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Capítulo 7: "El impostor"

La situación había empeorado, por lo que Abel no sabía de qué era capaz Misa ahora que todos estaban enterados de su invasión, por eso echó un sutil vistazo a la chica para ver su reacción, y de forma sorprendente, ella aparentaba estar apacible a pesar de todo. No comprendía, ¿acaso no debería de estar desesperada? ¿No debería, quizás, reaccionar de otra forma? Entonces, pensó, que tal vez su sangre estaba tan helada que ese asunto no le interesa de todas maneras, o también, tenía planeado seguir actuando hasta que la desenmascarasen. Aquel rubio estaba profundamente sometido en sus pensamientos, sin embargo, antes de que terminara su análisis, desvió su atención de la chica hacia Seitán, ya que ésta empezó a hablar de nuevo.

—Así como lo han escuchado, hay un ser inmundo entre ustedes que espera arrebatarles sus vidas en cualquier momento —parecía que a todos se les había ido el aire de sus pulmones cuando fue asegurada la noticia. ¿Ahora iban a morir?, esa era la pregunta que regía al grupo de inexpertos—. Pero no se preocupen, no los dejaré desprotegidos. Tienen los relojes —fue entonces interrumpida por Yamil.

—Pero... ¿cómo encontraremos al intruso?

—Eso es fácil, utilicen sus relojes y luego... —en ese momento, un rayo de tono verde fosforescente apareció sobre la mesa unos segundos, e inmediatamente después, para cuando desapareció, dejó a la vista unas pichicatas con un contenido blanquecino.

—¿Qué diablos es eso? —interrogó el pelirrojo señalando las jeringas.

—El contenido de estás dosis es altamente contraproducente contra estos seres a los que se enfrentaran, por lo que lograrán exterminarlos de inmediato, pero deben inyectarlo al momento en que salga del cuerpo de su anfitrión, ¿entendido? —ahora Abel encontraba la solución para detener a Misa, no obstante, claro, éste no era un buen momento como para poner en práctica la información recientemente adquirida, ya que cuando volvió a mirar, los orbes de Misa se encajaron sobre él como si fueran cuchillos. Con esa inmunda mirada, le transmitía que iba a matarlo primeramente si llegaba a hacer algún movimiento, por lo que entonces debería esperar.

—¿Quieres decir que está adentro de uno de nosotros? —Alan se tocó el pecho con ambas manos, ya que no podía imaginar que existía esa horrible posibilidad.

—Así es, existen miles de formas de que eso ocurra. Por eso, es mejor que de ahora en adelante, tengan mucho cuidado cuando peleen con esos seres. Por otro lado, si en tal caso llega a empeorar, será mejor que utilicen la inyección con el afectado aún si el monstruoso ser sigue dentro de él. Sé que las consecuencias de hacerlo, pueden terminar en la muerte del individuo también, sin embargo, es mejor uno a cuatro, ¿no les parece?

—¡Eso es una locura! —dijo el de ojos esmeralda aparentemente alterado—. ¡Esto me está empezando a parecer absurdo! Tus sugerencias no dejan de ser cosas suicidas.

—¿Qué esperabas Abel? Cuando se trata de un trueque entre la vida y la muerte, es lo justo. Una vida por una muerte, es lo ideal. Pero si deseas cambiar el destino, eso está en manos de cada uno —le informó la chica, y sin más que decir, desapareció de la vista de todos, dejando así al rubio con palabras sin efectuar en su boca.

—¡Maldita sea! —Abel golpeó la mesa con cierto rencor. No entendía realmente porqué tenía ese estúpido idealismo, y en su ataque de ira se olvidó de sus amigos como de la desconocida, aunque a pesar de eso, Alan se plantó a su lado, y lo tomó del hombro para agitarlo gentilmente mientras lo llamaba por su nombre. El tenue acto, atrajo la atención del chico frustrado a la realidad de nuevo—. ¿Pero qué? —dijo desorientado.

—Al parecer estabas en otro planeta. Trata de calmarte un poco, ya que como dijo Seitán, sólo es en caso de emergencia, no dijo que lo matemos a nuestro compañero de una sola vez —le dio unas palmadas en la espalda a su camarada para brindarle un poco de alivio, y luego, se sentó en su lugar.

—Sí, sí, lo siento —repitió y copió la acción del pelinegro. Sin embargo, sus facciones seguían estando realmente tensas.

—Haré un poco de té —avisó Talía, y entonces se levantó para traer la bebida de la máquina.

Los dos amigos asintieron, y nada más bastó unos segundos para que se diera cuenta Alan de que faltaba gente en la sala.

—No veo a Misa ni a Yamil, y aún no hemos decidido a quien llevaremos con nosotros —mencionó preocupado, aunque más lo estaba Abel al corroborar que ellos no se encontraban, por eso se levantó con estrepito, y ante eso Alan iba a decirle algo, pero Misa apareció sin su hermano, entonces todos la miraron y le preguntaron dónde estaba Yamil.

—Oh, le dolía la espalda, así que lo acompañé a su cuarto —contestó ella.

—Eso es muy extraño, más que nada, porque es muy joven como para que le pase eso —dijo Talía cuando regresó con el té para servirle a los chicos.

—Sí, pero quizás le pasó por dormir mal —dio a entender en su defensa Misa.

—Podría simplemente haberse quedado despierto y estirar —agregó Alan.

—Él no es de esos chicos que les guste hacer ese tipo de cosas, así que déjalo descansar, luego volverá con nosotros —Misa movió su mano restándole importancia.

Abel, que no se terminaba de creer su cuento, no dijo nada, aun así, era porque no podía hacerlo. Sin embargo, aunque quería decir algo al respecto, tuvo que aguantarse, ya que no sabía de qué era capaz esa mujer.

—Bien, por lo que veo quedamos nosotros solamente. Vamos a la misión de una vez y luego nos encargaremos de ese bribón que se ha introducido en la nave —exclamó la pelirroja con ánimos.

Sus compañeros se miraron entre sí, pues ese gesto les generaba sospecha. Las acciones de Misa eran cuestionables, especialmente si nos referimos a su comportamiento. De todas maneras, y sin recibir respuesta de parte de los otros, ella se adelantó a la cámara primero. Estando aún con el mal sabor de boca, ellos fueron detrás de la muchacha con cierta inseguridad, dejando a Talía sola con el té en la mano.

—Chicos asegúrense de volver —se acercó a ellos la de lentes, y los saludó con su mano desde la puerta.

—Claro, nos cuidaremos, no te preocupes Talía —afirmó el rubio.

—Cuídate también, y llámanos si algo pasa —le aclaró Alan que también le regresó el saludo, para finalmente, cerrar la puerta. Otra vez fueron rodeados de ese vaho tan extraño para empezar con su nueva misión, y antes de quedar inconscientes, Abel y Misa intercambiaron miradas, como si en ese momento, se estuvieran declarando un terrible desafió, y al minuto siguiente, todo quedó oscuro por segunda vez. Lo aterrador de este proceso era perder la consciencia, y saber que estarías completamente expuesto a los enemigos si llegaban a encontrarte antes de despertar.

Reapareciendo nuevamente en el renacido mundo, el cual ahora era parte de su pasado debido a los cambios significativos que tuvo, sin mencionar a la plaga de horrores que habitaban en la actualidad en él, apenas recién el inconsciente grupo lograba abrir los ojos.

—¿En dónde estamos? —levantó la cabeza primeramente Alan del suelo.

—Parece que en el piso —respondió la única integrante femenina.

—Pero que graciosa —el morocho fingió que le daba risa, y se sentó en el piso, luego miró a Abel que estaba aún inconsciente—. Esto es extraño, Abel aún no ha despertado; por lo general lo hacemos siempre todos juntos.

—Supongo que lo hará tarde o temprano, así que no deberías preocuparte por él. De todas formas, ¿por qué no nos adelantamos así terminamos más rápido el trabajo?

Por alguna razón, Alan sintió un intenso escalofrío. La sensación de que una fría sonrisa lo atravesaba de lado a lado, le provocó una fuerte impresión de mal augurio, es por eso que se abrazó a sí mismo, y miro rápidamente a los lados buscando alguna señal de algo sobrenatural, aunque igualmente, no encontró semejante cosa, ya que lo que buscaba estaba camuflado dentro de uno de sus compañeros.

—¿Qué te pasa Alan, tienes frío?

—No, no. Es que sentí algo muy raro. Fue realmente extraño, pero no me hagas caso.

—Bueno, ¿entonces vamos?

—No sé si sea buena idea.

—¿A qué le temes?

—No es que le tema a algo, sólo que creo que no está bien dejarlo solo, además, Abel dijo que iba a cuidarte. Él es inteligente; si tenemos problemas podemos confiar en que podrá hacer algo —el chico le estaba haciendo las cosas mucho más difíciles de lo que este ser se esperaba. Alan no era tonto, eso era seguro, pero tampoco era un cobarde. Si tuviera que pelear contra uno de sus compañeros, probablemente lo haría para rescatar a alguien o a éste mismo; él parecía ser uno de esos muchachos, después de todo, tanto el morocho como el rubio, habían ido al socorro de Talía.

—No lo comprendo —murmuró sin que él se percatara. En ese momento, las cosas se pusieron turbias para esta mujer, porque Abel empezó a despertar; por lo visto, su amigo le había dado tiempo, y debido a eso, no podría actuar como lo tenía planeado—. Bien, parece que ya regreso en sí —se le escuchó decir un poco molesta, lo que hizo que Alan se extrañara ante esto.

—Pensé que jamás iba a despertar —se reincorporó el rubio, y con una gran fuerza de voluntad se sentó en el suelo junto a sus compañeros.

—Me alegra que hayas recobrado el conocimiento. Estuvimos a punto de dejarte aquí, pero le insistí a Misa para esperarte.

—Supongo que no la culpo —miró a Misa entre cerrando sus orbes, y luego se puso de pie—. De cualquier forma, deberíamos dividirnos otra vez. Pero yo iré con Misa, tú ve por otro lado Alan; esta vez no dejaré que ella esté sola.

—Me parece buena idea, así evitaremos importunarnos por lo menos por ahora —declaró su amigo.

—Bien, entonces nos veremos dentro de media hora —dijo Abel y saludó a Alan. Luego de separarse, Misa, quien iba detrás de él, se veía desconforme con los resultados, sin embargo...

—¿En verdad crees que estuvo bien haber abandonado así a tu compañero?

—Tú eres el peligro aquí, por lo tanto, no tengo nada de lo cual preocuparme.

—¿En verdad? —ella de repente se detuvo, y empezó desde un tono bajo a reír, por eso es que también Abel se plantó en seco, para girar violentamente sobre sí, y mirar a la psicópata que lo acompañaba.

—Eres un idiota —la voz de ella mutó a algo más cavernoso, para más tarde, llegar en forma ordenada a un tono demoniaco que era propio de la posesión.

Víctima del temor, retrocedió un poco; casi no podía reaccionar, pero justo en esa mala situación, su reloj desplazó una pantalla en la que enseguida se escuchó de repente a Talía gritar y llorar; ella decía cosas sobre Yamil que eran inentendibles, y debido a su condición, no le quedó de otra que correr mientras trataba de coordinar su cerebro con sus pies, en lo que sorprendentemente atendía el pedido de auxilio de la chica.

—¡Qué le ha pasado a Yamil Talía!

—¡No despierta! ¡Su piel está tan blanca como un muerto!

—¡Maldita sea!

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