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Capítulo 19 Quiero Intentarlo

-Con permiso- dije entrando a la gran biblioteca.

El líder del cónclave me saco del juzgado y me llevo a una antesala que conducía a una gran biblioteca, con columnas de mármol blanco y negro, con estanterías de libros que venían desde el suelo hasta el techo. Esté lugar estaba cerca de parecerse a un laberinto, con una sala central para leer y algunas otras, en otros niveles de la biblioteca, el hombre que creo que se llamaba Deneb, era gracioso su nombre representaba una estrella de la constelación Cisne. Cómo ya había dicho era el mayor de todo el cónclave, el líder de toda la hermandad, si él se oponía nadie podía mover un sólo dedo, era el único que podía envejecer en la hermandad pero lo hacia muy lento.

Era en tercero de la generación desde que Amenadiel había bajado a conformar nuestra raza y ahora su cuerpo se veía cansado, fatigado, su rostros arrugados, su cabello de un color ceniza en el que representaba su sabiduría. Aún así, sus ojos color azul seguían intactos, cómo si nunca perdieran esa juventud, penetrantes como el hielo, se apoyaba en un bastón de madera tallado a mano. El hombre camino por una de las columnas de las estanterías de libros y se detuvo mirando una hilera, según veían cada libro en ésta habitación estaba ordenado alfabéticamente, estábamos por la letra (B) del alfabeto.

-Me es muy gracioso que me pidas permiso a mí para entrar a éste lugar, cuando, en realidad te enfrentaste a once de las personas más temidas de todos, sin titubear- dijo en un todo burlón, pero no grosero.

-Mí madre me enseño a ser educada- contesté, el hombre seguía buscando algo en la estantería.

-¿En serio no tienes miedo de las consecuencias qué puedan causarte ser tan rebelde?- preguntó mirándome un momento, no contesté- me recuerdas a alguien- dijo, volviendo a centrar su atención al frente.

-¿A quién?- me atreví a preguntar.

-A Maggie, ambas tienen ese espíritu salvaje, era una gran mujer- sus palabras fueron melancólicas, cómo si le pesará hablar de ello- Aquí en el cónclave eres su vivo retrato.

-Sí la considerabas una gran mujer ¿porqué la expulsaste?- pregunté cruzándome de brazos. Él rió de lado muy sutilmente.

-Yo no la expulse, fui El primero en oponerse.

-¿Y usted no podía hacer algo? ¿De qué le sirve ser la máxima autoridad?- volvió a mirarme.

-Sí, soy la máxima autoridad en éste lugar, sin embargo. Anais, no puedo desautorizar sus ordenes, ese tipo de decisiones se toman por mayoría de votos y en ese entonces los votos a favor de que tú madre fuera expulsada eran más- explico.

-Si sabe que mí madre fue condenada injustamente.

-Ellos aún piensan que hicieron lo correcto, lo importante aquí es lo qué tú piensas- guardé silencio.

Él siguió buscando lo que sea que estuviera buscando, mientras yo me encontraba en silencio a su lado, había podido identificar que Deneb era un hombre de pocas palabras, solté un suspiro y me moví incomoda por mí lugar. Odiaba el silencio entre los dos, no porque fuera incomodo sino porque no quería quedarme sin conversación, la herida en mí hombro
empezó a doler así que respiré profundo para soportarlo. El líder del cónclave saco un libro de una de las últimas filas de la estantería, era ancho con una tapa de cuero café, grueso, me lo extendió y lo tomé en mis manos.

-Un regalo de cumpleaños- dijo sonriéndome- Sé que no hiciste ese alborotó apropósito, aunque ellos te subestimen tú rebeldía jamás pondría en peligro nuestro mundo, eso lo sé. No mereces unos castigos tan duros como los que Amalie sugirió en el juzgado, sin embargo. No podré pasar por alto tú falla, yo te condenaré- explicó.

Paso por mi lado caminando apoyando en el bastón, sonreí y seguí sus pasos, al salir nos encontramos con un pasillo que guiaba a las escaleras, estábamos en el segundo piso, aquí habían algunas oficinas y guardianes de turno. Era raro pensarlo los deberes como los que tiene éste juzgado son muy parecidos a los mundanos y es qué, aunque. Nosotros vivamos en un mundo que para ellos no existe, lo único que nos diferencia de ellos son el linaje angelical. En muchos de los casos ambas partes estaban ligadas a una día pesado, lleno de formularios, papeleos, problemas con los acusados, informes y demás cosas. Bajamos los escalones, nos adentramos a la corte donde nos esperaban las personas que habíamos dejado.

Todos se pusieron de pie de nuevo, sostenía el libro en mis manos, mí tía me miró preocupada supuse que debía ser porque no era costumbre que el líder de la hermandad dictará una sentencia, el hombre subió a la pequeña tarima y se posicionó donde antes estaba el juez. Por un segundo el estrados y todo el cónclave de mantuvieron de en silencio, tragué saliva pesadamente y levante muy alto mí frente, quería recibir mí sentencia con honor. Amalie miraba también al hombre quien miraba unos papeles, después se acercó al micrófono, tenía nervios como si estuviera a punto de subir a una montaña rusa o cómo si fuera a confesar una travesura.

-Según los informes de los testigos, la centinela Franklyn actuó para proteger a los mundanos- habló Deneb- Mí sentencia será breve pero severa para una mujer tan orgullosa, mí sentencia será un tutor que le de asesorías para que aprenda la conducta apropiada para estar aquí, esté hombre asignado por el cónclave la acompañara en un periodo de tiempo de nueve meses, que será la fecha en la que decidiremos si la joven Anais pertenecerá y se graduara como cazadora- se escucharon las protestas y la conmoción.

-Pero... Señor, ella representa un peligro para nosotros- intervino Amalie.

-¿Estás desautorizando mis ordenes?- le pregunto autoritario, ella negó- Muy bien, el maestro llegará en una semana, juntos con el remplazo del profesor Starck y la supervisora que irá a la academia por los acontecimientos que se han presentado, el juicio a terminado.

...

El portal se abrió de nuevo, caí en el suelo del patio delantero del Castillo, aún seguía con ganas de vomitar, todo se veía muy tranquilo y silencioso, debía ser porque la gran mayoría debían estar durmiendo, no sabía exactamente qué hora eran pero sabía que debía ser muy tarde. Entre al vestíbulo del instituto, me despedí de mí tía la cual dijo que revisaría algunas cosas y se iría a dormir y subí escaleras arriba, estaba cansada, no había comido en casi todo el día y mis ojos pesaban. Mí única luz era la que se colaba entre los ventanales, así que se me dificultaba un poco caminar

Debía ser sincera, el líder del cónclave sabía como herir mí ego y es qué sí él había leído mí expediente, debía saber que era una de las pocas centinelas en la academia que había avanzado tanto en tan poco tiempo, y que. Además, no había nunca, necesitado una asesoría o un tutor que me ayudará, por el contrario, antes yo era tutora, solté un suspiro y cuando llegue al pasillo donde estaba la puerta del apartamento vi sentado en el suelo a Evans, él me estaba esperando. Me causo mucha ternura, me acerqué a él y estaba dormido, toqué su hombro suavemente y se sobresaltó, le sonreí y el me devolvió el gesto, sus ojos se veían somnolientos y cansados.

-Ana, llegaste- dice él- me quede dormido, lo siento- me puse en cuclillas para estar a su altura.

-No te preocupes- contesté- no debiste esperarme despierto.

-Lo sé- se encogió de hombros- pero quería hacerlo, quería que me contarás como te fue- me senté junto a él de piernas cruzadas.

-Me fue mejor de lo que esperaba, a excepción, claro, por el tutor.

-¿Tutor?- preguntó.

-Ese será mí castigo, un tutor, en fin al menos no fue tan grave- ambos nos miramos a los ojos sin comentar más nada.

-Ese beso. Ana, bueno, se que lo hiciste porque pensaste que tal vez no ibas a volver...- lo caye estampando mis labios con los suyos, no tardo en corresponder a mí beso, sus labios eran dulces, delicados se acoplaba a los míos, recuerdo que lo de Derek eran rudos, salvajes, desesperados.

-Hablaba en serio, sí quiero intentarlo- le dije, cuando nos separamos, su sonrisa se iluminó más, sus ojos se volvieron más brillantes.

...

<< Las goteras de agua caían a rostro y se mezclaban con la sangre que ahora manchaba cuerpo, los labios de los hermanos se movía pero no escuchaba nada, tía le decía algo pero nada de ruido sólo un zumbido en mis oídos. De mis ojos salio una lágrima que se deslizo por el rabillo del ojo, el zumbido desapareció y ahora escuchaba el latir de corazón que poco a poco se iba deteniendo, el último sorbo de saliva se deslizo por garganta y un último respiro salió de boca justo antes que caer en la paz que ahora le envolvía>>

<<-¿Derek qué está sucediendo?- pregunté, salió lentamente desde la oscuridad y se poso frente a la camilla.

-Lo siento- hablo.

-¿Qué sientes?- pregunté.

-Ana yo, yo no te amo- me quede mirándolo unos segundos, mientras sentía un cuchillo en corazón.

-Qué?- dije en un susurro.

-No te amo, jamás lo hice, Carsón vio muerte y eso Macristen no lo quería así que me obligaron a enamorarte para que no murieses en manos de Daxson.

-No- dije un sollozo- ¡Mientes!- exclame- ¡No es cierto!.>>



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