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Capítulo 3 - Discutir.

Siento el retraso.

Espero que les guste :D

La despedida de soltera fue como esperaba, todas con una diadema con un pene en la cabeza, en un bar de copas, esperando al estríper que parecía retrasarse. Sinceramente, iba a dejar de lado mi forma de ser tan quejica, iba a dejarme llevar esa noche, a disfrutar como una más y a beber como si no hubiese un mañana. No quería pensar en las injusticias esa noche, en lo que él sentía por ella, en lo que ella no sentía, y en lo que yo sentía por los recuerdos.

Bailé al son de la música, ignorando los comentarios subiditos de tono de Dana hacia el estríper en el que ni siquiera me fijé, bailando con un chico con el pelo rizado muy mono, muy parecido en apariencia a Sergio. ¿Desde hacía cuanto tiempo que me gustaban los chicos como él? Yo era más de chicos gimnasio.

Una mala combinación: alcohol y deseo, terminé liándome en medio de la pista con ese tipo del que ni siquiera sabía su nombre, mientras las chicas le hacían la ola a Laura, que se dejaba magrear por el estríper.

Lo que ese desconocido y yo terminamos haciendo en el servicio de caballeros no es algo que os incumba, tan sólo os diré que me dejó saciada para el resto de la semana. Sonreí, divertida, saliendo del bar, buscando a las chicas, que lucían emocionadas con el espectáculo, contándole con pelos y señales todo lo ocurrido al chófer de la limusina, que no era otro que Sergio, nuestras miradas se cruzaron en seguida.

- Vamos chicas – empezó él, sin tan siquiera dirigirme la palabra, pero era normal, estábamos con más gente, y yo no era el centro de atención – os llevo a casa.

- ¿Cómo ha ido, Noelia? – comenzó Dana, en el asiento trasero del vehículo, justo donde estábamos sentadas, mientras Laura estaba junto a él, contándole lo emocionante que estuvo la despedida, pero por alguna razón que desconocía él no podía quitar sus ojos del espejo retrovisor, mirándome desde allí. No dije nada, bajé la mirada, avergonzada – pensé que te gustaba Sergio.

- Sí, yo también lo pensé – dijo una de esas chicas chillonas de la que ni siquiera recordaba su nombre.

- Sólo somos amigos, Sergio y yo – contesté, cansada de tener que repetir lo mismo una y otra vez.

- El chico moreno de hace un momento tampoco estaba mal – añadió la tercera en discordia. Miré a Laura con cara de pocos amigos, pero esta solo rio, divertida, mientras Sergio tragaba saliva, incómodo – la culpa es tuya – bufó hacia su mejor amigo – has esperado demasiado para dar el paso y se te ha escapado. Siempre te pasa igual – el coche se paró de forma brusca cerca de la playa y Laura me miró, sin comprender - ¿qué mosca le ha picado?

- Te has pasado, Laura – me quejé, haciendo que ella saliese del auto y fuese a calmarle. Discutieron, ni siquiera sé que se dijeron, pero cuando volvió al auto, me quedó claro que estaban enfadados, el uno con el otro.

Abrí la puerta y me bajé, haciendo que todas se pegasen a los cristales para seguir aquella conversación. Estaba borracha y agotada, tan sólo quería llegar a casa y dormir, pero él ni siquiera quería hablar conmigo.

- Vamos, Sergio, no puedes montar una escena... - me detuve en cuanto se dio la vuelta, lucía demasiado enfadado – Lorreine se ha pasado – le calmé. Él sonrió, negó con la cabeza y dejó que me pusiese a su lado, y entonces hizo algo que no esperaba en lo absoluto, agarró mi mano, entrelazando nuestros dedos, haciendo que me fijase en ese punto.

- ¿Sólo ha sido sexo? – quiso saber. Le miré, sin comprender, justo cuando se posicionaba frente a mí, sin tan siquiera soltar nuestro agarre – lo tuyo con ese tipo.

- No quiero nada serio con nadie – mentí, sonrió, asintiendo. ¡Dios! ¡Me parecía tan guapo desde aquel punto! ¿Cómo es que nunca me di cuenta de lo apuesto que me resultaba? - ¿y tú? - ¡Dios! ¡No podía estar haciendo aquello con él! Ligármelo no era una buena idea. Pero el alcohol me nublaba la mente.

- ¿Qué si quiero sólo sexo contigo? – bromeó, sonreí, divertida, atreviéndome a asentir, como una chica mala, esa que solía ser cuando nadie más estaba mirando. Rompió a reír, olvidando sus pesares, haciendo que Laura abriese la puerta y caminase hacia nosotros.

- Deja de comportarte así, Sergio – se quejó, haciendo que él se tensase en seguida, soltase mi mano y volviese a lucir molesto – odio cuando discutimos – sabía que iba a convertirme en un mero espectador pronto, y no quería estar allí cuando eso sucediese, así que me alejé de la escena, haciendo que él pusiese los ojos en mí, sin hacer nada, y yo me metiese en el coche.

- ¿Qué le has dicho? – quiso saber Dana, me encogí de hombros, sin soltar prenda, mientras aquellos dos volvían a discutir en el exterior.

- Sólo bromeaba – contesté, sin querer soltar prenda.

La vuelta a casa fue incómoda, estaban enfadados el uno con el otro, y el silencio podía cortarse con tijera. Realmente quería saber de qué habían estado hablando, pero no me pareció oportuno preguntar.

No fue hasta que llegamos a casa, y nos encerramos juntas en su baño a desmaquillarnos, en que hablamos sobre ello.

- No me gusta cuando discutimos – se atrevió a confesarme, mientras yo me quitaba aquella plasta de la cara. La ventana estaba abierta y las risas de Sergio, mientras hablaba con el patriarca de la casa, se escuchaba por el lugar – él es un buen tío, no lo hagas sufrir – le miré, sin comprender – hazle saber si no estás interesada.

- Ese tipo de relación que presupones no existe entre nosotros – me quejé, agarrando un par de bastoncillos para desmaquillar las pestañas – solo somos amigos.

- No es lo que yo he visto – contestó, sin mirarme aún, refregando sus labios, girándose después – me ha acusado de irresponsable por dejarte sola con ese tío.

- Seguro que lo has malentendido – le dije, porque era meramente imposible que lo que decía fuese real. Yo sabía la verdad sobre los sentimientos de Sergio hacia ella, eso era todo.

- No lo creo – peleó – toda nuestra pelea ha sido por ti – negué con la cabeza, incapaz de creerlo – y luego me acusó de egoísta con mis amigos.

- Sólo es un malentendido – insistí – él no siente eso por mí – aseguré – soy buena leyendo a la gente, ya lo sabes.

Me fui a dormir pensando en esa idiotez. Él no sentía nada por mí, tan sólo me molestaba que fuese dejando esas sensaciones en la gente, que los demás pensasen que había algo entre nosotros. Nunca me han gustado las injusticas, pero menos aún los malentendidos.

Esa mañana hacía más calor que de costumbre, y eso me calmó, la boda se acercaba a pasos agigantados, y pronto me marcharía y dejaría de inmiscuirme en la vida de aquellos dos. Volvería a trabajar en la revista, y me centraría sólo en redactar noticias y escándalos de famosos, nada más.

Me gustaba mucho mi vida en Madrid, no iba a cambiarla por nada del mundo.

La señora Úrsula me enseñaba las gardenias que su hija llevaría el día de la boca, justo cuando él trasplantaba algunas flores por orden del patriarca. Sonreí al verme, y me faltó el aliento cuando nuestras miradas se cruzaron. No podía sugestionarme sólo por algo erróneo que Laura había dicho. Eso me recordó que debía aclararlo.

- ¿Puede darme un segundo? – pedí hacia la mujer, esta asintió y yo me encaminé hacia Sergio, deteniéndome frente a él. Miró hacia arriba, observándome allí - ¿podemos hablar? – se puso en pie, sacudiéndose las manos en los pantalones, llenándolos de tierra, para luego seguirme, me escondí de todos aquellos curiosos entre los altos manzanos de aquel jardín cubierto, mientras él sonreía, divertido – Tienes que dejar de hacer esto.

- ¿Hacer qué? – lucía tan despreocupado, y tan guapo desde ese punto, que eso sólo me desconcentraba un poco más. Miró hacia los padres de Laura, aún podían vernos, y entonces tiró de mí hacia el otro lado, para que nadie pudiese vernos - ¿Esconderme?

- Pretender frente a otros que hay algo entre tú y yo – sonrió, divertido, mientras yo me soltaba de su agarre y el entre abría la boca, sin dejar de observarme – si lo que intentas es poner celosa a Lorreine...

- Hay algo entre tú y yo – aseguró. Sonreí, divertida, negando con la cabeza, justo cuando sus dedos rozaban los míos, haciendo que una corriente me recorriese entera, y yo me fijase en ese punto – somos amigos ¿no? – asentí, tragando saliva, porque justo en ese momento estaba incómoda. No quería que nadie notase que ser sólo amigos me molestaba, ni siquiera yo quería pensar en ello.

- Laura piensa que te gusto – se lamió los labios, ansioso por algo, y luego los dejó entre abiertos, mientras yo evitaba fijarme en ellos. No quería pensar en lo mucho que me molestaba todo aquello – no le hagas creer a los demás que eres alguien que no eres, Sergio.

- Tienes razón, mostrarme como un novio celoso frente a Laura no estuvo bien – bromeó, de nuevo seguíamos con aquel juego. Sonreí, divertida, apoyando la mano derecha en su hombro. Ensanchó la sonrisa, y esperó paciente a mi próximo movimiento.

- Cualquier otra cosa entre tú y yo no funcionaría – repetí las palabras que él me dijo una vez – además, yo no ...

- Si no me conocieses de nada, si sólo fuese el tío con el que bailas en la discoteca... - se detuvo, incapaz de continuar. Sonreí, divertida, al darme cuenta de que era su intento de ser atrevido.

- ¿A dónde quieres llegar, Sergio? – sonrió, mirando hacia mis labios, mientras yo retiraba las manos de su cercanía, con la intención de echarme hacia atrás – yo conozco tus sentimientos por Laura, a mí no puedes engañarme como a ellos – tragó saliva, sin saber qué decir – No lo hagas de nuevo, hacer creer a otros que sientes algo por mí – asintió, despacio, mientras yo me marchaba, dando la conversación por terminada, y él sólo me veía marchar.

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