CAPÍTULO CUATRO
POR AMOR
Desde niño tuvo el don o la maldición de ver aquellos seres que por una u otra razón no podían irse de este mundo. Al comienzo de esos episodios salía corriendo a los brazos protectores de su madre, pero luego se acostumbró y decidió creer que eran parte de su vida.
En aquella mansión donde creció poco quedaba de su tatarabuela y su triste historia familiar, creció escuchando la historia cruel desde la perspectiva de su padre, el cual tenía el conocimiento que su madre le otorgo.
"Edith rompió todos los planes familiares, matando con esos los sueños de Thomas y Lucille."
Cuando por fin fue un adulto, el fantasma de Lucille le mostro el lugar donde descansaban los restos de Thomas, y junto a él sus pertenencias más íntimas pero... Jamás consiguió aquello que la mantenía cautiva en aquellas ruinas. Esa mujer de huesos rígidos y oscuros no le producía miedo, al contrarío, desde niño él le siguió por toda la residencia y ella siempre le cuido.
"Thomas... Mi querido Thomas. Eres el reflejo perfecto de su corta existencia, por favor Thomas... No me abandones en esta oportunidad."
Ella le contó su historia de amor y la razón por la qué había perdido a Thomas. Por culpa de aquella Americana sus sueños se vieron cortados. El niño sin saber porque, la odio también, podría tener su sangre pero jamás perdonaría su pecado.
Cada historia tenía una versión distinta, dependía solo de quien la contara y la prosiguiera, en su caso, obtuvo la versión más demente y alejada de la realidad ocurrida.
"Las cosas que hacemos por amor son desagradables, dementes, llenas de sudor y remordimientos."
Creció creyendo en esas palabras, siendo envuelto en la red de manipulación que acostumbraba a usar Lucille.
SU THOMAS SIEMPRE SERÍA SUYO, EN ESE CUERPO O EN OTROS DIEZ MÁS.
"Este amor te quema y te mutila y te retuerce de adentro hacia afuera. Es un amor monstruoso y nos transforma en monstruos."
Eso era él, por amar a alguien que ya estaba muerto y que jamás podría darle más que un frío beso. Era un demonio por amar a alguien que fue capaz de matar por amor, a alguien que no sentía arrepentimiento por todos aquellos actos de violencia que ejecutó sobre inocentes. Pero no podía juzgarla, fue por amor y estaba seguro que él haría lo mismo si ella se lo pidiera.
-¿Porque permitiste que todo ese horror sucediera? -Susurro a la vez que acariciaba el objeto en sus manos. Aquel reloj dorado con las iníciales de su antepasado.
"Sir T. Sharpe."
-¿El horror? El horror fue por amor -Una presencia deforme y oscura apareció a su lado tomando con gentileza la mano en la que aún sostenía el reloj de su difunto amado.
Era el fantasma de Lucille que luego de años sin poder dejar este mundo encontró la forma de abandonar aquella mansión para seguirle donde fuera que él se marchará.
No es donde murieron, ni siquiera donde vivieron. Es mucho más sencillo; simplemente se quedan junto aquello que amaron.
Eso es lo que los retiene aquí y nada más.
-Por amor -Repitió él con pesar, se sentó en el mueble observando como poco a poco el cuerpo de aquél espíritu tomaba una forma más uniforme, más hermosa, como si el tiempo no pudiese tocar su piel o como si la vida irradiara de ella.
Lucille era ahora un demonio más peligroso de enfrentar, ahora estaba muerta, no tenía nada más que perder y por amor cometería los peores pecados.
-Si, por amor... Dame lo que me ha prometido tu abuela y conocerás la fuerza de ese sentimiento -Se sentía como idiota, siendo controlado por ella quién ya estaba muerta, pero no podía evitarlo, mientras estuviera allí a su lado no tendría la fuerza de voluntad para proseguir su vida. Ya tenía treinta y cuatro años en ese mismo plan, él atado a ella y ella... Jugando a los vivos con él- ¿No me deseas Thomas?
-Más que a nada en el mundo.
Solo basto esa respuesta para que aquel ser del otro mundo sonriera con victoria. Se acercó a su rostro e invadió sus labios con un beso que al contrario de ser placentero era frío y sin sabor.
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