Capítulo único
Eyyyy hace muuucho tiempo que no subía algo. A este relato le tengo mucho cariño porque me demoré mucho en escribirlo jajaja y porque no sé, es el más largo y elaborado. Y... chan, pasan cosas inesperadas. Okay, no tanto, pero creo que representa muy bien la historia de Dereth y Ellette (de Leiriu) Yo creo que esto, este relato, hay que leerlo después de haber leído los anteriores o se va a entender poquísimo porque doy realmente pocas aclaraciones.
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Sueños e Historias
Esto era su culpa. No podía dejar de repetírselo una y otra vez, mientras intentaba por todos los medios no acabar de perder los estribos. Cosa que era difícil porque su ausencia era diferente a cualquier otra ausencia vivida anteriormente. Esta vez no era solo la lejanía por sus objetivos, sino que por sus estúpidas aventuras. Las aventuras que se suponía solo debían vivir ellos, como secretos íntimos que nunca deben ser revelados… Y sin embargo, ahí estaba nuevamente solo, con los secretos vueltos públicos y con Ellette en peligro.
La respiración se había vuelto desacompasada y sentía los músculos contraídos. Sus pies seguían en contacto con la arena mojada de la orilla del mar. Su piel abrazada por el sol y brillante por el sudor. Su mente lejos, con ella. La odió y la quiso más. Se sintió más contradictorio que nunca y así como aumentaba ese sentimiento de culpa, desconocido pero de alguna manera inmediatamente aprehendido, también se acrecentaba su preocupación. El entendimiento del peligro que no puede ser eludido solo con su propio poder. La vulnerabilidad.
-¿Qué es la libertad Dereth? ¿La prefieres antes que a ella?- preguntó el hombre que se encontraba unos pasos más alejado de la costa, también sobre la arena, pero despreocupado. Una mirada suspicaz iluminaba sus ojos de tintes dorados como el whiskey añejo, mientras una sonrisa a medio terminar insistía en permanecer en su rostro. En sus manos, un laúd.
-No estoy de humor para estas cosas, no tengo nada que contar
-Claro que sí. Apuesto a que tienes mucho que contar.- Dereth ante sus palabras simplemente lo observó, desviando la mirada que hasta el momento había estado clavada en las sombras de un castillo perdido en el horizonte.
-Eso no importa.
-Claro que importa, sobre todo desde que yo tal vez podría ayudarte a recuperarla.- La mirada del elfo que antes había sido solo de reconocimiento se transformó en dagas buscando atravesar las defensas del otro. El bardo no sintió la amenaza ni cambió de actitud. De hecho, completó su sonrisa por fin.
-¿Qué quieres?
-Solo una historia- dijo comenzando a pasar sus dedos sobre las cuerdas del laúd.
-Bien –contestó luego de pensarlo un momento-, pero debes prometer que tu ayuda vendrá antes de que el día acabe. Sin trucos o lo lamentarás.- Su rostro estaba volviéndose rojo y no por el sol, sino que producto de la frustración. Por el enojo de saberse inútil y también, simple y lisa y llanamente por la rabia contra los idiotas que habían osado meterse en su camino. Incluyendo al bardo.
-Lo juro.- Sus manos no se despegaron del instrumento musical. Las de Dereth habían comenzado a juguetear con una sandalia color lavanda.
-Bien, escucha bien porque solo te contaré esto una vez-advirtió tomando un respiro y sin despegar la vista esta vez de la pequeña prenda en su mano-. Todo partió con una promesa, como la mayoría de las tragedias.
Dereth no tenía la otra sandalia, aunque claro, ese no era exactamente el problema.
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La lluvia había caído toda la noche sin dar siquiera un respiro al techo de material barato de la posada. A pesar de eso todos dormían, quizás pensando que así podrían evitar los estragos que el aguacero producía. Como si el cerrar los ojos evitara que el cielo se nos viniera encima. Por supuesto, eso no cambiaba nada, todo seguía igual; el agua continuaba cayendo haciendo que el terreno antes firme se transformara en una piscina de barro y yo seguía allí, esperándolos.
A favor de su profesionalismo, antes de ir a dormir habían estado charlando sobre estrategias para asesinarme, aunque cada una de ellas fuera más estúpida que la otra. Vale, tal vez ni siquiera estúpida era la palabra que las definía, pero sin lugar a dudas la sensatez tampoco estaba inscrita en sus planes. Por algún extraño motivo estos héroes creían que con la simple fuerza bruta –o alguna clase de súper ataque conjunto- lograrían hacerme daño. No entendía cómo a estas alturas insistían en lo mismo, cómo no acababan de comprender que tendrían que ser más creativos que eso si pretendían romper mis defensas. Es decir, habían estado ya varios meses a mi siga, habíamos librado las suficientes batallas también… había habido un número considerable de bajas como para que sentaran cabeza de una vez. Pero no, continuaban con esas ideas en mente.
A veces me preguntaba qué clase de seres dementes eran los que me enfrentaban. Otras, prefería volver a olvidarme de ellos, y al igual que ahora simplemente concentrarme en Ellette; al fin y al cabo ella era la única razón de que estuviera allí en ese momento.
El hada acababa de despertar luego de que los primeros rayos de sol se asomaran por fin entre nubes ahora más claras. O tal vez, el sol había decidido hacer acto de presencia simplemente porque por fin ella había abierto los ojos ¿Qué gracia tenía brillar si ella no estaba ahí
Lo que no tenía sentido eran sus pasos. Había salido de la posada hacia el bosque que la rodeaba, sumergiendo sus pies en el fango, enterrándolos hasta las rodillas a momentos, sin que pareciera importarle nada de eso. Caminaba como si cada pisada hubiera sido planificada de esa manera, como si las manchas que en el vestido quedaban en el proceso fueran parte de algún extraño y nuevo proceso creativo. No me sorprendería que así fuera, pero no por eso me gustaba el verla e esta manera. Su mirada, que si bien reflejaba decisión, a momentos se volvía vulnerable, aumentando mis aprehensiones. Su cuerpo a pesar de lo anterior temblaba con el frío que aun con el sol se mantenía en el ambiente.
El día, al fin y al cabo era solo un día de sol de invierno. No había calor, solo placebos de él con el astro rey en el cielo.
Entre todos los pensamientos y mientras continuaba siguiéndola, ese sentimiento incómodo que siempre cuando la veía decía presente comenzó a manifestarse. Ese anhelo no solo de ella, sino que de protegerla, de acunarla entre mis brazos y no dejarla ir nunca. El mundo era una mierda, pero por alguna razón, ese intruso que insistía en colarse en mi pecho, y mi cabeza me decía que yo podía evitarlo para ella. A veces decidía simplemente dejarme llevar por él, o quizás él se apoderaba de mí. Puede también que fuera simplemente yo mismo siguiendo mis instintos.
Más allá de cualquiera que fueran las razones, me acerqué al hada y levanté. Sus pies en el aire, mis manos en su cintura. Era demasiado frágil…
-¿Qué crees que haces?- reclamó intentando darse la vuelta para observarme.
-Velar por tu salud al parecer.
-No necesito de ti, soy una poderosa princesa hada, no una mujer indefensa en el bosque…-siguió reclamando hasta que llegamos a un claro, sin fango, sin rastros de lluvia. Esta vez ella estaba frente a mí. No la solté aunque sus pies tocaban la tierra, ahora un simple césped verde como si fuera primavera-. Suéltame- susurró.
Ignoré su petición, sentándola en una roca cercana y comenzando a limpiar el barro de sus piernas con un pañuelo que Nadine ridículamente había dejado en mi bolsillo. Era de color rosa y puntos verdes, desentonaba con el etéreo vestido azul cielo que Ellette vestía, pero me dio igual. Seguí acariciando la planta de sus pies, que por el paseo descalza estaban llenos de magulladuras… me esmeré en limpiarlas, para luego subir por sus tobillos y de ahí emprender el camino hasta su rodilla. Era minucioso en mi trabajo, ignorando las palabras de Ellette preguntándome por qué hacía esto. Quizás fingía no oír porque me sentía confundido, aunque lo cierto, es que no quería que supiera lo mucho que ella me afectaba también. Que no terminara de comprender lo mucho que necesitaba de su presencia o cualquier contacto.
-No puedes hacer esto cada vez que te aburras- habló esta vez más decidida y mirándome a los ojos. Detrás de sus palabras vi reclamo y me gustó. Nunca me consideré demasiado obsesivo, no me gustaba especialmente hacer daño a la gente, tampoco me molestaba del todo… pero esto era distinto, disfrutaba de la necesidad morbosa que también ella tenía. Disfrutaba sabiendo que le dolía el pensar que me acercaba a ella solo por aburrimiento o el destino.
-Claro que puedo, aun así hoy vengo con una misión más importante.
-¿Cuál?
-Hace un tiempo prometí que te llevaría al mar.- Los ojos de ellas se iluminaron un poco ante mis palabras. Creo que podría escribir cientos de páginas sobre los cambios de humor reflejados en su mirada. Esperanza.
-Tú nunca cumples tus promesas-su voz era fuerte y clara, su expresión no del todo decidida. Era su maldita coraza, esa que insistía en poner como si no hubiera caído en este juego desde el principio.
-Solo que sí lo hago, lo haré hoy en este caso.
-¿Y dónde se supone que iremos?-preguntó menos decidida que antes, con la mirada menos oscura y el asomo de una sonrisa en sus labios. Curiosidad.
-A una aventura por supuesto. Desde la costa daremos un paseo una barca…-comencé a hablar, sacando una de las sandalias que había traído para ella. Para el viaje-.
-No me pondré eso en mis pies, no me gustan, no los necesito-dijo apenas me acerqué con ellas. Ignoré sus palabras y decidí hacer lo que pretendía, esquivando sus pataleos y miradas furiosas.
-¿En serio quieres hacer esto Ellette? Porque se me ocurren muchas maneras de ponerte las sandalias; algunas muy creativas.
Por fin se quedó quieta, aunque creo más por estar sorprendida que por hacerme caso. Sonreí.
-No las necesito…-siguió murmurando.
-Claro que sí, iremos en un barco donde pueden haber materiales que podrían hacerte daño. Las necesitas o serías una carga para mí.
No era cierto. Por alguna razón el hada nunca me parecía una carga, era más bien una presencia requerida. Algo deseado. No se lo diría.
-Se te ha olvidado algo, no he aceptado ir contigo a ninguna parte.
-Pero Ellette, acabas de hacerlo – dije descendiendo con mi boca hasta sus pies y besando los espacios que los zapatos no habían cubierto-. Me has dado tus pasos.
-¿Te llevarás solo mis pasos?-cuestionó esta vez tranquila y sonriendo. Entrega.
Sonreí. Luego de eso, también subí hasta su rostro ignorando sus labios para darle un beso rápido en la punta de su nariz respingada, luego en el lóbulo de su oreja y finalmente en sus parpados. Luego dejé los resquemores y alcancé sus labios, seguía fríos, y me animó la idea de darles calor. También pasó por mi mente la idea de dejar los resquemores atrás, y hacer que este contacto que no planeaba ser más que una demostración se transformara en un encuentro profundo de ambos. Finalmente simplemente me alejé, al final del día el resultado sería mejor si seguíamos lo planeado. Claramente no fue así… pero en ese momento estaba convencido de ello.
-Me llevo tus sentidos y tus pasos Ellette, me temo que tendrás que venir conmigo.- Su sonrisa se había ido, pero sus ojos brillaban.
-Me temo que sí.
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La costa de las brujas era clara y luminosa. O tal vez solo hoy era así. Cada año una semana antes del término del invierno se permitía a un grupo de humanos traspasar las fronteras que la magia había puesto para ser partícipes del ritual de los sueños. Era bastante simple, pero a las brujas les gustaba darle el toque de misticismo que los humanos están locos por comprar… Se trataba simplemente de una transacción justa, donde a ellos se les permitía vivir sus fantasías una noche mientras ellas se hacían con la fuerza de estas mismas. Ellette y yo simplemente aprovecharíamos el paseo, al final de éste había una fiesta. Sería divertido, especial y solamente los dos sin sus compañeros con sus tonterías. Sin ellos también como recordatorio de qué era lo que nos separaba.
La verdad es que el que estuviera algo emocionado al respecto era bastante patético.
-Recuérdame por qué también debo llevar una capa… - comenzó a reclamar Ellette. Era de color lila, y lo suficientemente larga como para cubrir su figura hasta los tobillos, ocultando el vestido de tonos fríos, y prácticamente transparente. Yo debo ser un masoquista encubierto o algo así, quizás por eso había insistido con lo de la capa. Aunque para ella también tenía una excusa razonable.
-El agua de mar te hará daño, la brisa marina está llena de ella… es una precaución. Además aun está el tiempo como para utilizarla… ¿o debo interpretar tu negativa como que quieres permanecer pseudo desnuda a mi lado?
-Tú me diste el vestido, quizás traspasas tus anhelos a mí.
-No, solo soy artístico para vestirte Ellette.
El hada iba a responderme algo, pero no pudo hacerlo a tiempo. Los humanos comenzaban a llegar y nosotros debíamos hacer el complejo trabajo de colarnos cuando las guardas del barco se bajaran por fin para dejar pasar a los humanos que se habían inscrito.
-No te atrevas ni siquiera a respirar – dije envolviéndola en mi propia capa. Estando así de cerca podía sentir mejor su cuerpo ahora tibio. Su rostro había quedado contra mi pecho y mis brazos de nuevo la envolvían-. Esto puede ser un poco movido…
- Contigo las cosas siempre lo son-susurró más para sí misma, pero aun así la oí.
Un par de minutos más tarde estábamos sobre la cubierta del barco. La embarcación era de madera blanca y líneas elegantes, que no evitaban que este mismo fuera imponente; su tamaño hacía parecer a los pequeños botes cercanos hormigas, y si lo observabas desde la playa solo lo verías a él y no el horizonte.
-¿Te gusta?
-Sí – dijo mientras se acercaba peligrosamente a la proa del barco. El lugar había comenzado a llenarse de seres humanos charlando sobre la maravillosa experiencia que estaban por vivir, sintiéndose afortunados por poder cumplir sus fantasías. Me preguntaba si se sentirían así si supieran que una vez cumplidas no habría vuelta atrás, y que si su sueño era ser cantante, después de hoy eso ya no existiría-. En este lugar las cosas buenas se hacen realidad.
-Pero quita demasiado en el proceso-respondí a sus palabras, deteniéndola para que no llegara hasta la punta de la embarcación. Con las sandalias puestas había trastrabillado más de una vez en el recorrido, y no quería que cayera al mar… además así podría sentirla. No, era por su seguridad.
-Sí, pero a nosotros no ¿verdad?-Sonreí.
-No, a nosotros no. Tú eres la poderosa princesa Ellette y yo Kra Dereth, cómo sería eso posible.- Ella también sonrió.
-¿A qué hemos venido hasta acá entonces?
-A cumplir mi promesa. Te dije que te llevaría a conocer el mar y acá estamos.
-Desde acá no puedo ni siquiera tocarlo… y con esta capa no puedo sentir la brisa. Para verlo de lejos me podrías haber llevado un cuadro.
En el fondo sabía que no era eso lo que pensaba, solo que quería más. Al fin y al cabo estábamos en un barco en el que todos hablaban de sueños e ilusiones pronto a ser cumplidas. Era fácil envidiarlos, envidiarlos a ellos y sus placeres efímeros. Envidiar el ver que por al menos unas horas serían plenos. Aunque fueran unos instantes habría sido lo mismo.
-El barco ya partió –murmuré en vez de decir algo respecto a la promesa de conocer el mar. Poco a poco los que estaban junto a nosotros comenzaron a congelarse donde estaban. Fueron de un instante a otro estatuas de piedra, realmente de un cristal oscuro.
-¿Esto es normal? –susurró Ellette. Antes de que subiéramos le había contado acerca del lugar, y aunque el afán de aventura la había hecho seguir adelante, supongo que el verlo era distinto.
-Lo es –respondí avanzando hacia donde un joven se había quedado congelado observando el mar-. El cristal que los envuelve va cambiando de color a medida que van completando sus anhelos, cuando ya la ilusión fue hecha, es de un color dorado. Después es ese mismo cristal que ahora envuelve a los cuerpos el que se llevan las brujas.
-¿Vale la pena?
-Tendrías que preguntárselo a uno de ellos, personalmente creo que es un alivio para sus vidas. La mayoría se pasa toda la vida sin cumplir ni por un momento sus sueños y con la frustración de ver que no sucede, acá les dan la experiencia y el alivio para que no vuelvan a desearla.
-¿Y si pasa eso significa algo todo lo que vivieron?-Siguió cuestionando, esta vez inspeccionando a las personas, acariciando el cristal que poco a poco y a ritmos distintos iba aclarándose.
-¿Quién sabe? Pero Ellette, estás ignorando un factor fundamental.- Había caminado hasta donde estaba. Ella volteó ante mis palabras.
-¿Cuál?
-Ese sentimiento de plenitud que te invade una vez tienes eso que tanto deseabas – dije quitando la capa de sus hombros y despejando su rostro-, ¿sabes a lo que me refiero?
-Puede que tenga una idea… - habló mientras enterraba mi rostro en su cuello. Olía a primavera, a frescura y vida. Quise llenarme de ella, robarme su olor y que por lo menos éste siempre me acompañara.
Sonreí al notar que se había puesto nerviosa. Su pulso desestabilizado, la respiración contenida.
-Yo no –susurré antes de mirarla a los ojos. Había vuelto a respirar, pero estaba sonrojada. Sabía que en lo general podía salir de cualquier situación y que siempre así también tenía algo que decir. Sin embargo, los momentos de vulnerabilidad inmediata la perseguían; disfrutaba de estos. Me gustaba ver sus mejillas con color y sus miradas de anhelo. Me gustaba todo de ella realmente, pero tenía la necesidad absurda de ver que era mutuo, que no era solo yo el que perdía la cabeza por ella.
-¿No?
-Todavía –aclaré antes de acercarme más a ella, de acercarla más a mí, y besarla. No fue un beso casto, no podía serlo si no tenía la intención de dejarla escapar ni aunque rogara por ello. Su boca era dulce y luego de ahogar un gemido ante lo inesperado del contacto, me correspondió.
Sus manos se aferraron a mi camisa y sus pies en punta intentaban llegar hasta mí para profundizar el beso. Quise reír al verla así, también puede que quisiera reír porque estaba drogado por su presencia y me hiciera feliz tenerla conmigo por fin. Por fin, y esta vez de verdad. Mía, realmente mía. Completamente.
El aire comenzó a faltar, pero no me importó. Podría asfixiarme en sus labios, pero también podría hacerlo en su cuello, sus pechos, sus piernas. Podía morir si con eso fuera capaz de hacerme con cada parte de su cuerpo. Me separé de su boca, y aun cuando todavía el aire no volviera a mis pulmones besé su clavícula, su cuello, mientras mis manos la aferraban con fuerza al mío. Mis dedos enterrados en su cintura.
-¿Estás jugando Dereth?
-¿Parezco estar jugando? –respondí jadeante sin alejarme; no aun.
-Contigo nunca se sabe una maldita cosa –reclamó y quise reír. No reí, esta vez sí separé mis labios de su piel, tomé su rostro en mis manos y miré.
-No estoy jugando Ellette, dime sinceramente ¿parezco estarlo haciendo? –Tal vez mi voz sonó desesperada, o quizás fui lo suficientemente sincero, pero me creyó. En su mirada esta vez se estableció un brillo de satisfacción.
-No –gimió despacio antes de besarme ella esta vez. La razón olvidada por el contacto de sus labios y la necesidad en sus manos.
Sin esperar más invitación que esa, alcé su cuerpo del suelo, ella enredó sus piernas en mí. Las sandalias olvidadas en el suelo, el deseo de hacerla mía instalado no solo en mi cuerpo, en mi mente, en mi alma. Me volví loco de necesidad, el beso y caricias pasaron de un acto apasionado al de un loco que por fin ha encontrado lo que tanto había buscado. Mordí su labio inferior a lo que mis manos subían por sus muslos en un toque potente, olvidando la provocación y simplemente tomando lo que me pertenecía. Ella era mía, así lo había sido siempre. ¿No era de eso de lo que hablaba Nadine siempre? De que Ellette era mi destino.
A esto se debían referir todos, a que ella había sido hecha para mí, para que nuestros cuerpos encajaran… y no se me ocurría una mejor manera en que ella pudiera darme la luz de la que tanto hablaban. Así debía ser, ella conmigo, yo robándome su aliento y sus sentidos. Gimiendo contra sus labios, contra sus pechos una vez que su cuerpo estuvo a mi merced en la cabina. Estábamos solos y a la vez morbosamente acompañados. De cualquier manera no me importaba.
-Así que conocer el mar ¿eh? –rió mientras con mi boca lamía sus pezones y mis dientes tiraban de ellos.
-¿Preferirías estar en una playa, caminando por la costa, ahora mismo Ellette?-cuestioné idiotamente enfadado porque sus palabras me habían hecho hablar y alejarme de ella.
-No, nunca –respondió rápido. Eso me gustó más. Mis labios volvieron a sellar los suyos mientras terminaba de quitar con mis manos su vestido, dejando solo su cuerpo completamente expuesto.
-Eres hermosa- susurré mientras me apartaba un poco, esta vez a consciencia, para observar su cuerpo. Su piel suave y cubierta de trazados de plata que parecían fluir por su cuerpo ante mis caricias, sus pezones estimulados y erguidos, su vientre plano y piernas esbeltas. Era perfecta, pero no de una perfección mecánica o esperada, sino que esa perfección artística escondida en las particularidades… en su cabello plateado y ojos que parecían traspasar el alma. Sin embargo, lo que más me gustaba de la visión de su cuerpo no era la física normal de su figura, sino que la entrega que veía en ella, en que no se escondiera, en su rostro aún sonrojado y su cabello desparramado entre las tablas del piso de la cabina.
Mis manos volvieron a encontrarse con su piel, y aunque no fue un contacto profundo fue lo suficiente como para canalizar esa energía que siempre que nos encontrábamos comenzaba a arder lentamente, como los rastros de una hoguera que nunca se apagó del todo, o tal vez que nunca habíamos logrado encender, pero que ahora parecía echar chispas. Sonreí, mientras bajaba mi boca hasta sus rodillas repartiendo besos en ellas hasta llegar a sus muslos mientras sostenía sus caderas que comenzaban a arquearse buscando más, no solo una promesa, sino que el contacto de mi lengua con su sexo, con su punto más sensible.
Esta vez decidí dejar de ser un imbécil y darle lo que quería, darme lo que quería también. Lo que partió con un beso en el contorno de su sexo se transformó en una caricia de mi lengua en su interior completamente expuesto. Me gustó sentirla, lamerla, hacerla mía con mi boca. Follarla con la lengua y mordisquearla suavemente, sintiéndola cada vez más mojada… quise beber todo de ella, robarme su esencia, como si con eso pudiera asegurarme su deseo. Como si con que me llevara esta parte de ella y la hiciera mía, ella jamás podría separarse de mí.
Y mientras mi rostro seguía enterrado entre sus muslos, ella susurraba mi nombre, como una súplica, aunque no estaba seguro de qué exactamente, si de mi lengua o para que la follara. No me importó descubrir su significado en ese momento, y solo sostuve con más fuerza sus caderas contra mí, acariciando con mis manos sus muslos y trasero, perdiéndome en sus curvas, mientras sus jadeos se seguían entremezclando con mi nombre, que finalmente se perdió en un último gemido cuando llegó al orgasmo. No me importó que se corriera, yo seguía anhelándola, queriendo más de ella, mi boca siguió en su sexo, tomando sus fluidos y buscando crear en su voz nuevos gemidos, quitarle la respiración.
-¿No estás siendo un poco egoísta Dereth?-alcanzó a decir entre suspiros, sin dejar de arquear sus caderas en busca de más a pesar de sus palabras.
-Parecía que lo disfrutabas –dije mientras uno de mis dedos se enterraba en su sexo, y mirándola fijamente a los ojos, disfrutando su reacción ante la invasión inesperada.
-Lo hago, pero sé que tú no… y yo no soy egoísta. Egoísta del placer –siguió hablando, aunque esta vez con más dificultad. Seguía tomando su sexo con mis manos, otro de mis dedos se adentraba en ella, para luego en un movimiento apresurado salir solo para volver a su interior, hasta seguir un ritmo perezoso de caricias profundas.
-Ellette, créeme, lo estoy disfrutando muchísimo-
Había acercado mi boca a su cuello, lamiéndolo y besándolo hasta llegar al lóbulo de su oreja, para luego pasar a la comisura de sus labios. Una vez allí su boca buscó la mía y volvimos a besarnos, incluso con más fuerza que antes. Esta vez sus manos sostuvieron con fuerza mi rostro, y mientras las mías seguían follándola, mi cuerpo se movió sobre ella también, haciendo que sintiera lo excitado que estaba, como mi polla se endurecía por ella. Que de una vez por todas fuera del todo consciente de lo que su presencia hacía en mí.
Un nuevo estremecimiento recorrió su cuerpo, y supe que nuevamente había llegado a su climax. Lágrimas cayeron de sus ojos, pero estaba bien, así eran las hadas… ellas siempre lloraban cuando alcanzaban placer, y las lágrimas en el rostro de Ellette solo la hacían ver más hermosa. Quise secarlas con mis labios, y estaba a punto de hacerlo, cuando lo que solo eran lágrimas se transformaron en sollozos. Ella estaba llorando de verdad.
-¿Ellette?¿qué pasa?-pregunté confundido, ella solo siguió sollozando. Yo me pregunté si no lo había arruinado todo, y el cómo lo había hecho. Quizás ella no me quería… quizás no era mejor que esos mortales…-¿Ellette?
-Tú simplemente no quieres esto ¿verdad?-preguntó ella esta vez cubriendo su rostro con uno de sus brazos-. No quieres hacerme el amor, solo estás jugando conmigo de nuevo. Es eso ¿verdad?
-¿De qué estás hablando? No seas tonta Ellette…
-¡No me llames tonta! No entiendes, nunca has entendido-seguía diciendo, casi gritando y alejándome de ella. Alejándome y haciendo que una angustia incontrolable se colara esta vez en mí-. No quieres follarme, no quieres hacerme el amor, solo es uno de tus estúpidos juegos ¡Tus estúpidos juegos! ¡Solamente soy tu herramienta! ¡No eres diferente!
-¡¡Basta!!-hablé por fin, sosteniéndola y evitando que me alejara. Me gustaría decir que lo hacía por su salud mental, solo por su bienestar, pero la verdad es que me asustaba que se alejara, que no quisiera verme de nuevo, que perdiéramos esta oportunidad de estar juntos-. Basta Ellette- volví a decir antes de besarla; al principio se resistió un poco, pero luego simplemente se dejó llevar y tirando de mi cabello profundizó el beso haciendo que a momentos nuestros dientes chocaran y mordiendo también mis labios.
-Te odio-murmuró cuando mi boca volvió a descender a su cuello.
-No, no lo haces.
-Dereth solo respóndeme. ¿Tú me…- Sabía lo que venía después, no necesitaba que terminara su pregunta. Era la duda eterna de si hacía esto solo por la profecía o por ella, de si guardaba sentimientos o no. Y aunque sabía mi respuesta no podía dejar que terminara su cuestionamiento. Solo podía responder antes de verme expuesto y acobardarme.
-Sí, sí, sí… -susurré volviendo a sus labios, a besarla esta vez superficialmente sobre ellos-. Más que a nadie Ellette, más que a nada, más que a mi vida… deberías saberlo-. Seguí diciendo abrazándola con fuerza, besándola esta vez desesperadamente, esperando que nuevamente me creyera, que no se alejara. No soportaría que lo hiciera y tampoco estaba seguro de si podría aceptarlo. Ella era mía, lo sabía y era tan fuerte la consciencia de este hecho dentro de mí que no sabía si podría vivir sin ella. Mis palabras eran más ciertas de lo que parecían.
Ella seguía llorando, aunque a momentos se le escapaba una sonrisa… eso era suficiente. Mientras no la besara así siempre debía estar, sonriendo o suspirando.
Terminé de desvestirme yo esta vez, aunque había explorado el cuerpo del hada habíamos seguido en diferentes condiciones, y mientras lo hacía no soportaba la lejanía, y me volvía a besarla mientras ella intentaba ayudar y terminaba liando más las cosas. Cuando estuvimos los dos desnudos volvimos a abrazarnos, a explorar nuestros cuerpos, a acariciarnos sin ninguna clase de pudor, sin dejarnos nada del cuerpo del otro, buscando refugio y calor en el otro.
-Mía-susurré
-Tuya –respondió, antes de que volviera a besarla, y antes también de que por fin entrara en ella…
Sentir su sexo en mi lengua o en mis manos había sido suficiente para volverme loco, para alimentar mi necesidad, para aumentar la posesividad que realmente desde que la había visto en el bosque en otoño había surgido. El hacerla mía, el entrar por fin en ella era toda una nueva categoría, podría haberme corrido solo por el hecho de sentir su sexo envolviendo el mío, solo por el hecho de estar dentro de ella, unidos como nunca antes lo habíamos estado, siendo por fin uno solo, de verdad.
Empujé en su interior en un principio con movimientos lentos, solo deleitándome con el hecho de por fin estar juntos, de recorrer su interior con mi sexo. Nada más importaba en ese momento, daban igual las profecías y cualquier cosa que el destino nos pudo haber asignado caprichosamente, lo único importante, lo realmente relevante era el ser consciente más que nunca, de que así debíamos estar… de que ella era mía, no había ninguna duda de ello. Mi boca siempre debía estar en su cuerpo, en sus labios, y mi sexo en el de ella. Nunca deberíamos alejarnos, siempre debíamos quedarnos así… y aunque me convencía de ello, el anhelo por tener más de ella también surgía, y el ritmo que en un principio fue pausado fue acelerándose con el llamado de mi propio deseo y del de Ellette también. Yo empujaba con más fuerza en su sexo resbaladizo, buscando que me sintiera más, y ella a su vez alzaba sus caderas buscando sentirme con más fuerza; nos encontrábamos en la búsqueda del placer y de entregarnos al otro.
-Yo también Dereth… yo también, más que a nadie… -decía ellette besándome, alcanzando con sus labios a momentos solo mi barbilla, pero sin dejar de hacerlo, sin alejar sus labios y lengua de mi rostro, de mi cuello. Yo acariciaba su cuerpo, sus pechos, su trasero, buscando sentirla por completo, a la vez que los movimientos de mis caderas contra ella se volvían frenéticos, buscando el orgasmo, pero también buscando llegar más dentro de ella, más profundamente de lo que ningún hombre lo hubiera hecho, intentando borrar con esto a los demás. Solo yo debía existir en su cuerpo, y el rastro de cualquier otro debía ser eliminado de él. Ella era mía, y mientras la idea obsesiva de borrar las huellas ajenas de ella surgía en mi mente, la frustración también lo hacía… y por primera vez tal vez pude entender por qué lloraban las hadas. Quizás lloraban por lo efímero del momento, por saber que esto no duraría para siempre, y que la vida era demasiado larga en comparación con estos momentos, y que incluso estos momentos podrían ser borrados si llegaba alguien más que te llevaría a no ser más que la sombra en los recuerdos de alguien.
Yo no quería ser una sombra en Ellette, quería ser su todo, su razón para respirar, para vivir. Y aunque quería sus sonrisas y suspiros, también quería un anhelo que fuera al compás del mío, que fuera asfixiante.
Cuando el orgasmo por fin me alcanzó y acabé en su interior, quise gritar de frustración y satisfacción a la vez. Había sido increíble, mágico incluso aunque sonara estúpido. Su sexo, y su propio orgasmo como preludio del mío, se había contraído contra mi polla, casi como un masaje que me llevó al borde, a terminar. A que acabara todo, aun así seguí besándola, negándome a que terminara de verdad nuestro momento… no quería ser como las estatuas de cristal del barco que cuando por fin alcanzaban el color ámbar olvidaban todo.
-¿Sin arrepentimientos?-preguntó.
Yo solo besé sus labios nuevamente.
-Sin arrepentimientos Ellette.
Ella sonrió… y seguimos así, felices. Estúpidamente felices, sin arrepentimientos y siguiendo el proceso de descubrir en profundidad al otro… hasta que bueno, se liaron las cosas.
-¡Este barco queda bajo el control de Leon, el rey de las ilusiones!-Un gritó se oyó a lo lejos, haciendo que cualquier rastro de tranquilidad que hubiéramos tenido se evaporara. Nos vestimos rápida y silenciosamente, mientras yo me preguntaba qué clase de maldición pesaba sobre nosotros.
**************
El bardó dejó de lado su laúd. Dereth no le había contado todo, como por ejemplo las escenas subidas de tono, pero la verdad es que sus palabras habían sido suficientes. Él entendía, él más que nadie realmente comprendía.
-Leon es un liante… -susurró antes de volver a acercar los dedos perezosamente a las cuerdas de su instrumento musical.
-Es más que un liante, es un hijo de puta.
-¿Cómo negarlo?-volvió a murmurar el bardo, mirando esta vez el océano. Dejando que sus ojos vagaran en el horizonte, mientras meditaba con cuidado lo que podía y no podía decir, y hasta donde podría involucrarse.
-¿Y bien? ¿Cómo puedo salvarla?
-Aun no terminas tu historia…
-¡¡No es necesario terminar nada!! ¡Solo fuimos al estúpido barco y la secuestraron!
-Nunca es tan fácil Kra Dereth –dijo pronunciando su nombre de forma extraña, marcando con fuerza las “r” en su nombre-. Incluso tus silencios me cuentan parte de la historia, y la necesito Dereth, la necesito si quieres rescatar a la princesa.
-¿Por qué lo necesitarías?
-Porque Dereth, las palabras y las historias tienen un gran poder… Continúa
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Si me preguntaban por la primera vez que vi a Leon diría que no había nada sorprendente en él, su cabello castaño no brillaba con el sol y sus ojos parecían muertos como el color de las hojas caídas en otoño. Esas que están en el suelo y terminan siendo, si es que tienen suerte, un recuerdo en un libro. No había nada destacable en él, ni en su ropa, y probablemente lo más llamativo que tenía a su haber era la tripulación pirata que sin resquemor alguno rompía el material que se había formado desde los sueños de los humanos presentes. Estaban literalmente, robándose los sueños de las personas, no pude evitar pensar que era bastante irónico, así como tampoco pude evitar pensar la que se liaría cuando las brujas que esperaban en la orilla vieran lo que había sido de sus hermanas; quienes por supuesto estaban muertas.
-¿Qué están haciendo? –susurró Ellette, quien si mi instinto no me fallaba quería involucrarse en lo que estaba sucediendo.
-Un robo, estas cosas pasan- me limité a contestar, rogando internamente porque la hada no viera los cadáveres amontonados a mi derecha, escondidos detrás de uno de los humanos a quien aun no robaban.
-Los humanos…
-Están muertos – dije encogiéndome de hombros, generalmente habían un par de muertes, de esos con los deseos más fuertes… esos que no pueden ser arrebatados. Sin embargo, en esta ocasión el proceso no había terminado, estaban realmente arruinando el rito-. Ven- volví a hablar arrastrando a Ellette hacia un costado para que no nos vieran los intrusos, no es que temiera un enfrentamiento, es que no quería inmiscuirme en sus cosas, yo solo había venido acá por el paseo, no para hacer de héroe de los sueños o alguna tontería por el estilo.
Mientras seguía repasando lo que hacían los atacantes Ellette por fin vio lo que había sucedido. No gritó, pero sí dio un respingo lo suficientemente notorio como para hacerme saber que la situación le molestaba, o más que eso, la repugnaba; siendo una hada de luz la muerte no era tan ajena a ella como podría pensarse, sin embargo, tampoco era tan cercana como para no sobresaltarse por la violencia sin sentido. Ni siquiera en mis enfrentamientos con sus aliados los restos de las batallas habían sido tan escabrosos. Quienes atacaban ahora ni siquiera eran indiferentes, disfrutaban destruyendo.
-Tenemos que hacer algo – susurró intentando avanzar y dar a conocer nuestra presencia. Yo sostuve su brazo, esta no era nuestra jodida batalla.
-No.
-¡Los están matando sin razón! –exclamó con los ojos muy abiertos, no lloraba pero no había que ser un genio para ver lo afectada que estaba-. ¿De qué sirvió que entregaran sus sueños?- Finalmente susurró.
-Ya los vivieron Ellette, murieron felices… - No estaba seguro de eso, pero supongo que hubiera dado igual lo que le dijera, ella igualmente me habría dado esa mirada de decepción antes de soltarse y aparecer frente a ellos.
Realmente, ¿por qué no lo haría? No parecían ser la gran cosa, solo unos piratas fuertes físicamente que no se podrían comparar con un ser poderoso mágicamente como Ellette.
-Princesa – habló una voz mientras yo también dejaba de esconderme y seguía al hada. Ahora resulta obvio que lo mejor habría sido escapar, pero Leon no parecía una gran amenaza, sus ojos muertos eran engañosos.
-¡Detén esto! – respondió Ellette segura de sí misma. Al fin y al cabo ella era una princesa que sabía cómo manejar a las personas y utilizar su autoridad, yo solo me sentí estúpidamente orgulloso de ella. Leon sonrió.
-No- contestó. Sus ojos brillaron revelando la primera chispa de su verdadera personalidad-, pero podríamos hacer un trato princesa.
-No vamos a hacer ningún trato.- Esta vez hablé yo, tirando de Ellette para que quedara detrás de mí.
-¿Él habla por ti Ellette? ¿El asesino te representa?
Estreché la mirada y comencé a analizarlo más a consciencia, más allá de la previa observación. No me fijé esta vez en su ropa, ni siquiera en su mirada, sino que en cómo se posicionaba ante nosotros. En su sonrisita enigmática intentando crear discordia.
-¿Qué intentas hacer, pirata?
-Negociar, Kra Dereth- respondió tranquilamente, pronunciando mi nombre con desdén. Su tripulación rodeándolo como protección, y Ellette detrás de mí deseando avanzar y salvar a los pocos humanos idiotas que quedaban.
-¿Qué quieres? –logró pronunciar el hada, antes de que nuevamente le impidiera hablar adelantándome con alguna pregunta. El pirata se veía satisfecho por cómo actuó el hada, yo lo odié.
-Un beso, solo un tonto beso Ellette ¿Estás dispuesta?
Por alguna razón esperé su respuesta conteniendo la respiración. Ella se negó, y recién en ese momento pude exhalar, sosteniendo con más fuerza su mano.
-¿Por qué estás haciendo esto?
-¿Por qué no? ¿Por qué no debería haberlo hecho?
El viento antes tranquilo comenzó a golpear con fuerza, trayendo consigo un aroma dulzón a bosque, que no concordaba con el ambiente en el que nos encontrábamos; el mar antes tranquilo ahora buscaba hacerse con la embarcación que se ondulaba bruscamente con cada una de sus arremetidas. El mar y viento furiosos parecían oponerse a lo que ocurría en el barco.
-Porque las brujas te van a destruir por esto- respondí tranquilamente, ahora que ellette no parecía querer ponerse al medio me sentía más confiado.
-No les tengo miedo a las brujas- contestó acercándose más hasta donde estábamos -. No te temo tampoco a ti Kra Dereth, y a diferencia de los otros, no tengo nada particularmente en tu contra. Me ahorraste mucho trabajo.- Sonrió, y supe que ahí había algo más.
Un rayo cruzó el cielo, y el barco antes lleno de personas y sonidos se transformó en uno fantasma. Instintivamente busqué a Ellette a mi espalda, pero tampoco estaba, ni siquiera los humanos se veían cerca. Frenético recorrí el resto de la estructura, incluso la cabina, aunque fue en vano, en el fondo desde el primer momento lo había sabido. No había nadie allí, Ellette se había ido… y no por las buenas, una de sus sandalias estaba abandonada en el lugar que al principio había ocupado Leon.
-¡¡¡Leon!!! –grité esperando que alguien contestara, aunque tampoco creí que alguien lo haría. Mientras lo hacía lo que en un inicio fue solo una chispa de desesperación dio paso a algo más fuerte, una mezcla de culpa, impotencia y algo parecido a la histeria.
Seguí gritando su nombre sin parar por un par de minutos, sin esperanza todavía. Aun así Leon apareció, no en el barco, sino que en otra nave que se posicionaba frente a la de las brujas. Al final, Nadime no tenía razón, la esperanza daba igual, las cosas pasaban porque así deben ser simplemente.
-Kra Dereth, ¿me llamabas? – preguntó una voz, esta vez sus ojos dorados brillaban y su ropa de colores cálidos resaltaba frente al ambiente opaco del mar reflejando las nubes oscuras de tormenta.
-¿Dónde está?
-Pagando su deuda, elfo.- Me recrimino el reconocer recién en ese instante de quién se trataba… no era solo Leon, un pirata loco que se robaba los sueños humanos. Era Felhión, el Dios loco, dueño de las ilusiones y el que más menospreciaba de todos a los seres que habitaban la tierra; a él le daba igual si eras humano, elfo o bruja, lo único que le importaba era si caías en sus artimañas… Y todos terminaban cayendo.
-¿No habías pedido solo un beso? – me obligué a preguntar aun cuando la idea de ellos besándose me corroía.
-Un beso puede significar muchas cosas elfo. En este caso lo significo… todo.- se apresuró a decir con una sonrisa sabionda, como si tuviera en esas palabras la clave de algún secreto del que yo no era parte.
Yo sonreí, en ese momento me sentí arrogante. Estúpidamente arrogante ahora puedo decir; tenía la capa de Nadime y su embarcación estaba a la vista. Yo tenía las de ganar en mi mente, era solo un movimiento y podría rescatar a Ellette, o al menos así lo habría sido si hubiera habido algún barco al que llevar. Cuando cambié, solo me recibieron las olas y una risa.
-¡Arrogante elfo! – Se carcajeó Felhión ahora hablando desde el bote de las brujas-. Deberías saber que no puedes vencerme- suspiró olvidando la risa de antes-. Esto fue más aburrido de lo que pensé, como suponía y a pesar de tu fama no eres rival para mí… ¿Sabes por qué es así? – siguió hablando mientras yo observaba a la embarcación ondularse ahora más calmada entre olas menos enfocadas en voltearla. Solo observaba sin ver realmente, más preocupado en mi mente, porque no sabía dónde estaba Ellette y porque me venía de nuevo esa angustia de su presencia. No solo del anhelo de su compañía, sino que algo más elemental, el anhelo de su existencia en este mundo.
-¡Elfo! – alzó la voz Felhión, enfadado porque no le prestara atención, yo alcé la mirada hasta encontrarme con la suya. Él volvió a sonreír-. No venciste porque sigues dejándote llevar por las ilusiones, pudiste ver las ondas en el mar, sentiste el aroma del bosque y mi poder, Ellette estaba demasiado calmada para ser ella misma… te dejaste engañar por tus propios deseos elfo. Eres igual que ellos… ¡¡No eres mi rival!! – gritó riendo-. Tienes cientos de años, pero eso no te ha dado un conocimiento más profundo - meditó-, o quizás antes eras mejor que ahora, quizás te quito al hada porque necesito una distracción de calidad y con ella en el medio no funcionaría.
-Estás loco
-Al contrario Dereth, soy el más cuerdo, por eso puedo dominar las ilusiones. Solo alguien cuerdo puede usarlas sin caer en ellas. Yo calculo mientras tu vives- pronunció antes de desaparecer y hacer desaparecer ahora también el barco de las brujas. Me quedé solo en el mar, donde la zapatilla de Ellette por alguna razón seguía flotando ¿Era una señal? Probablemente no, pero era lo único que tenía y a lo único que me aferré antes de cambiar y volver a la costa. Algo era mejor que nada.
****
El bardo detuvo a Dereth quien había comenzado a divagar respecto a lo que tenía que hacer, y quien miraba ahora al zapato color lavanda con los ojos cristalinos y algo desenfocados. “¿Realmente era tan débil?” Seguía rondando por su mente.
-Ahora podemos rescatar a la princesa- dijo el bardo guardando el laúd en su estuche.
-¿Cómo? – habló nuevamente el elfo, dejando de lado las dudas de antes para enfocarse en la tarea principal. Olvidando sus preocupaciones sobre la debilidad, porque había algo que lo movía más allá de los resquemores.
-Vas a tener que confiar en mí- contestó, y entonces comenzó a tararear una melodía. El sonido era como un amanecer, como el amanecer soleado después de una tormenta, fresco y luminoso.
El barco de las brujas volvió a aparecer en el horizonte, acercándose a la costa.
-¿Cómo…?-
-Confía – volvió a decir simplemente caminando hacia el mar.
Dereth no dijo nada más. Aunque esto también fuera una ilusión prefirió creer, era lo único que le quedaba por hacer.
El sol aun cuando se estaba por esconder en el horizonte, seguía iluminando la costa con destellos anaranjados. El mar reflejaba el sol y brillaba. La embarcación avanzaba rápidamente como si tuviera claro su objetivo.
-¿Dónde está él? ¿De dónde lo conoces?
-Debes confiar Kra Dereth, de otra forma esto no va a funcionar… no se trata de mí. Se trata de tu historia –murmuró antes de sacar nuevamente el laúd y comenzar a tocar unas notas similares a las que tarareó al principio, que fueron cambiando hasta un climax de movimientos rápidos, precisos y hermosos; se transformó en una de esas melodías que escuchas bajo tensión esperando que se cometa un error.
Dereth contuvo la respiración hasta que lo que era un enredo de melodías que de alguna manera encajaban, se transformó en algo mucho más armonioso que finalmente dio paso al silencio.
Un aroma dulzón volvió a sentirse y una cueva apareció en la distancia.
Dereth miró con suspicacia al bardo, quien se apresuró a sacar un bote más pequeño del que pudieran bajar y entrar a la cueva en parte submarina ubicada debajo de un acantilado y franqueada por grandes piedras sobre las que las olas chocaban formando arena.
-¿Dereth? – habló el bardo, una vez estuvieron recorriendo el laberinto subterráneo-. No actúes sin que te lo diga… todo ya está dicho de tu parte.
El elfo no tenía idea de qué estaba hablando el tipo. Ni siquiera confiaba del todo en él a pesar de todo, quizás por eso solo lo observó decidiendo que si se presentaba la ocasión él defendería a Ellette; la tomaría en sus brazos y se irían. No le interesaban los juegos que tuviera entre manos Felhión.
-¿Cuál es tu nombre?
El bardo solo lo miró, pensando en lo irónica de la situación… en lo irónico de que no lo reconociera. De todas formas sonrió.
-Eso da igual, esta no es mi historia – susurró finalmente, a la vez que una especie de portal engullía el bote, lanzándolo a lo que parecía el salón de un palacio; el piso de mármol y ventanales dejando entrar la luz del crepúsculo en las paredes. El barco un recuerdo.
-Esto es inesperado – anunció una voz desde lo que parecía un trono de cristal cubierto de enredaderas-. ¿Qué haces acá narrador?- . El bardo se encogió de hombros.
-Contar historias, eso es lo que siempre hago.
Dereth apenas prestó atención a esas palabras, más ocupado observando la figura que ocupaba el asiento de la reina. Ellette no se veía fuera de lugar, usaba un vestido semitransparente y cubierto de joyas que chispeaban cuando se encontraban con la luz del sol… su mirada desenfocada.
-¿Qué le hiciste? –demandó Dereth.
-Pagó su precio, ya te lo dije elfo. Odio ser repetitivo- respondió aburrido, pero con la mirada chispeante. Lo estaba disfrutando, por eso había hecho todo el espectáculo del trono.
-¿Con un beso le quitaste su personalidad?
-Eso es irrelevante
-Felhión… tengo una historia – dijo el bardo ajeno a la mirada hostil que Dereth le brindaba ni tampoco a cómo éste mismo avanzaba con decisión hasta donde estaba el hada.
-¿Qué historia? –preguntó esta vez el aludido sin prestar atención a cómo Dereth tomaba al hada entre sus brazos, intentando sacarla del trance y traerla de vuelta.
El bardo sonrió.
-Es una historia de ilusiones… y de cómo se pierden-. La mirada de Felhión se iluminó.
-Ahora, esta es una ofrenda interesante –farfulló acomodándose en el trono.
-No es una ofrenda, es un intercambio, esta canción no fue creada por tu misión. Es una obra original mía, quiero algo a cambio.
-¡¡Vuelve a Ellette en sí!! ¿¿Qué diablos le hiciste?? – gritó Dereth aun con el hada albergada entre sus brazos. Felhión lo ignoró, pero aun así estaba furioso, se levantó precipitadamente de su asiento para encarar al bardo.
-Tú eres mi creación, no un jugador. No puedes negarme nada.
-Y sin embargo ahora mismo lo estoy haciendo, negociemos Felhión.
Las manos del bardo comenzaron a trazar movimientos sobre las cuerdas, la atención de Felhión completamente en ellas, hipnotizado.
-¿Qué quieres a cambio?
-Devuélvesela – respondió decidido mirando a Dereth quien seguía intentando restablecer al hada, quien seguía mirándolo confundida, como si no entendiera la presencia de éste ahí. Como si no entendiera lo que ella misma hacía allí. Dereth se sentía impotente y a la vez aliviado, quizás no era todo pero era un comienzo, mucho más que una simple zapatilla de todos modos; él podía trabajar con esto, no se quedaría así.
-¿Por qué te interesa que lo haga?
-No hay factor romántico en esto, el hada no puede acabar así. Soy un artista Felhión, no soportaría que este fuera su final. Además – agregó, olvidando la mirada afectuosa que le había brindado al hada unos instantes atrás-, puedo asegurarte que la melodía que te enseñaré podrás quedártela para ti, y dejarás una huella que cambiará el curso de la historia.
Felhión por fin sonrió.
-Bien, sorpréndeme bardo.- Dicho esto, el aludido comenzó a tocar. Felhión se acercó a Dereth, quien se negó a entregarle al hada, pero que no pudo impedir que éste tocara su frente y comenzara a devolverla en sí… mientras lo hacía, un polvo casi translucido dorado empezaba a cubrir su cuerpo. Parecía que a medida que se desarrollaba la melodía lo que al principio era solo una capa delgada que solo hacía brillar a Ellette, se fuera haciendo más sólida.
Dereth se quedó unos segundos en silencio.
-¿Le estás quitando sus sueños? –
-No elfo… le están quitando su historia. ¿No te enseñaron que no debes contarle tus historias a desconocidos?- contestó el Dios, escuchando con aprobación los sonidos que inundaban la estancia. Dereth también comenzó a prestarles atención, escuchando atentamente cada una de las notas y su significado, y entendiendo por fin lo que estaba perdiendo entre lo que parecía cuarzo rodeando al hada.
-No me lo habían enseñado, pero aprendí- habló por fin mirando fijamente a Felhión, y decidiendo aun con más fuerza que esto no se quedaría así. Ya había vencido a otros Dioses, no sería diferente con éste, y si creía que las ilusiones vencían a una realidad que él se encargaba de construir estaba equivocado.
-Eso espero elfo, de otra manera no sería divertido… -
Un silencio en la melodía, un movimiento más perezoso de los dedos del bardo sobre las cuerdas y un final deprimente, antes de una última nota de esperanza.
El Dios frunció el ceño, y el cristal alrededor de Ellette se rompió. El hada por fin tomó una respiración fuerte, abriendo sus ojos ahora inteligentes e inquietos. Una sonrisa de Dereth para ellos, y de nuevo el aroma dulzón.
Volvían al bosque, el palacio desaparecía, y una última palabra del bardo.
-No es todo, pero es algo…
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Una brisa más helada despertó a Ellette, quien estaba segura de que no se había puesto zapatos. Ella odiaba esas cosas, sus pies no los necesitaban y de hecho por algún motivo tenía la necesidad imperiosa de tocar con sus pies la hierba. Cuando lo hizo un suspiro de tranquilidad se deslizo desde su garganta.
Una vez levantada se dio cuenta de que Dereth la observaba.
-Ellette, qué piensas de una salida al mar – preguntó ansioso, expectante, diferente a cómo siempre se veía. Ahora no estaba en control, ni con expresión autosuficiente.
-¿Por eso me pusiste estas cosas? – dijo enarcando una ceja y arrojando las zapatillas lavandas hasta donde estaba el elfo. La expresión de Dereth se ensombreció.
-Da igual – habló antes de volverse de espaldas y empezar a alejarse.
-¿Dereth? – Él volteó y miró al hada, quien por algún motivo sentía la necesidad de decir algo, sin saber bien qué o por qué-. No me importaría usarlas para una salida al mar-. Él sonrió.
-No valdría la pena –susurró, aunque en su mirada se hubiera instalado un brillo de anhelo que hizo que Ellette sintiera ganas de llorar, sin embargo se contuvo.
-¿Estás seguro?-volvió a cuestionar-, puede que después te arrepientas.
Dereth rió sin ganas antes de volver de nuevo a alejarse.
-Sin arrepentimientos Ellette, sin arrepentimientos- repitió, dejando sola al hada.
Ellette por algún motivo repitió las últimas palabras del elfo de manera compulsiva en su mente, y esta vez cuando sintió ganas de llorar no se contuvo. Y aunque todavía había rastros de sol sintió frio.
Al fin y al cabo así era el sol de invierno.
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Ey, si llegaste hasta acá, ¡Gracias! Sé que es un relato bastante largo, así que eso. <3
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