Capítulo 10 | Teorías y conspiraciones
Me aseguro decenas de veces de que la puerta del baño esté cerrada por completo y con el seguro bien puesto antes de dar media vuelta y observar la ducha frente a mí. No sé qué tipo de gente rica es, pero incluso la grifería y los gabinetes del baño combinan con la grifería dorada y los gabinetes blancos de su cocina; los azulejos blancos de la pared hacen contraste con los negros del suelo. El baño huele fresco gracias a un pequeño ambientador sobre el lavamanos, pero el olor a vómito sobre mi ropa continúa entrando por mis fosas nasales.
Christopher me ha dado una bolsa del súper para meter mi ropa sucia y ni siquiera lo pienso dos veces antes de hacerlo, pues ya no aguanto el olor. Quisiera poder explicarme a mí misma cómo terminé desnuda en el baño de un criminal, pero nada tiene sentido. Todo lo que ha sucedido es extremadamente extraño, las coincidencias y la suerte no están a mi favor.
Esto es de lo peor que me ha pasado en las últimas semanas, después del robo. Se siente terrible depender de él simplemente porque decidí emborracharme anoche. La realidad es que no aguantaría el vómito encima durante mi viaje a casa y, por supuesto, sería demasiado vergonzoso siquiera considerar salir así.
Una vez me deshago de toda mi ropa me cubro a mí misma con mis manos, quedándome de pie en el mismo lugar. Por alguna razón, estar desnudo y tomar duchas en un baño ajeno te hace sentir incluso más desnudo, como cuando no tienes ropa y sólo usas un par de medias. No lo sé, es extraño, pero me siento extremadamente incómoda.
Doy un par de pasos hasta la ducha y cierro la puerta de vidrio tras de mí, tengo que terminar con esto de una vez por todas, es una de las situaciones más incómodas que he vivido. Abro el grifo y, cuando logro regular la temperatura, cierro los ojos y me meto bajo la ducha, intentando imaginar que me encuentro en mi propio baño.
La realidad es —aunque me cueste admitirlo— que esta ducha se siente demasiado bien; el agua tibia provoca que mis músculos se relajen y me hace olvidar por un momento de la horrible resaca que cargo encima.
Intento recordar qué sucedió anoche y, a medida que concentro toda mi energía en mi mente, las imágenes llegan poco a poco a mi cabeza: recuerdo llegar a la fiesta, recuerdo una estúpida competencia en la nieve; la amenaza de Axel, las miradas de los primos; en un punto después de la conversación con Joshua las cosas comienzan a ponerse borrosas, pero sé que puedo recordarlas. Bebí bastante, pero no lo suficiente como para olvidarlo todo.
Paso unos diez minutos intentando recordar y mi memoria se refresca poco a poco: huí de la biblioteca porque sólo podía pensar en Christopher; después... ¿mis amigos me dejaron o yo los dejé? No recuerdo esa parte muy bien, pero sé que comencé a caminar por la carretera y luego, bueno, esa parte es difícil de olvidar, aunque hay un espacio vacío entre ver el auto de Christopher y estar dentro del auto, no sé qué sucedió durante ese par de minutos.
La conversación que tuve con Christopher en el auto me cuesta un poco más; algunas palabras clave vienen a mi mente: Dory, canción, amor. Cuando comienzo a analizar cada una de esas palabras las conexiones se forman poco a poco, y entonces la conversación se vuelve un poco más lúcida en mi cabeza. Aunque no recuerde absolutamente todo lo que hablamos antes de quedarme dormida, parece que recuerdo los momentos más impactantes de la noche, al menos para mí.
Y es que mi memoria parece indicarme que Christopher y yo reímos y cantamos mi canción juntos, y no estoy hablando de momentos irónicos o insultantes... realmente pasamos algunos ratos agradables sin pelear.
No sé cómo sentirme al respecto, pues no es algo que yo haría de manera consciente. Todo esto fue culpa del licor, pero lo que más me preocupa es que el licor desinhibe, te hace mostrarte en parte como en realidad eres. ¿Eso significa que genuinamente me reí con él y genuinamente comencé a cantarle mi canción para hacerlo sentir mejor después de que se alteró cuando mencioné a Joshua?
Fue genuino, no puedo negarlo, no se siente nada bien saber que mi sistema de creencias se derrumba poco a poco. Mi corazón comienza a acelerarse ante esto y no puedo evitar sentirme culpable, pues es como si me hubiese traicionado a mí misma. Se supone que lo odio cien por ciento, pero logré pasar algunos momentos agradables con él; no sólo eso, el tipo me recogió de la carretera y no continuó su camino hasta que yo no estuviese a salvo en su coche. En verdad pudo haberme pasado algo malo si él no hubiera aparecido.
Todo esto contradice algunas de las opiniones que tengo de él, pues él nos robó, su secuaz amenazó a Nick con una navaja, esas son cosas malas, muy malas, pero lo de anoche ni siquiera podría explicarlo, es como si derrumbara los ideales que tengo firmes en mi cabeza. ¿Entonces hay algo de bondad en su interior?
Sacudo la cabeza, pensar está haciendo que me duela más. No sé si quiero analizar mis preguntas existenciales, pero definitivamente debería analizarlas en otro momento, quiero irme de aquí tan rápido como sea posible. Abro los ojos para intentar distraerme y comienzo a examinar los productos de baño que usa Christopher, por alguna tonta razón pienso que eso podría decirme mucho sobre él.
Comencemos por el hecho de que sólo su shampoo es más costoso que todos mis productos. Al parecer, el hombre disfruta de productos de alta gama, con ingredientes bastante caros y aromas frescos. Su shampoo no huele como el típico aroma de hombre, de hecho, huele a lavanda. Cierro los ojos mientras aspiro su aroma y, si voy a estar tomando una ducha en casa de Christopher Ladrón Berkley, al menos aprovecharé para echarme encima tanto menjurje costoso como pueda.
Después de lavar mi cabello y ponerme acondicionador y una mascarilla, tomo el gel de baño, cuyo aroma es una mezcla entre vainilla y almendras. Al menos el hombre sabe cuidar su piel y su cabello, un punto más a favor contra ya-no-recuerdo-cuántos en contra.
Enjuago los productos antes de hacer el paso final de mi ducha: un corrientazo de agua fría, no hay nada mejor para la resaca que eso. Contengo la respiración, como si eso pudiese ayudarme en algo, y cierro el agua caliente antes de dar paso a la fría.
Está helada, completamente helada; había olvidado por un momento que estamos en invierno, pero lo aguanto. Este corrientazo frío logra despertarme aún más y, cuando cierro el grifo, siento como si una parte de mi resaca hubiese desaparecido, aunque todavía siento el típico desaliento y la cabeza hecha globo, siento que puedo continuar con mi día de manera más normal.
Cuando estoy a punto de tomar la toalla, veo que hay una bata a su lado, una bata bastante costosa, a juzgar por su material, que es acolchonado y cálido. Elijo esa y tan pronto me la pongo una sensación reconfortante recorre mi cuerpo. La calefacción está encendida, pero esta bata da el toque final.
Antes de salir decido hurgar en el baño de Christopher. Después de todo, el tipo me robó cinco mil dólares, esta es mi mini venganza.
Con una toalla de manos limpio el vapor acumulado en el espejo, el funciona como gabinete y, cuando lo abro, me encuentro con decenas de productos más, productos costosos. Tomo la crema hidratante facial y me la echo en todo el rostro; es más, cuando me miro al espejo me sonrío a mí misma y meto toda la mano en el tarro, sacando en producto lo que equivale a un par de días de salario en la pizzería y lo esparzo por todo mi cuerpo, dejando el tarro completamente vacío.
Luego, agarro el protector solar, cuya marca también reconozco, el cual está a punto de acabarse, y saco hasta la última gota antes de, nuevamente, esparcirlo por mi rostro y todo mi cuerpo.
Entonces, agarro su perfume de Paco Rabanne y prácticamente me baño en él. Después, abro los cajones que se encuentran bajo el lavamanos, para encontrarme con la sorpresa de que Christopher tiene una enorme reserva de productos de higiene dental, aparte de los productos abiertos: hay cinco cajas de crema dental, siete de cepillos de dientes nuevos, otras siete de hilo dental y al menos unos diez frascos sellados de enjuague bucal, el cual viene en un elegante empaque de vidrio.
Abro uno de los cepillos de dientes y una especie de gemido de satisfacción sale de mi boca cuando comienzo a lavarme los dientes, ¡cuánto estuve esperando este momento!
—¿Qué estás haciendo ahí, Marianne? —exclama Christopher ante el acusatorio sonido que escapó de mi garganta.
Abro el grifo para no tener que escuchar su tonta voz y termino mi rutina de higiene bucal con el hilo y un buen baño bucal de enjuague sabor a menta. Lanzo el hilo al pequeño bote de basura antes de mirarme al espejo y sentirme como nueva. Dejo todas las cosas que usé sobre el lavamanos y abro la puerta rápidamente, tomándolo por sorpresa.
El tipo se encuentra jugando a la Nintendo Switch en la cama y me observa atónito cuando salgo del baño. Menos mal que su bata me queda enorme y a duras penas se me ven las pantorrillas y los pies. Le sonrío mientras me acerco a la cama y disfruto cuando su expresión se encoge en una de enojo.
—¡Esa es mi bata! Te dije que usaras la toalla —exclama con molesta—. ¿Y estás usando mi perfume?
—Oh, usé mucho más que tu perfume —aclaro, encogiéndose de hombros—. De hecho, puede ser o puede no ser que te hayas quedado sin crema hidratante facial y protector solar, pero qué puedo decirte.
El hombre deja caer la cabeza sobre la almohada con frustración mientras un gruñido sale de su boca. Entonces, la sonrisa de satisfacción que traía encima desaparece poco a poco cuando me doy cuenta del factor más importante.
No tengo ropa. Lo único mío que puedo usar son mis jeans y mis zapatos, de resto todo está sucio.
Miro a mi alrededor con nerviosismo antes de fruncir los labios. Sólo hay una opción, la peor opción de todas. ¿Por qué tienen que pasarme estas cosas a mí? ¿Qué tiene el mundo en contra mía y por qué tengo que limitarme a depender de él una vez más?
—Vas a tener que prestarme ropa —digo, cruzándome de brazos.
Él deja salir una pequeña carcajada antes de volver sus ojos a la consola de videojuegos.
—Ni loco —responde sin más.
Alzo las cejas ante su cortante respuesta.
—¿Cómo quieres que vuelva a casa?
—Yo cumplí con salvarte de la carretera y darte posada una noche, además de darte el privilegio de ducharte en mi baño —analiza, haciendo énfasis en la palabra "mi".
Ruedo los ojos ante su estúpido egocentrismo.
—Vaya, qué honor —contesto con sarcasmo.
—Será mejor que te vayas pronto porque mi madre trabaja desde casa con un grupo de abogados todos los miércoles, y vas a tener que salir por la ventana.
Abro mis ojos de par en par mientras un resoplido de frustración sale de mi boca.
—Por cierto, devuélveme mi bata —concluye, sonriendo.
—¿Cómo que salir por la ventana?
—¿Qué pretendes que le diga a mi madre si te ve?
—¡Pues la verdad! —exclamo.
—Ella no sabe que estás aquí.
Llevo mis manos a mi rostro en un intento de disipar mi frustración.
—No te preocupes, he salido y entrado por esa ventana cientos de veces, estarás bien.
—No eres el único que usa la ventana como puerta, Christopher, yo también soy una experta.
Sí, tener padres estrictos te hace experto en escabullirte.
—Entonces, ¿cuál es el problema? —pregunta.
—El problema es que tengo resaca, a duras penas puedo mantenerme de pie —explico.
—Yo no te mandé a beber —bromea, encogiéndose de hombros.
—Bien, entonces dame ropa —insisto—. Quiero largarme de aquí tan pronto como sea posible.
—Está bien —responde, sin tener más opción.
Agarra una camiseta negra con estampado de Iron Maiden y una sudadera color azul profundo, casi negro. Lanza ambas prendas a mi cara, pero yo soy más rápida y las agarro en el aire.
No digo nada más. Tomo mis zapatos, que al parecer él me quitó mientras dormía, me encierro en el baño y me visto con prontitud. Cuando me pongo mis jeans me aseguro de que mi pequeña billetera continúe dentro del bolsillo, pues no confío en Christopher, naturalmente, y siento alivio cuando me doy cuenta de que continúa allí con todo mi dinero dentro.
Salgo del baño rápidamente. La camisa y la sudadera de Christopher me quedan enormes y, aunque ya me había puesto su perfume, estas prendas están completamente impregnadas con su aroma. Él me observa con una sonrisa burlona.
—Más te vale devolvérmelas en año nuevo —advierte.
—No pienso verte en año nuevo. Te las devolveré cuando me devuelvas mi dinero.
Él comienza a reír, levántandose de la cama y acercándose a mí lentamente.
—Marianne, Marianne —pronuncia con ironía—. Mi padre ha invitado a tu abuelo y su familia a la fiesta anual de año nuevo en casa del alcalde y él aceptó. Así que, lamentablemente, vamos a pasar año nuevo respirando el mismo aire.
Yo comienzo a negar con la cabeza ante su afirmación, presa del pánico. No puede ser que algo así vaya a suceder, debe estar tomándome por el pelo.
Sin embargo, su mirada es tan seria que puedo notar cuánto está sufriendo él con la noticia y todo parece indicar que no está bromeando. Resoplo ante la impotencia que siento porque el universo parece estar conspirando en mi contra cada día que pasa.
—El mundo nos odia —afirma, dejándose caer sobre la cama despreocupadamente.
Mi dolor de cabeza aumenta y la resaca parece empeorar. Siempre que creo que me he librado de él, algo más sucede. Ya ni siquiera sé qué decir, me he quedado completamente muda. No obstante, cuando la situación comienza a empeorar en mi cabeza, algo que reposa junto a la mano de Christopher llama mi atención.
Mi bufanda, la había olvidado.
Me acerco rápidamente y estiro mi mano para agarrarla, pero él es más rápido y la toma antes que yo, envolviéndola alrededor de su cuello.
—Hasta huele a ti —apunta, aspirando el aroma de mi perfume de vainilla que está impregnado en el tejido de la bufanda—. Debí suponerlo cuando una bufanda misteriosa apareció en mi cama de la nada.
—Devuélvemela —ordeno, acercándome a él.
Sin embargo, cuando estoy a punto de arrebatársela de su cuello, él se hace de lado rápidamente, provocando que yo caiga de narices sobre el colchón.
—Dijiste que me devolverás mi camiseta y mi sudadera cuando yo te devuelva el dinero; resulta que la mayoría de mi ropa está abajo en la lavandería y eso que te presté son dos de mis prendas favoritas —dice, señalándome con el dedo—. Así que te devolveré mi bufanda cuando me devuelvas mis cosas.
—¡Es mi bufanda! —corrijo, comenzando a estresarme.
—Pues será mía hasta que tenga mis cosas en mis manos —ataca.
—O sea, ¿hasta que yo tenga mi dinero en mis manos? —señalo.
—Ojo por ojo... por ojo —concluye.
—Está bien, te las devolveré en año nuevo —prometo, aunque sé que para año nuevo no tendré mi dinero—. ¿Puedes llevarla a la fiesta del alcalde, entonces? Es mi bufanda favorita.
Él vuelve a cubrirse la nariz con la bufanda, cerrando los ojos mientras aspira el aroma. Menea la cabeza mientras se cruza de brazos.
—De hecho, cambié de opinión; tal vez me quede con ella, combina con mis ojos.
Cierro los ojos e intento calmarme. Me siento terriblemente mal, mi cabeza está a punto de estallar y las náuseas me amenazan nuevamente; necesito una aspirina, un sanitario, lentes de sol y café caliente.
—Bien, Christopher, si así es como quieres jugar—digo finalmente, abriendo la puerta de su habitación.
—¡Marianne! —grita, corriendo detrás de mí.
Cuando volteo sobre mi hombro y veo al furioso Christopher a mis espaldas, dejo salir una pequeña carcajada antes de bajar corriendo las escaleras. Él es mucho más rápido que yo y logra agarrarme de la mano, intentando halarme de vuelta arriba, pero ya es demasiado tarde.
Su madre se encuentra recibiendo un pedido de comida en la puerta de entrada. Me observa con sorpresa cuando nota mi presencia, mi cabello mojado y la ropa de Christopher sobre mi cuerpo, mientras Christopher, sin camisa, despeinado y con mi bufanda alrededor de su cuello agarra mi mano con fuerza.
—Buenos días, señora Berkley —saludo, sonriendo—. Se ve maravillosa el día de hoy.
—Oh, Marianne, ¡gracias! Me hice un nuevo corte de pelo —señala, dedicándome una sonrisa.
—Le queda estupendo —halago, volviendo mi mirada al chico—. Christopher, sé que amarías que me quede, ¿pero puedes soltar mi mano? Debo irme ahora.
El hombre se sobresalta con mis palabras y suelta mi mano con brusquedad, como si acabase de tocar fuego. Emily lo observa con confusión antes de despedirme y salir con prontitud. Podría decir que puedo sentir el enojo de Christopher incluso cuando me alejo de su casa.
Mañana es año nuevo y la pizzería ha estado repleta estos últimos días.
La resaca que tuve antier fue una que no deseo repetir nunca. Al menos, cuando llegué a casa en un taxi, el abuelo y Priscilla continuaban durmiendo. Nadie se preocupó por mí o por mi ausencia esa noche, realmente: mi familia pensaba que me había quedado en casa de Nick porque él, borracho, le dijo al abuelo que estaba con él.
Newt, por su parte, parece haber malentendido mis palabras en la fiesta debido al ruido; de alguna forma, escuchó que yo dije que avisaría al abuelo para irme con el abuelo, no que avisaría al abuelo para irme con mis amigos. Aprendí tanto de esa noche.
Nick no recordaba nada sobre la amenaza de Axel, pero Naya y Newt llegaron hablando sobre eso al siguiente día, por lo que su trauma revivió. Lo único bueno de todo es que Christopher ha cumplido el trato y no ha regresado a la pizzería, su primo tampoco. Al menos podremos tener paz por dos semanas en ese aspecto.
Dejo una orden en la ventanilla de la cocina y tomo unos segundos para recuperar el aliento. A pesar de que está nevando, me encuentro sudando y acalorada; todas y cada una de las mesas están ocupadas e incluso Marco y Angela deben ayudarnos a tomar órdenes cada tanto. Nick se acerca a mí, igual de cansado que yo, y comienza a hablarme con cierto disimulo.
—¿Has notado que Naya está usando su teléfono más de lo usual? —inquiere.
Yo frunzo el ceño ante su pregunta y observo a mi alrededor con curiosidad, pero no hay rastro de Naya.
—¿Dónde está?
—En el baño, está yendo cada quince minutos. Ya sabes cómo es mi lado investigativo: la seguí.
—¿Y?
—Está enviando mensajes de texto a alguien con una sonrisa tonta en su rostro —explica, sorprendido.
—Bueno, tal vez conoció a alguien en la fiesta.
—Probablemente, pero tengo un mal presentimiento —aclara, señalando su cabeza con su dedo índice—. Algo me dice que algo no anda bien.
Yo asiento lentamente ante su afirmación. Lo tomo del brazo y lo llevo a un rincón del restaurante, ocultándonos tras el árbol de navidad. Los ojos alertas de Nick y su voz susurrante no son comunes en él.
—¿Tú estás bien? —pregunto, poniendo mis manos sobre sus hombros.
Él frunce el ceño y me observa con extrañeza.
—¿Por qué lo dices?
—Te he notado un tanto... alterado estos días, por decirlo de alguna manera —explico.
Él carraspea, cambiando la expresión de su rostro con prontitud.
—Nick, ¿hay algo de lo que te gustaría hablar?
Abre la boca un par de veces, haciendo ademán de hablar, pero la cierra prontamente. Conozco bien a mi amigo, sé hay algo atormentándolo internamente.
—¿Es por lo de Axel? —inquiero con precaución, no sé si es la mejor pregunta, pero tengo que comenzar a sacar conjeturas ya que él no dice nada.
Tan pronto menciono su nombre, los ojos de Nick se abren con miedo y comienza a mirar a su alrededor con nerviosismo. Puedo notar cómo remueve sus manos entre ellas, un gesto bastante particular. Definitivamente se trata de Axel, no tiene que decirlo.
Después de unos minutos de silencio, sus ojos se posan sobre los míos y puedo notar que algo le preocupa.
—¿Crees que puedo ir a tu casa esta noche? Necesito distraerme.
Yo sonrío, encerrándolo en un abrazo.
—Por supuesto, siempre eres bienvenido a mi casa, lo sabes.
Él corresponde mi abrazo con fuerza antes de decirme que debemos volver a trabajar. Sin embargo, algún detalle de ese abrazo no se siente bien y una espinita comienza a enterrarse en mi corazón durante el resto de la jornada laboral.
Cuando llegamos a casa pronto nos damos cuenta de que se encuentra vacía; entonces recuerdo que el abuelo y Priscilla han ido a comprar comida para preparar una cena para mi madre, a quien veremos el primero de enero. Mamá ha sido comprensiva y nos ha pedido que nos divirtamos en la fiesta de año nuevo y que la visitemos al día siguiente; de igual manera, los nuevos antidepresivos que está tomando la hacen ir a la cama temprano y probablemente dormirá como un bebé hasta el mediodía siguiente.
Tomo algunas bebidas del refrigerador y algunos snacks y me encuentro con Nick en mi habitación, quien está sentado en el borde de la cama, pensativo. Una vez más remueve sus manos entre ellas mientras sus ojos nerviosos están atentos a cualquier ruido.
Me acerco a él y le ofrezco lo que traje de la cocina, pero él lo rechaza. Definitivamente ha estado actuando extraño desde la fiesta, pero ha aumentado con el pasar de los días.
Me siento a su lado, dándole su espacio de igual manera. Quiero que se sienta seguro y que pueda contarme cualquier cosa que pasa por su mente.
—¿Qué sucede, Nick? —pregunto con voz suave.
Él menea la cabeza mientras parece estar rebuscando las palabras indicadas en cada rincón de su mente.
—No sabría por dónde empezar —responde.
Yo asiento.
—Vale, comencemos por lo básico: ¿sucedió algo más en la fiesta de lo que yo no sepa?
—¿Como qué? —pregunta.
—No lo sé, ¿tal vez Axel volvió a amenazarte?
Puedo notar cómo un escalofrío recorre su espalda ante la mención de ese nombre. Definitivamente Axel es el problema, aparte de lo obvio; ahora me encuentro un paso más cerca de describir toda la historia.
Él niega con la cabeza rápidamente.
—No, no que yo recuerde —contesta.
—Pero hay algo sobre Axel que te preocupa, ¿no es así?
Sé que la respuesta es obvia: por supuesto que le preocupa el chico. Después de todo, gracias a los hermanos Nick recordó su amenaza. Pero debo comenzar por algún lado, darle la confianza de abrirse poco a poco. Algo me dice que todo esto va más allá de las amenazas.
Él asiente lentamente, bajando la mirada.
—Sí, un par de cosas, en realidad —admite—. Cuatro cosas, para ser exactos.
—Está bien, Nick, sabes que puedes confiar en mí. Si quieres puedes comenzar contándome lo que te cueste menos decirme —propongo.
—Bueno, primeramente está el tema de la amenaza. Me asustó, como si no fuera obvio —aclara, mirándome a los ojos por primera vez desde que comenzamos a hablar—. Mari, debo pedirte que controles tus impulsos.
Yo carraspeo ante sus palabras y miro al piso con nerviosismo. Sé que tiene razón, he sido bastante impulsiva con esos dos y no debería hacerlo. Después de todo, por más pequeños momentos agradables que pase con Christopher, se trata de criminales.
He analizado mucho la situación y algo me dice que Axel es mucho más peligroso, incluso podría notar que ejerce cierto poder sobre Christopher. El rubio realmente tiene una presencia imponente y la forma en la que mira a los demás como si estuviesen debajo de él dice mucho de su actitud; después de todo, es él quien nos amenazó, no su primo. No puedo evitar preguntarme para quién o quiénes trabajan ellos dos realmente, pues Axel hizo bastante énfasis en decirnos que no sabemos con quién nos metemos.
Sí, asusta bastante.
—Tienes toda la razón, Nick, he sido demasiado impulsiva y Axel nos amenazó por mi culpa —admito—. Lo siento, te prometo que no volveré a hacerlo.
—Eso incluye a Christopher —precisa.
Lo observo con extrañeza.
—¿A Christopher?
—Sí, tienes que dejar de ser grosera con él también —detalla firmemente.
—Pero él es grosero conmigo.
—Es grosero contigo porque quiere provocarte, pero no podemos olvidar que ellos tienen el poder en esta situación.
—Ambos tenemos el poder, Christopher y yo tenemos un trato —aclaro.
—Lo sé, pero ellos dos pertenecen a una banda criminal, Marianne; él podría romper el trato en cualquier momento y usar la forma en la que lo has tratado en tu contra, desquitarse, vengarse. Axel dijo que no le gustan tus actitudes y no creo que se haya referido sólo a él.
Reflexiono momentáneamente sobre las cosas que Nick está diciéndome y llego a la conclusión de que todo lo que dice tiene sentido. Sin embargo, recuerdo la reacción de Christopher cuando le dije lo que había hecho Axel y no puedo evitar confundirme aún más; incluso vuelve a mi mente el debate sobre si es o no una persona que cuenta con algo de bondad en su interior y, por más que intente negarlo, tengo que admitir que sí tiene algunas cosas buenas.
—Pues parecía que Christopher estaba molesto ante la amenaza de Axel —aseguro.
—¿Y tú le crees? —interroga, alzando las cejas.
El cuestionamiento de Nick me hace dudar aún más sobre mi percepción de Christopher. Ya ni siquiera sé qué hacer. El chico no ha salido de mi mente ni un solo día y tiene a mi cerebro debatiéndose constantemente sobre la legitimidad de sus buenas intenciones. Realmente ha venido a causar desastres en mi cabeza.
—No lo sé, Nick —respondo, es la verdad—, pero prometo que haré lo posible por no ser grosera con él.
Él asiente, aunque puedo notar que no está del todo satisfecho con mi respuesta; probablemente preferiría que asegurara cien por ciento que no seré grosera, pero sabe que no sé si puedo prometerlo con tanta seguridad.
—Y luego está el tema de mi presentimiento —dice.
Yo permanezco en silencio, no quiero presionarlo con mis preguntas, sé que hay algo que le causa inconformidad y prefiero que hable a medida que se sienta cómodo.
—Sólo recuerdo algunas cosas de esa noche: la amenaza de Axel, gracias a los hermanos, y las miradas que él y su primo nos estaban dando.
Creo recordar esas miradas, nos encontrábamos en el patio, junto a la piscina. Si no recuerdo mal, Christopher y Axel nos observaban desde la distancia mientras hablaban en voz baja entre ellos. Realmente no se preocuparon en disimular, probablemente creyeron que nos embriagaríamos tanto que no recordaríamos esa situación.
—Llámame loco, pero siento que están planeando una conspiración contra nosotros —expresa con rapidez, levantando sus manos en el aire.
Sin lugar a duda, me parece una suposición extraña. No obstante, parece ser uno de los temas que ha estado atormentando a Nick últimamente y, a juzgar por la manera en la que lo dijo, en verdad cree que algo está sucediendo.
No sé si se trata de alguna especie de estrés postraumático como producto del miedo que sintió por la amenaza, o si está comenzando a sufrir de un delirio de persecución, o si el licor hizo ver las cosas peor de lo que en realidad eran; lo único que sé es que es que se ha alterado un poco al decirlo en voz alta y puedo notar que está causándole ansiedad.
Yo tomo sus manos entre las mías en un intento de calmarlo. Él me mira a los ojos cada tanto antes de desviar su mirada al suelo.
—Nick, existe la posibilidad de que simplemente estuviesen quejándose de nosotros entre ellos —teorizo, aunque puedo entender su miedo—. No creo que haya mucho que puedan planear en nuestra contra, si Christopher me entrega mi dinero ellos se saldrán con las suyas.
—¿Pero y qué hay de Naya? La están usando en su conspiración, estoy casi seguro.
—¿Qué tiene que ver Naya? —inquiero.
—Ella está hablando con alguien —explica en voz baja—; creo que está hablando con Axel.
Yo sonrío ante su teoría y comienzo a negar con la cabeza. En verdad creo que comienza a ser presa del miedo, la amenaza del tipo está provocando esta reacción en cadena en él, lo cual es natural. Después de todo, ¿quién no sentiría que corre peligro cada día de su vida? ¿Y quién dejaría de confiar incluso en sus propios amigos? Ése es el fin de una amenaza: lograr que uno esté constantemente alerta mientras siente miedo de que la amenaza llegue a cumplirse.
—Nick, eso es imposible, no creo que Naya haga algo así —refuto—. ¿Por qué piensas eso?
—Es que creo que mencionó su nombre en el camino a casa, pero yo estaba muy borracho.
—¿Mencionó su nombre?
—Recuerdo las palabras "Axel" y "número" —especifica, enumerándolas con sus dedos—. Como si Axel le hubiese pedido su número.
Me siento extrañada ante su narración. ¿Por qué Naya le daría su número a Axel? De ser así, ¿por qué podría llegar a considerar hablar con él después de lo que sucedió?
Yo asiento lentamente mientras reconforto a Nick, acariciando su espalda.
—No te preocupes, lo averiguaré, ¿está bien? —sugiero.
Él asiente mientras deja salir un suspiro.
—¿Y qué es la cuarta cosa que querías decirme?
Parece que mi pregunta lo toma desprevenido. Me mira a los ojos por un breve instante y luego retira su mirada de la mía, sonriendo mientras niega con la cabeza.
—Olvídalo, creo que conté mal —evade rápidamente.
Sin embargo, lo conozco bien, sé que hay algo más que está acumulándose en su interior. Decido no insistirle, pues ya está lo suficientemente nervioso, sé que me lo dirá con el tiempo, aunque no puedo evitar sentirme intrigada.
Él toma una de las bebidas que traje y yo permanezco pensativa. Esta conversación fue un tanto inesperada, pero no puedo sacar el tema de Axel y Naya de mi cabeza. Entiendo que Nick tiene motivos para creer en todas estas cosas y, sin lugar a duda, averiguaré la veracidad de cada una de ellas. Tal parece que no podremos tener tranquilidad hasta que Christopher cumpla su parte del trato.
Pero después de esta conversación con Nick comienzo a dudar en si en verdad tomaría acción con la policía en caso de que no lo cumpla. Realmente comienzo a asustarme, ni siquiera sé si resultará siendo algo beneficioso o, por el contrario, termine perjudicándonos aún más. Por supuesto, cumpliré la promesa que hice a Nick de cuidar y controlar mis impulsos, es una buena decisión, nuestra integridad se encuentra en juego.
Sin embargo, lo único que tengo seguro es que no permitiré que nadie se atreva a hacerle daño a los seres que amo, así que espero que eso nunca suceda.
*****
Nota de autora:
Quería pasar a agradecerles a todas las personas que están leyendo por el apoyo que le están dando a la historia, me emociona saber que les está gustando y me divierto mucho leyendo sus comentarios —que comenzaré a responder pronto, por cierto, prepárense para el spam—.
He estado dedicando capítulos a las personas en los comentarios y también dedicaré a las personas que votan, es mi forma de agradecerles por su apoyo. De nuevo, mil gracias <3
Los amo <3
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