IV
Después de varios días de viaje echaba de menos la brisa y lo demás que pudiera rodear el océano. Como no extrañar la hermosa sinfonía del oleaje embistiendo las rocas, la arena en mis pies y el canto de las aves. Comparar cada preciosa experiencia con el incesante galopar del caballo, el continuo aleteo de los insectos que salían de los matorrales y el silencio incomodo que manteníamos ambas durante el viaje; entre otras cosas que me molestaban demasiado. Rememorar los momentos en los que era una simple chica rondando en los dominios de la mas pura naturaleza. Me hace desear abandonar a mi acompañante pero también pienso que si lo hiciera, no solo estaría abandonándola a ella, sino también el objetivo que me propuse. Ademas ella me regalo todo lo que tengo, desde mi ropa hasta mi pobre vocabulario. Unas botas viejas hechas de piel de algún animal, juntos a un lujoso vestido blanco muy mal cuidado. Y todo lo que necesitara en aquel momento a pesar de su constante preocupación por mi bienestar, pues creyó que también necesitaría imitar sus rutinas de alimentación para poder mantenerme viva; entre muchas mas cosas que para ella eran muy normales. Dejarla serviría para fundir mis emociones en el ardiente infierno que podía significar la culpa. Pensar en lo desagradecida que fui al pensar en el camino fácil era como extender mis extremidades hacia las intensas llamas que ansiaban hacer de mi un puñado ceniza.
Nada ocurrió sino hasta que la noche cayo sobre nuestros hombros y nos obligo a acelerar el paso. Un gran estruendo se oye a lo lejos y todo se vuelve visible por unos segundos.
--¿Que fue eso? -Murmuré en su oído izquierdo, anteponiendo mi curiosidad y emoción por delante de mi seriedad.
Luego de empujarme hacia atrás con un leve movimiento de su espalda respondió murmurando y en tono de burla.-- Es un trueno, ¡animal insolente!
--Es maravilloso... -Conteste mientras giraba la cabeza en busca de lo desconocido.
--No te alegres tanto, tenemos un cargamento de armas y partes pequeñas para armadura dentro de esas bolsas. Si una de esas cosas nos cae estaremos muertas antes saber que morimos.
Con un tono de voz que descendía a través de su intranquilidad y nervios, ella me estaba advirtiendo de que todo no era como lo percibía. "El bien y el mal", dos palabras tan pequeñas que no podían expresar ni un poco de lo que en verdad pueden llegar a ser; a la hora de demostrar un milagroso o un horrible significado ante la realidad del hombre. Quiero aclarar que considere sus palabras pero jamas las tome en serio. Mi carácter se estaba forjando lentamente desde que emergí del abismo. No es ético culpar a mi ignorancia y falta de cordura de ese entonces.
Aquella voz en mi cabeza había estado ausente todo este tiempo, eso supuso un gran alivio para mi y permitió que confiara aun más en el entorno. La explosión de curiosidad me llevo hasta tal punto de experimentar lo que es vivir libre aun si eso tenia como condición el dejarme llevar por quien me haya encontrado o le interese guiarme. Se que en mi futuro agradezco que fuera esa muchacha de dorado corazón. Sin motivo alguno entre tantos pensamientos, mi mente decidió dormir.
El camino que recorrimos fue incierto para mi, debido que no recordaba nada más de aquella turbulenta noche. Odio con toda mi alma perder la noción del tiempo pero en aquellos días no era algo de lo que me preocupara o conociera. Cuando de abrí los parpados solo pude ver la fugaz mirada de alegría de mi salvadora, junto a una gran sonrisa que sostenía con delicadas palabras, estaba feliz de que estuviera viva. El sol había salido de los arboles y su resplandor se encontraba en su punto máximo. Las hojas marchitadas alegaban la prosperidad de la temporada otoñal. Segada por el terrible resplandor que golpeaba en mis retinas, ademas de provocarme un inmenso dolor de cabeza muy familiar, intente levantarme con brazos y piernas a la vez que mi compañera me ayudaba. Las hojas crujían y mis pies se hundían entre ellas. Ella pregunta por mi estado, por mi bienestar. Interrogantes que aumentarían tras mi incomprensible silencio y mi inexpresivo rostro. Desconcertadas ambas intentamos causar algún tipo de reacción, obteniendo siempre resultados desalentadores. No me sentía preocupada ni molesta por haber perdido parte de mi libre albedrío, reconocí que en mi algo había cambiado y que tenia que dejar de lado muchas cosas de mi personalidad si quería enfrentarme a mi destino. Lamentablemente esa muchacha era de lo mas persistente. Su cálido cuerpo aferrándose al mio implanto dos sentimiento que parecían muertos. "El cariño y la duda". ¿Por que hace esto? ¿Me preocupa su vida? .Una vez mas como si de una obra se tratara, todo se vuelve oscuro y regreso a esa noche lluviosa de la que tanto creía no recordar. Me despertó repartiendo bofetadas en mi rostro.
--¿Por que te caíste del caballo? -Su mirada de sorpresa me incomodaba mucho y me enmudeció. -Vamos levántate, ya casi llegamos.
Todavía persistían esos truenos que poco me dejaban oír su voz; junto a la basta humedad y mi presentimiento errado de que parte del océano nos caería.
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