Geno esperaba sentado en el sofá de la casa de Reaper a que este saliera de su habitación.

Cuando llegó, vio al mayor con una cara de no haber dormido en días, no le dijo nada, mas solamente se sentó y vio como el mayor se iba a su habitación.

— Geno —Dijo Reaper sentándose a su lado y suspirando— ¿Estás seguro de querer casarte con él?

— Bastante. Ya han pasado... Dos años desde lo de nosotros y me siento listo para estar con él y dar este paso. ¿Por qué me traj-...

Reaper se acercó con cuidado y le tomó del mentón, las manos de Geno temblaron y sintió su cuerpo estremecer al sentir los dedos del mayor rozar su mano, entrelazandolos con los suyos.

— No quiero que dejes de ser mío... Te quiero para mí, Geno... —Susurró Reaper, besando los labios de Geno por primera vez en más de dos años.

Geno no supo como reaccionar, los primeros segundos apretó la mano de Reaper, a los 20 segundos cerró los ojos relajándose.

A los 30, se dejó llevar.

Reaper le empujó contra el sofá y sus besos bajaron al cuello de Geno, haciéndolo suspirar repetidas veces mientras que sus manos rodeaban su cuello.

Reaper quitó la camisa de este y besó su torso, gruñendo levemente al pillarse con marcas hechas, al parecer, por el prometido de Geno.

Las piernas del albino rodearon su cadera apegandose más a él y se unieron nuevamente en un beso, un beso algo subido de tono. Húmedo y lujurioso.

Reaper se bajó los pantalones mientras mantenía a Geno contra el sofá boca abajo. El menor temblaba, ansioso y deseoso. Nublado por el placer, ese pecado en el que todo humano cae, ese pecado que debilita a cualquier mortal sobre la tierra.

El gemido que soltó Geno al sentir al mayor dentro fue tan sumamente fuerte que podría apostar a que muchos lo habrían escuchado, más no le importaba. En aquel momento parecía haber olvidado todo y hasta su nombre.

Reaper extrañaba la sensación de tener al menor entre sus brazos haciéndolo gemir y gritar de dolor y placer.

Era suyo y jamás lo dejaría de ser.

Tras 15 minutos así, Reaper tomó de la cadera y le puso contra la pared, Geno no se negó, sus embestidas eran fuertes, rápidas y certeras. El punto sensible de Geno era golpeado una y otra vez por Reaper casi sin ni un momento de descanso.

Ambos se extrañaban, no lo podían negar, era mero deseo sexual, el recuerdo que mantenían en sus mentes era el cuerpo del contrario sobre el suyo, era sus bocas unidas en un beso mientras sus cuerpos cansados se rozaban entre sí buscando el placer máximo.

Ambos llegaron a su límite casi cerca, Reaper y Geno después de aquello se besaron y durmieron juntos.

Pero no todo fue divertido.

A medianoche, Geno despertó y miró a Reaper unos minutos dormir, acarició su cabello mientras sonreía.

Había soñado noches con eso, pero ya no.

Ya no sentía lo mismo.

Se levantó y se vistió, sin antes acercarse a su amante y besar su frente.

Antes de salir por la puerta, Reaper se sentó en la cama y le miró confundido.

— ¿A dónde vas...?

— A donde debo estar, adiós Reaper, espero verte en mi boda.