Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 5: "Mundo de sospechas"

La situación se convirtió en algo grave, puesto que, aunque la llevaron allí, ella no mejoraba; Talía estaba al borde de la muerte, y Abel no dejaba de mirar a sus alrededores desesperado. El chico intentaba hallar alguna posible causa que estaba provocando todos esos males que tenían que ver con su compañera de grupo, pero no había nada; ¡no podía dar con el porqué de su estado!

—Si tan sólo no hubiera usado su reloj... ¡quién sabe en qué estaba pensando ella cuando lo hizo! —Alan cerró sus puños con indignación y mezcló aquello con dolor por su compañera, incluso algunas lágrimas se atrevieron a escapar de sus ojos por los sentimientos que lo invadían. Ahora, con ese nivel de gravedad, la reacción del resto tendría que convertirse en algo reciproco, sin embargo, la verdad no pasó de esa manera, es más, el rostro de Abel se había iluminado.

—Cuando usó su... —no llegó a terminar la frase que fue corriendo enseguida a donde Talía estaba; sí, lo había descubierto; quizás era eso. Abel buscó con determinación, pues quería encontrar a ese deshonroso objeto que les había causado esa desdicha, y si estaba en lo correcto, probablemente sería la solución—. ¡Aquí está! —exclamó el rubio cuando logró sacarle el reloj de la muñeca a su amiga. Quienes estaban allí presentes, se quedaron boquiabiertos sin entender qué era lo que exactamente había hecho el chico, aun así, no hizo falta dar explicaciones, ya que los resultados aparecieron a la vista.

—¡Mira! ¡La piel de Talía está recuperando su color! —le dijo Alan impresionado.

—Sí, ¿pero cómo? —preguntó Yamil de la misma forma.

—Era el reloj —se acercó a ellos el de ojos verdes, y les mostró en su mano el objeto—. Creo que... quizás ella pensó que sería lastimada cuando fuera a usar el reloj.

—Eso explicaría porque enfermó cuando apenas terminó de usarlo —mencionó Alan.

—Sí —respondió Abel.

—¡Esto es culpa de Seitán! ¿Cómo es que no nos avisó antes de esto? —reclamó el pelirrojo completamente desanimado por lo que estaba pasando, además de que aún tenía a su hermana encerrada en aquel lugar sin posibilidades de salir.

—Cálmate, Yamil, quizás ella olvidó explicarse...

—¡No la defiendas Abel! —le reclamó su compañero eufórico.

En ese momento, los parlantes sonaron, interrumpiendo así la pelea que empezaba entre los dos chicos; el anuncio fue una petición de que se trasladaran a la sala principal de la nave.

—Vamos... luego hablaremos de esto —dijo Abel, y los demás lo siguieron, aunque Yamil dudó antes de ir a donde ellos. Al llegar, todos se distribuyeron para sentarse en la gran sala, y una vez acomodados, la pantalla se encendió dejando entre ver a la joven de cabellos blancos.

—Buenas tardes, elegidos. Sé que seguramente es una situación bastante difícil para todos ustedes, aunque por ahora, deseo brindarles un poco de aliento respecto a la siguiente contienda, de modo que así es como les presento la reincorporación de su compañera —las compuertas del suelo se abrieron, y subió a la superficie la capsula en donde Misa estaba encerrada, y dentro de la misma, podía apreciarse un poco de vapor, uno de color celeste, el cual fue liberado cuando el contenedor abrió sus compuertas.

—¡Misa! —su hermano se acercó enseguida a ella para posar su cabeza en su pecho, queriendo así asegurarse de que en verdad estuviera viva, y efectivamente, lo estaba. Agradeció que solamente se encontrara inconsciente, y por lo mismo, sintió un profundo alivio, que a continuación le provocó sollozar contra las rodillas de su hermana. Los otros dos chicos no se acercaron, ya que les provocaba cierta desconfianza, después de todo, les parecía extraño que la pelirroja aún no hubiera salido de esa capsula en todo el tiempo en que estuvieron en el desértico planeta, y quizás, ya había pasado una hora de su travesía, o tal vez dos. Con esa sensación ahora en el pecho, Alan elevó su rostro hacia Seitán, y le reprochó el por qué no les advirtió sobre el peligro de los relojes.

—¿Por qué no nos dijiste antes lo que iba a suceder con estos aparatos? ¿Acaso quieres que vayamos a morir así sin más? —él se encontraba alterado por lo ocurrido. Si bien, era verdad que el pelinegro era muy tranquilo, no obstante, eso no significaba que el acontecimiento no lo fuera a sacar de sus casillas. Sin embargo, aun con su estado alterado, la mujer lo miró con una pequeña sonrisa, y le contestó con tono amable.

—Confiaba en que le iban a dar un buen uso, por eso no les dije nada. Ustedes mismos son responsables de sus propias vidas, y debido a ello, es que los sometí a esta prueba. Quería también ver sus habilidades, y me han demostrado que son capaces de hacer lo imposible por su planeta, lo cual implica que poseen un enorme valor.

—Yo no comprendo esa tontería de tener que someter a una prueba a alguien. No lo comprendo, más si sabes que tus guardianes, que supuestamente tienen que salvar al mundo, deben morir o estar al borde del colapso sólo para ver de qué son capaces. ¿Acaso no es suficiente con el hecho de que los hayas elegido? —Alan había dado un excelente punto de vista, algo que difícilmente iba a poder ser refutado.

—Es necesario, si no, no se harán más fuertes —dijo la albina y así agregó—. Lo que ahora necesitan es descansar, pero antes, les explicaré otra vez acerca de las funciones del reloj. Además de lo ya mencionado, éste puede atender a todo tipo de deseos que se encuentran en su psiquis, y así adquirir cualquier función que ustedes mismos se imaginen. Podrían incluso crear una máquina para sustentarse de alimentos, pero no creo que eso sea algo que pudiera serles de utilidad en un espacio que está complemente contaminado, y debido a eso, todos ustedes, están protegidos por una capa de estrellas; eso es lo que usamos para que puedan salir a la superficie de su planeta sin recibir daños. Ahora bien, los demás objetos que sean creados por esa herramienta no podrán ser recuperados o vueltos a crear de forma diferente, por eso, es mejor que tengan cuidado —dio una leve pausa y agregó finalmente—. Así que, después de lo ocurrido con la señorita Talía, he decidido que de ahora en adelante, se quedará en la base, ya que la función de su reloj ahora es muy peligrosa para ella.

—¿Y se te ocurre decirnos esto ahora? —le reclamó Alan, y en reflejo tomó algo de la mesa para arrojarlo, pero Abel que se percató de esto, lo sostuvo a su compañero para evitar que concretara su acción.

—¡Cálmate Alan! —soltó a al chico una vez estuvo más manso, y agregó lo siguiente a su discurso—. No puedo negar que eso ha sido peligroso, pero estoy de acuerdo con que ella se quede aquí —aunque el rubio tenía ciertas sospechas sobre las extrañas maneras de llevar a cabo la salvación del mundo, quería confiar en el proceder de Seitán, pues algo le decía que lo hiciera.

—Muchas gracias Abel, y por el momento, les digo que tengan más cuidado sobre esto. Por ahora me retiro, no obstante, volveré dentro de tres días para avisarles cuando pueden salir de nuevo —les aseguró la mujer, y volvió a desaparecer de la vista de todos cuando la pantalla se convirtió en penumbras.

Yamil que aún estaba con su hermana en brazos, esperando a que ella se despertara, no había escuchado ni la primera parte del discurso, pues no quería oír nada más de esa mujer. El resto del grupo lo miraron junto a la durmiente Misa, luego se observaron entre ellos, y empezó nuevamente la charla.

—Ahora somos menos —se lamentó Alan

—Sí, y Yamil no parece estar en condiciones como para escuchar lo que sea que tengamos que decir —suspiró pesadamente el rubio.

—Yo estaría igual si mi hermana estuviera en esa situación. Bueno, no igual, igual, pero creo que si estaría afectado —le hizo saber.

—No pensé que salvar al mundo fuera tan complicado Alan... no después de esto —la mano del morocho se posó sobre el hombro de Abel, y se levantó de la silla después de unas cuantas palmadas que le repartió.

—En lo personal, creo que no existen aquellos que se llaman héroes; creo que a esos a los que llaman "héroes" son sacrificios. El nombre "héroe" sólo es un sinónimo bonito para aquella otra palabra que significa casi lo mismo —le dijo el desalentado chico que empezó a caminar para alejarse de su amigo.

—¿A dónde vas? —le preguntó un poco desanimado.

—Iré a dormir. Ya han pasado demasiadas cosas hoy, y no quiero decaer más viendo a Yamil llorar por su hermana —hizo un ademán con su mano saludándolo, y se fue perdiéndose en uno de los corredores de la gran nave.

En medio de ese desconcertante momento, Abel que se quedó junto al gemelo, viendo cómo aquel desafortunado seguía llorando con amargura por su hermana. Pobre desdichado joven, su familiar, no estaba muerto, pero él le lloraba como si así fuera; como si lo que tenía entre sus manos fuera un triste y frío cadáver; un cadáver que tenía aliento.

Las horas pasaron sin darse cuenta, y el que le hacía compañía se durmió, pues quedó atrapado por el cansancio que le había producido el desconsuelo, mientras tanto, el más alto e inteligente de todos se había quedado encerrado dentro de las amargas palabras que el morocho le había entregado con anterioridad. ¿Sería verdad aquello de que no existían los héroes? Esa frase daba que pensar, después de todo, estos sufrían, o siempre sacrificaban algo por el mundo para salvarlo. Por lo tanto, ningún héroe era ajeno a la perdida; todo héroe, por ley, le era arrebatado algún elemento significativo para salvar su mundo. Un héroe no llegaba a ser héroe sin su historia detrás, entonces... ¿qué no tuviera familia significaba que era un requisito para serlo? ¿Ser infeliz era un requisito? Se llevó ambas manos a la cabeza teniendo esas incógnitas que no quería ni siquiera discernir, ya que era mejor detener esa clase de pensamientos antes de llegar a resultados claramente catastróficos. Para su suerte, algo llamó su atención: una voz femenina; no, no pertenecía a Seitán, más bien, era de otro ser. Abel levantó la cabeza saliendo de sus cavilaciones y allí se dio cuenta de que se trataba de Misa. La muchacha estaba estirándose como si hubiera despertado en una mañana de primavera, para posteriormente voltear a sus alrededores con su hermano recostado en su regazo, y de inmediato, saludó a su tan frustrado compañero con su mano.

—¡Buenos días! —mostró una gran sonrisa.

—¿Buenos días?

—Sí, eso fue lo que dije.

—No, enserio. ¿Buenos días?

—¿Sí? Disculpa Abel... pero no entiendo qué es lo que te pasa o porqué reaccionas de esa forma —le respondió bastante perdida la joven.

—Perdona, pero yo tampoco te entiendo a ti. Hace unas horas estabas muy asustada y enfadada, incluso querías irte de aquí —dio una pequeña pausa para luego reanudar con una idea que le helo la sangre—. ¿Recuerdas lo que pasó antes?

—¿Antes? ¿Te refieres a cuando tuvimos la charla sobre el viaje que tendríamos que hacer para ir a la tierra? ¡Claro!, Seitán amablemente nos dio estos relojes —elevó su muñeca con ese aparato que todos tenían ahora puestos. Sin embargo, él no recordaba que ella se lo hubiera colocado en algún momento. ¿En qué circunstancia lo ató a su muñeca?

—¿Cuándo fue que te pusiste ese reloj Misa? —le comentó seriamente.

—Lo he tenido desde que nos lo dio —respondió desconcertada.

—¡Eso no es verdad! —se levantó de repente casi tirando la silla en la que estaba sentado; Misa lo miró atónita. ¿Qué le inquietaba a su amigo?

—No sé lo que te pasa Abel, pero cálmate o despertarás a Yamil. Creo que te estás imaginando cosas, así que... ¿por qué no mejor vas a dormir tú también como Alan? —¿cómo sabía que Alan se había ido a descansar antes que él? Empezó a sentir que el corazón le latía con mucha angustia, no, más bien, con nervios, y a continuación retrocedió un paso, pues ahora que lo notaba, la sonrisa de Misa era más bien un poco perturbadora. ¿Por qué estaba pasando esto?

—¿Cómo... es que sabes que Alan se fue a acostar antes? —llegó a golpear la silla con el pie al retroceder, por lo que le dio una rápida mirada, e instintivamente volvió su vista a ella algo sudoroso.

—¿Qué pasa Abel?, pareciera como si hubieras visto un fantasma —hizo una pausa que tensó aún más el ambiente—. No estoy muerta, ¿ves? —dejó a su hermano con una gentileza aterradora sobre el suelo, y se puso de pie abriendo sus brazos, mostrando que no tenía ningún rasguño, e incluso, dio un giro y luego agregó a lo que dijo—. Pero no te preocupes, definitivamente estoy más viva que Talía.

Ahora Abel si empezaba a asustarse. ¿Qué estaba pasando con esa chica? ¿Por qué actuaba de esa manera? Sin embargo, una cosa era evidente, algo había pasado con Misa, y ahora ya no era ella, era... alguien más.

—¡Tú no eres Misa! —gritó Abel, quien quiso correr, sin embargo, no tenía tantas opciones para escapar, más que la puerta que estaba detrás de esa chica, por lo que tendría que chocar con la muchacha y pasarla de largo para poder llegar al corredor, atravesarlo, e ir a su habitación.

Ya preparado, tragó algo de saliva, tomó valor, y empezó su carrera. Cuando chocó con ella la joven cayó al suelo, pero en lo que se alejaba, sin mirar atrás, una risa se empezó a escuchar, y esa carcajada provenía de Misa. La descontrolada risotada retumbaba por toda la nave sin cesar: estaba fuera de sí, tenía un tono malévolo, no era su amiga, no era la chica que había conocido al comienzo, no era esa persona que estimó por su valor, tampoco la que la invadido la desesperación y trató, con tanta desesperación, de advertir sobre los peligros que se avecinaban. Acaso... ¿tenía razón?

—¿Qué es lo que está pasando? —vociferó llegando a su habitación, en donde se apresuró a poner el código.

—¡Vamos! ¡Vamos! ¡Ponte de una vez! —la voz de ella se escuchaba cada vez más cercana, e incluso, casi podía sentir a Misa reír a su lado. Antes de entrar, se equivocó como unas cuatro veces, y apenas cerró la puerta, dejó de escucharla. El estar ahora encerrado, fue un alivio para él, pues nunca antes había experimentado antes tanto pavor en su vida. Apenas logró respirar más tranquilo, se apoyó sobre la puerta, y se dejó deslizar sobre ésta hasta que su cuerpo llegó al piso.

—Todo esto... no es una de esas películas en la que los héroes son héroes, sino, una en la que son sacrificados —soltó mientras se dejaba caer de lado, y con toda la angustia del mundo, se quedó dormido sobre el frío metal.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro