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007 ─ FIRST HORRIBLE DAY


CHAPTER SEVEN
─SET OF GOLDEN WIGS

La familia Malfoy caminaba por el Andén Nueve y Tres Cuartos sin prisa, pues llegaban temprano -como siempre-. Su padre encabezaba el grupo con Narcissa a su costado, al igual que Draco, Morgan en cambio iba a un lado de su madre, un paso más atrás. Todos portaban un aspecto elegante y sus características expresiones de superioridad -salvo por Morgan-, las cuales iban acompañadas por una sonrisa cuando se encontraban con amigos de la familia, todos sangre pura y con los mismos ideales que la suya.

Morgan deseaba alejarse, deseaba poder ingresar ya al tren y esconderse en algún vagón, pero Lucius hacía aquel momento más lejano para la niña, obligando a la familia a mantenerse unida por unos minutos más con el fin de dar una buena imagen a la sociedad mágica, una imagen de una familia sin problemas, cuando la verdad era más oscura de lo que cualquiera podría siquiera imaginar. Para su suerte, Morgan no tuvo que pretender por más tiempo cuando su padre los hizo alejarse del resto de magos para despedirse del par de niños frente a él. O más bien de Draco. A Morgan, en cambio, le dirigió una dura mirada que le heló la sangre a la niña y le hizo desear apartar la suya, pero no debía hacerlo, tenía prohibido hacerlo o enfurecería aún más a su padre.

─Más te vale comportarte este año ─advirtió─. No se te vaya a ocurrir ni por un instante poner en ridículo el apellido de esta familia, no más de lo que ya lo haz hecho. ¿Entendiste? ─la castaña asintió, rápidamente, pero al parecer aquello no fue suficiente para el platinado mayor, pues su mirada se oscureció y su ceño se frunció más de lo que ya se encontraban─. He dicho, si entendiste ─intentando que su temblor pasara desapercibido, la niña respondió un "sí" lo suficientemente audible para que su padre quedara conforme, antes de permitirle irse.

Rápidamente se abrió paso entre los estudiantes para buscar un vagón desocupado, necesitaba estar sola para poder respirar correctamente. Sentía su piel helada y sus ojos picar, su respiración se entrecortaba y se le estaba dificultando respirar; le fue un completo alivio cuando finalmente encontró un compartimento vacío, permitiéndose caer al suelo y juntar sus rodillas al pecho para tomar grandes bocanadas de aire apenas hubo cerrado la puerta y bajado las persianas.

Intentaba aclarar su mente, alejarla de todos los recuerdos del maltrato que sufrió en las vacaciones, debía ponerla en blanco para poder tranquilizarse, y, aunque le costó, lo logró al cabo de minutos cuando la estación comenzó a llenarse de más gente al acercarse la hora de partir de los estudiantes. 

Había escondido su rostro entre sus rodillas para dar las últimas respiraciones profundas y terminar de calmarse cuando una voz le hizo sobresaltarse.

─Señorita Morgan ─llamó Dobby, el elfo doméstico de la familia─. Dobby ha traído su equipaje, se ha encargado de dejarlo al alcance de la Señorita para que no... ─Morgan había alzado la mirada para fijarse que su baúl se encontraba en una esquina del vagón, pero aquella acción hizo al elfo callarse, sobresaltando nuevamente a la niña cuando comenzó a exclamar en su aguda voz─. ¡Oh, no! ¡Dobby ha hecho mal, debió dejar el equipaje en la otra esquina! Dobby es un mal elfo. Dobby debe... ─acto seguido comenzó a golpear su cabeza contra la madera de los asientos. 

Al ver aquello Morgan intentó detenerlo, pidiéndole que dejara de golpearse, pero el elfo continuaba castigándose por creer que había hecho mal su trabajo. 

─¡Dobby, ya basta! ─exclamó Morgan lo suficientemente alto para que el elfo escuchara, pero no para que su voz se hiciera oír por fuera del vagón, finalmente deteniéndolo─. ¿Por qué te castigas? No has hecho nada malo.

─Pero la señorita Morgan está llorando. Dobby hizo mal.

Tomada por sorpresa, Morgan pasó una mano por su mejilla derecha dándose cuenta de que efectivamente se encontraba húmeda. No se había percatado que antes, mientras intentaba calmarse, algunas lágrimas habían escapado, mojando sus mejillas.

Volvió a pasar ahora ambas manos por las zonas húmedas de su rostro, quitando todo rastro de lágrimas antes de dirigirse nuevamente al elfo con una pequeña sonrisa, o al menos intentándolo.

─Oh, Dobby... No eres culpable de mis lágrimas, no hiciste nada malo.

─Entonces, ¿por qué lloraba la señorita Morgan? Si es que Dobby puede preguntar ─preguntó el elfo, juntando sus manos con timidez.

Morgan guardó silencio por unos segundos mientras inconscientemente mordía su labio y llevaba su mano derecha hacia un moretón que seguía doliendo en su brazo izquierdo, pero que no podía ser visto al ser camuflado por la crema que era obligada a echarse.

─Solo... algunos problemas. No hay de qué preocuparse ─murmuró, intentanto de nueva cuenta formar una sonrisa, pero para el elfo no pasó desapercibido el dolor que su mirada reflejaba haciéndolo encongerse en su lugar.

Ningún habitante de la mansión Malfoy era indiferente al maltrato que la niña recibe a manos de su padre, cómo era golpeada por este hasta que el hombre decidía que era suficiente y Morgan no podía moverse sin dejar escapar un gemido lastimero. En varias ocasiones fue Dobby el que tuvo que atender a la niña, vendando sus heridas y haciéndole compañía cuando lloraba, hasta que debía de volver a realizar sus tareas por petición de la bruja para que no se metiera en problemas.

─Dobby no está de acuerdo con que vuelva al colegio este año, es peligroso. Sin embargo, Dobby prefiere que esté aquí a en la mansión ─murmuró la criatura.

Ante aquello, Morgan no pudo evitar que la curiosidad se formara y que esta misma se reflejara al dirigirse nuevamente a Dobby.

─¿Cómo así que es peligroso?

El elfo al darse cuenta de su error, dio varios pasos atrás con una mirada asustada.

─Dobby no debía decir aquello. Dobby no... ─iba a comenzar a golpearse nuevamente, pero antes de conseguir el primer golpe Morgan lo detuvo.

─¡Esta bien! Dobby, tranquilo. No debes de decirme, está bien ─y con eso, el elfo se calmó, volviendo a dirigirle una mirada preocupada a la niña.

─La señorita Morgan debe tener cuidado. Cosas malas le pueden pasar si no tiene cuidado.

─Esta bien, Dobby. Tendré cuidado ─calmó Morgan.

Finalmente Dobby se fue y Morgan tomó asiento en uno de las largas sillas luego de subir las persianas de las puertas. Su cabeza se apoyó sobre la ventana del vagón, observando cómo las familias que se despedían de los hijos que se dirigían a cursar un nuevo año en Hogwarts, se perdían en la lejanía ante el avanzar del tren. Dejó escapar un suspiro, cerrando los ojos con la intención de dormir lo que quedaba del viaje hasta que tuviera que cambiarse, pero el sonido de la puerta estrellándose al ser abierta le hizo abrir los ojos y dar un salto como reflejo al ser asustada, pero apenas vio de quién trataba el culpable del susto, su cuerpo se relajó.

─¡Por fin te encuentro! ─exclamó Hermione cerrando la puerta cuando hubo ingresado al vagón, para, con pasos largos y rápidos, acercarse su mejor amiga─. ¡Te he estado buscando por todo el tren! ¡No tienes idea de cuánto te he extrañado!

Al ver las intensiones de su mejor amiga, la Malfoy se puso de pie para recibirla con una pequeña sonrisa formada en su rostro, sonrisa que fue disuelta cuando un gemido lastimero salió de su garganta al momento de verse envuelta por los brazos de la castaña clara. Hermione que, a pesar de seguirle diciendo cuánto la extrañó y retándola por no haberle escrito en las vacaciones, no le fue inevitable percatarse del quejido disimulado que abandonó los labios de su amiga, por lo que se alejó de ella para observarla con una mirada interrogativa y preocupada.

─¿Te encuentras bien? 

Morgan, regañándose internamente por no haber podido retener el quejido a causa de los golpes que tenía regados por distintas zonas de su cuerpo y que se vieron lastimados por la acción de su mejor amiga, formó un intento de sonrisa despreocupada, fingiendo no entender el porqué de su pregunta.

─Sí, tranquila.

─¿Estás segura? Parece como si te hubieras lastimado ─indagó Hermione, observándola de pies a cabeza con una mirada indecifrable que colocó de nervios a Morgan, pero que pudo disimular lo suficiente para no verse expuesta.

─Para nada, me encuentro perfectamente ─mintió. Y a pesar de que Hermione se dio cuenta que había algo extraño con su amiga, lo dejó pasar por el momento, tomando asiento frente a ella e inciar una convesación para ponerse al día y con la que pasar el rato mientras llegaban a su destino.







Al llegar a Hogwarts ninguna del par de niñas fue ajena de la falta de dos Gryffindors amigos suyos quienes no vieron en todo el viaje, evitaron preocuparse al pensar que debieron ingresar a otro vagón, pero al sentarse en la mesa correspondiente a los leones en el gran comedor y escanear las cabezas de los estudiantes pertenecientes a la casa escarlata, su preocupación se hizo presente al comprobar que definitivamente no se encontraban.

─¡Morgan! Pss, ¡Morgan! ─la nombrada al escuchar que era llamada volteó su cabeza a ambos lados para buscar de dónde provenía la voz, encontrándose a los gemelos de cabellos naranjas observándola atentamente. Supo instantáneamente que eran ellos quienes la llamaban cuando Fred volvió a tomar la palabra─. ¿Sabes dónde está nuestro hermano?

La niña negó con su cabeza como respuesta, recibiendo una mirada extrañada de los mayores.

─¿No estaba con ustedes? ─preguntó.

─Creímos que estaría con ustedes y Harry ─respondió George.

Ante aquello, Morgan compartió una mirada procupada con Hermione, quien había estado pendiente de toda la conversación hablada a susurros.

─No los vimos en todo el viaje ─comentó dubitativa.

Ahora fueron los cuatro quienes compartían miradas preocupadas antes de que Hermione golpeara su frente con una de sus manos dejando apoyado su codo sobre la mesa para sostenerla mientras negaba.

─¿En qué problema se metió este par ahora?

Ya quisiera ella saber también. Aunque para su gusto, obtuvieron la respuesta a su incógnita más pronto de lo pensado.







A la mañana siguiente, Morgan se despertó más temprano que sus compañeras de habitación y seguramente, que el resto de los que se encontraban en el colegio, siquiera y se asomaba el sol cuando las pesadillas hicieron despertar a la niña en medio del sudor y sábanas revueltas. 

Sabiendo que no podría volver a dormir decidió darse una ducha y vestirse con su uniforme. Mientras lo hacía no podía evitar ver con disgusto los tonos violáceos y verdosos que su blanquecina piel portaba en ciertas zonas, haciéndola ver enfermiza. Odiando aquello no tardó en comenzar a esparcir la crema camuflante en los cardenales, incluso en aquellos no necesarios de camuflar al verse tapados por la ropa, pero no le importaba, quería que desaparecieran, pero el dolor de ciertas zonas de su cuerpo donde los cardenales portaban un color morado más fuerte y que abarcaba mayor espacio era un vil recordatorio de el sufrimiento que tuvo que pasar en el lugar que deberia de poder llamar hogar.

Con la última lágrima cayendo de su rostro terminó de colocar su uniforme, dando profundas respiraciones para calmarse antes de mojar su rostro con agua para eliminar cualquier rastro de sus sentimientos angustiosos, permitiéndose finalmente salir del baño para encontrarse con su mejor amiga acabada de levantar, portando ya la máscara con la que fingía estar bien.

En el Gran Comedor ambas niñas desayunaban acompañadas de sus compañeros de casa quienes poco a poco fueron ingresando al salón hasta llenar la mesa. Hermione siquiera se molestó en saludar a Ron y Harry cuando ambos se sentaron frente a sus amigas y las saludaron, Morgan al ver la actitud de su amiga simplemente se alzó de hombros hacia ellos dirigiéndoles una leve sonrisa que siquiera le llegó a los ojos, aunque el par no se percató de ello, solo se pusieron a hablar mientras comían -y en el caso de Ron, arreglaba su varita, la cual se rompió en medio del accidente con el carro de la familia la noche anterior-.

─¿Solo desayunarás eso? ─preguntó Hermione.

Curiosa por saber a quién le hablaba levantó su mirada de su tazón de avena -el cual no tenía una gran cantidad y del que comía pequeñas cucharadas- fijándose en la mirada penetrante e interrogante que Hermione le dirigía, incluso Harry y Ron también la estaban observando, de igual forma curiosos por aquel detalle que habían pasado por alto.

Morgan, un tanto cohibida por sus miradas, se encogió un poco en su asiento.

─No tengo mucha hambre ─contestó en un tono tímido que hizo al trío intercambiar miradas.

Antes de que alguno pudiese decir algo el ulular de los búhos se hizo presente trayendo cartas y paquetes para los estudiantes de parte de sus familiares, muchos se encontraron contentos por ello, aunque aquel no era el caso de Ronald al ver lo que recibió luego de que el búho de su familia se hubo estrellado en la mesa, derramando comida como resultado.

─¡Ay, no! ─gimió Ron, observando con rostro asustado el sobre que tenía en manos.

─¡Miren, todos! ¡A Weasley le llegó un vociferador! ─las palabras provenientes de Seamus hizo que varios estudiantes a sus alrededores observaran al niño pelirrojo, ansiosos porque Ron abriera la carta, aunque Ron no quería hacerlo, estaba aterrorizado nada más por pensar en lo que dijera la carta de su madre, aunque una advertencia de Neville le hizo finalmente decidirse a abrirla de manera reticente.

Definitivamente no fue nada agradable. Apenas quitó el sello y la carta se abrió la sonora y enojada voz de la matriarca Weasley se hizo escuchar en todo el Gran Comedor, y si habían estudiantes que aún no sabían lo que ocurría en la mesa escarlata, ahora mostraban su completa atención en admirar la escena.

Finalmente, expresando una felicitación a la única hija de la familia por quedar en Gryffindor, la carta se rompió, permitiéndole a Ron respirar. Morgan podía decir que incluso ella quedó ligeramente asustada por el regaño que se llevó su pelirrojo amigo, quien se veía más pálido de lo normal. 

Esperaba que no hubiesen más cartas como esas en lo que restaba del año.







La mañana había transcurrido con la clase de Herbología, en la que trabajaron con mandrágoras bebés. A pesar de estar todos cubiertos con orejeras para que los llantos de las criaturas no les afecte, estos no eran lo suficientemente fuertes como para que de igual manera molestara un poco a los oídos. Por el lado positivo, ninguno cayó desmayado, bueno, ninguno salvo por Neville, que incluso antes de empezar el ejercicio su cuerpo se desplomó en el suelo, y de este no se levantó hasta que la clase finalizó y fue despertado para ser llevado a la enfermería.

Luego del almuerzo el cuarteto se dirigió al salón donde se impartían las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras, la siguiente que tendrían en el día. Si Morgan de antemano no tenía buenas expectativas con respecto a la clase debido al profesor, cuando este apareció finalmente y comenzó a presentarse se fastidió completamente, dejando escapar un resoplido al escucharlo alardear a sí mismo.

No podía creer como a las mujeres les gustaba aquel hombre, incluso Hermione cayó ante su "encanto". De acuerdo, aceptaba que tenía un buen cabello y sonrisa reluciente, pero apostaba que por lo menos uno de los dos es falso, por no decir ambos.

Por si fuera poco, Lockhart repartió unos exámentes por los que tuvo que mostrarse animada para no entristecer a su amiga, quien se volteó a hacia ella con una sonrisa entusiasta cuando el hombre les dio el primer paquete a ellas para que lo pasaran a sus otros compañeros.

─¿Qué se supone que es esto? ─murmuró con una mueca formada en su rostro al leer las preguntas plasmadas tan solo en la primera página. ¡Eran absurdas! Eran todas preguntas sobre él. «¿Cuál es su color favorito? Es una broma, ¿cierto?» se preguntaba la niña.

Volteó a ver a su amiga para expresar su disgusto, pero al verla escribir respuestas con esmero en las hoja cerró sus labios, decidiendo más bien voltear a su izquierda en la fila de atrás, donde Harry y Ron se encontraban en una mesa ya observándola, también sin poder creer lo que tendrían que hacer. Finalmente el trío, compartiendo muecas de fastidio y doblando los ojos, se dispuso a realizar los exámenes.

1. ¿Cuál es el color favorito de Gilderoy Lockhart?

─«Verde Moco» ─escribió Morgan, prosiguiendo a la siguiente pregunta.

2. ¿Cuál es la ambición secreta de Gilderoy Lockhart? 

«Coleccionar cuadros de sí mismo»

3. ¿Cuál es, en tu opinión, el mayor logro hasta la fecha de Gilderoy Lockhart?

«Que su cara no esté incluso más arrugada de lo mucho que sonríe»

De aquella manera fue respondiendo a las preguntas. Si no sabía las respuestas, lo menos que podía colocar era su humilde opinión teniendo en cuenta lo que el hombre reflejaba para ella, bueno, en parte, por otro lado aquellas preguntas hizo que su humor -el cual ella creía que había desaparecido tras lo vivido en las vacaciones- se hiciera presente. Por lo que no pudo evitar soltar una risa aireada al responder la última pregunta.

54. ¿Qué día es el cumpleaños de Gilderoy Lockhart, y cuál sería su regalo ideal?

«No tengo idea, ni me interesa. Y su regalo ideal sería un set de pelucas para intercambiar con la que lleva puesta»

Podía ver la expresión contrariada del profesor mientras veía las respuestas a algunos exámenes. Tuvo que poner todo de sí para no burlarse, sabiendo que las suyas eran algunas de las que ocasionaban los peores disgustos, aunque pudo disimularlo al final, felicitando a Hermione por sus respuestas acertadas, la cual, nuevamente se volteó hacia su amiga con una sonrisa emocionada que la castaña oscura tuvo que imitar para no hacerla sentir mal.

─¡Ahora! Una advertencia: ─exclamó, levantándose de su escritorio con su varita en alto mientras se acercaba a un objeto cubierto por una manta. ¿Qué estaba ocultando? Realmente ninguno de los estudiantes sabía─. Mi trabajo es armarlos contras las criaturas más espantosas que la especie de los magos conoce ─dio un golpe con su varita, ocasionando que el objeto se moviera, cosa que inquietó a varios─. Quizá se encaren con las cosas que más temen en este cuarto. Quiero que sepan que no pueden sufrir ningún daño mientras yo esté aquí. Debo pedirles que no griten. ¡Los pueden provocar!

La manta fue quitada, exponiendo la jaula que encerraba un grupo de Duendecillos de Cornualles. Varios estudiantes rieron al considerar a aquellas criaturas absurdas e inofensivas, pero Lockhart enseguida les hizo callar y tragar sus burlas cuando liberó a los duendecillos. Los gritos no se hicieron esperar.

Al igual que el resto de los alumnos, Hermione y Morgan se levantaron de su asiento y corrieron en busca de refugio, pero los duendecillos estaban en todos lados, lo único que podían hacer era alejarlos con sus manos o intentar golpearlos con sus libros. Neville fue alzado de sus orejas y colgado en el candelabro, todos los alumnos salieron corriendo del salón, y Lockhart escapó refugiándose en su estudio al verse indefenso contra las criaturas, dejándoles toda la tarea de volver a encerrarlos al cuarteto de amigos.

─¿Qué hacemos ahora? ─preguntó Ron, moviendo dos libros para alejar a los pixies de él.

Hermione se levantó, cansada de todo aquello y vociferó un hechizo que inmovilizó a las criaturas, permitiéndoles así volver a encerrarlas.



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