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Capítulo 6 - La despedida.



Se suponía que el despertar de un nuevo día me haría sentir mejor, se suponía que una ducha de agua caliente me reconfortaría, que hacer la maleta y prepararme para abandonar ese lugar sería algo bueno, que la ilusión por volver a casa me inundaría de un momento a otro. Pero no fue así, no podía dejar de pensar en la noche anterior. ¿Cómo se había atrevido ese idiota a proponer algo así? Le odiaba, en ese momento tan sólo quería golpearle.

Limpié las lágrimas que se habían precipitado por mis mejillas y me miré al espejo, tenía un aspecto horrible. Ni siquiera evitarle la noche anterior sirvió para hacerme sentir mejor, ni siquiera volver a verle enrollándose con otra tía, o enterarme después que tuvo sexo con ella en el baño. Tan sólo era cómo todos los demás, no había nada de especial en él. Esa chica fue su tercera opción, y yo fui la segunda.

Me dejé caer en la bañera, y miré hacia el espejo, me sentía tan estúpida en ese momento, que me era imposible remontar. Tenía que reponerme, lo sabía, debía marcharme al puerto, quería llegar temprano, quería marcharme de aquel maldito pueblo cuánto antes.

Unos golpes en la puerta me hicieron salir de mis pensamientos. Miré hacia ella, sin intención alguna de cambiar mi suerte.

- Noelia, sal de una vez, llegaremos tarde y perderás el ferry – se quejaba Lorreine al otro lado – Sergio nos llevará al puerto.

Sergio – reconocí.

¿Por qué no podía librarme de él ni siquiera en ese momento?

Me limpié las lágrimas, refresqué mi cara con un poco de agua, y salí del baño. Mi amiga me estudio con la mirada, y yo la abracé, antes de que se hubiese percatado de que había llorado.

- ¿Por qué has avisado a Sergio? – me quejé, molesta. Ella se sorprendió al respecto – Tienes que dejar de llamarle para todo, ahora tienes un esposo que puede hacer cualquier cosa por ti.

- ¿Se puede saber qué bicho te ha picado? – me encogí de hombros, me encerré de nuevo en mi habitación y terminé de recoger mis cosas, mientras ella me seguía - ¿Es por lo de anoche? – tragué saliva y la ignoré, no quería hablar de esa mierda – Vale, sí, se pasó tres pueblos al acostarse con esa chica.

- Eso me da igual – mentí, fingiendo estar bien, cuando era más que obvio que no lo estaba – lo que no quiero es que sigas usándolo de esta manera, Laura.

- No lo uso – se quejó ella, a la defensiva – es un buen amigo y suele ofrecerse para estas cosas – agarré mi maleta y miré hacia ella, con cara de malas pulgas - ¿por qué sigues fingiendo que nada te afecta? No tienes que ser perfecta, Noelia.

- Pronto me iré de así que no importa, ya te lo he dicho – insistí.

Volver a ver la cara de Sergio no ayudó a calmar mi pesadez. Esa sonrisa inconfundible, como si nada hubiese pasado, como si aún fuésemos amigos. Y lo éramos, por supuesto, ese era el problema, que yo ya no quería ser sólo su amiga. Porque tener sentimientos de un solo lado era una mierda, yo no era tan fuerte y paciente cómo lo era él con Lorreine.

Me senté detrás junto al esposo de Lorreine, y dejé que ella se sentase delante, cosa que agradecí, no tenía ganas de hablar con ese idiota.

Mirar por la ventanilla y ver el paisaje fue agradable. Lo necesitaba para calmar mi corazón.

- ¿Por qué está el ánimo tan caldeado? – se quejó él, mientras su amiga negaba con la cabeza, mirando de reojo a su esposo y yo guardaba silencio - ¿quién se ha muerto? – el silencio volvió a hacerse partícipe, y eso sólo le molestó un poco más – Vamos, Lorreine, dime de una vez qué ocurre – Mi amiga se limitó a poner la radio, para evitar hablar, y eso sólo puso a su amigo de los nervios, pero no dijo nada, tan sólo condujo de forma temeraria.

Sentí un escalofrío cuando mi mano rozó la suya al recuperar la maleta, aunque fingí no darme cuenta de nada, tenía que hacer bien mi papel, sólo un poco más, y podría irme con la cabeza bien alta.

Abracé a mi mejor amiga, y me rompí como una magdalena, ante los expectantes chicos, que no comprendían mi actitud, ella se limitó a darme leves golpecitos en la espalda, y yo me retiré con rapidez, no era tiempo de montar un drama. Me limpié las lágrimas con rapidez y miré hacia el marido de mi amiga.

- Cuídala bien – rogué, él asintió, acercándose a darme un abrazo de cortesía y luego le tocó el turno a Sergio. No quería verle, hablar con él, ni nada que se le pareciese, pero tampoco quería que se diese cuenta de que algo pasaba, así que... hice de tripas corazón – cuídate tú también – él asintió, y yo retiré la vista con rapidez, me estaba quemando su cercanía, por no contar del enorme nudo que tenía en mi garganta, ese que intenté hacer desaparecer carraspeando, pero nada funcionaba.

El Ferry hizo su gran llegada detrás de nosotros, y los que esperábamos junto a su pantalán nos preparamos para entrar en él, a pesar de que aún debían bajar los que estaban en su interior.

- Cuídate mucho – suplicó Laura, apretando mi mano, asentí, dedicándole una gran sonrisa. Me di la vuelta, agarré mi maleta y me preparé para colocarme en la cola, y entonces le escuché.

- ¿Ni siquiera vas a darme un abrazo? – preguntó él, haciendo que me detuviese, y me quedase estática, con mis lágrimas a punto de caer - ¿no merezco al menos eso?

No – quería responderle – no lo mereces.

Pero no dije absolutamente nada, no podía.

Mis pies avanzaron, preocupándole, pero antes de que hubiese podido retenerle su mejor amiga le detuvo, agarrándole del brazo, haciendo que él mirase hacia ella, luego hacia su agarre y de nuevo a mí, que entregaba el ticket para poder subirme al barco.

- Déjala marchar – suplicó ella, haciendo que él volviese a girarse para observarla, sin comprender, mientras mis lágrimas caían. Entré al barco y me perdí entre la multitud, dejando que mi llanto silencioso se hiciese partícipe, aferrándome a la barandilla, observando el mar.

- ¿Qué es lo que os pasa hoy? – se quejó él, soltándose, preparándose para retenerme, perdiendo las ganas de hacerlo en cuánto se percató de que me había perdido, no había ni rastro de mí.

- Lo estropeaste anoche, Sergio – él no estaba de acuerdo con su mejor amiga, pero no iba a mirarla para decirle lo contrario, no cuando seguía buscándome entre toda aquella multitud, con la mirada – perdiste tu oportunidad cuando te enrollaste con aquella chica en el baño.

- Ya te lo dije – se quejó él, dándose la vuelta al fin – ella no está interesada en mí, así que deja de intentar controlarlo todo, al menos esta vez – ella se sorprendió al respecto, pues él jamás había sido así con ella.

- Sergio, te estás pasando – intervino su amigo, mientras el Ferry pitaba, avisando a los pocos que aún quedaban en el puerto, de que se marcharía de un momento a otro.

- ¿No lo está? – repitió Laura, sin comprender su actitud – Antes sólo lo suponía, de acuerdo, pero ahora lo sé – él negó con la cabeza, rompiendo a reír, como si todo aquello le pareciese de risa – me lo confesó a noche, lo que siente por ti.

- Hablé con ella anoche – contestó él – y te aseguro que eso que aseguras no es verdad.

- No sé qué es lo que ella te ha dicho – insistió, justo cuando el ferry se marchaba, y él miraba hacia ese punto, sabiendo que jamás tendría la oportunidad de despedirse, de volver a verme si quiera – ni que es lo que le has dicho tú, pero tiene la ligera idea de que te gusta otra chica – él la observó con ojos como platos – Te dije que hicieras, algo que ... - él se quedó pensando en cada detalle que había pasado por alto, en la noche anterior, en cómo huía de él después de la conversación que tuvimos, en mi aspecto, se notaba a leguas que había llorado.

- ¡Mierda! – corrió hacia el muelle, deteniéndose en el borde, observando molesto como el ferry se marchaba más y más y él no podía hacer otra cosa más que maldecir, una y otra vez.


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