Capítulo 12: Pequeños pasos
Capítulo 12: Pequeños pasos
Derek:
Las próximas semanas transcurrieron con rapidez. Los días se me hacían cortos y el trabajo se hacía ameno cuando a la salida me esperaba una mujer increíble y maravillosa, aquella de la que estaba enamorado.
Sí, puede sonaros muy cursi, pero así era yo. Era un hombre que lo daba todo en una relación. Siempre intentaría hacer feliz a mi pareja; siempre intentaría agasajarla y halagarla.
Ya deberíais de conocerme bien.
Las últimas semanas estuvimos viendo casas, mas ninguna me parecía lo suficientemente buena. Y es que yo buscaba un lugar en donde poder, a posteriori, criar a mi familia. Porque quería pasar el resto de mi vida con Elliana, eso lo tenía claro. Si bien a veces acabábamos discutiendo, sabía que ella era la indicada. Estaba seguro.
—¿Qué te ha parecido la casa, hombretón?
Las palabras de mi bella flor me sacaron de mis pensamientos. Me había quedado callado de repente, pesando en todo por unos instantes. Pensaba en el cabrón de Tyler y en lo que querría; pensaba en mi siguiente sorpresa para Elliana.
Me encogí de hombros al mismo tiempo que fruncía los labios. La verdad es que no me había causado ninguna impresión.
—Creo que es demasiada simple y, además, no está acorde con nuestro estilo.
Tampoco es que hubiera prestado mucha atención. Después de haber visto más de una docena de viviendas, todas me empezaban a parecer iguales. Cocina, baño, uno o dos dormitorios, un salón y un garaje. A veces ni eso. E incluso en muchas ocasiones el precio era demasiado elevado para lo que veía. En definitiva, no me parecían muy atractivas para vivir.
Elliana frunció los labios.
—Me ha gustado la cocina. Estaba muy bien equipada. Y el salón era muy amplio.
En aquellos puntos le di la razón.
—No negaré que me ha dado la sensación de que es una casa muy acogedora, pero no es lo que creo que buscamos. O, bueno, no es lo que yo busco. No me ha enamorado, no me ha hecho querer comprarla —argumenté.
Ella sonrió.
—Tampoco me ha enamorado. —Se acercó a mí y me abrazó por la espalda. Aún seguíamos en el barrio. Habíamos decidido dar un paseo y disfrutar la tarde tan buena que había quedado. El ambiente era tan cálido y el sol brillaba tan fuerte que nos había dado pena no aprovecharlo.
En un momento dado, sentí los labios de mi bella flor en mi hombro. Su beso fue suave, sutil. Mientras, me dejaba mecer por la suave brisa primaveral. Estaba tan a gusto así.
—Deberíamos seguir mirando, ¿no crees? —propuse.
La hice girar entre mis brazos y, antes de soltarla, le di un beso tierno en los labios. Tomé su mano y entrelacé nuestros dedos.
La zona era muy buena. Estábamos en uno de los mejores barrios y, debido a ello, los precios eran muy altos. Otra de las cosas que no me habían gustado era el precio descomunal por el que estaba la casa. No lo merecía. Sí, podía estar en un buen barrio, pero era un disparate. Había viviendas mucho mejores en otras zonas por un precio similar.
—Creo que ya sé lo que quiero —dijo Elliana mientras avanzaba a mi lado.
Apreté su mano y acaricié sus dedos con los míos. La miré a los ojos por un instante y creí perderme en el océano de su mirada.
—Te escucho.
Para mí la opinión de ella era fundamental. Quería que nuestro hogar tuviera nuestra esencia. Quería que ambos nos sintiéramos cómodos en él.
—No quiero una casa muy grande. Sin embargo, me gustaría poder tener un lugar en el que crear mis novelas. Ya sabes, como un despacho. Un sitio en el que encerrarme durante horas y poder trabajar.
Me gustaba la idea del despacho. Es más, yo también quería uno para mí.
—Ya somos dos. Me gustaría tener mi propio espacio de trabajo, como el que tengo en nuestro apartamento. Me gusta tu idea. Ya nos imagino a los dos. —Sonreí al ver en mi mente la imagen de los dos encerrados en aquellas estancias. Una idea me vino a la cabeza, una idea que sabía que a mi bella flor le encantaría.
—¿Por qué me estás mirando de esa manera? ¿Por qué estás sonriendo de manera ladina? —preguntó Elliana al mismo tiempo que alzaba una ceja. Me sorprendía mucho la gran intuición que tenía.
—Por nada —mentí, aunque mi sonrisa me delataba de nuevo—. Solo estoy pensando en tu despacho, en ti allí metida. He pensado en que te gustaría que tuviera unas vistas bonitas, ¿verdad?
Ella se encogió de hombros.
—Me vale todo lo que me provoque esa sensación de paz que me mantiene sumida en mi propio mundo. Ya sabes, como la terraza de nuestro dormitorio o una tarde lluviosa y un buen chocolate.
Pensé en ella escribiendo y al instante otra imagen se me vino a la cabeza: la de nosotros dos haciendo el amor en su despacho. Uf, si seguía pensando en esas cosas, llevaría a mi bella flor al apartamento antes de lo deseado y la haría mía. Debía mantener la mente en calma.
Nos quedamos callados unos minutos. Llegamos a un pequeño parque, tranquilo y bonito. Había familias disfrutando de la tarde que había quedado y amigos charlando sobre algún que otro tema. Los niños corrían por el césped jugando a saber tú qué cosas, gritando de manera eufórica. Elliana se había quedado anclada en el sitio, con la mirada perdida. Conocía muy bien ese gesto en ella. Su mente estaba ideando algo. Alguna escena o simplemente algo que la preocupara. Por cómo inclinaba la cabeza supe que estaba maquinando alguna escena. Era algo que siempre hacía cuando se encerraba a escribir. Puede que ella no notara mi presencia, pero siempre me fijaba en ella. Me había acostumbrado tanto a tenerla conmigo que el escuchar el tecleo de su ordenador se había vuelto uno de los sonidos más relajantes que había escuchado en mi vida.
De pronto, sacó de su chaqueta una pequeña libreta y empezó a anotar algo que no me dejó ver. Más bien, no me dio tiempo a leerlo, ya que ella se puso a escribir con avidez. Otra cosa que debéis saber de ella es que siempre llevaba consigo un cuaderno. Al principio, me sorprendió. Más que nada me pareció raro. No obstante, ahora se había vuelto un gesto muy cotidiano.
—Bella flor, ¿estás bie...? —Pero ella no me dejó terminar la pregunta.
—Espera un momento, hombretón. Se me acaba de ocurrir la escena final de mi nueva novela.
Sus palabras me sorprendieron. ¡Pero si acababa de empezarla! ¿Cómo era posible que ya supiera cómo iba a terminar?
—Aún sigo sin entender cómo lo haces —murmuré.
Ella detuvo el bolígrafo un momento para mirarme con la confusión teñida en sus ojos.
—¿Hacer qué?
Le acaricié el pelo con ternura para después despeinarla con malicia.
—Seguir sorprendiéndome día a día. No sé cómo lo haces. No sé cómo consigues tenerme cautivado.
Elliana sonrió con inocencia.
—Es mi efecto. Ya deberías estar acostumbrado. —Me guiñó un ojo con descaro.
No pude evitar cogerla en brazos y hacernos girar. Ella gritó con euforia y yo reí a carcajada suelta. Era feliz y eso era lo único que me importaba.
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Nota de autora:
¡Feliz miércoles!
Estamos de aniversario. ¡Hoy hace dos años que empecé a publicar en Wattpad Palabras Enredadas, la primera parte de la trilogía Amor Enredado! No me lo creo. Ha crecido tanto. Jamás pensé que esta trilogía llegaría a gustaros tanto. Muchas gracias por leerla y disfrutarla. Es un gustazo escribir y comparti con vosotros mis creaciones.
¿Qué os ha parecido el capítulo? Ya sé que es algo corto (creo que es el más corto de toda la novela). Prometo que el del viernes os gustará. Repasemos:
1. Elliana y Derek viendo casas.
2. Derek quiere formar una familia con Elli.
3. Elli en modo escritora (a veces yo también me pongo así. Saco una libreta o un cuaderno y apunto mis ideas).
4. Elliana siendo descarada.
Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el viernes! Os mando un ramo de besos. Os quiero.
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