CAPÍTULO SEIS
EL FINAL SERÁ EL MISMO
Abrió sus ojos azules cielo y observo el techo de su habitación, hacia seis meses que había comprado esa casa y aun se le hacía ajena, la brisa que se colaba desde su ventana abierta atrajo su atención, era un día hermoso más sin embargo toda aquella belleza carecía de emoción frente a él. Se levanto de su cama y observo como una sombra atravesaba su puerta. No sintió miedo, hacia mucho que ese sentimiento había perecido en su ser pero si repulsión, no le gustaba esa forma espectral que solían tomar aquellos que ya habían partido del mundo de los vivos.
Camino a su baño e higienizo su persona, cuando decidió mirarse en el espejo ahogo un grito de rabia tras ver la imagen que este le regresaba, no era la de él. Thomas seguía viniendo una y otra vez a advertirle sobre su hermana y al igual que muchas veces, le ignoro.
-No puedes escapar toda la vida –Le dijo el ser que estaba frente a él.
-Yo no soy el que huye Sir Sharpe –Aquella frase fue expulsada con rencor, según el más joven era imperdonable su traición.
-No sabes lo que haces –El doctor a darse cuenta que no podría utilizar aquel espejo salió del baño hacia su closet donde mantenía otro- Debes escucharme Thomas... Tu y yo no somos las mismas personas y sin embargo, veo reflejado en ti mucho de mí.
-¿Perdón? –Si la ofensa tenía un grado de medirse, de seguro aquello que le dijo el espíritu era un diez- Usted y yo somos completamente distintos. Yo por ejemplo no planeo dejar a Lucille y muchos menos traicionarla.
Se dio la vuelta abandonando su paño para comenzar a vestirse con un traje elegante, completamente en gris. El fantasma seguía de cerca sus movimientos, observándole en silencio. Le causaba mucha nostalgia ver tanta luz en aquel hombre, tanta vida en aquel ser que provenía del amor que alguna vez sintió.
Un amor verdadero y sincero, no el que creyó sentir por su hermana y el cual término asesinándolo.
-No, no somos tan diferente después de todo –hablo finalmente el difunto, Thomas Laing giro su cuerpo para enfrentarse al muerto, estaba enojado de ser comparado de esa forma, suficiente tenía con parecerse a él, eran gotas de agua de una misma fuente- Estas repitiendo lo mismo, y te advierto que el final será el mismo. Morirás en sus manos y perderás aquello que amas. Ella ya está muerta, debes recordarlo.
-¡Tú eras su amante, su hermano y aun así la traicionaste! ¡Merecías la muerte! –Le grito con todo lo que sus pulmones le dieron para luego susurrar- No puedo perder a quien más amo porque ella... ya está muerta.
Thomas Sharpe se desvaneció frente a sus ojos, estaba tan decidido en lo que decía que de cierto modo aquel ser sabía que no lo haría cambiar, al menos no él. Laing quedo con la idea sembrada en su interior, de seguro era más fácil morir que traerla a ella de la muerte y estaba más que dispuesto a hacerlo, solo si ella se lo pedía.
Cuando llego a su consultorio clínico pudo presenciar a Lucille sobre su escritorio, se tenso un poco pero no por el miedo sino por la preocupación. Luego de entrar al interior ella se levanto con una sonrisa maquiavélica en sus labios.
-¿Has encontrado a alguien? –Le señalo sobre la mesa los documentos que recolecto el día anterior, todos eran buenos doctores pero algo en su persona prefirió contratar a la más inexperta de ellos, no sabía si era nostalgia por lo ocurrido en su primera entrevista o solo por lo del apellido- ¿Es una mujer?
La palabra fue dicha con cierto aire de advertencia, él observo al ser y sonrió, estaba celosa y no era bueno, muy bien sabía lo que ella era capaz de hacerle a esa niña si mostraba interés.
-¿Estas celosa amor? –La presencia le sonrió de forma traviesa y él asintió- Es una muchacha joven, recién graduada. Quise darle una oportunidad. Simple nostalgia...
-¿Es hermosa? –Le pregunto ella.
-No más que tú –Lucille le miro expectante y tuvo que suspirar- Lucille te amo a ti y encontraremos la forma de que regreses. Tú me has dicho que existe una y confió en que así será. Ella es una niña, mucho menor que yo. Me conoces y no vine aquí a tener romances innecesarios.
-Más te vale Thomas, por ahora te dejo trabajar –Se acerco a él regalándole uno de esos besos fríos y muertos- Nos vemos en esa nueva casa tuya.
-Creó que quisiste decir nuestra...
Cuando se desvaneció se sentó sobre su sillón giratorio y dio la vuelta al mismo para así mirar la pared, una que había decorado con gatos, ratones y queso. Todo al estilo infantil.
Soltó un suspiro desganado, las cosas no parecían querer mejorar.
Alguien toco la puerta de imprevisto y lo saco de sus pensamientos, giro su sillón nuevamente y pidió que entrará su nuevo visitante, fue entonces cuando la vio. Era Isis con su uniforme de trabajo y su bata blanca.
-Buen día doctor Laing –Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no abrir sus ojos pero lo que si no pudo evitar fue mirar a su alrededor, si Lucille la veía allí sería arriesgado. No porque le hubiera mentido, si no por como ella lo hacía sentir.
-Buenos días... doctora Sharpe –Detallo lo linda que se veía su cara con aquel moño bien hecho y también lo cansada de su mirada- ¿Qué hace aquí? Aún faltan unos días para el Lunes.
-Sobre eso... -Le dijo ella mordiendo suavemente su labio inferior, si ella supiera lo que eso le hacía sentir al hombre quizás no lo haría en su presencia- No tengo mucho que hacer y me gustaría familiarizarme con las cosas, pensé... Yo creí... -Buscaba una forma de explicar lo mucho que necesitaba relajar su mente, llevaba dos días soñando con cosas que no comprendía y que de cierto modo la asustaban mucho- ...Que a usted no le molestaría mi presencia.
-No, para nada, no me molestas Isis... Perdón Doctora Sharpe -*Oh no* Pensó de inmediato, estaba algo nervioso con la situación y era absurdo, él era mayor y tenía mucha más experiencia laboral que ella- No me llame por usted, dígame por mi nombre.
-¿Por su nombre? No, no podría –Le dijo regalándole una de esas sonrisas dulces que enamoraban al instante.
-Seremos colegas, es extraño que andes por allí llamándome por usted –Le dijo intentando restarle importancia al asunto.
Ella le sonrió y acordaron llamarse por sus nombres, era más cómodo y se sentía más confianza en el trato. Una vez explicado su trabajo, Laing le mostro cada lugar y su utilización, ella sabía mucho y parecía comprenderlo todo. Había palabras que ella tendía a no comprender pues su acento era más marcado de lo normal pero le agradaba. Ese hombre le inyectaba a sus venas pasión y detenimiento.
Una vez llegada la tarde culminaron sus consultas.
Laing estaba satisfecho con su elección y ella se sentía feliz de haber distraído su mente un rato. Lo cierto era que a su lado se sentía protegida.
-¿Tienes auto? –Le pregunto una vez cerrada las puertas de su local.
-Tenía –Thomas le miro interesado- Hace unos meses mi padre lo choco, sigue en el seguro y me niego a recibir otro. Cuando pueda yo misma comprare uno con mis esfuerzos.
-Entonces te niegas a un auto nuevo porque deseas independizarte –Le pregunto mientras guardaba las llaves del consultorio y bajaban las escaleras.
-Exacto –Fue la respuesta que ella le ofreció.
Eso atrajo de inmediato a Laing, por alguna extraña razón simpatizaba con ella y con su idea. Eso mismo le dijo él a su padre cuando se ofreció a ayudarlo en su nuevo consultorio.
-Muy admirable viniendo de una chica tan joven como tú –La mirada que recibió de ella fue seca y sin ánimo, él sonrió al darse cuenta que la había ofendido- Oh no, no te enojes, admiro que seas así. Hoy en día las personas joven no tienen proyectos ni sueños futuros.
Ella asintió para dirigirse a la calle donde tomaría un taxi pero entonces él tomo su mano e impidió que prosiguiera su camino.
-Yo podría llevarte, no tengo nada que hacer. Digo, así no te arriesgas tanto y ahorras dinero para ese auto nuevo que comprarás.
Ambos sonrieron e Isis acepto la invitación. El auto de Thomas era muy lindo pero ella no sabía mucho de vehículo así que no reconoció el modelo. En todo el viaje ambos estuvieron callados, excepto las veces que ella le dictaba y le mostraba la dirección de su casa.
Algo retirada de su puesto de trabajo y obvio de la casa del doctor, por lo menos estaría segura, lejos de Lucille.
-Gracias por traerme –Le dijo ella abriendo la puerta.
-De nada. Siempre a la orden para lo que desees –En ese momento él quería golpearse por la forma tan amable en que se lo dijo, tal vez ella pensaría que le gustaba y no quería mostrarlo, eran compañeros de trabajo y ligar el trabajo con el romance es lo más autodestructivo que podía existir y eso bien lo sabía.
¿Qué podría pensar una chica tan linda y joven de un hombre maduro como él?
-Hasta mañana –Isis salió del vehículo sin mostrar ningún rastro de incómodo a sus palabras.
-Hasta mañana –Le respondió para después ver como cerraba la puerta y subía las cinco escaleras que habían para entrar a la puerta de su casa.
Ya había sido mucho llevarla y hablarle de esa forma, arranco el vehículo sin perder más tiempo y observó por el espejo retrovisor como la muchacha se quedaba mirando el auto. Ella era hermosa y sabía que comenzaba a gustar de ella.
Al menos de su forma dulce de saludar, de su manera de hablar, de aquella maña de acariciar su cabello cuando pensaba en algo, y por supuesto de esos ojos castaños.
Si, comenzaba a sentir miedo, y no era un fantasma el que se lo producía.
Era una chica común y corriente, viva y alegre.
"Esto esta mal..."
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