Capítulo 7 - El ferri.
Buenos días.
Hoy tendréis un extra de todas mis historias, y al finalizar el día una sorpresa con Yours :P
Espero que les guste este capítulo :)
Hacía frío aquella tarde, sabía que pronto llegaría a la otra orilla, pero se resistía a llegar aún, tan sólo era un punto perdido en el horizonte.
Mis lágrimas no podían cesar, a pesar del frío, y de que hacía bastante que había dejado atrás a mi mejor amiga, a su esposo y a ese hombre que odiaba. Dejé que el viento sacudiese mis cabellos, y me senté en el banco de metal, enroscando la bufanda alrededor de mi cuello. Hacía demasiado frío para una persona de climas cálidos como lo era yo.
Siempre me he considerado una persona impaciente, y aquella ocasión no era menos, me levanté en seguida, y volví a mirar hacia el horizonte. El maldito barco iba demasiado lento, me ponía de los nervios, tan sólo quería llegar a puerto, coger un taxi y marcharme al aeropuerto, quizás podría dormir de regreso a casa, quizás lo olvidaría todo por unas horas.
El tiempo se me hizo eterno, pero llegamos a puerto, logré parar un taxi y me marché al aeropuerto. Sentada allí tuve tiempo de pensar en todo lo que quería hacer a mi regreso. Para empezar, iba a dejar de fijarme en los chicos buenos, un chico bueno no podía volver a romperme el corazón, los chicos malos lo tenían tatuado en la frente, si lo hacían ya estaba advertida.
El auto se detuvo junto a la puerta principal, y yo me sorprendí de haber llegado tan rápido, ponerte a pensar en cosas e ir saltando de unas a otras, hace que pierdas la noción del tiempo. Le pagué al taxista, cogí mi bolsa y entré en el aeropuerto. A medida que avanzaba entre la multitud me iba sintiendo cada vez más y más perdida, sentía ese nudo aparecer de nuevo, y yo luchaba con todas mis fuerzas por no venirme abajo de nuevo.
¿Por qué me había pillado tanto por ese idiota?
No lo merecía, tan sólo era un capullo que había confundido con un chico bueno.
No. Él era un buen chico. Era yo la que seguía rota.
Me detuve en la cola para facturar y limpié mis lágrimas, tenía que reponerme, volver a ser yo.
Era ajena a lo que estaba ocurriendo a mi alrededor, ni siquiera me di cuenta de que cuando yo abordaba el puerto otra persona también lo hacía, después de haber abandonado una lancha, que llegó a mí cuando cogí el taxi, maldijo y tardó un poco más de lo que le hubiese gustado en conseguir un medio de transporte para seguirme, y menos aún, de que perdido entre el gentío había un hombre bueno buscándome.
Tan sólo quedaba una persona y sería mi turno, pero antes de haber dado sólo un paso hacia mi destino, alguien me detuvo. Ni siquiera tuve que preguntar quién era, porque su olor a chocolate estaba en el ambiente. Eso me dejó paralizada, sin saber qué decir o hacer, tan sólo podía mirarle. Lucía agitado, parecía haber llegado allí corriendo, además, estaba espelucado.
No comprendía qué era lo que hacía allí.
- Atravesar el mar en una lancha persiguiendo al ferry – tragué saliva, sin saber qué decir, mientras él luchaba consigo mismo por respirar y hablar al mismo tiempo – atravesar la ciudad en una maldita motocicleta, helándome de frío por no estar bien abrigado – insistía – buscarte en medio de la multitud en este gran aeropuerto...
- ¿Por qué estás aquí? – le interrumpí. Se echó a reír, como si no pudiese creer mi osadez – Porque ... hacer todas esas cosas porque no has recibido un abrazo de despedida me parece una estupidez.
- He venido a aclarar un malentendido – confesó. Asentí, aún sin poder creerme que hubiese echo todas esas cosas por eso – Anoche dijiste que estabas cansada de los malentendidos – tragué saliva, asintiendo después – Hoy te digo que el que está cansado de eso soy yo – le miré, sin comprender, mientras él tiraba de mi mano, para que dejase de guardar la cola, y me sacaba de allí, mientras yo me quejaba al respecto.
- Voy a perder el avión, no tengo tiempo para esto, Sergio – se detuvo cuando estuvimos en la parte de atrás, en un bonito parque soleado donde los pequeños disfrutaban junto a sus padres.
- Lorreine dice que sientes algo por mí – sus palabras me dejaron sin aliento. ¡Maldición! ¿Cómo podía ella haberme traicionado?
- Es un malentendido – aseguré, muerta de miedo. No podía dejar que él me viese aún más patética de lo que ya me sentía. Me senté en uno de los bancos de metal, dejando que el frío de este pronto me recorriese entera – yo no...
- Anoche me diste calabazas – asentí, evitando su mirada, fijándome en la forma en la que me aferraba a mi bolsa aún. La dejé en el suelo y me fijé en ella, luchando conmigo misma para no romperme allí mismo – así que dime... ¿se lo ha inventado ella o lo has hecho tú? – Las lágrimas se precipitaron al vacío en ese justo instante, y yo tuve que limpiarlas con rapidez.
- Es un malentendido – volví a repetir, sin atreverme a mirarle aún – ella malinterpretó mis palabras, al igual que malinterpretó las tuyas aquella vez.
- No – se quejó, aferrándose a mi mano izquierda, haciendo que yo mirase hacia ella y luego levantase la vista intentando mirarle, pero la bajé antes de haberlo hecho, aún no estaba preparada para eso – necesito que me digas por qué me rechazaste anoche, por favor... - negué, aterrada, intentando soltarme, sin éxito, dejando escapar algunas lágrimas más, haciendo que él levantase su mano libre y acariciase mi mejilla, limpiando algunas. No podía dejar que él me cuidase de esa forma, tenía que huir, pero ... ¿por qué no podía moverme?
- No puedo hacer esto – me quejé, apartándole, poniéndome en pie, dando un par de pasos atrás, con mi maleta en la mano. Él siguió mis pasos, intentando detenerme – perderé el avión si sigo aquí, tengo que irme, Sergio.
- Si lo pierdes yo mismo te pagaré el siguiente que salga – aseguró, mientras yo me atrevía a mirarle a los ojos, lucía ansioso por algo, pero ... ¿por qué? – te llevaré yo mismo a España, si es necesario. Pero antes, necesito que me lo digas, Noelia, la razón por la que anoche... - negué con la cabeza, porque no podía, no quería enfrentarme a mis miedos aún, no estaba preparada – Me gustas – me dijo, dejándome en shock, sin apenas saber qué decir, sin poder reaccionar, pero lo hice, porque no podía creerle. Le crucé la cara, dejándole algo desorientado.
- No, no te gusto – él me observó, sin comprender, mientras mis lágrimas seguían saliendo, y yo sentía como si mi corazón fuese a explotar, estaba a punto de hacerlo, de estallar – sólo querías acostarte conmigo anoche – mis palabras le cogieron por sorpresa, y se quedó allí, mirándome, sin poder reaccionar, mientras yo negaba con la cabeza, una y otra vez, rompiéndome allí mismo - ¿cómo puedo gustarte si te besaste con otra en mi cara? - sus ojos se llenaron de lágrimas en seguida – Y al final terminaste teniendo sexo con otra en el baño – negó con la cabeza, intentando alcanzarme, pero levanté las manos para que se detuviese, y lo hizo – Por favor, Sergio, deja de mentir de una vez – él negó de nuevo, derrotado – Atracción quizás, ganas de acostarte conmigo, seguro, pero no intentes venderlo como algo más.
- Se suponía que tú no querías nada serio – espetó, negué, porque me negaba a creer en sus palabras – que yo no era tu tipo, que bajo ningún concepto sentías nada por mí. Y sí, anoche te mentí, pero no en mis intenciones contigo, no en lo que te digo ahora, si no en cuando te dije que esa chica huyó al verme bailar – tragué saliva, sin saber qué decir – en realidad, me marché yo, le di calabazas porque no podía sacarte de mi cabeza.
- Eso podría ser creíble si no hubieses acabado teniendo sexo en el baño con otra chica – rompió a reír, sin poder creer que le estuviese montando una escena de celos en ese momento, y sí, me estaba comportando como una idiota, no había más.
- Sí, me acosté con esa chica en el baño – aseguró, cansado de aquella maldita conversación – pero ... ¿qué querías que hiciera? Estaba cansado de que me dieses calabazas una y otra vez, Noelia – no dije nada, aún me resistía a creer todo aquello, porque a mí las cosas no me suelen ir bien, no en el plano sentimental, soy afortunada en el trabajo, al menos – Pensé que no sentías nada por mí, me dejabas claro una y otra vez en cada una de nuestras conversaciones que no tenía ni una sola posibilidad, joder, pero Lorreine no dejaba de repetirme una y otra vez que sí...
- No funcionaría – contesté, incapaz de aceptar todo aquello, no podía sucederme algo bueno por una vez, porque yo me boicoteaba a mí misma, evitaba cosas como aquellas todo el tiempo – somos demasiado diferentes, Sergio. Tu prefieres los climas fríos y yo los cálidos, tu eres un buen chico y yo una chica mala, eres familiar y yo odio pasar tiempo con los míos, eres capaz de amar a la misma persona durante años y yo me aburro con facilidad si permanezco demasiado con la misma... - me detuve, sujeté su cuello y besé su mejilla, era lo más cerca que estaría de sus labios jamás – una vez te dije que la olvidaras, pero no conmigo... - apoyó su frente sobre la mía, sin dejarme escapar, y afianzó su agarre en mi cintura, sin dejarme tregua para huir. Tragué saliva, sin saber qué decir.
- Sé que tienes miedo y por eso huyes de las relaciones – se atrevió a decirme, mientras yo miraba hacia sus labios, aterrada – pero yo soy una persona muy paciente, puedo esperar todo el tiempo que necesites, hasta que estés preparada para aceptar esto, Noelia.
- Mi vida está en Madrid – insistí, poniendo algunas excusas más. Él sonrió, retirando la cabeza un poco para observarme, dejándome marchar, pero no me retiré ni un poco – no es justo que tu debas abandonar tu hogar para estar conmigo. – ensanchó la sonrisa.
- De todas las razones que me has dado y ninguna es la que me haría tirar la toalla con esto – sonreí, bajando la mirada un momento, mordiéndome el labio inferior – dime que no sientes nada por mí, Noelia, y te dejaré marchar.
- Ni siquiera seríamos compatible en la cama – bromeé, haciéndole reír – sinceramente, hay pocos hombres que estén a la altura de las expectativas.
- Tú ya has estado con alguien de aquí, así que dime, ¿te decepcionó el tipo del bar?
- Tú no eres cómo el tipo del bar – me quejé.
- En eso tienes razón, yo no me conformaría sólo con un revolcón en el baño de un bar – sonreí, divertida – de ti lo quiero todo, el pack completo – sonreí, como una tonta.
- ¿Y qué implica exactamente todo eso? – quise saber, mientras hablábamos los pasajeros entraban en el avión, y no estaba ni un poquito preocupada de no estar entre ellos, de quedarme en tierra si quiera.
- No soy tan planificado como tú – me soltó, haciéndome reír, él me conocía bien – pero sí que tengo en mente algo serio contigo, no inmediatamente, antes quiero conocerte bien, hay que ir despacio, pero ... no pienso conformarme con menos que ser tu novio cuando llegue el momento.
- Vas muy rápido – me quejé – yo ni siquiera he admitido tener esos sentimientos por ti.
- Haremos una cosa, lo dirás cuando estés preparada – me mordí el labio, sin saber qué decir, y él sonrió – Ahora... ¿qué quieres hacer? Porque si me dices que quieres marcharte a España... sé que dije que iba a comprarte un nuevo billete, incluso que te llevaría yo mismo...
- Quizás podamos dar un paseo antes de eso – sonrió, entrelazando nuestros dedos, agarrando mi maleta, tirando de mí, dejando atrás el aeropuerto, adentrándonos en lo desconocido.
Aquello era raro, nunca se me habían confesado sin que hubiese un beso de por medio. No quería pensar en lo sucedido, en lo que quedarme a su lado quería decir.
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