Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7

Alessandro nos abre la puerta de la tienda más emblemática de la zona más sofisticada de la ciudad. Una tienda en la que yo nunca antes me había planteado entrar. Todo escapa de mi presupuesto, necesitaría tres sueldos más la paga de navidad para lo más barato que tengan, y puede que ni así pudiera permitírmelo. Conozco el lugar porque más de una vez me he pegado a sus escaparates, enamorada de todas esas maravillas fuera de mi alcance.

Reviso una blusa sencilla con demasiados ceros en la etiqueta que marca el precio y no puedo evitar sentirme como una farsante, preguntándome si esto no será una encerrona.

Una dependienta mejor vestida que yo se me acerca.

—Buenas tardes, señorita, ¿busca algo? —Su tono amable no oculta lo que opina de mí, no le gusta mi presencia.

Antes de responder, fuerzo una sonrisa aún más falsa que la suya.

—Sí, gracias, buscaba un vestido elegante. Para un evento.

—¿De qué tipo? ¿Palabra de honor, con la espalda descubierta...?

Busco a Alessandro con la mirada. Por lo que sé de Wolf, puedo imaginar que ha dado instrucciones claras sobre qué clase de vestido quiere que use.

—Si quiere puedo enseñarle unos modelos muy bonitos que tenemos de liquidación —se ofrece la dependienta, al ver que no respondo.

—No, no, estoy bien —logro decir mirando a derecha e izquierda.

—¿Puede acompañarme un momento?

Su tono, aún cordial, cambia de modo casi imperceptible. Cree que soy una ladrona. Probablemente me llevará a un despacho para interrogarme.

—Estoy buscando a una persona —me excuso.

—¿A quién?

No respondo, prefiero no seguirle la corriente.

—Señorita, ¿puede acompañarme un momento? —insiste.

La dependienta me sigue cada vez más alterada, al punto de que apenas puede mantener su falsa actitud amable mientras aprieta el paso tras de mí.

La ignoro mientras miro alrededor en busca de Alessandro, pero solo veo a clientes que me observan curiosos, seguramente preguntándose qué hace una chica tan corriente como yo en una tienda como esta.

Lin aparece a la vuelta de una esquina para salvarme.

—¿Has encontrado alguno que te guste? —me pregunta con su acento de Europa del este, con varias prendas colgadas del codo.

La dependienta frena en seco a mis espaldas. Lin tiene una habilidad sobrehumana para incomodar a la gente, me lo demuestra al lograr que la chica quiera marcharse con solo dedicarle una de sus miradas.

—¿Ocurre algo? —le pregunta Lin con su típico desdén.

—Oh, no, perdone —se disculpa ella, visiblemente nerviosa—, no sabía que estaba con usted, señorita Lin. ¿Han venido con el señor Wolf?

Haciendo honor a la personalidad que la caracteriza, en vez de responder, Lin solo da media vuelta y se marcha con un desaire de lo más ofensivo.

—¡Se pensó que iba a robar! —le susurro a Lin, alcanzándola.

La mestiza me mira como si me tomara por ingenua.

—Quería que la acompañara al despacho —me explico.

—Para cachearte.

Lo dice con indiferencia, hace correr los vestidos de un perchero. Tardo unos instantes en entender lo que insinúa.

—¿Dices que pretendía...? —dejo la frase a medias, es imposible.

—¿Te sorprende? Desde lo que ocurrió en el despacho se te ve un poco necesitada —contesta, midiéndome sobre el torso uno de color negro.

—Venga, guapa, que eres tú la que no se ha tomado bien que Wolf la dejara a medias —le replico, dando un paso atrás, molesta.

Lin finge no oírme, está buscándome otro vestido.

—Este no, demasiado ceñido —dice para sí misma.

—¿Qué pasa, te duele que Wolf me prefiera a mí?

—Te marcaría tripa, ¿no crees? —prosigue, mostrándomelo.

—En el fondo sabes que solo te utilizó para castigarme.

—No entiendo por qué estás tan resentida.

Tomo aire. Lin sin duda sabe cómo sacarme de quicio.

—Lo que me cabrea es que ahora me vengas con esa actitud prepotente cuando hace menos de una hora estabas gimiendo con los azotes de Wolf.

—Eres tú la que se cree con superioridad moral cuando es obvio que te morías de envidia —me responde, mirándome de frente.

—Tendrías que haberte visto con las tetas aplastadas sobre la mesa, me mirabas como si me suplicaras por más castigos —le recuerdo.

La tirantez de su sonrisa me indica que le ha dolido.

—¿Qué más querías que te hiciera? —la provoco.

Lin aprieta una prenda de miles de dólares entre sus puños.

—¿Wolf tiene cámaras de seguridad en su despacho? —pregunto.

El rostro impasible de Lin deja entrever el miedo.

—¿Quieres ver cómo sufres por no masturbarte? —gruñe.

Por mi mueca victoriosa, la mestiza sabe que estoy a punto de echar por tierra cualquier posibilidad de réplica que tenga, por patética que sea.

—Toma, cállate y pruébate esto —me corta, empujándome un vestido con su percha y todo contra mis brazos cruzados.

—¿Te ha sentado mal? —pregunto, imitando su prepotencia—. Pensaba que te gustaba que te humillaran públicamente.

Resopla y se marcha, ignorándome. Pero vuelve a la carga minutos más tarde, cuando estoy en el probador medio desnuda. Aún no he terminado de probarme el vestido cuando de pronto corre la cortina y se cuela dentro.

—¡¿Pero qué haces?! —susurro ahogando un grito.

Lin me chista posando suavemente su dedo sobre mis labios.

—Para ser una súcubo eres muy tímida —observa, maliciosa.

Un nudo se forma en mi garganta.

—¡¿Wolf te lo ha contado?!

—Adrian Wolf me lo cuenta todo, somos uña y carne.

Por muy segura que suene, no consigue que la crea. Lin solo pretende ponerme celosa, lo que es una bobada. Wolf no me interesa de ese modo.

Lin se da cuenta de que le he pillado la mentira.

—Deja que vea cómo te queda —dice, cambiando de tema.

Me toma de los hombros y da paso atrás para evaluar su elección.

Parece encantada con lo que ve, y de algún modo siento que no me admira a mí, sino al vestido, enorgullecida de su buen gusto. Tengo que admitir que es precioso, elegante y, cómo no, tan caro como atrevido: su escote vertiginoso me llega casi hasta el ombligo, dejando a la vista más de la cuenta.

—¿No te parece que es un poco...? —dudo frente a mi reflejo.

Señalo de la cabeza a los pies a mi yo irreconocible del espejo.

—Para nada. Tiene que ser este —responde Lin.

Me muerdo el labio, indecisa.

—De verdad, estás preciosa —me asegura, con su barbilla en mi hombro.

Ahora mismo estoy tan pendiente de si el vestido es apropiado para una fiesta benéfica que no me doy cuenta de la proximidad de los labios de Lin.

—¿Qué haces? —exclamo sobresaltada al sentir su beso en la zona más sensible de mi cuello, chocando contra el espejo del probador.

—Vamos, ¿me negarás que tú también quieres esto? —me responde.

Ha adoptado una actitud coqueta que me desarma. Lin se enrosca un mechón de cabello en el dedo índice de una mano y desciende el de la otra por mi escote, una caricia de lo más sensual que me enciende las hormonas.

—Detente —le pido sin ninguna convicción en mi voz.

—¿Vas a seguir haciéndote la difícil?

El deseo arde en sus oscuros ojos rasgados.

—Podría hacerte terminar en mi boca —me promete.

Toma el mechón oscuro entre sus labios y con un increíble movimiento de lengua forma un lazo, demostrándome sus habilidades.

—Imagina lo que podría hacer entre tus muslos.

Un taburete de madera presiona en la parte de atrás de mis rodillas.

—Tú solo tendrías que abrirte de piernas mientras mi lengua hace que te corras una vez tras otra —me dice, empujándome suavemente con el dedo.

—Basta —le ordeno, con un autocontrol que nos sorprende a las dos.

Huyo del probador más excitada de lo que me gustaría admitir, y afuera un señor muy atractivo de unos cincuenta años nos intercepta. Tiene el cabello canoso recogido en un moño y pese a su edad transmite un aura jovial, en gran parte debido a su sonrisa desenfadada.

—Hola, preciosa, qué sorpresa verte por aquí —la saluda.

Por la reacción de Lin, intuyo que no se alegra demasiado de verlo. A diferencia de él, que trata de entablar conversación amablemente, Lin parece que solo quiere terminar cuanto antes, cosa que no me extraña viniendo de ella, que es arisca con todo el mundo. Después de unas pocas palabras que caen en saco roto, el hombre recae en mi presencia y se le ilumina el rostro.

—Viktor Ivanov —se presenta tendiéndome la mano.

Su forma de estrechármela es totalmente opuesta a la de Wolf. Viktor lo hace con una suavidad embriagadora, como si temiera romperme.

—No sabía que Wolf se codeaba con chicas tan naturales —observa.

Sé que es un halago. En su boca, natural suena a espontánea, genuina, sin la máscara que la alta sociedad ha tallado para chicas como Lin. Para Víctor yo soy más que un vestido, no repara ni un instante en él, solo me mira a los ojos como si acabara de descubrir la joya más bonita, admirándome.

—Antes la he visto discutiendo con Lin —comenta, divertido.

El rubor me trepa por el cuello hasta la cara.

—Oh, no tiene de qué avergonzarse —me tranquiliza—, me encantó cómo la puso en su lugar, ya era hora de que alguien lo hiciera.

—Alguien aparte de Wolf —puntualizo, tímida.

—Hasta ahora siempre pensé que nadie más podría manejarla.

Por supuesto, si estamos hablando de ella es porque no está aquí, se fue a pagar sus compras, y ahora vuelve acompañada por Alessandro.

—Señorita White, aún quedan muchas tiendas a las que ir —me apremia el italiano, poniéndome una mano en el hombro.

—Deme un segundo, estaba...

—Lo siento —me interrumpe.

Con un gesto, me indica que tenemos que irnos inmediatamente. Hasta ahora nunca vi a Alessandro tan serio. Me aprieta un poco para transmitirme su urgencia. Su actitud me hace pensar que ha ocurrido algo malo.

—Perdone, ha... ha sido un placer —me despido de Viktor.

—Emily —me llama mientras me separan casi a rastras de él—, hoy se ha ganado usted un fan. Por favor, no cambie.

Una vez afuera de la tienda, tanto Lin como Alessandro me dedican una mirada de desaprobación que me toma por sorpresa. Por un pequeño instante me quedo sin saber qué decir, hasta que entiendo a qué se debe tanta prisa.

Mi confusión se transforma en un creciente enfado.

—¿Todo esto es por Viktor? —exclamo, incrédula.

—Si Wolf descubre que habló con él, todos tendremos problemas.

—Que trabaje para Wolf no me convierte en su esclava —le espeto—, puedo hablar con quien quiera, ni usted ni Wolf pueden impedírmelo.

Giro sobre mis talones para entrar de nuevo en la tienda. Alessandro me agarra por el codo, deteniéndome. Lo fulmino con la mirada y él ni pestañea.

—Señorita White, la entiendo, pero no complique las cosas —me pide.

Su tono condescendiente no me calma, al contrario. Lin me clava sus ojos oscuros como si me juzgara en silencio, lo que todavía me cabrea más.

—¿Puedo cambiarme, al menos? ¿O quiere que vaya con este vestido por la calle? —le pregunto, cruzándome de brazos para tapar mi escote.

—No se preocupe, la llevaré a casa.

Conduce en silencio, sin prisa. Tan solo cruzamos un par de palabras para despedirnos frente a la puerta de mi apartamento, donde aparca. Cuando entro en el salón, me encuentro con Matt jugando a la videoconsola tumbado en el sofá. Incorporándose, silba al verme con mi carísimo vestido nuevo.

—¿Quién eres tú y qué has hecho con mi compañera de piso?

—Al parecer este es el código de etiqueta para las fiestas de Wolf —le digo, agotada, dejándome caer en el otro extremo del sofá—. Por suerte paga él.

—¿Te invita a fiestas y te compra ropa? —Deja el mando de la consola en la mesa para centrar toda su atención en mí, al punto de incomodarme.

Siento que me está acusando de haberme acostado con él.

—¿Celoso, Matt? —le pregunto, sarcástica.

—Obviamente. Celoso de ti. ¿Quién no querría un jefe rico y guapo que le compre ropa? —bromea, con una risita nerviosa que lo delata.

—Pues yo —gruño, estirando los pies sobre la mesa.

—¿Bromeas?

—Detesto a Wolf —mascullo con cierto pesar—, es insoportable.

—No pareces muy convencida —me reta con una ceja alzada.

—De verdad, es un incordio, y su secretaria lo es aún más.

Se me queda mirando con cara de desconfianza, ahora con ambas cejas levantadas, medio en broma medio en serio, tan insistente que me agobia.

—¿Qué? —me rio ansiosa—. Relájate, pareces un novio celópata.

Frunce los labios callándose lo que piensa.

—Lo siento, es que me preocupas —dice en su lugar.

—Matt, de verdad, no me interesa Wolf.

Trato de sonar convencida. Como no termina de creerme, lo que por otra parte no me extraña, estiro los brazos hacia él ofreciéndole un abrazo.

Matt tiene una cualidad extraordinaria: siempre huele bien, use perfume o no. Puede haber estado todo el día sin ducharse y aun así...

—Perdón —me disculpo—, seguro que apesto a sudor.

En realidad, debo oler a feromonas sexuales, lo que explica su cambio de actitud. Matt me estrecha contra su pecho, no deja que me aparte de él.

—No seas tonta —me tranquiliza con un susurro en mi cuello.

Tiene un torso musculoso en el que me encantaría acurrucarme tras una intensa sesión de sexo. Clavo las uñas en sus hombros, mi cuerpo reacciona.

—Vamos, Matt, suéltame, quiero ducharme —le pido.

No me escucha, está como hechizado, acaricia mi cuello con sus labios de forma casi imperceptible, me eriza la piel del escote con su respiración pesada y baja la cabeza como si fuera a besar el sensible espacio entre mis pechos.

—Matt, me estropearás el vestido...

Casi parece que ruego que me lo quite. Pero no, no es lo que quiero, con él no. Matt me importa demasiado como para echar a perder lo que tenemos.

—Lo siento —le digo tras apartarlo de encima de un fuerte empujón.

—Creía que... pensé que tú...

Matt se ve tan frágil que casi no lo reconozco.

—Lo siento —repito, tras darle un casto beso en la mejilla.


Por desgracia, no puedo escribir lo suficientemente rápido como para seguir publicando dos veces semanales. A partir de la semana siguiente, las actualizaciones serán semanales.

A cambio, me comprometo a hacer una maratón de 3 capítulos en cuanto alcancemos los 3000 votos. ¡Gracias a todos por vuestro apoyo, ojalá os guste el capítulo!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro