Por aquellas fechas nos encontrábamos en septiembre, las calles comenzaban a iluminarse de verde, blanco y rojo, los tres colores dominaban todo el ambiente, desde las calles hasta las paredes de la escuela, al igual que aquel fervor que solo en ese mes se podía sentir, un mes feliz, lleno de esperanzas e ilusiones, todos nos encontrábamos efusivos, en especial Ángela, pues aquel además de ser el mes de la independencia era el de su cumpleaños.
—Creo que deberíamos organizar algo—comentaba ella, se encontraba sentada en nuestra cama, mientras Lorena y yo la escuchábamos.
Llevábamos mucho tiempo ahí, sin hacer nada en realidad, más que hablar. Jamás me había sentido tan bien en la compañía de alguien como me sentía con ellas, a su lado podría decir cualquier cosa. Conversábamos sobre cosas importantes, porque a mí me gustaba hablar de eso. Y es que para mí no había nada más importante que saber el color favorito de las personas con las que vivía, conocer sus miedos, saber si les gustaba el olor de la lluvia y la indefinida oscuridad de las tardes de verano.
—No lo sé...—dije yo, que estaba sentada a su lado, jugueteando con un mechón de su cabello castaño oscuro—deberíamos ir a algún lado.
—A un antro—sugirió Lorena, pero en verdad no sonaba convencida.
—No, Alejandro los odia—respondió Ángela, ahora revolviéndose en la cama hasta que su cabeza quedó en el borde, dejando que su cabello castaño callera en tiras lisas y brillosas al suelo
—Qué bueno, a mí tampoco me gustan —comenté, sorprendida al saber aquello, no creí que pudiera tener algo en común con Alex, quien ni siquiera se había tomado la molestia de pedirme disculpas por lo ocurrido con el cuaderno, actuaba como si él fuera el ofendido, evitaba cruzarse conmigo y no me hablaba más que para lo necesario, lo que no ocurría con Walter y Diego, pues ellos parecían quererme cada vez más, casi tanto como las chicas. Pasábamos juntos mucho tiempo, estudiábamos en la biblioteca o hacíamos cualquier cosa en sus habitaciones.
—Pues ya nos chingamos —declaró Ángela, al levantarse de la cama— además no tenemos dinero.
—Bueno, ese es el problema —comentó Lorena, sentada en la silla giratoria de su escritorio, con su cámara en las manos.
—Sí —continuó Ángela—vamos a terminar comiendo pizza en mi cuarto. Qué forma tan estupenda de celebrar mis diecinueve años.
—Y por eso deberías agradecer que estoy en tu vida—Irrumpió de pronto Alejandro en la habitación y como siempre, venia seguido de su hermano. Ambos venían aún con las mochilas colgando del hombro, seguro se habían quedado más tiempo en las salas de música o pintura. Las manos de Diego estaban manchadas de rojo en las puntas de los dedos, lo que me decía que estaba en lo cierto —Y que tengo una madre un poco arrepentida. —agregó.
—Ay—exclamó Ángela al tiempo que saltaba de la cama con facilidad pues aún tenía puestas las mallas negras que usaba en sus ensayos, casi siempre vestía ese tipo de ropa y zapatos muy cómodos— ¿Por qué, Alex?
—Porque tengo dinero —respondió este, sonriente, y extendió los brazos para recibir a Ángela que ya se aproximaba a él. —mamá se acordó de tu cumpleaños y nos mandó dinero.
En el tiempo que llevaba ahí, en el instituto Salazar, había notado que a Alex no se le daba bien abrazar a las personas, pero esto no aplicaba con Diego y con Ángela, pues a ellos los quería, a su forma extraña, pero los quería.
—Ay —se emocionó Ángela, estrujando con fuerza a Alex —¿cuánto?
—No es mucho—sonrió este —pero para algo nos alcanza.
Lo próximo que supe es que entre los dos habían coincidido en que querían ir a la playa, hablaban con alegría sobre eso como si todos los demás también lo hubiésemos acordado y a decir verdad no me molestaba estar incluida en sus planes.
—No creo que sea buena idea—los interrumpió Diego, que hasta ese momento no había abierto la boca, tan sólo nos había dedicado un asentamiento de cabeza y una sonrisa como saludo al entrar a la habitación. Se encontraba recargado en la pared de la entrada, muy cerca de la puerta —La playa esta como a cuatro horas de aquí.
—Tenemos dinero, Diego—lo silenció su hermano —además podemos ir en uno de los coches de papá.
Diego volvió a negar con la cabeza.
—Ya sabes cuánto se enojó con lo del choque—comentó, con la seriedad en su mirada—no creo que nos quiera a prestar otro.
—Se lo pediremos a Carlos—respondió Alex, volviéndose a ver a Ángela, que seguía emocionada con la idea.
Yo intercambié miradas con Lorena, preguntándole qué era todo aquello, hablaban de carros y de dinero como si tuviesen mucho, lo que era imposible porque ambos eran becados, todos lo éramos, y para ello teníamos que ser personas de bajos recursos. Lorena sólo se encogió de hombros y me sonrió, esa era su forma de decir que no me diría nada, o que en realidad no lo sabía.
Al final de la conversación todo estaba arreglado, no había más opciones, iríamos a la playa para celebrar el cumpleaños de Ángela. Saldríamos de la escuela el sábado por la por la mañana, llegaríamos a una casa en la playa que era propiedad de los padres de Alejandro y Diego, estaríamos ahí sábado y domingo, para regresar en la noche y presentarnos a clases el lunes como si nada hubiese pasado.
Los muchachos se marcharon con Ángela al cabo de una hora, diciendo que le avisarían a Walter sobre los planes, los tres salieron sin despedirse, incluso Diego, que tan sólo me miró al salir. Cuando me quedé sola con mi amiga y compañera de cuarto de inmediato me precipité hacia ella.
—Lorena —le dije, mientras esta se disponía a buscar ropa entre su armario—¿Los papás de Alex y Diego tienen dinero? —y lo había preguntado con un tono que daba a entender que me refería a mucho dinero.
—Bueno...—comentó ella, sin muchos ánimos de hablar, lo noté por su tono indeciso. —Algo así.
—No entiendo —dije, confundida— ¿entonces por qué están ellos dos aquí como becados?
—Porque...—dijo, pero se detuvo —bueno, no sé si deba contártelo, no es nada malo pero...
—Dime—la alenté, caminando hacia ella, que se recargó cerca de la puerta del baño.
—Su papá no les quiso pagar la universidad si no estudiaban la carrera que él quería.
Asentí con lentitud mientras entendía aquello. Ya en una ocasión, aquella del choque, le había oído hablar a Diego sobre eso, aunque nadie me había explicado nada después, ni yo había querido preguntar.
—¿Entonces no los apoyan en esto? —pregunté.
Lorena negó.
—Don Alejandro no quiere que sus hijos sean artistas sino políticos como él, así que no les apoya en esto, ni su mamá, de hecho los dejaron sin dinero cuando decidieron estudiar arte, no les fue muy bien, Ingrid. —me explicó. —por suerte consiguieron la beca.
—Vaya —dije. —Entonces por eso están molestos con él. —y aquello era una afirmación, pues había visto la forma en que ambos se expresaban de su padre, no con odio, pero sí con resentimiento, con enojo.
—Bueno, algo así —admitió Lorena, sentándose en el suelo, al igual que yo, con las piernas cruzadas —pero las cosas han mejorado un poco—continuó —la mamá de Alejandro les envía dinero, no mucho, sólo en ocasiones espéciales.
—¿Cómo ahora?—dije.
Lorena afirmó.
—¿Y entonces por eso Alex tiene ese humor de perros? —pregunté, ahora con la esperanza de por fin saber qué había detrás de aquel ceño fruncido, de aquellos fríos ojos verdes. Yo estaría muy molesta si me dejaran de pronto si dinero si estuviera muy acostumbrada a tenerlo. Quizá esa era su razón.
—No —comentó Lorena —bueno, no lo sé. Diego no se lo toma tan apecho, en todo caso.
—Hum —dije, mirando al suelo—, es cierto. Son tan diferentes entre ellos.
—Es obvio —musitó ella, entonces levanté la mirada, sorprendida.
—Son hermanos —dije, como si fuera una gran evidencia.
—Pero son adoptados —me informó, y aquello sí que me dejó sin habla.
Todo tenía sentido si eso era verdad, pues eran tan distintos, incluso en el físico, uno de piel morena y otro blanco como la leche, uno con ojos verdes y otro con ojos cafés, ambos como el día y la noche.
—¿Cómo? —pregunté, cuando pude hablar. —¿entonces los adoptaron?
—Bueno, no sé, algo así escuché—se rió Lorena con nerviosismo, y en aquel instante quise estrujarle el cuello porque era terrible explicando cosas, en definitiva el chisme a ella no se le daba, y no es que yo fuera entrometida, era sólo que esos chicos por alguna razón me importaban, de hecho más de lo que quería admitir. No sabía si mi interés se debía a mi fascinación innata por las historias familiares ajenas o a algo más.
—Explícame —susurré, esperanzada, sintiendo mi alma palpitar por la intriga.
—Es que es difícil —exclamó Lorena, agarrándose la cabeza, como si de pronto le doliera, —porque yo tampoco lo entiendo muy bien, solo los conozco desde hace dos años ¿Sabes qué? Mejor pregúntale a Ángela, ella sabe bien la historia.
Y luego de eso dio por finalizada la conversación, se metió al baño con su ropa de dormir y salió quince minutos más tarde con el cabello húmedo, en dirección a su cama.
—Buenas noches, Ingrid—dijo.
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Gracias por leer, ya no sé que decirles en cada nota, solo que estoy agradecida porque la hayan leído, es que jamás había publicado una novela con tantas partes, ya se me acabaron las ideas. XD
Este capitulo es uno de mis favoritos, no sé porqué, ni tiene tanto de especial, pero bueno, quizá esta primera parte es muy plana, pero la siguiente es mejor. <3 Amor para todos, en especial para carlasu, que me ha dejado unos lindos comentarios en los capítulos anteriores, así que este capítulo va dedicado para ti.
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