Capítulo 2 - Amistad.
Os traigo el capítulo de esta semana, espero que les guste :D
Aquella noche hacía frío, más que el de costumbre, al fin conocía al novio, su nombre era Andrew, y era un buen partido, además de guapísimo, entendía perfectamente por qué ella se había fijado en él. Pero, lo cierto era que en aquel momento estaba más ocupada mirando hacia él, que bromeaba con un chico, después de beber unas cervezas, en aquel bar, que casualmente era del tío d Andrew.
- Te lo dije – dijo Dana detrás de mí, cuando me comía el trozo de naranja de mi combinado – es gay.
Las risas y bromas del resto de las chicas no tardaron en aparecer, incluso del prometido de Laura, mientras esta les seguía el juego, incómoda, sin saber cómo detener aquello. La situación me molestaba bastante, que ella no defendiese a su mejor amigo, y pude darme cuenta en seguida, de que Sergio no era tan querido como había esperado, parecía que los demás no comprendían su forma de ser.
El alcohol nublaba mi mente, eso y mi sed de venganza, nunca me han gustado mucho las injusticias, y esa vez, no iba a quedarme callada.
- Noelia, ¿a dónde vas? – escuché a Dana a mis espaldas, mientras yo me sentía ligera, y mis pies seguían avanzando, deteniéndome junto a Sergio y ese chico, apoyando la mano en su camiseta, haciendo que ambos mirasen hacia mí.
- ¿Podemos hablar un momento? – pregunté, él guiñó un ojo hacia el pelinegro y este sonrió. Le agarré de la mano, sorprendiéndole – baila conmigo.
- Yo no bailo – se quejó. Hice caso o miso, y tiré de él hacia la pista, agarrándole de la cintura con una mano, mientras con la otra la movía al son de la música. No quería pensar en lo que estaba haciendo, quería huir de la razón, salvarle, aunque fuese por una vez, como Laura no lo estaba haciendo – no mires hacia ellos – supliqué, él lo comprendió entonces, lo que yo pretendía, pero no se alejó ni un poco. Apoyó su frente sobre la mía y yo luché por seguir allí, tragándome la incomodidad del momento.
- ¿No te has parado a pensar que igual quiero que ellos piensen que soy gay? – le miré, sin comprender – quizás es la única manera en la que Lorreine dejará de buscarme novia.
- También hará que jamás te vea de esa forma que ansías – él sonrió – soy demasiado observadora – contesté, antes si quiera de que lo hubiese preguntado.
- Entonces, sálvame – le miré, sin comprender – ya lo has decidido ¿no? Le harás creer a todos que hay algo entre nosotros – negué con la cabeza, pues no era eso lo que había pretendido, ni siquiera lo había pensado con calma, tan sólo había actuado por impulso – no hace falta que sea de verdad – añadió, sujetando un par de cabellos detrás de mi oreja – sólo que lo parezca – tragué saliva, sin saber qué decir, con su rostro tan cerca que pensé que realmente iba a besarme, pero sólo besó mi mejilla, eso me hizo reír. Él era tímido, aunque pretendía que no.
Levanté las manos para colgarme de su cuello, divertida, haciéndole reír. Sin apartarse ni un poco, mirando de reojo hacia Laura y los demás, que parecían realmente sorprendidos de vernos en aquellos términos. Lo comprendí entonces, qué era lo que él pretendía.
- Sólo intentas ponerla celosa ¿verdad? – él no dijo nada – no va a funcionar, los he visto juntos, realmente están enamorados, Sergio.
- Si no funciona, servirá para que dejen de verme como un tipo incapaz de conseguir a una chica – bromeó. Sonreí, soltándome, justo cuando Laura llegaba a nosotros.
- ¿Hay algo entre vosotros? – quiso saber.
- Sólo somos amigos – contesté, antes de que él hubiese podido complicar aquella situación – me dijiste que abriese mi corazón, que fuese amable, y eso es justo lo que hice – ella asintió, lanzándose a abrazarnos, besándonos a ambos.
Dicen que la amistad entre un hombre y una mujer no puede ser posible, que siempre uno de los dos terminará sintiendo más, eso no siempre es cierto. Él y yo éramos amigos en aquellos días, y ninguno de los dos tenía intención de nada más. Quizás mi papel era el de calmar su corazón, el de hacerle ver a todos los habitantes de aquel lugar que él no era gay. Si era eso... me daba por satisfecha.
Andrew y Lorreine ensayaban el vals nupcial, mientras Sergio les miraba con tristeza. Sabía perfectamente lo que él estaba sintiendo. La mujer a la que amaba iba a casarse con otro hombre, pero al mismo tiempo era su mejor amiga, y se alegraba por ella.
- ¿Por qué no vamos a dar una vuelta? – sugerí, tirando de su mano hacia la entrada del local, mirando hacia su motocicleta, en aquel momento sin sidecar – llévame a ver el mar – rogué. Él sonrió, agradecido porque lo alejase de allí, me cedió el casco, y me invitó a subirme.
Ninguno de los dos dijo nada en todo el trayecto, tan sólo me aferré a él, y me dejé embriagar por su delicado perfume a chocolate. La razón de ese aroma era por su padre, era chocolatero, hacía los chocolates más ricos de todo el pueblo. Me relajaba demasiado su cercanía.
- ¿Qué hay de ti? – preguntó, cuando paseábamos por la orilla, en aquel bonito día soleado - ¿por qué estás sola?
- Algunas personas no necesitamos la compañía de un hombre para ser feliz – me quejé, él sonrió, deteniéndose frente a mí, irrumpiendo mi marcha.
- Sabes a lo que me refiero – asentí, bajando la cabeza, fingiendo indiferencia, calma, sujetándome a su abrigo, mientras la brisa sacudía mis cabellos – seguro que, si te abrieses más con la gente, si volvieses a confiar...
- A lo mejor no quiero hacerlo – contesté. Apoyó una mano en mi espalda y me observó.
- ¿Por qué no? – quiso saber. Me encogí de hombros – Venga, Noelia, guardaré tu secreto – sonreí, sabía que él lo haría – igual que tú estás guardando el mío.
- ¿Te has enamorado alguna vez? – quise saber, él pensó en ello, y luego asintió – hablo de un amor correspondido – sonrió, divertido – para ti sólo ha existido Lorreine. Pero para mí es distinto, suelo encapricharme de los hombres con mucha facilidad, y doy mucho más de lo que recibo... ni siquiera imaginas como soy cuando me enamoro, intento controlar hasta el mínimo detalle, y cuando las cosas no salen como espero me defraudo con mucha facilidad, y duele... es como estar en una montaña rusa, a veces me da miedo ...
- ¿cuántos novios has tenido? – preguntó, sonreí, rompiendo a reír, mientras él insistía al respecto – Venga, dímelo.
- Mmm unos doce – contesté, sorprendiéndole.
- ¿Doce? – repitió, incrédulo, haciéndome reír nuevamente. Estar con él me hacía sentir bien, podía ser yo misma sin temor a ser tachada, ni siquiera había podido ser yo misma del todo, ni con Clara, ni siquiera con Laura.
- ¿y tú? – quise saber, mientras acariciaba su barbilla y retiraba la mano con rapidez, para no hacerlo incómodo.
- Dos – aquello me sorprendió demasiado – no funcionó con ninguna, no cuando seguía pensando en Lorreine – ambos mirábamos hacia el mar, antes de que él dijese algo más – cuando volvió a casa, después de la universidad, realmente pensé que sucedería algo entre nosotros...
- ¿Cómo pudiste amarla por tanto tiempo si era un amor no correspondido? – me quejé, sin comprenderlo si quiera. Él sonrió.
- Quizás porque ella me quería, aunque no de la forma en la que yo necesitaba – asentí, entendiendo su forma de verlo.
- ¿Qué harás después de la boda? – quise saber. Se encogió de hombros, tirando de mí para que siguiésemos caminando – yo volveré a casa, a Madrid.
- Quizás me vaya contigo – bromeó – siempre he querido visitar esa zona del mundo – rompí a reír, sin poder evitarlo.
- De entre todos los lugares del mundo ... ¿acabarías en Madrid? – me quejé.
- ¿Qué hay de malo en España? – contestó. Yo sólo rompí a reír – dicen que las españolas son muy guapas.
- ¿Te parezco guapa? – bajó la mirada, avergonzada, por lo que reí de nuevo.
- Yo no ...
- Sólo bromeaba – le calmé, con una gran sonrisa, para luego asentir, intentando hacerle sentir mejor – quizás sea bueno para ti, cambiar de aires, quizás te enamores y puedas olvidarte de Lorreine.
- Seguramente no haré nada – contestó, algo decaído, le observé, sin comprender – mi madre me necesita en el spa.
- Seguramente no hagas nada – repetí, deteniéndome, haciendo que él me observase, posicionándose delante de mí – imagina lo peligro que sería... - bromeé, acercándome un poco más a él, acariciando su cuello con las yemas de los dedos. Abrió la boca, ansioso por escuchar más - ... que todo el mundo piense que te has ido detrás de mí.
- Nunca me ha importado lo que ellos piensen – contestó, sonreí, atreviéndome a acercarme un poco más. Esa broma estaba llegando demasiado lejos, y ni siquiera quería pensar en ello.
- No va mucho contigo, perseguir a las chicas hasta conseguirlas – miré hacia sus apetecibles labios y de nuevo a sus ojos, intentando por todos los medios que no se me notase que estaba nerviosa con su cercanía. ¡Oh Dios! Aquello era una pésima idea – tú eres más de quedarte a esperar que las cosas sucedan por sí solas – su risa inundó aquel lugar, se echó hacia atrás, y durante un buen rato no hizo otra cosa más que eso. Mi corazón se calmó, en cuanto me di cuenta de que lo había conseguido, hacerle reír, y no lo que tanto temía, enfadarle.
- Tú eres más de perseguir chicos ¿no? – bromeó, haciéndome sonreír – los persigues, los provocas, hasta que caen en tus redes – levanté la vista, divertida, y perdí las ganas de bromear tan pronto como me di cuenta de que estaba demasiado cerca. ¿En qué momento aquella broma se había convertido en algo tan serio? ¿Por qué estaba ligando de esa forma conmigo? – Ni siquiera te da igual que ese chico sea tímido y que esté enamorado de tu mejor amiga.
- Sólo estaba bromeando – me quejé, sin retirarme ni un poco.
- ¿En serio? – asentí, él sonrió, pero tampoco se alejó. Abrió la boca, divertido, antes de decir algo más - ¿no te gusto? – perdí la sonrisa de golpe, pero antes de haber podido contestar su teléfono comenzó a sonar. Lo descolgó, despreocupado, y luego se fijó en mí – dime, mamá. Sí, ya he terminado, me paso ahora y te ayudo a recoger – colgó y me miró - ¿necesitas que te lleve? – negué con la cabeza – Deja que te acerque al pueblo, al menos – alargó su mano para agarrar la mía y tiró de mí hacia su moto. A medida que caminábamos intentaba olvidar esa conversación incómoda de hace un minuto – Me gusta que seamos amigos, Noelia – asentí, aceptándolo, colocándome el casco, sentándome en la parte de atrás, mientras él arrancaba la moto, y decía algo más – no lo compliquemos con algo más.
- No estoy interesada en algo más – contesté, aferrándome a su espalda, pensando en ello por un momento.
Me habían molestado sus palabras, no porque quisiese algo con él, sino porque él no lo quería conmigo, o quizás fuese... no tenía ni idea de por qué era, pero escuchar aquello me dolió, aunque fingiría que no lo hizo, justo como siempre.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro