Capítulo 12: "Los dos primeros mundos"
Como siempre, las quejas y desacuerdos aparecieron entre ese pequeño conjunto de gente, quizás más que nada, porque aquella líder no les estaba dando motivos reales para confiar en ella, después de todo, era alguien que había puesto sus vidas más de una vez en aprietos.
Algunos sospechaban que esta mujer hablaba menos de lo que sabía, por eso no podían darse el lujo de confiar tan fácilmente en su persona, sin embargo, Abel parecía contrariado, puesto que el era el único en el grupo que llegaba a fiarse de aquella extraterrestre, quizás no plenamente, pero creía que Seitán no les estaba mintiendo, ya que los salvó de la catástrofe, y, además, los eligió para poder hacer esta importante misión. No obstante, aun cuando sus compañeros poseían claros motivos, él no quería comprender aquellos sentimientos inestables de confianza hacia la muchacha, por lo tanto, el rubio llegó a pensar que probablemente esto se trataba de amor, debido a que no podría entonces explicar de otra manera su propio razonamiento. Por otro lado, el segundo al mando seguía reflexionando sus posibles motivos sobre su propia forma de actuar en esa enorme sala con ventanales que poseían una vista a la nada, y aun a pesar de su esfuerzo, su meditación no duró mucho más, porque Alan llegó a interrumpirlo.
—Amigo, ya ha aparecido Seitán, y está llamándote —le dijo al rubio.
—Oh, sí, perdóname. Estaba completamente concentrado en otras cosas.
—¿Aún piensas en la discusión del otro día? —le preguntó con cierta preocupación, pues veía algo en aquellos ojos esmeralda, es decir, un tenue decaimiento.
—Sí, es que... no sé cómo explicarlo, pero... yo confío en ella, aunque también entiendo la opinión del grupo igualmente...
—No debes preocuparte, sabes que la verdad saldrá a la luz poco a poco, así que no te angusties demasiado. Está bien que confíes en ella por ahora, pero no te deprimas por ello —le dio unas cuantas palmadas en su espalda. Él también tenía sus dudas, claro estaba, aun así, prefería no darle importancia ni dar juicios adelantados sin antes tener todas las pruebas en sus manos.
—Sí, tienes razón. Me lo tomaré con más calma. Gracias por el consejo Alan —le sonrió, y el otro le regresó el gesto.
—Bien, ahora vamos. Entre más avancemos con esto, más pronto se acabará —el aparente segundo al mando asintió, y se pusieron en marcha a la sala principal, para esas alturas, la presión en el ambiente era un poco aplastante, más que nada, por las miradas severas que iban tanto contra Seitán como hacia a Abel; la hostilidad en el grupo iba en ascenso.
—Sean bienvenidos nuevamente. Hoy confió que podremos avanzar con la purificación del mundo. ¿Tienes las semillas Abel? —le preguntó la albina al chico.
—Sí, aquí las tengo —mostró una pequeña bolsa de tela que contenía unas semillas plateadas con una especie de brillantina que las revestía; de ellas germinaría la salvación del planeta—Tiene todo lo necesario para salvar la tierra —aclaró.
—Perfecto. Hoy mismo pondremos manos a la obra. Necesitaran una semilla para ambos grupos.
—¿Ambos grupos? ¿Nos dividiremos? —preguntó Yamil.
—Así es. Hoy el encargado de la base será Alan, los demás se dividirán en dos grupos, pues tenemos que apresurarnos o el resto que está brindando apoyo no soportaran mucho tiempo más los ataques de las criaturas creadas por el hombre —aseguró la chica—. Los conjuntos estarán conformados de la siguiente manera: Abel y Misa será el primero, y Yamil y Talía será el segundo.
—¿No era que Talía no podía participar en las misiones? ¿Además por qué tiene que ser Alan el que se encargue ahora de la nave? —refutó el pelirrojo.
—Alan ha aportado bastante a las misiones, por eso esta vez él será el que se quede. Con respecto a Talía, ella ha mejorado como persona y en especial como guerrera en este ámbito. Lo demostró cuando te salvó la vida, por eso ahora ha recobrado el derecho de participar en las misiones, además, creo que se ha transformado en una mujer de confianza.
—No como otras —murmuró Misa a su hermano que estaba justo a su lado, pero éste la ignoró por prestarle atención a quien explicaba. Por lo visto, Misa estaba sosteniendo un especial rencor hacia la dirigente.
—Ya veo —dijo con un poco de desgane, pues no había podido mostrar sus habilidades por todo lo que había pasado con su hermana, además, estaba también el reciente acontecimiento de que casi lo matan.
—Bien, ¿y cuáles son los primeros continentes que visitaremos? —interrogó Abel.
—Irán a Oceanía y a África. Antes de transportarse tendrán que esperar un intervalo de diez minutos por cada grupo, es decir, después de ser trasportadas las primeras personas, aguarden ese tiempo, y luego podrán transportarse los que siguen —les indicó, a lo que todos asintieron—. Bien, la cámara ya está lista. Por favor, que entre el primer conjunto —Abel dio el primer paso, así que Misa tuvo que seguirlo. Una vez dentro, se despidieron de sus camaradas, y fueron llevados a uno de los continentes. Alan, quien estaba a cargo en la nave haría de guía para sus compañeros. Todos sabían que tardarían unos minutos antes de recobrar la consciencia, así que estaban obligados a aguardar la llamada de Abel y Misa, mientras tanto, el resto tuvo una pequeña charla en la nueva ausencia de la extraterrestre.
—De acuerdo, ahora sólo hay que esperar a que ellos llamen —dijo Talía con algo de nervios, pues hacía tiempo que no iba a una misión y por eso andaba con ansiedad.
—Sí, y no te preocupes Talía, lo haremos bien —le aseguró Yamil, quien le daba ánimos al respecto.
—Chicos, empiezo a tener una señal de Abel y Misa; parece que ya despertaron —puso en su reloj una cámara como habían hecho en sus expediciones anteriores, por lo que Yamil preguntó con algo de curiosidad.
—Ahora que lo pienso... ¿quién los está grabando? Porque no creo que eso pueda ser posible sin un objeto o algo, ¿no? —esa cuestión era muy buena, pues hasta ahora nadie se había planteado aquello, lo cual daba a entender una aterradora realidad, y que muchas incógnitas más (peores que esa), podrían estarles esperando.
Mientras tanto, el primer grupo por fin habían arribado a la "nueva" tierra de la cual tendrían que hacerse cargo para luego restaurar la anterior vida, así que, una vez llegaron a la ciudad desbastada que les correspondía, notaron que las paredes tenían el aspecto de haber sido consumidas por alguna sustancia que seguramente era la fuente de la guerra, además, así como en las llanuras arenosas, había más de esas cosas pegajosas; esa sustancia que resultaba ser repulsiva no dejaba de dar la cara en todos lados.
—¡Esto es horrible! —gritó Misa al recobrar la consciencia, pues no era solamente la escena de destrucción lo que le horrorizaba, sino la multitud de cadáveres en descomposición que no estaban muy lejos de ellos; era natural ver tantos cuerpos, pues no había nadie que se encargara de ellos.
—En verdad el ser humano es nefasto, o más bien, el que mandó a hacer todo esto —dijo con tono de desagrado el rubio, y se levantó tapándose el olfato, pues el hedor que acompañaba a la masa de gente muerta era horroroso. Ese aroma no podía compararse con las catacumbas de un cementerio, en donde se percibe esa esencia acumulada después de dos meses. Pero obviamente una pila de cadáveres no era de lo más grato, así que, para evitar desmayarse por la fragancia repulsiva, Abel creó un par de máscaras de gas, que evitarían que inhalaran esa abominación. Y como era de esperarse, la otra máscara fue a parar a las manos de su compañera, quien la recibió para luego colocársela.
—¿Dónde estamos? —preguntó la muchacha mirando a sus alrededores; no pudo evitar tomarse con cierto horror del brazo de su acompañante.
—No lo sé... pero mirando el mar abierto, parece un pueblo costero —elevó su muñeca y probó hacer contacto con sus demás allegados—. Alan. ¿Estás ahí? Necesito tu ayuda por favor. ¿En dónde se supone que estamos?
El del cabello oscuro captó su señal de comunicación y respondió de inmediato.
—Ahora mismo están en Oceanía, más específicamente en Queentown; es una ciudad turística. Un poco más allá de donde están hay una isla que sobresale más allá del pueblo; ahí es donde deben ir, aunque está un poco lejos —les informó.
—Entonces va a haber que ir hasta allá —le contestó.
—Sí, así es. Es un buen lugar para colocar la semilla, y hacer que ésta se propague de forma segura —le aclaró el morocho.
—Bien, gracias, el resto es nuestro. Vamos a movernos Misa —le indicó a su acompañante, quien después asintió con la cabeza para poder trasladarse al siguiente punto. Mientras tanto, los demás escucharon sonar la alarma que indicaba que ya había pasado el tiempo requerido.
—Ahora les toca a ustedes chicos. Mucha suerte —animó al segundo grupo, quienes antes de partir se dedicaron una mirada mutua de preocupación, pues ambos carecían de experiencia, especialmente uno más que el otro.
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