D i e c i s i e t e
Agradecería mucho si en los comentarios me avisarais si hay algún error o algo mal escrito. Gracias.
No supo qué hora era. No supo cuánto tiempo llevaba en el suelo de la habitación. No supo si el sol ya se había animado a salir, o si aún continuaba reinando la luna. Pero sí supo que no había dormido nada, y MinGyu ya se había levantado.
Decidió permanecer allí, apartado en el rincón contra la pared, mientras escuchaba el rumor de los pasos del alfa desplazándose por el lugar. Lo vio entrar al baño, y más tarde salir con el cabello húmedo y una toalla envuelta en su cintura. Lo observó vestirse con otro de sus típicos trajes, concentrándose en acomodar hasta el más mínimo detalle.
Y cuando creyó que, luego de tanta preparación, se marcharía sin más, se sorprendió al notar que el alfa le dedicó una leve mirada que SeungCheol no supo descifrar lo que transmitía. No supo si era enojo o tristeza o pena, o si era todo junto.
Tragó en seco, encogiéndose más sobre si mismo, sabiendo perfectamente que se acercaba a él. No se atrevió a levantar la mirada. Sus ojos hinchados a más no poder le pesaban y le ardían demasiado, apenas siéndole posible mantenerlos abiertos.
Una mano fue extendida hacia él.
—Vamos, ve a la cama. Sé que has estado llorando toda la noche —Expresó el alfa con la voz ronca, teniendo un tono neutral imposible de detectar sentimiento alguno.
SeungCheol elevó la mirada despacio y, con cierto temor, tomó la mano extendida del otro, quien lo ayudo a ponerse de pie.
—Lo siento —Musitó, apenado, sorbiéndose los mocos una vez más.
—No digas absolutamente nada —Mencionó MinGyu solemne, arrastrando al omega consigo —Ahora necesito que descanses. Luego tienes que estar listo.
—Listo, ¿p-para qué?
—Listo para mí —Contestó sin titubeos, colocando al menor frente a él —Te guste o no, eres mío, y harás todo lo que yo te ordene hasta que decida dejarte. Y más te vale que obedezcas, maldita sea, porque el asunto se pondrá peor sino.
—T-tú has d-dicho que me tendrías p-paciencia —Balbuceó el reproche con la mirada agacha, sin animarse a mirarle de frente.
—¿Crees que te sigues mereciendo la maldita paciencia? —Cuestionó MinGyu, tomándole de la barbilla con fuerza para que lo mirara —Te he dicho como funciona esto, SeungCheol. Si tú te portas mal, no esperes a que te trate bien. Ya has perdido el derecho. Yo te lo advertí, ahora abstente a las consecuencias.
—Yo también te advertí como era yo —Contraatacó SeungCheol, soltándose de su agarre, apartándose un par de pasos del alfa —¿Qué querías que hiciera? No soporto estar aquí como una maldita mascota estúpida esperando a su dueño. Tengo una vida, ¿sabes? Y como si fuera poco, estaba sufriendo un jodido ataque de abstinencia. ¡Agradece que te pedí permiso para salir!
—Te recuerdo que esa vida me la debes a mí. ¿Tú que mierda pretendes que haga yo? ¡Aquí tienes de todo! ¿Qué quieres? ¿Qué te lleve al trabajo conmigo? ¡No eres más que un maldito desagradecido que, para colmo, me miente!
—¡Oh, y porque me has salvado la vida te crees con el derecho de arruinármela! —Gritó indignado, dispuesto a defenderse y no quedarse callado —Yo de verdad te agradezco todo lo que me diste, pero debes aceptar que este no es mi lugar. Yo no sirvo de mascota fiel, ¿entiendes? Soy un jodido omega mitad callejero que bebe, se droga y hace lo que quiere cuando quiere y como quiere. Y ni tú, ni nadie, me cambiará.
MinGyu lo miró desafiante, con su expresión inyectada de enojo. El potente aroma de alfa enfurecido se mezclaba con las feromonas de rabia que emanaba el omega, creando un ambiente totalmente desagradable.
—Así que, ¿querer cuidarte, consentirte, mimarte y darte un lugar en mi maldita vida significa arruinar la tuya? ¡Es que, ¿en qué diablos pensabas?! ¡¿No habíamos llegado a un jodido acuerdo?! ¡¿Por qué mierda no me hablaste de tu problema de abstinencia?! ¡Podríamos haber llegado a otra solución!
—No, alfa, no te confundas. Adoro que quieras cuidarme, consentirme y demás, pero querer dominarme, controlarme, someterme, eso significa arruinar mi vida —Aclaró en un tono más relajado —Y sí, en aquel acuerdo en ningún momento se mencionaron temas como las drogas, por lo tanto no tenías derecho a prohibírmelo.
—Entonces, ¿quieres explicarme por qué no me has dicho eso en su momento? Tú no..., no... —Se detuvo en mitad de la oración sin encontrar las palabras indicadas. Respiró hondo, frustrado, echándole un vistazo al reluciente reloj en su muñeca —Dejémoslo así. Tengo que irme, más tarde habl...
—No quiero seguir con esto —lo interrumpió el omega decidido.
MinGyu elevó las cejas con sorpresa, siendo su aliento robado por aquel instante.
—¿Cómo que...?
—No soy el omega para ti, MinGyu, y tú no eres el alfa para mí. ¿Por qué insistir en algo que no funcionara?
—Oh, joder, claro que puede funcionar. Ya te he dicho que no pienso dejarte ir, solo tenemos que poner cada uno de su parte... ¿O es que acaso prefieres a mi chofer? —MinGyu procuró usar el tono más acusador posible.
Las mejillas de SeungCheol se encendieron ligeramente, recordando el bochornoso momento que ansiaba borrar de su mente.
—No, no prefiero a nadie —Murmuró cabizbajo —Eso..., eso fue un error... o más bien... no sé lo que fue. Es que yo no estoy acostumbrado a estar con un solo alfa, para mí son únicamente para una noche y ya está. Al estar drogado el presente se borra o se distorsiona, y no estaba consciente de lo que hacía. Pero no lo prefiero, es decir... si tuviera que elegir me quedaría contigo, pero...
—Entonces, quédate conmigo —Se apresuró a decir el alfa, aproximándose de repente. Lo sostuvo de la cintura con suavidad, enterrando su nariz en el cuello de este —Quédate. Empezaremos de nuevo, pondremos nuevas reglas, lo que quieras, pero no te vayas.
El omega se estremeció al recibir pequeños besos en su cuello. No, no podía doblegarse otra vez. TaeHyung tenia razón, debía alejarse lo mas pronto de él, antes de que fuese demasiado tarde. Esta vez se había salvado de obtener un terrible castigo, pero, ¿que pasaría la próxima? Él no dejaría de equivocarse, y MinGyu no pararía de enojarse.
—No, no p-puedo, MinGyu...
—No, no, no, por favor, no me hagas esto —Pidió MinGyu rozando el punto del quiebre emocional, mientras se colocaba de rodillas frente a él.
Un importante alfa de clase, vestido de etiqueta, encontrándose de rodillas rogándole a un omega tan imperfecto como el no era algo normal. Estaba loco. Sí, pero más loco estaría él al acceder a sus locuras. Sin embargo, ¿cómo podría resistirse a sus súplicas que le derretían el alma? ¿Cómo podía decirle que no a un alfa que, por alguna razón, parecía no poder soportar su permanente ausencia?
No entendía cuál era el motivo por el que en su mirada se anclaba la más profunda angustia. Él no lo entendía, pero su omega quizás si.
SeungCheol lo observó con desconcierta tristeza, y se arrodilló también, quedándose a su altura. Sus ojos hinchados volvieron a aguarse y, cuando ya había dado por sentado que no había más lágrimas por derramar, rompió en llanto una vez más la preciso instante en el que abrazó al alfa, acurrucándose contra su pecho, habiendo metido sus brazos por debajo de su saco.
—Perdón —Susurró SeungCheol con la voz quebrada, sintiéndose acogido cuando los brazos del castaño le devolvieron el abrazo con fuerza.
No tenía muy en claro acerca de por qué se estaba disculpando. Si por el desastre del día anterior, o por el deseo de marcharse cuando el alfa lo que más ansiaba era que se quedara, o por no poder ser lo que MinGyu buscaba, o por estar arrugándole y humedeciéndole la camisa que tanto trabajo se había tomado en arreglar.
MinGyu se apartó un poco de él, trasladando una de sus manos a una de las mejillas rodeada de lágrimas, mientras que con la otra sostenía el cuerpo del omega contra el suyo. Le acarició la misma, y buscó unir sus labios en un beso.
Allí, en el suelo de su habitación, con el omega menos esperado, en el momento menos indicado, se encontraba dando el beso más dulce y amargo, más bonito y emotivo, mas triste y melancólico. Porque no sabía si era el beso que marcaría un nuevo comienzo o marcaría el final definitivo.
—Dime... dime que te quedarás —Murmuró MinGyu sobre sus labios.
SeungCheol lo besó una vez más, percibiendo el modo en el que una nueva tanda de lágrimas corrían por sus pómulos. Cerró los ojos con fuerza. Ya no soportaba mas el llanto. Y ni siquiera comprendía por qué le dolía tanto lo que estaba a punto de decir.
—Y-yo... debo regresar.
MinGyu contrajo su rostro en una mueca de dolor mezclada con frustración. Por puro instinto, atrajo al omega aún más contra su cuerpo, en algún tonto intento de su alfa interno por mantenerlo consigo a su lado.
—¿Y que hay de nuestro jodido acuerdo? Ni siquiera paso el suficiente tiempo —Repuso MinGyu, disgustado —No te puedes ir tan pronto.
—Pensé que podría, pero después de lo de ayer... MinGyu, yo voy a seguir cometiendo imprudencia, pero no porque quiera portarme mal, no lo hago a propósito... es porque soy así, y si ya con esto perdiste la paciencia, imagínate mas adelante —Expresó el omega con sensatez y suspiró, desganado —No estoy dispuesto a sufrir tus abusos, y tú no puedes obligarme a quedarme. Hazme el favor y no te compliques la vida conmigo, MinGyu, no lo valgo.
El alfa lo soltó de golpe, dolido, y se levantó del suelo con la expresión mas severa posible. Se quitó el saco, se aflojó la corbata e, ingresando a un estado de irremediable impaciencia, se arrancó la camisa que ya había dejado de ser presentable.
—Entonces, vete —Gruñó MinGyu furioso, al tiempo que se colocaba una nueva camisa recién sacada del closet —Toma todo lo que quieras y lárgate.
¿Cómo había podido caer tan bajo? Un alfa de su clase rebajándose de tal forma por un ordinario omega que tan poco valía, solo había una palabra para definir aquello: patético. MinGyu se sentía ultrajado. Decepcionado y avergonzado de sí mismo al haber desechado su dignidad de aquella insólita manera. Jamás se lo perdonaría. Y desde ya, odiaba a su alfa por ser tan iluso, tan estúpido, tan vulnerable al tratarse de SeungCheol.
El recién mencionado no tomó nada de todo aquello que MinGyu le había dado, salvo unas pocas prendas con el fin de llevárselas puestas porque no pensaba salir en pijama. El cansancio, la tristeza y la desolación lo embargaban por completo mientras viajaba en un auto con otro chofer desconocido.
Se encontraba devastado, y la falta de horas de descanso le pesaban tanto como el dolor que se había llevado sin querer en el alma.
Apenas amanecía cuando el vehículo, guiado por sus indicaciones, aparcó justo enfrente de su humilde morada. SeungCheol suspiró con aires de melancolía y abandonó el auto, rogándole al cielo que estuviese su madrastra para abrirle la puerta. Por fortuna, allí estaba, recibiéndolo sin gota de alegría, con el maquillaje corrido y un cigarro entre los dedos.
—¿Dónde has estado? —Interrogó la mujer con su semblante serio, metida dentro de una bata.
—Por ahí —Contestó sin más, encaminándose directo a su habitación.
Ni siquiera se desvistió al tirarse de lleno en la pequeña cama, pues el agotamiento no se lo permitió. Y no hizo falta más que medio minuto para sumergirse en un profundo sueño.
Durmió alrededor de doce horas o más, cuando de pronto se vio obligado a despertarse por las leves sacudidas de alguien. Abrió los ojos, desorientado, sin tener la menor idea de qué hora era o en qué día estaba.
—SeungCheol, ¿me quieres explicar que significa esto? —Exclamó la beta subiendo a la cama una enorme maleta. SeungCheol se tuvo que correr con rapidez para no ser aplastado por la misma —Llegó un alfa trajeado entregándome esto diciendo que es tuyo. ¿Qué diablos has hecho? ¿Con quién te has metido?
El omega de rizos enmarañados bostezó, estirándose, asimilando las palabras de su madrastra.
—¿Qué hay dentro? —Consultó, tallándose los ojos.
—Ropa, mucha ropa, un celular y una suma de dinero bastante considerable... Bueno —Carraspeó —Ropa y un celular, el dinero ya lo he guardado yo. Tú lo gastarías en porquerías —Explicó y empezó a divagar por la habitación —¡Ay, haré arreglos en la casa, me compraré ropa, un nuevo celular! Tú no te puedes quejar con todo lo que ya tienes. ¡Y comeremos todos los días! Bueno, al menos por un tiempo. Pero conseguirás más dinero, ¿no es verdad? Ya que yo no he tenido suerte, tú nos sacarás de esta. ¡Muy bien, cariño, muy bien! ¡Te felicito! ¡Ya mismo iré a hacer las compras para la cena! Debes estar hambriento.
La abrumadora situación no hizo más que marear a SeungCheol. Era demasiado por procesar, y su estado de somnolencia no le permitía a su mecanismo de deducción entenderlo todo con eficacia.
Bastaron escasos minutos para que el sonido de la puerta principal resonara, dándole el aviso de que ya se había quedado solo en la casa. Se levanto turbado, tambaleándose hasta el baño, intentando asimilarlo todo. Poco después, fue hacia la cocina por un vaso de agua. Lo bebió y permaneció un instante con la mirada perdida, sintiéndose vacío por alguna razón.
Su estomago rugió. Tenía hambre. Empezó a buscar en la lacena, luego en el refrigerador, pero dado que no había mucho, se decidió por una simple banana, cuya cascara arrojó al cesto de basura. Iba a regresar a la habitación, sin embargo, hubo algo entre la basura que le llamó la atención. Se volvió a mirar de nuevo más detenidamente, y lo que divisó lo dejó sin aliento.
Una aplastada caja de píldoras anticonceptivas.
No era posible.
¡Mierda, mierda, mierda! ¿Cómo pudo haberse olvidado de ellas? ¿Cómo pudo haber roto la rutina de sus pastillas? ¡Dios! ¿Cuándo había sido la última vez que se había tomado una? No lo recordaba y el pánico enloquecedor lo dominó por completo.
¡Había estado todo el maldito tiempo con el alfa sin el jodido cuidado de sus píldoras!
La presión arterial se le bajó con demasiada prisa, y SeungCheol tuvo que recargarse contra la pared más cercana para no desplomarse en el suelo.
—No, no, no, no... —Repitió angustiado y desesperado, enredando sus dedos entre sus rizos, mientras se derrumbaba en un rincón de la cocina, rompiendo en un histérico llanto.
No podía estar pasándole eso. No a él, ni mucho menos ahora.
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