Capítulo 24: "Cuarto y Quinto"
No había pasado mucho tiempo desde la última vez que se citaron con Seitán, así que cuando apenas todos la vieron, fueron abrumados por su decadente aspecto.
—¿Seitán? —preguntó preocupado Abel al detectar su estado— ¿Te ha pasado algo?
—No, no necesitas saber mi condición, ahora lo que realmente importa es el destino que los acogerá hoy —su respuesta no era para nada sorprendente, después de todo, la albina hasta ahora, se había mostrado bastante distante con ellos, así que no impresionaba al resto. Sin embargo, había alguien que simplemente rompía esa norma.
—Pero Seitán, claramente no te ves bien —refutó Abel que le insistía, y eso era porque realmente estaba preocupado por ella. No obstante, con una frialdad que descolocaba a Alan como al mismo protagonista, esa extraterrestre lo dejó pasar como si en verdad nunca lo hubiera escuchado.
—Los próximos continentes que visitarán serán Asía y la Antártida —ante este comentario, los chicos se miraron confusos, aunque bueno, no era la primera vez que tendrían que dividirse en grupos. Y justo en ese momento, Talía levantó la mano, para de inmediato, adelantarse a la líder.
—¿Podemos elegir a nuestro compañero esta vez? —preguntó, y justo después, Alan presintió una sonrisa que no se veía en el exterior de Seitán, aunque fue más una sensación, ya que ella no estaba haciendo semejante gesto.
—Claro, pueden ir con quien quieran esta vez. No tengo problema —era sin dudas un poco sospechoso que en esta ocasión los grupos pudieran llevar a un compañero elegido. ¿Era para entregar más confianza? ¿O quizás para plantar más conflictos? Las verdaderas intenciones de esa extraterrestre enviada por Dios no estaban del todo claras.
—Me ignoró —murmuró Abel a Alan, quien luego le dio unas palmaditas para tranquilizarlo.
—¿Cuáles son los territorios a los que debemos ir? —se dirigió el morocho a la líder de un mundo desconocido.
—El grupo de Yamil se irá a Jordania, y ustedes, les tocará cualquier parte de la Antártida. Da lo mismo cual parte elijan, sólo encontrarán hielo y más hielo a sus alrededores —les informó y entonces la comunicación terminó abruptamente.
—Ni siquiera me dio tiempo de preguntarle una cosa —se le escuchó a Yamil anunciar aquello.
—¿Qué cosa Yamil? —lo miró Talía.
—Del cómo es qué sabía con quién nos íbamos a juntar.
—Yo creo que ya tenía una idea al respecto por la discusión que tuvimos el otro día —alegó Abel.
—Siempre haciendo de sabelotodo. ¿No te cansas? —lo increpó el pelirrojo con el ceño fruncido. Aquel chico ya empezaba a adquirir el carácter de su hermana; y pensar que él en un comienzo se mostraba como un muchacho enérgico y amigable, más ahora sólo podía entenderse que él era una de esas personas que podían ser fácilmente influenciadas por las malas lenguas. Por otro lado, Alan, que no estaba dispuesto a ver seguir a esos dos, no perdió tiempo y se metió entre ellos.
—¡Ya basta! Ahora, es mejor que tomemos lo que nos corresponde y nos vayamos —les señaló al grupo contrario las semillas que estaban en la mesa. Alan ya había tomado la que le correspondía a ellos, así que nada más usó esa excusa para detener la desagradable contienda.
—¡Yo la tomó! —y en el lugar del chico, Talía agarró la semilla.
—¡Vamos nosotros primero! —antes de que al joven de ojos dorados se le ocurriera decir algo más, Alan cogió del brazo a su compañero y de inmediato lo llevó a la recamara transportadora, consiguiendo así llegar ambos en primera instancia a la Antártida. Minutos más tarde, ante ellos, como había dicho la albina, no divisaban nada, sólo llanuras congeladas—. Creo que ya me estoy acostumbrando a estos despertares —se quejó después de haberse levantado, pero para su sorpresa, no hacía nada de frío, y lo que eran las capas blanquecinas, ahora se mostraban como cosas moradas que mantenían su estado sólido—. Por lo visto, la contaminación ha invadido esta zona también —asumió el morocho.
—Era de esperarse. Todo el planeta está enfermo —aseguró después de incorporarse al igual que su amigo—. ¿Por qué enfrentaste así a Yamil? —Abel siguió con la charla en lo que buscaba en su reloj un mapa que los guiara a una zona adecuada para plantar la semilla.
—Ya estoy cansado de tanto pelear con ese tipo. No entiende razones —le explicó, y Abel rio suavemente.
—Bueno, ese tipo de persona está en todos los grupos, ¿no? —mencionó levantando la cabeza y mirando hacia el frente. Al hacer ese gesto, divisó en la lejanía una especie de sombra ondulante que salía de una grieta—. ¿Qué es eso? ¿Puedes verlo?
—¿Qué cosa? —dirigió también la vista hacia el lugar que señalaba su compañero—. ¿Es un gusano gigante? —la distancia era tremenda, por eso es que había hecho ese comentario, aunque lo decía medianamente en broma.
—¿Cómo se te ocurre que puede ser un gusano gigante? —le echó una mirada de desconcierto a Alan; era verdad que encontraron todo tipo de criaturas, pero tenían rato de que ya no habían visto nada más. Sin embargo... ¿era seguro que se confiarán tanto?
—Oye, fue sólo un comentario, no lo tomes tan a pecho —le aconsejó.
—Como sea, vamos a ver qué es —Abel se adelantó a Alan, quien no estaba de acuerdo con la lógica del muchacho. ¿Por qué correr un riesgo para averiguar la verdad de algo tan espeluznantemente grande y oscuro que se estaba moviendo en la lejanía?
—No, piensa mejor las cosas —lo detuvo al tomarlo de su hombro, y ahora lo miraba seriamente—. No seas tan descuidado en un mundo como éste. No sabemos qué tan peligrosas sean las cosas que nos encontremos —sin dudas el morocho tenía razón, no podían arriesgarse, y ese comentario bastó para que Abel entrara en razón.
—Sí, es verdad. Mejor rodeémoslo y pasemos lo más lejos que podamos de esa cosa —el plan no era muy brillante, no obstante, por ahora no tenían ninguna urgencia, ya que la situación no ameritaba algo más complejo. Y así lo hicieron, caminaron y caminaron, hasta que llegaron a estar en línea recta con esa cosa, aunque, al mismo tiempo, no le sacaban los ojos de encima por si las moscas. Como sea, a pesar de las precauciones que tomaron, apenas dieron un paso más alejado de esa criatura (o lo que sea que fuere), tuvieron la mala suerte de ver cómo rápidamente empezó a avanzar contra ellos mientras hacia un corte muy limpio en el suelo, y sin siquiera levantar nada de nieve.
—¡Cuidado! —gritó Alan, quien luego empujó a Abel que estaba a su frente, logrando así que cayera de cara al piso mientras que él lo hizo hacia atrás. Ese movimiento fue de lo más acertado, pues les salvó la vida a ambos, ya que lo que habían visto pasó entre ellos dividiendo la superficie que pisaban, y no se detuvo hasta unos cuantos metros más adelante—. ¡Eso podría habernos rebanado en dos! —se levantó enseguida junto con Abel, el cual se acariciaba la cara por el golpe, y ambos atendieron ahora a la cosa que los atacó.
—Eso parece una especie de liana o algo así —dijo examinando aquello.
—Más que liana, es como una cinta negra muy filosa —le aseguró Alan, pues había logrado divisarlo mejor. Aun así, no tuvo tiempo para analizar más sus características físicas, aunque lo que sí pudieron ver más a detalle, fueron los movimientos de la criatura antes de que decidiera atacarlos de nuevo. Una especie de vapor salía de la bestia, dándoles a entender, que la luz que venía de la superficie lo quemaba, o al menos eso llegó a pensar Abel antes de que tuvieran que comenzar a correr—. ¡Ahí viene de nuevo! —advirtió, y después de decir esto, saltó al otro lado de la línea para incitarlo a escapar a su compañero con él. Aun cuando corrían con todas sus fuerzas, se daban cuenta de que los estaba alcanzando rápidamente, de ahí que tuvieron que volver a separarse para no ser cortados, así que otra vez, la bestia pasó entre ellos—. ¡Es mejor que nos separemos! ¡Tú ve por allá y yo iré por acá! —le señaló, pero era una mala idea.
—¡No! ¡Espera! Ambos somos lentos, no podremos esquivarlo solos. Sí nos separamos, será más fácil para él —le aseguró en lo que lo tomaba del brazo de nuevo para volver a empezar con su carrera a una dirección desconocida. No sabían a dónde se dirigían, no obstante, empezaron a encontrar objetos abandonados. Hasta el momento, habían tenido suerte esquivando al monstruoso ser, sin embargo, la energía se les estaba agotando. ¿Cuánto más podrían resistir?
—Espera... no puedo más —se le veía realmente exhausto al pobre de Alan, por eso es que se detuvo un momento.
—¡No podemos Alan! ¡Tenemos que seguir! —justo cuando Abel dijo esto, el suelo se quebró bajo sus pies, y ambos empezaron a caer al vació, que afortunadamente, lograron evitar al tomarse cada uno de las salientes que tenían las paredes violáceas.
—¡Esto no pinta bien! —exclamó Alan mirando hacia abajo, donde se encontraba una criatura oscura con múltiples ojos, brazos, y cabezas. Al darse cuenta de semejante abominación, entendió que era una criatura con la que hasta ahora no se habían topado, por lo menos, no ellos.
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