Capítulo 4 - Reconfortar a un amigo.
Buenas tardes
Ayer tocaba capítulo y se me fue la perola. Lo subo hoy.
Espero que os guste :D
Aquella mañana él estaba distante. Quizás había sido muy dura con él, quizás me había pasado, pero no podía seguir permitiendo que siguiese usándome como hacía con esos chicos que les sonreían para parecer gay.
- ¿Has terminado? – quiso saber Dana, entrando en la habitación junto a él, mientras yo me miraba al espejo en aquella tienda, con el vestido rosa de la dama de honor aún puesto, y la costurera cerciorándose de que los arreglos habían quedado bien – no tardes, todas estamos fuera y Sergio – señaló hacia él – ha venido a recogernos – Dana se marchó y tiró de Sergio para que le acompañase, pero él no lo hizo.
- Te queda bien el rosa – bromeó, volviendo a ser el de siempre, quizás lo había imaginado, su actitud distante.
- Odio este color – reconocí, haciéndole reír, durante un buen rato.
- ¿cuál es tu color favorito? – quiso saber.
- Es distinto mi color favorito al que me gusta para vestir – contesté, mientras la costurera me daba el visto bueno y se marchaba, dejándonos a solas - ¿ahora vas a crear un nuevo rumor sobre tú y yo en un probador? – sonrió, divertido – Márchate anda – asintió, marchándose sin más.
No quería pensar en las sensaciones que él producía, ni siquiera en la angustia que sentía en ese momento por haberle echado de allí, ni en lo que mi propia mente me gritaba, no quería verlo, me gustaba más vivir siendo una estúpida. Creo que el ser humano deja de ser objetivo cuando ... ni siquiera quiero decirlo en voz alta aún.
Él estaba allí, esperándome, junto a las chicas. Me ayudó a cargar el vestido, y me sonrió varias veces, justo cuando Laura nos miraba. No quería que siguiese haciendo aquello, me sentía incómoda conmigo misma por permitirlo.
- No lo he malinterpretado – dijo Laura sobre mi oído, en el coche, en el asiento de atrás, con Dana junto a él, y yo mirando por la ventanilla, intentando calmar esa pesadez – le gustas, sólo te pido que sí tu no sientes lo mismo...
- Yo no soy como tú, Laura – contesté, molesta, haciendo que todos se fijasen en mí, volví a mirar por la ventanilla, aún más incómoda que hacía un momento.
Me gustaba.
¡Oh Dios Mío!
A mí Sergio me gustaba.
¿Por qué siempre tengo que fijarme en los chicos que no son para mí? Me ha pasado desde pequeñita, que los chicos buenos se fijaban en mis amigas, y yo debía conformarme con los malos.
No funcionaría. Era imposible, Yo no era como Laura, no era una chica buena, solía ser bastante rebelde y atrevida, no era buena para Sergio.
Los polos opuestos se atraen – diría Clara.
Sonreí, divertida, justo cuando el auto se detenía en la mansión.
--
La boda sería en pocos días, y yo no podía esperar tanto, necesitaba volver a casa, más después de haber comprendido que sentía algo por él. No estaba preparada para volver a quedarme a solas con él, más sabiendo que él estaba enamorado de Laura. Un amor de un solo lado no estaba echo para mí, soy demasiado ansiosa en el amor, siempre intento controlar hasta el más último detalle.
- ¿Por qué estás aquí tan sola? – dijo una voz a mis espaldas, haciendo que dejase de fijarme en las rosas de aquel bonito jardín, y me fijase en lo apuesto que él estaba con aquella camisa negra. Sonreí, sin poder evitarlo, con él acercándose poco a poco a mí – Lorreine dice que estás enfadada.
- No estoy enfadada – contesté, sin tan siquiera observarle. Él sonrió, y yo me mordí el labio, intentando calmar a mi corazón. No podía soportar que un hombre bueno me rompiese el corazón – quedan tres días para la boda – él asintió – me iré después – él tragó saliva, sin saber qué decir – sé que nos conocemos desde hace poco más de una semana – asintió – eres un buen tío, Sergio.
- Si quieres que me vaya contigo a España no tienes más que decirlo – bromeó, haciendo una mueca al terminar. Rompí a reír, dándole un manotazo en el hombro – seguro que los chicos españoles no tienen sentido del humor.
- Sí que lo tienen – me quejé, él ensanchó la sonrisa.
- ¿y son tan guapos como yo?
- Los hay muy guapos – contesté, se lamió los labios antes de decir algo más – me van los chicos malos – rompió a reír, sin poder evitarlo, y entonces se detuvo, justo cuando volvía a golpear su hombro. Agarró mi mano, impidiéndome que pudiese marcharme a ningún lugar.
- A mí no me suelen ir las chicas atrevidas – asentí, porque sabía que era cierto, pero no entendía por qué lo decía de esa forma – No te enfades con Lorreine – asentí, calmada, tragándome todo lo que quería decir en ese momento, bajé la mirada, y él me soltó – ella te quiere mucho.
- Y yo a ella – reconocí, más que dispuesta a darme la vuelta, pero entonces lo escuché.
- ¿Y a mí? – levanté la vista, sin comprender su pregunta - ¿por qué ninguna de las dos me quiere? – sonreí, ¿por qué ese hombre volvía a bromear?
- Las dos te queremos mucho – admití, él sonrió – eres nuestro amigo. Lorreine te ama muchísimo, te ...
- No es lo que yo necesito – tragué saliva, sin saber qué decirle para calmar su corazón.
- Tienes que olvidarla, Sergio – le dije, él asintió – sé que será difícil, porque olvidar un amor de tantos años lo es, pero lo debes intentar.
- Lo intentaré – prometió, sonreí, y entonces me atreví a decirle algo más, un imposible.
- Si alguna vez necesitas a una amiga, quizás puedas venir a visitarme a España – sonrió, divertido, para luego abrazarme, dejándome algo desubicada, no me esperaba algo así - ¿Qué es esto? – me quejé.
- Después de calmar a un amigo, toca reconfortarle con un buen abrazo – contestó. Sonreí, aceptando entonces aquel abrazo. Su agradable olor a chocolate me calmaba, se metía dentro de mis fosas nasales y me hacía sentir a salvo. Ojalá las cosas fuesen distintas, eso fue lo que pensé.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro