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CAPITULO 5.

Cuando al fin les fue posible separarse, Yeon Jun lo obligó a bajarse de su regazo, sin importarle cuan adormecido y a gusto se encontraba el omega sobre su cuerpo. Soo Bin se tambaleo cuando sus pies tocaron el suelo, su visión estaba algo borrosa y su sistema de deducción parecía no querer reaccionar. No entendía nada de lo que a su alrededor ocurría.

Él sólo deseaba volverse a dormir aspirando aquel sutil aroma tan cautivante y placentero, escuchando ligeramente aquellos pacíficos latidos del corazón, percibiendo aquellas tibias caricias en su espalda que no hacía otra cosa más que producirle una enorme relajación. Quería eso. Pero, al parecer, se había acabado, y ahora unas manos ajenas lo vestían.

Soo Bin parpadeó seguidamente en un vago intento de abandonar aquel estado de somnolencia en el que se ubicaba. Se talló los ojos despacio cuando su cuerpo fue elevado con cuidado hasta el escritorio. De entre sus labios huyó un quejido indetenible al instante en el que sus glúteos colisionaron contra la madera del mueble. El dolor fue instantáneo y agudo, como un profundo pinchazo atravesándolo. No recordaba cuándo había sido lo última vez que, por culpa de un encuentro sexual, le doliera de tal manera sentarse.

Intentó enfocar su vista en aquel hombre que pretendía colocarle el jean y aspiro con fuerza para olfatearlo. Una sonrisa se formó en la comisura de sus labios al advertir que el alfa se encontraba regado de su olor, siendo apenas percibido el propio. Soo Bin lo contempló con admiración, dándose cuenta que cada una de sus facciones sólo reflejaba lo hermoso que era.

Sin embargo, su cálida sonrisa se desvaneció y aquel singular brillo en sus orbes la acompañó en su partida en cuanto el omega evocó los recientes recuerdos que su memoria pareció haber olvidado por un efímero momento.

—Quiero ver a Beom Gyu —murmuró, su voz sonó mucho más débil de lo que se esperaba.

El alfa lo obligó a ponerse de pie, de modo que se le facilitara el hecho de terminar de subirle el pantalón. Luego de eso, lo alzó entre sus brazos y el omega, vencido por el cansancio, no tuvo más alternativa que aferrarse a sus hombros y enlazar sus piernas en la cintura del otro.

—Necesito ver a Beom Gyu —insistió al mismo tiempo en que reposaba con delicadez su rostro sobre la zona de la clavícula del alfa, absorbiendo el ápice de su aroma que no se dejaba opacar por el suyo.

—Tienes que descansar —replicó el castaño, abandonando aquel despacho.

—No... quiero verlo —musito en medio de un bostezo y sus párpados rebeldes se cerraron sin permiso. Ya casi había olvidado lo bien que se sentía que un alfa lo cargara.

—Dormirás, estás cansado —demandó el alfa.

—¿Dormirás conmigo? —quiso saber ya habiendo ingresado en un casi completo estado de adormecimiento.

—No, tengo trabajo que hacer —declaró con su ya habitual tono de voz brusco.

—Cuando termines, ¿vendrás a dormir conmigo? —murmuró el omega al sentir el modo suave y delicado en el que era depositado sobre la sedosa tela de algún cubrecama.

—No, dormiré en mi habitación. Cuando tu celo acabe hablaremos.

—Quédate —musito despacio, luego de ser arropado por el alfa, pero al notar que este comenzaba a alejarse lo tomo del antebrazo, impidiendo que se marchara.

—He dicho que no —vociferó de repente, dándole un respingo. Soo Bin lo soltó de inmediato, encogiéndose sobre sí mismo, espantado.

—Tú... t-tú has d-dicho que si aceptaba s-ser tuyo me d-darías todo lo que yo d-desee —tartamudeó el omega haciendo su mayor esfuerzo por no soltar aquellas lágrimas que sin permiso asomaban por sus ojos—. ¿Acaso es mucho pedir que te quedes un ratito conmigo hasta que me duerma?

Yeon Jun lo miró con atención e inhaló profundo, analizando sus palabras. Tenía razón, pero quién le garantizaba que él continuaría siendo suyo después de su celo. Yeon Jun no quería perder tiempo en un omega que no estaba seguro de su decisión. No estaba dispuesto a seguir desperdiciando horas de trabajo en él, así que, sin siquiera importarle que el omega deseara su compañía, se volteó directo hacia la puerta con el único propósito de salir de allí.

Sin embargo, una gran batalla se originó en su interior por culpa de su alfa, quien aullaba desesperado por volver a arrullar a aquel ser que ahora sollozaba contra una almohada. Yeon Jun gruño, frustrado y soltó el pomo de la puerta, el cual lo había estado sujetando con fuerza mientras combatía consigo mismo por ver quién ganaba la pelea.

Y no podía creer lo que estaba haciendo, no podía creer que sus piernas se encontraba moviéndose hacia la cama, no podía creer que estaba permitiendo que su alfa ganara. Yeon Jun se quitó el calzado y se aflojó la corbata, deshaciéndose de su camisa. Respiró hondo, odiándose un poco más, y se metió en la cama, acostándose a un lado de Soo Bin.

—¿Feliz? Ahora deja de llorar —le ordenó impaciente, notando la mirada acuosa y sorprendida del omega.

Soo Bin se limpió las lágrimas con el dorso de su mano derecha, sorbiéndose los mocos mientras su cuerpo recibía leves espasmos debido al llanto. Con cuidado se deslizó bajo las sábanas hasta alcanzar el cuerpo del alfa y, tímidamente, se acomodó sobre su pecho, esperando que éste no se enojara por eso.

—Gracias —susurró cerrando sus ojos, volviendo a olisquear aquel aroma tan sutil de ese precioso alfa, el mismo que ahora se encontraba reanudando sus ligeras caricias.

—¿Acaso lo estás dudando? ¡Tienes que aceptar! —exclamó el omega de ojos miel entusiasmado, quien se encontraba recostado en su cama, teniendo su brazo izquierdo vendado—. ¡Aquí te espera una vida llena de lujos! ¡... y de sexo!

Soo Bin torció el gesto, inconforme, preocupado, ligeramente asustado. Había pasado un día entero encerrado en su supuesta habitación encargándose de su celo sin la ayuda de nadie, mientras pensaba una y otra vez en qué debía hacer. Y aún, en su tercer y último día de celo, seguía indeciso.

—¿Y que sucederá con las fiestas, con la droga, el alcohol...? Yo no quiero nada de esto, Beom Gyu, no me gusta, quiero irme. Necesito irme —mencionó aquello último con su rostro decaído y su mirada triste—, pero también necesito un celular y dinero y joder. Odio esto. Ni siquiera las llaves de mi casa tengo y no sabría dónde quedarme, porque sabes que Ga Eun nunca está y si fuerzo una ventana la romperé y no habrá dinero para repararla y moriré de frío y... y...

—Deja de hacerte drama, Binnie. Quédate aquí y verás que no es tan malo, además estaremos juntos —Beom Gyu esbozó una gran sonrisa, digna de ser admirada—. Y te lo aseguro, encontraremos la forma de salir y drogarnos  —susurró, guiñándole un ojo con picardía.

Aquello animó un poco más al omega de cristalinos ojos verdes, aunque allí seguía, instalado en su estómago, aquel cúmulo de miedo que por momentos sentía.

—Escucha, Soo Bin, yo sé que te será difícil, pero tómalo como un juego. Piensa que si juegas bien tendrás tus recompensas. Y las reglas son simples, sólo finge sumisión y complácelo.

—¡Pero no quiero! —protestó éste haciendo un mohín, cruzándose de brazos—. Detesto que me dominen. Además si hago una mala jugada me castigará y ni siquiera entiendo que clases de castigos serán.

—¡Deja de preocuparte! Será temporal, cuando menos te des cuenta se cansará de ti, como se cansan de todos, y te dejará libre. Por eso hay que aprovechar los lujos mientras duren, y que dime, ¿cuándo volverás a tener una oportunidad como ésta?

—Si lo hago enojar seguido, ¿tú crees que se cansará más rápido de mi? —preguntó Soo Bin analizando sus posibilidades.

Escuchó a su mejor amigo respirar hondo. Lo miró. Beom Gyu había adquirido una expresión medianamente decepcionada, la cual no entendió muy bien el por qué.

—Haz lo que quieras, Soo Bin —dijo con simpleza intentando demostrar que en verdad no le importaba, pero sus ojos delataban lo que sentía su alma—. Tu olor, aún estás en celo, vete antes de que llegue Eun Seok.

—Puedo controlarme —replicó, extrañado ante aquel repentino cambio de actitud que había tenido Beom Gyu. —Sí, pero él no. Vete.

La confusión que experimentó Soo Bin fue suficiente para entender que había hecho algo mal. Pero no sabía qué. No comprendía la razón del súbito enojo. ¿Acaso estaba mal que él quisiera largarse de allí? Ese no era su lugar y Beom Gyu lo sabía. Así que se levantó, y sin un rastro de arrepentimiento, abandonó la habitación.

Caminó con seguridad por los pasillos de aquella gloriosa mansión, como si se tratase de su propia casa, pero ni siquiera sabía hacía dónde se dirigía. Sólo caminaba, sin miedo a lo que pudiese encontrar. Hasta que, de pronto, reconoció una de las tantas singulares puertas talladas finamente. Era el despacho del alfa del que ansiaba escapar.

Decidió juntar valentía, y por puro impulso golpeó la puerta, esperando que él se encontrara allí. Aguardó paciente por un efímero instante, pero al no recibir respuesta pensó en irse. Y estaba a punto de hacerlo, mas un apenas audible "adelante" lo hizo detener. Trago en seco y abrió la puerta despacio, echando apenas una leve miradita hacia el interior.

El nerviosismo renació en su interior cuando advirtió que habían dos sujetos más acompañando al alfa de ojos azules. Uno estaba de pie junto a una ventana, el cual parecía ser muchísimo mayor a los dos restantes, mientras que el otro, sentado en uno de los sofisticados sofás color ciruela, lucía de la misma edad que el alfa al que él buscaba cuyo nombre desconocía.

—... é per questo che te l'ho detto —mencionó el hombre mayor, antes de que él pudiese disculparse por entrometerse y marcharse abochornado—. Non importa. Parleremos più tardi di questo. A domani.

Y sin más, aquel alfa de, al parecer, procedencia italiana camino hacia la salida y atravesó la puerta, sin siquiera haberle dirigido una mirada al omega que aguardaba espantado lo que sea que le esperase.

—Eun Seok —dijo el de ojos azules, indicándole con un gesto de la cabeza que se marchara.

El aludido dejó escapar un suspiro y se levantó del sofá.

—Arrivederci —se despidió Liam, encaminándose a la salida—. Todo tuyo —añadió dirigiéndose a Soo Bin, provocando que un inevitable rubor se presentara en el rostro de éste.

No bastó ni un segundo más para que se quedaran solos. El alfa de cautivador aroma lo observaba expectante desde su puesto frente al escritorio. Aquel escritorio en el cual había sido follado brutal y exquisitamente por Yeon Jun hacía dos días atrás. Y Soo Bin no pudo eludir un ligero estremecimiento ante aquel excitante recuerdo que, sin una pizca de duda, su omega quería volver a vivir. Oh, mierda, no tenía por qué estar pensando en eso.
—Lo siento por..

—¿A qué has venido?

—Yo... he tomado una decisión —comunicó tratando de mantenerse al margen de la situación. No quería perder el control bajo su presencia. No de nuevo. Debía mantenerse firme y no dejarse encandilar por su belleza.

—Te escucho.

—Quiero irme —soltó sin más, temblando por dentro, pretendiendo lucir seguro de sí mismo.

El alfa elevó una ceja, poniéndose de pie.

—¿Seguro que eso es lo que quieres? —interrogo mientras se acercaba a él.

Soo Bin asintió, percibiendo a la perfección el modo acelerado en el que había comenzados latir su corazón. Su pulso aumentaba a medida que Yeon Jun se le acercaba. El nerviosismo ya debía notársele a grandes rasgos.

—¿Por qué te quieres ir? —indagó con incredulidad. Su tono de voz no era el mismo que el de la vez pasada. Ahora no hablaba con brusquedad, sino más bien con calma. Su tono era sereno, pacífico, casi amoroso. Y eso no hacía más que seducirlo de una manera inexplicable.

—Porque y-yo... no soy s-sumiso —respondió Soo Bin completamente cautivado por aquellos ojos azules. La cercanía entre ellos lo estaba enloqueciendo. Su aroma lo atontaba demasiado.

Sintió las manos del él posarse en su cintura, atrayéndolo más hacia su cuerpo. La respiración se le entrecorto cuando el alfa hundió su nariz en su cuello, aspirando de su propia esencia con deleite.

—Si no lo eres, ¿por qué no haces nada para apartarme? —murmuró la pregunta cerca de su oído, generando un estremecimiento en el omega, quien se encontraba a escasos pasos de romper en jadeos por su culpa.

—Y-yo... —y no pudo continuar debido a un inesperado gemido que se escapó de su boca. Yeon Jun había descendido una de sus manos, apretándole una de sus nalgas con atrevimiento.

—¿De verdad quieres irte, Soo Bin? ¿De verdad quieres perderte de esto? —ahora sus dos manos acunaban el trasero del omega, el cual ya había empezado a humedecerse debido al creciente deseo—. Sé mío, bebé, y tendrás todo lo que desees.

Los labios del alfa se instalaron en su cuello, besando la delicada piel de aquella zona. Soo Bin ladeó su cabeza por puro reflejo, otorgándole un mejor acceso. Gemidos descontrolados abandonaban su boca, mientras recibía leves descargas recorriéndole el cuerpo entero.

—Dime, Soo Bin, ¿de verdad te quieres ir?

—N-no...

—¿Qué quieres entonces?

—A ti te quiero.

—¿Cómo me quieres?

—Dentro de mí.

Yeon Jun sonrió victorioso.

—Para eso debes ser mío, mi sumiso omega —le informó él, viendo como éste se estremecía entre sus brazos—. Acepta y me tendrás follándote contra la pared ahora mismo.

—S-sí... sí —Soo Bin gimoteo la respuesta, a punto de desbordarse de excitación. Ni siquiera lo había pensado. Yeon Jun ya lo tenía dominado.

—A partir de ahora dime daddy —exigió el alfa, empujándolo hacia la pared más cercana. Sus manos ya se habían infiltrado por debajo de su camiseta, acariciándolo con impaciencia mientras sus labios besaban su cuello.

—Es-esta bien —contestó el omega disfrutando de cada roce, dejándose desnudar por las ágiles manos de Yeon Jun.

—Esta bien, ¿qué? —gruño.

—Esta b-bien, daddy.

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