Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30: Solos los dos

Era de esperarse que la pelea iba a ser difícil de asimilar, puesto que Alan nuevamente estaba bastante herido, sin embargo, su espíritu protector hacia a Abel, le permitía levantarse una vez más sin importarle los dolores por los que pasaba.

—¡No lo hagas Alan! ¡Esto será difícil de ganar! —el rubio sabía lo que decía, puesto que a ambos lados de ellos se encontraba un vacío formidable, y ni siquiera podía distinguirse la caída por éstos. Aunque el otro tenía en consideración la opinión contraria, lo único que hizo fue observar de reojo el lago de niebla que estaba a sus costados, y entonces le respondió poniendo nuevamente su atención a su contrincante.

—Estoy consciente de eso, pero supongo que es un elemento que hará más emocionante esto —sonrió, y de pronto, recibió con su katana el ataque del otro, por lo que de ahí empezaron a saltar chispas frente a los roses de las armas. Como ya se sabía, el pelinegro no era tan buen espadachín, no obstante, poseía algo que también su mejor amigo portaba, y eso era su determinación como ingenio.

El protegido de ese novato, empezó a retroceder haciendo una carrera, para darle espacio al morocho, así él tendría la oportunidad de pelear con más facilidad, además, evitaría ser un estorbo para él.

Las Katanas chocaban estrepitosas, y con gran furia, aun así, las chispas de las armas no era lo único que volaba en ese momento alrededor de ellos, puesto que la sangre caía por cada movimiento que hacía Alan imitándola a su vez el sudor que se desprendía de sus poros: cuando se arrodillaba, esquivaba, e incluso, al arremeter.

—Estás peleando como una cucaracha. ¡No puedes superarme! —por obviedad, el compañero de Abel estaba obteniendo más cortadas de las que le generaba a su rival, y de no ser porque ambos eran unos inexpertos en batalla, el morocho hubiera ya sucumbido ante la hoja del pelirrojo.

—Esta pelea apenas... ¡empieza! —hasta ahora, no había hecho más que defenderse del desalmado ataque, sin embargo, un impulso ajeno a él había logrado hacer que empezara a avanzar con decisión, y casi como si sus habilidades estuvieran naciendo forzadamente en base a la presión, ambas hojas chocaron con mayor intensidad demostrando la enorme opresión y las ansias de Alan por derribar a su ex compañero.

—Pero, ¿qué...? —Yamil no comprendía cómo era que estaba empezando a perder el ritmo de la confrontación, y ahora era él quien estaba siendo humillado.

Esta vez, las heridas le fueron devueltas al hermano de Misa en un número equitativo, y poco a poco, aquellas tomaron un mayor significado para él. Las lesiones le quitaban algo de aire, dando como resultado su inevitable fatiga. De un momento a otro, el de ojos dorados se detuvo, y quedó sobre el suelo completamente inclinado, tratando de recuperar algo de aliento.

—Creo que tengo un Déjà vu —mencionó Alan con cierto tono de burla; él estaba tan cansado como Yamil, aun así, mantenía su guardia alta—. Ahora... ¿abandonarás la idea que te metió Seitán en la cabeza, o esperarás que nos matemos mutuamente? —le preguntó el morocho buscando una posibilidad de hacer que todo culminara de la mejor manera.

—¿Crees... que voy a traicionar a mi líder como ustedes? —respondió mientras se tomaba de uno de sus brazos en lo que sonreía de lado, y en ese momento, se miraron entre ellos confundidos. ¿Cómo era eso de que la habían traicionado? ¿Él estaba hablando enserio? No obstante, podría ser posible, pues estaban tratando de escapar de la feroz trampa que ella misma les había impuesto, por lo que era quizás aceptable ser considerados traidores, aunque en realidad, lo único que ellos deseaban era sobrevivir, y si había la posibilidad, retomar sus vidas a pesar de que ahora sólo se tuvieran mutuamente. Invadidos por esa desafortunada nube de dudas, el pelirrojo aprovechó para retomar la iniciativa en la lucha, y así intentó rebanar la cabeza de Alan al levantarse de forma precipitada. Si no fuera porque Abel se dio cuenta de aquella maniobra, quizás no la estaría contando ahora, pues, él con su gran valor, corrió hacia Alan, lo hizo inclinarse, y luego lo apartó de él al sujetar las manos del asesino en potencia.

—¡Detén esta locura Yamil! —le volvió a rogar Abel, aunque muy en el fondo, sabía que él no le haría caso.

—¡No me molestes! ¡Una vez termine con tu amigo lo haré contigo! —en lo que hacían contra fuerza mutuamente, se notaba quien era el que poseía ventaja contra quien, aun así, Yamil no cedía y seguía tratando de soltarse del agarre de Abel. Pero como era de esperarse, el chico rubio golpeó varias veces contra la baranda de hierro la mano del muchacho para que soltase su arma, y lo repitió hasta que al fin obtuvo el resultado deseado. La espada del pelirrojo cayó por el terrible precipicio, dejando así desarmado a su dueño.

—Esta me la pagaras Abel —se le escuchó decir con un tono amenazante. Para cuando Alan se dio cuenta de la situación, notó cómo Yamil lograba soltarse, y tomó de las ropas a su ex camarada, en respuesta el rubio hizo lo mismo, acto seguido, lo obligó a inclinarse hacia un lado junto a él, por lo que no tuvo que hacer mucho esfuerzo para que inevitablemente empezaran a caer ambos hacia el acantilado.

—¡ABEL! —gritó con gran fuerza Alan, y reaccionó lo más rápido que pudo para sujetar a su aliado de la camisa—. ¡Ni se te ocurra caer! —la situación era realmente peligrosa, puesto que él no tenía mucha fuerza debido a la reciente confrontación, y su amigo parecía que no quería soltar a su opuesto.

—¡No te sueltes Yamil! —se le escuchó decir al rubio.

—¿Qué estás diciendo?, debes soltarlo, ¡o caeremos los tres! —le exclamó.

—¡Pero Yamil no tiene la culpa! ¡Está siendo controlado por Seitán! —le respondió con la voz quebrada, y sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas.

—Nunca me soltaría aún si desearás lo contrario. ¡Morirás conmigo Abel! —le dijo con mucha ira.

—¿Por qué me odias tanto? —le preguntó suavizando su voz mientras algunas lágrimas se liberaban de su alma, y empezaban a caer sobre el rostro de su ex compañero.

—¡Abel! ¡Suéltalo! ¡No puedo más! —le advirtió el morocho, quien tenía todo el rostro rojo de tanto hacer fuerza.

—¿Por... qué? —al parecer las cálidas lágrimas de Abel habían hecho reaccionar un poco el espíritu dominado de Yamil, logrando que sus verdaderos sentimientos afloraran. El odio que él sentía no era tan intenso, por lo que cayó en la cuenta de que él siempre estuvo equivocado a la hora de seguir las palabras de su hermana, además, cuando vio sus alrededores, estaba flotando en el aire y lo único que lo sostenía era Abel—. ¿Qué está pasando? —era como si hubiera salido de un aletargado sueño. Lo peor no era haberse liberado (por lo menos temporalmente) de aquel control mental, si no que veía todo difuminado, y eso se sentía muy irreal. Arriba de él podía observar al rubio llorando, y a Alan empleando una gran fuerza para mantenerlos suspendidos. Sin embargo, no divisaba sólo a esos chicos, sino que también a esa mujer; a aquella albina, la cual se veía diferente, pues era posible compararla con la primera vez que ella se presentó ante el grupo, ya que su cuerpo estaba deslumbrante, y se encontraba completamente rejuvenecido.

—¿Qué estás haciendo Yamil? ¿No te dije que los mataras? —se enteró enseguida con un vistazo, de que los otros dos no podían percibir la presencia de la muchacha, y mucho menos escucharla, pero él sí. La joven líder se deslizó a un lado de Alan, dejando que el tiempo transcurriera lentamente, así, podrían hablar con más calma, a lo cual, Seitán aprovechó esto, para acomodar sus brazos sobre la baranda, y desde ahí veía al pelirrojo.

—¿De qué estás hablando? ¿Y cómo es que estoy aquí? —haciendo memoria, la última vez que estuvo consciente, fue en las ruinas con Talía, y al recordarlo, tuvo en cuenta que ella había muerto, pero eso ahora mismo no le mostraba mayor importancia. De igual forma rememoró a aquella bestia oscura, la cual lo había llevado a enloquecer, y no sólo eso, sino que también llegó a ser testigo de cuál era su verdadero rostro, y ese resultaba ser el de esa extraterrestre—. ¡Mi hermana tenía razón, pero estaba equivocada con respecto a Abel y a Alan! Fue tu culpa que tuviéramos que enfrentarnos entre nosotros. ¡Fue por culpa tuya que nos separáramos! —la muchacha simplemente sonrió y dijo.

—¿Y qué podrías hacer al respecto? De todas formas, vas a caer junto a esos dos idiotas —le hizo un pequeño movimiento de cabeza para señalar a los ex compañeros de Yamil.

—Aún hay algo que puedo hacer por ellos —murmuró para sí, y entonces agitó su cabeza, logrando hacer que el grillo robótico saliera, luego miró a los que estaban sobre él perdiendo al mismo tiempo el contacto con la desalmada de su líder—. Abel, tendrás que disculparme —dirigió estas palabras a él, y más tarde estas otras a Alan—. Yo sé que no he sido justo, y que mi hermana se ha equivocado, pero no con Seitán. Mi último consejo para ustedes, es que se mantengan unidos, y tú, Alan, será mejor que luego agites tu cabeza —le informó, y ante estas confesiones, las expresiones del rubio se tornaron alarmantes, ya que se hacía una idea de lo que pensaba el pelirrojo.

—¡No lo hagas! —en ese letargoso instante, Yamil mostró una sonrisa sincera y les dijo.

—Si las cosas hubieran sido de otra manera, estoy seguro que ahora seríamos amigos —una pequeña lágrima salió de los ojos de aquel muchacho, y decidió con todo el dolor del mundo, soltar el cuerpo de Abel, quien luego no resistió por sí mismo el peso, e inevitablemente el otro cayó al vacío, al mismo tiempo, Alan desvió la mirada, pero logró finalmente subir a su amigo, quien después cayó entre sus brazos.

—¡Yamil! ¡Yamil! —gritaba desesperado contra el pecho del morocho, quien no quería soltarlo, ya que temía que en su tormento cometiera un grave error—. ¡Suéltame Alan! ¡Aún podemos salvarlo! —el otro negó con su cabeza y lo apretó más entre sus brazos.

—No, y no podemos, ahora... sólo quedamos nosotros dos. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro