y talentosa. Si ese gilipollas no es capaz de apreciarlo, peor para él —añadió Emily.
Winter estaba tan triste y desolada. Hacía tiempo, mucho diría yo, que no la veía así.
En ese momento, Genevieve entró en el dormitorio y nos miró.
—Venga, chicas. Es hora de que animemos un poco a nuestra amiga. Hoy nos toca noche de chicas. Nora ha traído tu peli favorita, esa en la que aparece tu actor favorito sin camiseta. El helado está en el congelador listo para que lo devoremos y ya he puesto los dulces en la mesa. Solo nos queda acurrucarnos en el sofá y taparnos con una buena manta.
—No sé, no me apetece.
Le di un apretón en el hombro.
—No dejes que el mundo se paralice por él. Ningún hombre merece tus lágrimas —la animé.
Suspiró.
—Está bien. Pero solo espero que hayáis comprado mi sabor favorito de helado y que sea un bote enorme. Necesito una sobredosis de azúcar ahora mismo.
Se levantó de la cama y salió de su habitación. Me quedé de piedra. Bueno, yo y todas. No esperaba que diera su brazo a torcer tan rápido.
—¿Venís o qué? —gritó desde la sala.
Emily, Nora, Genevieve y yo movimos el culo y le hicimos compañía en el sofá. Pusimos la película, dispuestas a llorar como magdalenas y a devorar los litros de helado que Emily había comprado en el supermercado.
—Gracias, chicas, por intentar animarme.
Todas la envolvimos en un abrazo.
—Para eso están las amigas. En las buenas y en las malas. —Le guiñé un ojo.
¿Qué sería de mí si no las tuviera? La vida sería tan aburrida. Es cierto que nuestras personalidades muchas veces chocaban. Pero he ahí lo bueno. Nos compensábamos. Nuestras diferencias nos unían más.
Para mí aquella tarde y noche no fue un sacrificio. Desde pequeña había aprendido a valorar a mis amigos. Y es que gracias a ellos había conseguido superar mi ruptura con Tyler. Juntos éramos imparables y sabía que nada ni nadie podría con nosotras si permanecíamos unidas.
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Nota de autora:
¡Feliz miércoles!
¡Sorpresa! He decidido actualizar también los miércoles, dado que tengo la novela terminada. ¿Qué os parece la idea?
Menudo capítulo. No os podréis quejar, eh. Es bastante largo. ¿Qué os ha parecido? Repasemos:
1. Derek encuentra a Elli hablando en ruso y se queda embobado.
2. Elli le cuenta a Derek su viaje por Rusia.
3. Mimos y besos.
4. Pobre Winter. Ese cabronazo la ha dejado por mensaje.
5. Amigas al poder. Noche de pelis tristes, helado y mucho dulce.
6. Las amigas están para lo bueno y para lo malo.
Esto ha sido todo. Espero que os haya gustado. ¡Nos vemos el viernes! Os quiero de aquí al infinito, ida y vuelta. Besos.
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