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III

"Realmente dudo, Kyungsoo, que el mundo se desmorone cuando ya no estemos en él".
Palabras de Park Chanyeol a Do Kyungsoo la segunda vez que almorzaron juntos durante el programa de estudios del gobierno, luego de que Kyungsoo le transmitiera su deseo de lograr algo importante antes de morir.

El sonido de su bolígrafo repiqueteando de forma histérica sobre el borde de su libreta de notas hubiera sido insoportable, si no fuera porque se encontraba en mitad de un café muy popular de Nueva York cerca de su universidad, repleto de jóvenes exclamando casi a los gritos, prorrumpiendo carcajadas estruendosas y charlando todos a la vez.

A pesar del barullo y el alboroto general, Kyungsoo no se sentía incómodo. Por alguna razón, su mente había sabido mantenerse en orden más allá del contexto en el cual se encontrara. Solía habituarse a circunstancias poco propicias, y su intelecto funcionaba con una efectividad del noventa y siete por ciento. No había nada por lo cual preocuparse salvo por el hecho de que estaba encargándose de su proyecto de investigación, todavía por la mitad, y no lograba avanzar. No importa cuánto leyera y releyera sus notas, cuánto repasara sus ideas, no lograba discernir de qué se estaba perdiendo.

Su trabajo, hasta el momento, no le satisfacía aun y cuando había salido de su propia mente, y eso no se debía al lugar en el cual se encontraba, podía asegurarlo.

Cesó el golpeteo de su bolígrafo y suspiró, elevando la vista de su letra desprolija y entendible sólo para él, y enfocándose en el gentío que se expandía frente a sus ojos desde su sitio en un pequeño rincón junto a la ventana. Hubo una clara línea de separación entre él y su mesa solitaria, y el resto de mesas abarrotadas de amigos y compañía. A pesar de tener otros clientes prácticamente pegados a su silla por el lado de atrás, también conversando amenamente, se sentía aislado... Y no por los demás. Fue algo tal real como la imaginación misma. Apoyó un codo sobre la superficie y descansó su barbilla sobre su palma abierta, observándolos a todos.

Ante ese tipo de situaciones, solía rememorar los días en los cuales su vida se basó en fingir que toda la gente, tuvieran las actitudes que tuvieran, buenas o malas, despreciables o motivadoras, le caía bien. En pos de su estatus y de complacer a otros, consideró como amigos muy cercanos a todo el mundo. Todavía podía sentir el vacío dentro de él. Dentro de su estómago. Era un aturdimiento constante a sus sentidos, como un dolor agudo sin causa ni remedio. Sólo pudo deshacerse de toda esa mierda cuando Chanyeol entró en su vida sin ton ni son y lo sacudió de pies a cabeza, quitándole de encima toda la basura que cargaba y arrastraba.

Sacó su teléfono del bolsillo y se lo quedó viendo. Entró a la sección de contactos, buscó la letra ce y seleccionó el de su mejor amigo... Entonces salió de allí y bloqueó la pantalla. No volvería a hacer tonterías como las de la otra noche, no quería molestar a Chanyeol, le rompería el corazón volverse una presencia fácilmente reemplazable debido a sus acciones odiosas y de niñito necesitado.

Pintó una sonrisilla de lado y se rio por lo bajo, pensando en lo irónico de aquella dualidad entre su pasado y su presente. En cómo a pesar de todo, continuaba sintiéndose vacío y solo con un mejor amigo a un continente de distancia.

-Lo siento, Chan, la ironía también es mi mejor amiga.

Cuando la mesera llegó con su enorme orden, su ánimo se recompuso instantáneamente. Quizás, debía sumar la comida a su lista de mejores amigos. Dio palmaditas cuando llegó su muffin de nuez y banana, quiso llorar de alegría cuando posaron el trozo de tarta de manzana y almendras tostadas frente a sus narices, y casi salta de entusiasmo cuando llegó el plato de galletas de mantequilla y naranja. La muchacha tuvo que hacer dos viajes para llevarle todo, inclusive el vaso extragrande de café.

El primer bocado que se llevó a la boca fue la gloria, y mientras engullía sus órdenes todas a la vez, sintió que el vacío se llenaba un poco. Sólo un poquito. Volvió a enfocarse en su trabajo porque era lo que debía y releyó por centésima vez las notas de su investigación. Era perfecto. No estaba siendo vanidoso, era realista. No había fallas, el objetivo era plausible, los métodos... Algo fútiles, pero podría mejorarlos con más investigación. El problema no iba por ahí, sentía una disconformidad más general, aunque no podía identificar qué era lo que no le agradaba en realidad.

A medida que sus pensamientos avanzaban, comía con más rapidez y a bocados grandes. La desesperación con la cual metía los alimentos en su boca no hubiera podido pasar desapercibida si no fuera porque la mayoría estaba metida en sus propios asuntos. Se sentía ansioso. No importaba que estuviera haciendo lo que le gustaba, no importaba que siempre se enfocara en lo que de verdad quería, todavía no se sentía como él.

No lograba encontrarse.

Tanteó el plato de galletas y no encontró ninguna.

-Necesito más...- Murmuró, estaba comenzando a tener un poco de taquicardia.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la campanilla de la puerta sonó y otro grupo de jóvenes ingresó. No les prestó atención, no hasta que discernió a Kim Jongin entre ellos y sus ojos se abrieron como dos monedas de oro gigantes. Lo vio avanzar junto a sus compañeros riendo y hablando, y se hundió todavía más en su asiento, deseando volverse invisible. Para su infortunio, ocuparon una mesa no muy lejana a la suya, pero procuró ignorarlos, concentrándose en sus propios asuntos. Tenía que adelantar el trabajo si quería dejar de sentirse angustiado por tonterías que ni siquiera él entendía.

Eso fue lo que pretendió, porque por mucho que lo quiso no pudo abocarse cien por ciento a lo que debía. Antes le había importado poco y nada el lío alrededor, ni siquiera las mesas llenas más pegadas a él lo habían molestado, pero el volumen de una de aquellas más cercanas sobresalía del resto. Al menos lo hacía para sus oídos. Las voces eran más nítidas, podía seguir la conversación sin problemas, y llegó a pegar la nariz en las hojas de su libreta en un intento por leer lo que allí ponía, pero no había caso, seguía oyéndolos.

-¿Sigues teniendo ese Ferrari azul oscuro tan bonito?

-Así es, pero quiero cambiarlo, me he aburrido...

-Te entiendo tanto...

-La semana que viene probablemente visite Hawái una vez más.

-¿No fuiste allí el año pasado? Te recomiendo que pises el Caribe, al menos, una vez. No te arrepentirás.

-Es que es demasiado bonito, no me canso.

Kyungsoo produjo un chasquido de lengua demasiado fuerte, porque los de la mesa que tenía en frente se voltearon a verlo con curiosidad. No lo supo, estaba observando con fijeza sus notas, aunque lo que menos hacía con ellas era leerlas y analizarlas. Le enervaba que una charla tan estúpida y repleta de superficialidad estuviera distrayéndolo de las cosas verdaderamente importantes. Se sentía cabreado como la mierda, y ni siquiera tenía una justificación adecuada para ello. Quizás le pusiera los nervios de punta el nuevo ataque de memorias que lo poseyó... Ese tipo de comentarios habían sido tan naturales para él. Semejante despliegue de posesiones, fanfarroneadas y alardes había sido moneda cotidiana en una vida sin pies ni cabeza.

Una de las razones principales por las cuales se había alejado de ambientes tan tóxicos como esos y había comenzado a marcar su propio camino.

¿Qué demonios hacía Jongin con esa clase de gente...? Se irguió en toda su altura de repente, su espalda bien recta sobre la silla y sus ojos grandes. ¿Qué le importaba lo que hiciera Jongin? Antes había estado molesto de que este lanzara sus juicios sin ton ni son, sin conocerlo de nada, ¿ahora no estaba haciendo eso mismo, juzgándolo sin saber? Se alejó un tanto de la mesa, arrastrando la silla hacia atrás y viendo las notas frente a él como si fueran una mierda de perro aparecida mágicamente allí arriba.

¿Acaso su proyecto, tan perfecto y sin fisuras, no era igual de frívolo que aquellos chicos y chicas hablando de viajes al Caribe y autos criminalmente caros?

Al elevar la mirada, Jongin estaba en frente del otro lado, viéndolo con el ceño ligeramente fruncido. Cuando los ojos de Kyungsoo se clavaron en sus pupilas, sus facciones se relajaron y entonces le sonrió enorme, alzando ambas manos y saludándolo con entusiasmo. Kyungsoo no tuvo fuerzas para molestarse, al final sólo suspiró con cansancio y alzó una mano para devolverle el saludo. Jongin pareció aún más feliz y Kyungsoo rodó los ojos.

Apuró lo que quedaba de su café para salir de allí pitando. Por cómo simulaba ser, sería cuestión de tiempo para que Jongin se pusiera de pie de esa mesa y caminara a la suya pare continuar molestándolo. No podía correr riesgos. Pidió la cuenta, pagó, juntó sus cosas y dejó algo más de propina. Tratar de salir del lugar tan atestado fue una verdadera lucha, y la certeza de que el otro estaba viéndolo mientras tanto lo ponía más ansioso.

No se dio cuenta de lo encerrado que había estado en aquel lugar tan lleno hasta que salió a la calle y el aire fresco lo abrazó. Se sintió a salvo durante cien metros seguidos, luego oyó cómo lo llamaban desde la lejanía y se detuvo, viendo hacia el cielo, frustrado.

Jongin llegaba trotando con la sonrisa igual de grande.

-No te cansas nunca, ¿verdad?- Le cuestionó con fastidio.

El otro largó una gran respiración. -¿Cómo estás?- Le preguntó entonces, como siempre, ignorándolo por completo.

Kyungsoo, inesperadamente, se encontró encogiendo un hombro. -No me quejo.- Y siguió caminando con la certeza de que lo seguiría. No tenía excusas en esa ocasión para quitárselo de encima, así que sólo dejaría que hiciera lo que quisiera.

Sería así de una forma u otra, no se estresaría.

-¿No es loco cómo seguimos encontrándonos? Es decir, en el año y medio que pasó desde que nos conocimos no nos cruzamos ni una sola vez, y ahora de repente nos vemos a cada rato.- Dijo.

Kyungsoo notó que la cadencia en su tono era igual a su personalidad: pronunciaba bien cada palabra hasta el final, las separaba para distinguir cada una y sin embargo hablaba a una velocidad normal. Su parsimonia y serenidad en cada aspecto no eran desesperantes, más bien todo lo contrario. Tales rasgos le brindaban cierta estabilidad, más allá de que estuviera exasperado el cien por ciento del tiempo que pasaba con él.

-No me paro a pensar en tonterías.- Respondió con indiferencia.

-Es divertido pensar en tonterías, te distrae.

-¿Sueles distraerte mucho? Dudo que por tu cabeza pasen cosas más interesantes que acosarme.

Jongin se rio. -Oye, yo no te acoso. Nuestros encuentros son completamente casuales, lo juro.

-¿Y por qué continúas siguiéndome? Es molesto...

-¿Todavía estás enfadado por lo de la noche de tu fiesta de graduación?- Kyungsoo gruñó, Jongin no necesitó mucho más. -Te dije que no es nada personal, no creo que seas una mala persona en realidad.

Kyungsoo se frenó en mitad de la acera. Estaban en plena avenida y la gente caminaba por allí tanto como los autos armaban filas a un costado en el afán de sobrevenir el embotellamiento. Había bocinazos, muchas charlas entrecruzadas, los carros de comida callejera reproduciendo música y gritando sus ofertas, filas y filas de gente esperando sus órdenes. Sólo un día común y corriente en Nueva York. Miró a Jongin un par de metros más allá, ya no sentía tanta rabia hacia él, más bien confusión.

Antes de que pudiera decir algo, lo hizo él.

-¿Tienes algo que hacer ahora?

-No.- Se pateó mentalmente por haber respondido tan rápido.

-¿Me acompañas?

Kyungsoo frotó sus brazos y paseó la mirada por los escaparates de la tienda de al lado. -¿A dónde?- Preguntó con debilidad.

Jongin le sonrió. -No quiero decirte.

Kyungsoo estaba dividido entre dos partes de sí mismo. Una la conocía bien, era aquella que lo salvaguardaba de agentes extraños, de cosas que no conocía y que le brindaban más inestabilidad que satisfacción; era su actitud recelosa y el porqué insistía en que Chanyeol era y podía ser su único y mejor amigo. La otra, desconocida, le decía que siguiera a Kim Jongin, que nada podía salir mal, que ser impulsivo y curioso también era parte de su personalidad, ¿en dónde había quedado semejante porción de sí mismo? Perdida desde el momento en que había dejado de encontrarse, suponía.

¿Qué pasaría si no lo seguía, si se daba media vuelta y volvía a rechazarlo, dejándolo en mitad de la vereda una vez más?

No tenía forma de saberlo, porque antes de darse cuenta estaba caminando detrás de la espalda de Jongin después de que este lo tomara de la muñeca y lo arrastrara con él. Desistió de preguntarle a dónde tenían que ir, Jongin respondía a sus cuestionamientos con otras preguntas que no venían al caso. Caminaron por, al menos, seis cuadras antes de parar en una pastelería.

Le arqueó una ceja. -¿En serio?

Jongin se rio por lo bajo e ingresó. Mientras esperaban ser atendidos, Kyungsoo se recreó con la cantidad de dulces y delicatesen que había. Acababa de comer, pero todo aquello lucía muy delicioso. Jongin compró un pastel pequeño de ricota y peras y dejaron la tienda.

-¿Qué hacías en el café?- Le preguntó repentinamente después de minutos de silencio.

Kyungsoo parpadeó en su dirección. -Trabajaba en mi proyecto.

Jongin asintió quedamente. -¿No te molestó el ruido?

Se encogió. -No es más fuerte que mis pensamientos.

Volvió a asentir, como si ese movimiento metiera mejor la información en su cerebro.

Jongin llamó a un chófer para que los recogiera, antes le preguntó si estaría bien ir un poco más lejos, y él simplemente se encogió de hombros. Ya estaban allí después de todo. Dentro del auto se la pasó observándolo, intentando adivinar qué es lo que quería conseguir con todo aquello. ¿Acaso quería afianzar los lazos entre las empresas familiares de ambos? ¿Crear una relación más firme para propiciar los negocios y tratos? Le sorprendía que no hablara nada, de vez en cuando le preguntaba alguna que otra cosa sorpresiva, como qué sentía, cómo se encontraba o si solía ir al café de antes muy seguido. Qué ordenaba entonces, si le gustaba más el café con leche o solo, más amargo o dulce.

Kyungsoo dejó de intentar desentrañarlo porque no podía imaginar lo que pasaba por su cabeza, así que al final, se entretuvo observándolo. Aquella postura tan relajada le transmitía seguridad.

Cuando Jongin encontraba su mirada, le sonreía y se volvía hacia la ventanilla otra vez.

Llegaron a un hogar de ancianos. Tampoco preguntó por eso, simplemente se dejó llevar. Se presentaron ante las muchachas del servicio y estas recibieron a Jongin con enormes sonrisas, sin preguntarle la razón de su visita, los guiaron puertas adentro a través de corredores hacia el salón principal, allí donde los abuelos y abuelas se divertían a su modo con juegos de mesa, rellenando crucigramas, tomando el té o conversando entre ellos o con familiares. Kyungsoo lo vio todo con curiosidad, no tenía familiares tan mayores y era la primera vez en su vida que pisaba un lugar como ese.

-Señora Sun, tiene visitas.- Le dijo a una anciana algo rechoncha y de cabello muy blanco sobre una silla de ruedas, con una manta de tela polar roja sobre los hombros.

-¡Oh!- Los ojos de la señora resplandecieron cuando vio a Jongin. -¡Hijo, estás aquí! ¡Hace tanto que no te veo!- Estiró una mano delgada repleta de manchas y con venas sobresalientes que Jongin tomó con suavidad.

-He venido la semana pasada, no puede reprocharme.- Respondió él con diversión.

-¡Jonginnie está aquí!- Exclamó ella hacia sus compañeros en la misma mesa con alegría, entonces se giró hacia él otra vez. -Estamos a punto de jugar bingo, ¿por qué no te nos unes? ¡Ah! ¿Trajiste a un amigo? ¡Que venga también, nos divertiremos!

Kyungsoo, que había comenzado el día atormentándose por su trabajo atrasado y sus sentimientos de soledad y frustración insaciables y sin origen reconocible alguno, ahora estaba en un hogar de ancianos desconocido a punto de jugar bingo con un montón de viejecitos con olor a jabón y pegamento para dentaduras. Se sentó junto a Jongin en la mesa, deshaciéndose de su abrigo lentamente mientras todavía miraba alrededor como si no comprendiera cómo demonios acabó allí.

A su lado había otra abuela, muchísimo más pequeñita que la señora Sun y más anciana. Le sonrió y sus ojos desaparecieron entre tantas arrugas, las comisuras de sus labios hundidos se estiraron, parecía temblar todo el tiempo.

-Tienes los ojos grandes, como un búho.- Dijo su voz cálida.

Kyungsoo se sorprendió sonriendo con enormidad. No recordaba cuándo fue la última vez que lo hizo tan grande. -Es porque mi visión no es muy buena y la naturaleza lo compensó.- Contestó, abriendo todavía más los ojos en una expresión graciosa.

La abuela rio con la boca cerrada y de forma fina, se oyó como un pequeño ji, ji. Jugaron durante un buen rato al bingo, una de las chicas del hogar se encargaba de decir los números en voz muy alta para aquellos que ya no tenían una audición tan refinada. Ahora que lo pensaba, nunca había jugado bingo, aquella estaba siendo una tarde de primeras veces para él. Jongin a su lado mantenía aquellos gestos seguros y tranquilos, y no dejó de sonreír en ningún momento. Cuando Kyungsoo marcó todos los números de su cartón, se precipitó a gritar "¡bingo!" de una manera tan emocionada, que hasta él se sorprendió.

Luego, pasaron a una mesa apartada que daba de lleno a un enorme ventanal hacia el patio donde algunos residentes también pasaban la tarde a pesar del viento fresco. Allí, Jongin pidió platillos, tenedores y un cuchillo para cortar el pastel que había llevado. Kyungsoo se mantuvo prudentemente callado a un lado mientras la señora Sun llenaba de preguntas a Jongin, comiendo de a bocados pequeños su porción de pastel de ricota y peras. Estaba delicioso.

Jongin contestó a todo con un codo sobre la mesa y una mejilla sobre la palma abierta. Su sonrisa era igual de encantadora y sosegada que siempre, y sus ojos estaban enchinados mientras veía con ternura a la anciana que le hablaba de su día a día en aquel recinto. Que la noche pasada el puré de papas y zapallo había sabido desabrido, que su hija mayor iba casi todos los días a verla, pero su hijo menor no lo hacía tan seguido, que su pérdida de audición había empeorado y que creía que la señora Kim le hacía trampas cuando jugaban a las cartas.

Después de un rato, la señora largó un bostezo extendido y una de las chicas se aproximó casi al instante para averiguar cómo se encontraba.

-Creo que ya es hora de mi siesta...- Murmuró con los ojos brillosos por la somnolencia.

-Nos retiramos entonces, señora Sun.- Jongin se puso de pie y Kyungsoo lo imitó, tragando un último bocado de su porción de torta.

-Gracias por venir, hijo, es siempre un placer tenerte aquí.- Le dijo ella mientras la muchacha redirigía la silla de ruedas en dirección a las habitaciones.

-No debe agradecer, me encanta visitarla.

La señora Sun miró a Kyungsoo entonces. -Gracias a ti también, pequeño.- Le extendió una mano y él se precipitó a cogerla, aunque no supo muy bien si sólo apretujarla con afecto o agitarla de arriba abajo. -Jongin siempre suele venir solo, es bonito verlo con otra persona.

Kyungsoo aclaró la garganta. -No fue nada.- Murmuró de forma torpe.

Fuera, se sintió con la mente aclarada. No había pensado en nada para su proyecto y cuando llegara a casa, sus problemas estarían sentados esperándolo, pero de todas maneras no le importaba. Al menos, no en esos momentos. Tal vez, distraerse haciendo otras cosas fuera una buena opción para deshacerse de tanta ansiedad. Caminó con Jongin alrededor de dos cuadras en silencio; puesto que ninguno abría la boca, no tenía idea de lo que harían a partir de entonces. Lo más sensato sería separarse, ¿no? Tenía cosas que hacer y suponía que el otro también. Sin embargo le resultaría demasiado raro tan sólo reproducir un "adiós, bella tarde visitando ancianos y jugando bingo".

Cualquier tipo de despedida sería extraña a decir verdad, sobre todo porque no tenía idea de lo que acababa de pasar.

Carraspeó. -¿Es tu abuela? La señora Sun.- Preguntó.

Jongin negó. -Ella fue una paciente muy enferma. Donamos sus medicamentos a nombre de la empresa para ayudarla. De vez en cuando paso a visitarla por puro capricho.- Se encogió.

Kyungsoo se lo quedó viendo. -Hm.- Produjo su garganta.

El otro le arqueó una ceja. -¿En qué piensas?

Le diría que consideraba la posibilidad de haber estado equivocado en parte de sus ideas, pero ni loco se mostraría de esa manera. -Al final, no eres como los demás ricos insufribles que conozco y de los cuales al parecer te rodeas.- Admitió en su lugar.

Jongin pareció divertido. -¿Por qué no pasaría el rato con ellos? Tu forma de ver la vida no es la única correcta, ¿sabes?

Otra vez. Otra vez ese tipo de comentarios desconcertantes. Kyungsoo no entendía por qué se sentía tan atacado por Kim Jongin cuando este no hacía más que ser franco. Y más allá de ello, sus palabras y acciones no iban cargadas de ninguna malicia, ¿por qué le afectaban de una forma tan negativa? No encontró una respuesta adecuada, así que al final frunció el ceño, más con angustia que con enojo, y apuró el paso como si estuviera en una competencia de trote ligero.

-¡Espera!- Dijo la voz inquieta de Jongin desde atrás, y cuando se frenó enseguida, este, que había estado siguiéndolo igual de apurado, casi choca de lleno contra él. -Discúlpame.- Largó con sinceridad, y Kyungsoo lo vio con una ceja arqueada. -No suelo ser tan bocón, te lo juro.

-Jamás lo habría imaginado.- Largó con sarcasmo.

Jongin sonrió a su pesar. -Es... No quiero dejarte malas impresiones, pero al parecer es lo único que he estado logrando contigo.

Kyungsoo entrecerró los ojos, igual de desorientado. -¿Qué es lo que pretendes?- Meneó la cabeza. -Deja de hacer eso. Deja de husmear en mi cabeza y de hablar como si me conocieras. Hace unos días ni siquiera sabía tu apellido.

-Kim...- Respondió Jongin con una voz pequeña. A Kyungsoo le sorprendió semejante timidez, no había visto esa característica en él hasta ahora.

Frunció el ceño. -Ya lo sé.

Pero Jongin mordisqueó su labio y negó. -Soy... Soy Kim Jongin, es un gusto.- Se presentó de forma tan súbita que Kyungsoo parpadeó, confuso. Jongin le extendió una mano, parecía estar nervioso aunque no podía decirlo con seguridad. -Espero que podamos ser amigos... ¿Cuál es tu nombre?- Fingió desconocer.

Kyungsoo entreabrió los labios para decirle que aquello era una tontería sin sentido, pero a mitad de sus pensamientos comprendió por dónde iban sus intenciones y cogió su mano, devolviéndole el saludo.

-Soy Do Kyungsoo.- Y le sonrió de lado, a pesar de todo.

Bueno, al menos la aversión, de su parte, había disminuido casi por completo. Casi.

O eso creía...

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