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Parte I

Hacía tres semanas que, contra todo pronóstico, su esposo había regresado de la guerra. De hecho había sido el artífice de la victoria de las tropas aliadas al imperio, granjeándose no sólo el respeto y admiración de muchos hombres, entre ellos su tío el Gran Duque y Virrey, sino también del propio Emperador, quien deseaba contar con su presencia en la corte, algo que sin duda, al menos para Elizabeth, sería con lo que Michael se sentiría más que satisfecho. Sin embargo, a pesar de ello, se hallaba allí, junto a ella, en las inmediaciones Lowcrown, el pueblo en el que ella misma se había internado un año después de su boda, con el fin de alejarse de su esposo, para que éste pudiese dar rienda suelta a sus caprichos y deseos, a salvo de las perniciosas voces, que habían convertido a la infeliz pareja en la comidilla de todo Crandon, ante las constantes infidelidades y humillaciones de su propio esposo, el mismo que le habría jurado ante el todo poderoso y los hombres, lealtad, respeto, protección y compañía el resto de sus días.

Todos sabían que su matrimonio había sido ordenado por su propio tío, por lo tanto, se trataba de un arreglo entre dos familias que si bien se habían mantenido unidas desde siempre, los últimos acontecimientos habían echado por la borda años y años de hondo respeto y amistad.

La vida licenciosa y relajada que había estado sosteniendo Michael y su profundo odio hacia Elizabeth, la causante en suma de su inevitable separación de Mina, el amor de su vida, no había hecho por más que causarles dolores de cabeza tanto a la madre de éste como a su tío el Gran Duque, quien anhelaba la consecución de un heredero que tras un par de años no había sido concebido.

Lo que estos desconocían era que precisamente su sobrino se había encargado de aborrecer a Elizabeth en su propia noche de bodas, jurándole que jamás le pondría un dedo encima y asegurándole que la detestaba, y para la propia Elizabeth, ese había sido el principio de la catástrofe en que se convertiría su unión.

Desde entonces se sentía desdichada y vacía, mucho más luego de que Michael partiese al frente de guerra, tras casi dos años de matrimonio, intentando a toda costa morir y casi lográndolo. No concebía cuál idea o razón había acudido a él para que regresase, hecho además todo un héroe, hasta Crandon y ahora, en ese preciso instante, se encontrase en Lowcrown, junto a ella, la fuente de su desdicha.

El conductor apeo el carruaje cerca de la vieja casona en la cual se alojaría, como siempre lo hacía durante su estancia en el pueblo, que con el correr del tiempo se había prolongado en cada ocasión. Los Foster ya estaban al tanto de su llegada y habían preparado una estupenda merienda. Por supuesto se hallaban igual de asombrados con la llegada del joven Lord.

Lowcrown formaba parte de los poblados vasallos del condado de Crandon, por lo tanto debían rendir pleitesía ante los Jelaco, quienes ejercían la señoría y el virreinato en la pequeña nación. Siempre se habían sentido felices y demostrado su profunda lealtad hacia la joven, quien se convertiría en su señora. Michael por su parte, ante los continuos desplantes no sólo hacia su esposa sino también hacia sus vasallos, se había granjeado el recelo y un cierto grado de animadversión apenas velada, por lo tanto, esa tarde y noche de su llegada, había recibido una fría y un tanto hostil bienvenida. Mientras, Elizabeth intentaba a toda costa limar las asperezas para que su cometido en el lugar resultase cuando menos exitoso.

—Bienvenida Milady, es un placer tenerla de vuelta como siempre —dijo resplandeciente la señora Úrsula, la ama de llaves de la casona, quien junto a su esposo se encargaban de mantener el lugar en pie y hacer llegar las solicitudes y quejas a sus señores.

Y como era su costumbre, Elizabeth se acercó hasta la mujer y la estrechó en un sentido abrazo. Por su parte, el señor Foster los invitó a entrar, ya que la tarde comenzaba a helar. Una vez dentro los Foster les siguieron hasta sus habitaciones, a fin de que se acicalaran un poco para la merienda.

—Milady, hemos preparado la habitación de siempre, espero que usted y su señoría ― Hizo una reverencia hacia Michael ― se encuentren cómodos. Si necesitan algo más.

―Quisiera que me preparasen el baño, abajo, así Milady estará más cómoda mientras se refresca un poco. ― La mujer hizo de nuevo una reverencia y dirigiendo su mirada hacia su esposo, con un gesto le pidió que atendiese el pedido de su señor. Este por su parte se despidió de los huéspedes para concretar su tarea.

Úrsula acompañó a sus señores hasta dentro de la recámara, descorrió un poco las cortinas para airear el lugar. Los baúles habían sido dispuestos por lo que ambas mujeres se dispusieron a desempacar. Michael tomó asiento en un pequeño sillón dispuesto cerca del ventanal, a fin de descansar un momento, luego se ocuparía de tomar algunas prendas con las que vestir luego de un merecido baño.

Tanto él como Elizabeth habían optado por desestimar a sus ayudas de cámara, por lo que deberían arreglárselas solos. La Señora Foster hacía muy bien las veces de dama y le ofreció la ayuda de su marido al joven en caso de que le necesitase. Pero ya durante los meses en el campo de guerra había probado que podía manejarse bien solo, sin embargo, no descartó la amable ayuda que se le prodigaba, puesto que lo menos que deseaba era causarle algún tipo de molestias a su esposa ni indisponer más de lo que ya lo había hecho tiempo atrás, a sus empleados, como tampoco a los aldeanos.

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La antigua casa señorial había sido construida al menos un par de siglos atrás, sin embargo, había ido modernizándose por cada uno de sus herederos para facilitar la estancia de sus huéspedes y garantizar su comodidad, así como la de sus sirvientes. Por lo tanto, disponía de un baño construido y remozado, con una bañera de grandes dimensiones de forma octogonal y con una estufa alimentada con leña que calentaba el agua perfumada, en la cual Michael se sentiría más a gusto, ya que las comunes apenas si lograban albergar su macizo y nervudo cuerpo. Por su parte el cuarto de baño de la recámara principal, en la cual tomaba el baño la joven señora, estaba dotada de un grifo para agua fría como caliente, procedente de un enorme depósito que era alimentado por los servidores encargados de dicha faena.

Una hora después, ambos se reunieron en el salón de té, el más pequeño e informal de los tres que poseía la propiedad, en donde degustaron una merienda frugal pero exquisita.

Michael se había disculpado luego y dirigido al estudio junto al señor Foster, en donde éste le había puesto al tanto de la situación de las tierras y de sus habitantes. El señor Foster a pesar de no poseer estudios y de su origen humilde, había demostrado ser muy eficiente en la administración de los feudos, granjeándose incluso el favor y respeto del propio Virrey.

Al concertarse la boda entre Elizabeth y Michael, convirtiéndose luego en condes y señores de esas tierras, el Gran Duque esperaba que Michael se concentrara en administrarlas, pero en definitiva no había ocurrido, sin embargo, Beth, con la ayuda del propio señor Foster y David, el mejor amigo y cuñado de Michael, se habían encargado de disponer de la mejor manera el manejo de las mismas, convirtiendo a Lowcrown en uno de los condados más prósperos de la nación e incluso del imperio mismo, mejorando las condiciones de los campesinos, además de incrementar las cosechas y por ende las ganancias obtenidas; de modo que cuando Michael se puso al tanto de la situación, quedó sumamente maravillado de su joven esposa, mucho más de lo que ya se encontraba.

Mientras Michael se encontraba reunido con el señor Foster, Beth tomó una breve siesta, a primera hora de la mañana ya se reuniría con la señora Úrsula, a fin de poner al día todo lo relativo a su estancia y los asuntos propios de la conducción de la casa. Esperaba poder reunirse con la señora Colleman, con la que había entablado una amistad bastante provechosa, puesto que había sido ella quien la había introducido con el resto de familias del condado, además de ser su mayor colaboradora en cuanto a las distintas actividades que se habían venido organizando en los últimos años, no sólo recreativas sino también labores sociales y educativas, que se habían mantenido junto al párroco local y otras damas del lugar.

Esa noche, luego de una cena sencilla, a solas, puesto que Michael se había marchado junto al señor Foster a atender algunos asuntos apremiantes, Beth se encontraba cepillando su cabello con total parsimonia, ensimismada en sus pensamientos, cuando de pronto llamaron a la puerta de la recámara.

—Adelante —dijo, presumiendo que se trataría de la señora Úrsula.

—Hola ¿Interrumpo? — Escuchó la voz grave de su esposo, dándose vuelta lo miró a los ojos.

—No tienes por qué llamar, ésta es tu habitación también —apuntó, tratando de sonar calmada y jovial.

Lo cierto era que esa noche y el resto de su estancia en el lugar, debían dormir en la misma cama y eso la mantenía bastante intranquila, puesto que de todas las veces que habían tenido que mantener un mínimo de intimidad juntos, Michael siempre demostraba cuanto le disgustaba tenerla cerca. Si bien su actitud desde su llegada del frente de batalla había dado un completo giro, para ella resultaba esencial mantener una relación distante pero cordial, a fin de mantener su cordura intacta al menos.

—¿Por qué no has traído a tu doncella? — Interrumpió de pronto el hilo de sus pensamientos e ignorando sus anteriores palabras, se dirigió a un lado de la cama, tomando asiento en el borde, despojándose de su levita.

—Tu tampoco has traído a tu ayuda de cámara, y creo que puedo arreglármelas sola perfectamente. — Se encogió de hombros y colocó el cepillo sobre el tocador, inclinándose levemente, luego y a través del espejo pudo divisar la imagen de su esposo, imponente, gallarda y desmesuradamente hermosa, quien la contemplaba a su vez profundamente. Fue una de esas miradas que tanto le perturbaban, por lo que sintiéndose un poco desorientada y torpe, se irguió y descorriendo lo más rápido que pudo el albornoz, se recostó del lado opuesto al de Michael, cobijándose inmediatamente con las mantas dispuestas para ello.

Michael a su vez se irguió de la cama, algo que no extrañó a Beth, bastante acostumbrada a sus desplantes y su actitud esquiva y distante, se encaminó hacia el armario, tomando algunas prendas y luego dirigiendo su mirada de regreso a su esposa.

—Iré a tomar un baño abajo, necesito estar fresco para contarte sobre algo que ha sucedido. — Elizabeth asintió, muy atenta a su figura, detenida en medio de la habitación. Michael procedió a juntar lo que había tomado previamente, y con paso acelerado abandonó la recámara, dejando a su esposa un tanto intrigada. Beth debió esperar unos cuantos minutos en los que intentó no adormilarse, hasta que su joven esposo tomara su lugar en su lado de la cama, fue allí en donde procedió a explicarle lo sucedido.

—Foster y yo hemos tenido que marchar hasta las afueras del pueblo, el puente ha colapsado producto de las últimas lluvias. — Ante el semblante de su esposa procedió a explicarse mejor—. Por suerte nadie se encontraba en el lugar, así que no debes preocuparte. — Beth asintió más relajada—. Debemos trabajar cuanto antes para recuperarlo —anunció, y Beth a su vez asintió conforme con sus palabras.

—¿Necesitan ayuda con algo? — Michael asintió.

—He pasado la tarde reuniéndome con varios hombres del pueblo. Todos nos hemos puesto de acuerdo, así que a partir de mañana comenzamos las obras. También voy a necesitar que te encargues junto al resto de damas de llevar agua y alimentos para los hombres.

—Por supuesto, arreglaré todo con Úrsula y otras mujeres del pueblo, todos debemos contribuir.

—Bien — Suspiró—. No esperaba menos de ti — Sonrió complacido y Beth le devolvió el gesto.

—Debes descansar — Michael confirmó con un gesto de la cabeza—. ¿Se marcharán temprano?

—Al alba ¿Cuento con ustedes entonces? — Fue el turno de Elizabeth de asentir.

—Allí estaremos —confirmó, y así ambos, cada uno en su lado de la cama, se recostó, y aunque Beth se mantuvo unos minutos más desvelada, al poco tiempo el sueño y cansancio acumulados la vencieron.

Hola querid@s lector@s: 

Esta historia se encuentra inscrita en el concurso "Erotiza a tus personajes", lo hago sin ninguna expectativa en realidad, más bien para probar que puedo hacerlo. Espero les haya gustado y que sigan el concurso y al resto de participantes, gracias por leer!

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