Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

17.2

Wolf, que sonríe como si acabara de leer mis más oscuras fantasías, en las que aparece dándome en todas las posiciones imaginables, levanta una de sus manos de mi reposabrazos para dirigirla a mi regazo, a lo que mis muslos se separan como dándole permiso para introducirse entre ellos.

En vez de aceptar la invitación, solo toma el pañuelo.

—Le dije que duraba poco —murmura, con su cara pegada a la mía.

Lo huelo. Cierro los muslos y frunzo el ceño.

—Qué mona está cuando pierde la razón —dice, divertido.

Nada más decir esto, me besa. Por suerte para él, solo es un piquito en la comisura de mis labios. Con la rabia que me cargo ahora, capaz que se habría llevado un cabezazo en la boca de haberse atrevido a besarme en serio.

—No me mire así, Emily, o empezaré a pensar que me odia.

Wolf se separa por fin de mi silla. Me siento mejor en cuanto lo hace, con espacio para respirar un poco de aire libre de sus potentes feromonas. Presiono el pañuelo contra mi nariz, casi ha perdido su efecto por completo.

—¿Qué le hace pensar que no me marcharé con Viktor ahora que sé que está trabajando en la clase de inhibidor que a mí me interesa? —pregunto con voz nasal.

Wolf me mira como si me encontrara atractiva pese a todo. El inhibidor que se debió aplicar unas horas antes de nuestra reunión apenas funciona, y si sigo aquí sentada por mucho rato acabará por arrancarme la ropa. Puede que use su cinturón de piel para azotarme, o quizá lo envuelva alrededor de mi cuello mientras me folla duro a perrito. No, basta. BASTA, BASTA.

Inspiro el perfume del pañuelo lo más fuerte que puedo.

—Porque usted, como yo, sospecha que no es trigo limpio. Viktor esconde algo, sabe más de nosotros de lo que podamos imaginar. Si desde el principio pretendía crear su inhibidor, ¿por qué no se lo dijo? —En esta ocasión no me deja responder—. Está claro que busca otra cosa de usted, y creo que sé qué es.

Probablemente me quiere a mí. No como investigadora, ni como persona, sino como súcubo, como mujer. El falso filántropo Viktor Ivanov ansía hacerse conmigo solo para darle en las narices a su eterno rival, Adrian Wolf. No soy una moneda de cambio ni una ficha en sus tableros de ajedrez.

—Me quedaré con usted —le digo, apretando el pañuelo para extraer las últimas notas de perfume—, si a cambio me responde una pregunta. ¿Por qué no aprovechó la oportunidad cuando hace un rato le pedí que...?

Wolf sonríe enigmático.

—Usted, en el fondo, no quería eso —contesta.

Él parece tenerlo más claro que yo. Cierro el puño con fuerza cerca de mi nariz y hago un esfuerzo por mantener mi mejor cara de póker. La reunión terminará en breves y podré volver a casa, con Matt. Necesito marcharme de aquí antes de que empiece a flaquear Emily y aparezca la súcubo.

Wolf debe notar lo inquieta que se me ve sentada, porque dice:

—Puede irse.

Me levanto apoyándome en la mesa. Las rodillas me tiemblan mucho. Es como si varias partes de mi cuerpo ya estuvieran en asamblea para rebelarse, y pese al riesgo que corro no me iré sin antes haber aclarado una última cosa.

—El primer motivo de porqué quiero quedarme con usted es que, a pesar de lo que pueda pensar de una súcubo, tengo cierto grado de compromiso y usted, señor Wolf, fue mi primer mecenas. El segundo motivo, y espero que usted también muestre el mismo nivel de compromiso y esto no cambie si por cualquier cosa termino trabajando para la competencia, es que financia el resto de proyectos de la universidad. El tercer y último motivo es que parece tener más autocontrol que el que Viktor mostró cuando me subí a su limusina.

Wolf está de cara a los amplios ventanales con las manos cruzadas tras su espalda. No hace ningún gesto que me indique que me está escuchando y sin embargo sé que me escucha más atentamente que nunca.

—Antes me preguntó cuáles eran mis condiciones. Bien, ¿quiere saber cuáles son? La primera, que abandone cualquier intento de control sobre mí o sobre las personas que me importan. —Wolf me mira a través del reflejo sin decir palabra—. La segunda es que, como comenté antes, pase lo que pase tiene que seguir financiando el resto de proyectos de la universidad. Es más, quiero que cada año haga una donación por un porcentaje de su capital a todas las universidades del país. —Ha dejado de mirarme para observar la ciudad a sus pies, a la que sonríe—. La tercera condición es que no se propase conmigo, que no intente nada y que deje de tratarme como si quisiera follarme.

Wolf guarda silencio por unos segundos que se antojan infinitos, sobre todo ahora, que el inhibidor está dejando de hacer efecto y este escritorio es lo único que nos impide saltar a comernos uno al otro.

—Con esas condiciones casi prefiero que se marche con Viktor —dice.

—¿Entonces no acepta?

—Como imaginará, yo también tengo condiciones. —Wolf se voltea y me mira, me analiza—. La primera, y la más importante, es que mantendré todo el control que pueda sobre usted, Emily. Puedo dejar a su novio Matt al margen, si lo desea, pero a usted no. En todo momento quiero saber qué hace, si corre peligro o si está bien. Ha de entenderlo después de lo que pasó la otra noche.

—No es mi novio —es todo lo que se me ocurre decir.

—La segunda condición la cumpliré de buen gusto.

Como si no estuviera lo suficientemente confundida, añade:

—No solo haré un donativo anual, sino que, puesto que tarde o temprano se filtrará que usted dispone de un laboratorio entero en la torre Wolf y habrá quien lo vea como algo injusto, aumentaré la financiación a los demás proyectos de su universidad en un cinco por ciento. O más, si así lo cree preciso. Lo único que quisiera pedirle a cambio es que me deje decidir cómo distribuyo el donativo anual. —Wolf habla recolocándose el rizo de la frente—. Si le soy completamente sincero, y espero que valore esto de forma positiva, me gustaría aprovechar esas donaciones para limpiar mi nombre. En fin, podemos reunirnos para hablar los detalles en otro momento en el que no tenga tanta prisa, si le parece.

Porque sí, por mi lenguaje corporal es evidente que tengo prisa y que el inhibidor no hace una mierda. El muy maldito de Wolf debió aplicar el inhibidor al pañuelo varios minutos antes que a sí mismo. Él todavía guarda las formas, no se le han pasado los efectos, así que quizá, si me acercara, podría...

—¿Qué hay de la tercera condición? —exijo saber.

—No le haré nada que usted no quiera —me promete, posando ambas manos sobre el escritorio e inclinándose hacia adelante—. Pero entenderá, señorita White, que después de lo que vi hoy, después de lo que pasó en el laboratorio, en la cocina y en ese callejón de mala muerte, no puedo hacer como si no quisiera follarla. Porque sí quiero, y no se hace una idea de cuánto.

Tiro de mi vestido para despegarlo de mi piel. Me río, nerviosa.

—Entonces solo cumplirá con la segunda de mis condiciones —digo.

—Eso me temo. Para empezar, y para que vea que voy muy en serio con lo de mantenerla a salvo, se quedará a vivir en la torre Wolf —me informa—. Esta semana, mientras estaba de vacaciones, mandé reformar uno de los pisos para convertirlo en un apartamento que se adaptara a todas sus necesidades.

—¡¿Cómo?!

—Emily, no puedo protegerla in itinere.

—Wolf, no sea ridículo, no puedo quedarme a vivir aquí.

Más que enfadarme, su propuesta me sorprende.

—Es más fácil protegerla si lo hace —contesta, frío.

Niego con la cabeza y cruzo los brazos frente a mi pecho, con lo que mato dos pájaros de un tiro: demuestro mi descontento al mismo tiempo que oculto mis pezones marcándose en el vestido como si quisieran horadarlo.

—Me voy —gruño, sin ninguna convicción en la voz.

—No puede irse. Esta mañana, mientras Alessandro la traía hasta aquí, nuestro dron detectó varios coches siguiéndolo. Hay indicios suficientes para creer que volverán a intentarlo.

—¡Entonces póngame más protección! —le exijo.

Wolf me reprende con su mirada. No tolerará que le grite.

—No podemos movilizar un convoy blindado dos veces al día —dice.

—¡Entonces use un helicóptero, no lo sé! —le grito, abriendo los brazos.

—Su edificio no tiene helipuerto.

—¡Pues constrúyalo! ¿No es usted el poderosísimo señor Wolf?

—Emily, sea razonable...

Niego con la cabeza. La asamblea en la que participaba cada parte de mi cuerpo ha concluido, y por votación unánime han decidido derrocar la tiranía de mi cerebro. Noto las bragas totalmente empapadas.

—No puedo quedarme aquí, con usted —murmuro sin fuerza.

—¿Por qué no?

No responderé eso, mentir sería ridículo y sincerarme humillante. Estiro mi vestido con nerviosismo, una gota ha empezado a caer por la cara interior de mi muslo. Wolf desliza los dedos por la superficie del escritorio mientras avanza hacia mí como un lobo olisqueando a una presa herida.

—Emily, no estaremos juntos, no tiene por qué verme si no quiere —me dice, y por su tono es evidente que sabe que me muero de ganas—. Estaremos en pisos separados, seré como ese vecino al que evita porque no soporta.

Wolf se mira la yema de los dedos en busca de una mota de polvo y las frota entre sí con el mismo gesto que haría al tenerlos mojados con mis jugos.

—¿Entonces no intentará ningún truco estúpido? —pregunto, sin poder evitar que mi voz suene un poco decepcionada ahora que está a mi lado.

—Insisto, no haré nada que usted no quiera —me promete, extrayendo mi teléfono del interior de mi bolso para a continuación entregármelo—. Haga el favor de llamar a su novio, dígale que se quedará a vivir en la torre Wolf.

Sostengo el móvil en la mano, que me tiembla. Tras un instante de duda, comienzo a teclear un mensaje con el pulgar. Pero Wolf me detiene.

—He dicho que le llame —repite.

No puedo hacerle eso a Matt. Wolf no desaprovechará la oportunidad de vengarse, no se contentará con tocarme o practicarme sexo oral, llegará hasta el final. Puede que me doble en noventa grados sobre la mesa para follarme y azotarme como hizo con Lin, o que me obligue a mantener una conversación por teléfono mientras me interrumpe introduciendo sus veinte centímetros en mi boca. Wolf es capaz de eso y más.

No entiendo por qué eso me está calentando tanto. Matt se moriría si me oyera gemir a manos del hombre que siempre hemos criticado juntos.

—Por favor, no me obligue a llamarlo —musito, a punto de correrme.

La gota suspendida en mi muslo es vencida por la fuerza de la gravedad e impacta en el limpísimo suelo del despacho, entre mis pies.

—Haré lo que sea menos esto —le suplico.

Wolf se mantiene impasible. Escanea mi tembloroso cuerpo de la cabeza a los zapatos, y por un instante se queda mirando lo del suelo como si creyera que me he meado encima. Cuando alza la vista a mis ojos de nuevo, noto que está enfadado y que se le agota la paciencia y que es mejor que obedezca.

—Emily —me advierte.

Mi pulgar pulsa en el contacto de Matt mientras mi interior se retuerce a la espera de la caricia que desencadenará una tormenta de orgasmos.

—¿Usted quiere que me la folle? —me pregunta.

—Sí. Por favor —contesto, con la boca pegada al auricular.

Otra gota se une a la primera. Wolf tuerce el gesto, casi puedo leer en sus ojos ardientes de lobo lo que dirá a continuación:

—Bien, súbase el vestido, quítese las bragas y separe correctamente las piernas. Le azotaré el coño diez veces. Eso es todo lo que se merece.

Pero en vez de eso, regresa junto a los ventanales y dice:

—No se preocupe, señorita White, no la tocaré mientras está al teléfono; no es necesario que lo haga para ejercer mi dominio sobre usted —se pronuncia, arreglándose con parsimonia el nudo de la corbata de seda—. Una vez termine de hablar con su novio, salga de mi despacho.

Trago saliva y asiento, sumisa. Matt descuelga:

—Hola Emily, ¿va todo bien?


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro