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ཻུ۪۪ 19

El corazón de Jeongin latía a gran velocidad. Intentaba volver a comunicarse con Christopher, mientras aguardaba sentado en el porche de su casa a que sucediera algo, sin embargo, nada pasaba y el alfa no contestaba.

Todavía seguía sin comprender qué era lo que había ocurrido o cómo era que habían llegado a esa situación. Todo era tan confuso.

Y los nervios le carcomían por dentro al pensar en que Christopher llegaría en cualquier momento creyendo que, quizás, el corría peligro. Cuando, en realidad, el único tipo de peligro que corría era el de atraparse una gripe por estar afuera de su casa en pleno invierno, esperándolo. O al menos, eso aseguraba Jeongin.

El omega no tenía ni la menor idea de las razones de Christopher.

De pronto, el silencio sepulcral del desastroso barrio se vio afectado por el sonido de un par de motores rugiendo. Jeongin se paralizó, y en cuestión de segundos el rastro de neumáticos quedó grabado en el asfalto por las bruscas maniobras de aquellos vehículos al frenar.

Jeongin quiso reírse, porque habían armado semejante escena totalmente en vano, más no lo hizo. No ansiaba que los tipos pensaran que había sido una broma de él y que lo acabaran fusilando por querer hacerse el chistoso.

Así que se mantuvo serio, y sólo se puso de pie cuando diviso a Christopher bajarse de uno de los autos. Llevaba puesto uno de sus típicos trajes, los cuales anunciaban con gracia a que clase social pertenecía. El alfa comenzó a acercarse a él al tiempo que observaba con precisión a su alrededor, tal vez buscando la pieza que faltaba para entender por qué Jeongin estaba suelto allí, en vez de estar maniatado y amordazado en contra de su voluntad.

—No hacía falta todo esto, Christopher. No es lo que, por alguna razón, creíste —le aclaró Jeongin desde las escaleras de su porche.

El alfa lo escuchó, pero no pareció del todo convencido, pues continuó indagando con la mirada el sitio, e hizo una señal con una de sus manos para que sus hombres bajaran de los vehículos.

—¿Hay alguien adentro? —preguntó.

—Mi mamá. Pero escúchame, no hay nadie que me quiera hacer daño, ni nada por el estilo. No sé por qué has armado todo esto —comunicó nervioso mientras observaba a los matones de Christopher acercarse.

—¿Por qué habrías llamado entonces? —cuestionó el alfa, parándose frente a él, mirándolo con especial atención. Le tomó las muñecas despacio para examinarlas, advirtiendo que no había rastros de magulladuras en ellas.

Jeongin se quedó sin aliento cuando Christopher se aproximó aún más hacia a él, olfateándolo. Su pulso volvió a descontrolarse, y sin poder evitarlo aspiró profundo, absorbiendo el encantador aroma del alfa por instinto. Él sabía que Christopher tan sólo lo había olisqueado para detectar el olor de algún otro alfa impregnado en su piel, y por primera vez en su vida Jeongin agradecía no haberse acercado a ningún otro en tanto tiempo.

—Porque lo que te he dicho es verdad —reveló, aprovechando la cercanía para observar más en detalle su rostro.

Se sorprendió al percibir lo demacrado que se veía. Su piel lucia más pálida, los huesos de sus pómulos se remarcaban mucho más, sus ojeras violáceas resaltaban de un modo nada atractivo y la vida que creyó haber encontrado dentro de sus oceánicos ojos pareció haberse extinguido. Ya no era un azul vibrante, era un azul apagado, gastado, marchito. Ese no era el Christopher que él había conocido.

—No tiene sentido —repuso el aludido frunciendo el ceño—. No... no entiendo.

—Si me dejaras explicarte... Yo tampoco entiendo esto, ¿por qué creíste que alguien me había obligado?

—Entonces, ¿nadie te obligó?

—No, y no comprendo por qué alguien me obligaría, eso no tiene sentido...

—Pero..., pero tú... —el alfa contrajo su rostro en una mueca de confusión—. No tiene un puto sentido que me llames de la nada luego de semanas diciendo que me necesitas, que quieres volver cuando realmente nunca me necesitaste y nunca quisiste estar conmigo. Me puedes explicar qué mierda pasa contigo.

Jeongin sintió una punzada directo en el pecho. Bajo la mirada, algo asustado y apenado.

—Las cosas han cambiado —murmuró—. Tarde en darme cuenta de lo imbécil que fui contigo, y estoy dispuesto a hacer lo que sea por ti para remediarlo. Después de todo, mi deuda ni siquiera terminó.

Se odió de inmediato. Jeongin no podía creer lo que estaba diciendo, y se obligó a recordarse que lo hacía por su cachorro.

—¿Tú me ves cara de estúpido? Hay algo más, ¿no? Necesitas algo y por eso me buscas, ¿no es así?

Oh, joder, ¿tan obvio era?

El rizado respiro hondo, removiéndose nervioso en su lugar.

—Oh, por supuesto —exclamó Christopher incrédulo—. ¿Qué es lo que quieres?

No podía decirle tan pronto lo de su embarazo. No podía, ni quería, arriesgarse a que lo tomara de mentiroso y que todo el plan se arruinara. Debía, primero, ganarse su confianza de nuevo. Su confianza... y su compasión; la necesitaría.

—Mi madre aún debe terminar de pagar una gran deuda —mintió.

—Dinero —simplificó el alfa con aires de decepción.

—S-sí... yo no lo sabía y... y necesito ayudarla.

Christopher asintió distraídamente, y respiró hondo, analizando las cosas en su mente.

—¿Volverías a ser mío?

—Sí, sólo tuyo —respondió con extrema rapidez—. Y esta vez no me alejare a menos que tú me lo pidas, te lo prometo.

—Bien. Falso allarme —exclamó aquello último en dirección a sus hombres derramando el acento italiano que llevaba en las venas. Estos se quejaron un poco antes de regresar a los coches—. ¿Vendrás ahora conmigo?

—Oh... mh, sí. Soló espérame un momento que tengo que preparar mis cosas —le avisó Jeongin un segundo antes de empezar a subir los peldaños del porche. Sin embargo, una mano ajena tomando la suya lo detuvo.

—¿Puedo acompañarte?

La pregunta del alfa lo dejó estupefacto. ¿Él? ¿dentro de su horrible casa? No era buena idea.

—Será mejor que esperes aquí.

—Quiero acompañarte —insistió teniendo en su rostro una expresión más suavizada.

Jeongin suspiró derrotado, accediendo de mala gana. Apenas ingresaron, sin ánimos de un vergonzoso encuentro con Amy, lo arrastró velozmente directo a su habitación. Trató de no avergonzarse por el desorden o por la pequeñez de este, y se dirigió al armario.

Comenzó a sacar la ropa, separando lo que se iba a llevar y lo que no, cuando de repente sintió las manos del alfa en su cintura, apegándose a su cuerpo por detrás. Una electrizante descarga le atravesó la espina dorsal luego de que Christopher besara la sensible piel de su cuello.

Jeongin se estremeció completo, y ladeó su cabeza en respuesta, olvidándose totalmente de la ropa.

—No iba a poder aguantarme hasta llegar a casa —le susurró rozando con sus labios el lóbulo de su oreja.

El omega sonrió, percibiendo el modo en que se le erizaba la piel. Su respiración ya se había visto afectada por la situación, al igual que otras especiales partes de su cuerpo. Jeongin necesitaba tanto tener sexo que le pareció, sin duda alguna, la mejor decisión del mundo volver con Christopher.

Las manos del mayor se adentraron por debajo de su ropa, obteniendo un contacto directo con la tibia piel de su omega. Sin dejar de besarle el cuello, le acarició el abdomen, la cadera. No tardo en infiltrarse entre sus pantalones, toqueteando sus muslos y poco después su trasero.

Jeongin ahogó un gemido, arqueándose, dejando recargada su cabeza en el hombro del alfa, mientras este seguía tocándolo, inundándolo de deseo. Continuaron de ese modo, hasta que Christopher empezó a desvestirlo, iniciando por el delgado suéter de lana, siguiendo por la camiseta y luego por el jean, el cual se lo bajó despacio al tiempo que proporcionaba besos en sus hombros, descendiendo por su espalda.

El omega terminó de quitárselo, luego de deshacerse de sus zapatillas, y lo hizo a un lado con uno de sus pies. Se giró, quedando de frente al alfa y, en un acto desesperado, lo besó de un modo apasionado, saciando las ansias de sus labios. Le ayudó a quitarse el saco, el cual cayó sin más al suelo. Sin pausar el ardiente beso, le fue desabotonando la camisa. Pero entonces, sus dedos se toparon con algo sólido y gélido, que interfería sobre la parte inferior de la camisa. Un arma. Christopher se la quitó de inmediato, tirándola encima del saco, permitiendo al omega terminar de sacarle la camisa.

Jeongin lo despojó de ella impaciente y pasó sus manos al cinturón, desabrochándolo, presionando en la entrepierna. Le bajó el pantalón, rompiendo el contacto entre sus bocas para agacharse y besar la erección del alfa por encima del bóxer.

Christopher contuvo un gruñido de satisfacción cuando el omega sostuvo el miembro entre sus manos y comenzó a másajearlo. Lamió el rosado glande cual dulce gatito lamiendo su patita. Eran rápidas y cortas lamidas en el lugar exacto haciendo enloquecer al alfa, quien echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos, disfrutando de la gloriosa lengua del pequeño jugando con su miembro.

Sus dedos se enredaron entre los rizos de este, y Christopher comenzó a mover su cadera penetrándole suavemente la boca.

Tras un momento de completo placer para el alfa, casi totalmente desnudos, se acostaron en la cama. Christopher, posicionado encima del menor, le devoró el cuerpo entero a besos y mordiscos, encargándose de marcar su territorio mediante chupetones distribuidos sobre la delicada piel de su omega. Desde sus clavículas, hasta sus caderas lo lleno de rojizas marquitas, mientras Jeongin se retorcía debajo de su cuerpo.

Le quitó la ropa interior con rapidez, arrojándola al suelo junto a las demás prendas. Le separó las piernas, acomodándose entre ellas, para luego alinearse en su entrada y empujar, suave, lento, profundo. Inició un exquisito vaivén apaciguado, tomándose su tiempo para entrar y salir del interior del omega.

Quería tomárselo con calma, quería disfrutar de cada sensación sin la necesidad de colocar apuros de por medio. Lo embestía dulcemente, al mismo tiempo que unía sus labios en un beso que terminaría de complementar la situación.

—Oh, bebé, tú no te comparas con ningún otro —susurró el alfa sobre sus labios, penetrándolo hasta el fondo.

Jeongin sonrió felizmente, volviéndolo a besar, mientras se regocijaba de encanto y de placer, pues Christopher se encontraba follándoselo de nuevo de aquel bonito modo que tanto le había gustado experimentar con él. De aquel bonito modo que le inundaba el alma de plenitud. De aquel bonito modo que hacía nacer el aleteo de mariposas en su estómago.

Era como si su mariposa tatuada cobrara vida gracias a Christopher. Era como si su tatuaje dejara de ser sólo un tatuaje. Era como si la metáfora dejara de ser sólo una metáfora.

Era como si la palabra follar quedara alejada de aquel escenario. Era como si sus cuerpo fundidos crearan algo más que sólo estallidos de deseo. Era como si fuera... algo más. Algo que Jeongin no sabía cómo explicar.

Sus manos se aferraron a la espalda del alfa, mientras este daba sus últimas y profundas estocadas. El nudo se expandió en su interior al preciso instante en el que su orgasmo le hizo embriagarse de pura satisfacción.

—¡Oh, Christopher! —gimió fuera de sí, teniendo al alfa derramándose dentro suyo, llenándolo con su escancia—, necesitaba tanto esto.

—No te imaginas cuanto lo he necesitado yo —reveló Christopher agitado, dejando descansar su cabeza en el hombro de este, procurando mantener algo de su peso con sus brazos para no terminar aplastándolo—. Prométeme que no te alejarás de mí de nuevo.

—Ya te lo he prometido, Chris —le recordó Jeongin, quien se encontraba acariciándole la espalda.

—Prométemelo de nuevo —pidió rozando la clavícula del omega con la nariz.

Jeongin sonrió. Se sentía muy feliz de tener a Christopher consigo, no podía negarlo.

—No me alejaré de ti, lo prometo.

—Que ni se te ocurra romper la promesa porque te costará caro —le advirtió—. Y no quiero que las cosas se hagan sólo como yo quiera. También quiero complacerte a ti haciéndolas a tu manera. Si bien, te vendrás por obligación, deseo que estés a gusto conmigo.

Y Jeongin volvió a sonreír. Ya ni siquiera se acordaba cuando había sido la última vez que había sonreído tanto en un día.

—Eso me parece bien. Ahora, ¿me podrías explicar algo que todavía sigo sin entender?

El alfa se levantó de encima de su cuerpo, aprovechando que el nudo ya se había disipado.

—Dime —respondió sin más, luego de que ambos se metieran debajo de las sábanas, apegándose lo más posible uno con el otro, pues la cama no había sido diseñada para que entraran dos cuerpos.

—¿Por qué, más allá de que fuera sorpresiva mi llamada, diste por hecho que me habían secuestrado o lo que fuere? —expuso su duda Jeongin, acurrucándose contra su pecho, sintiéndose completamente pleno a su lado.

—Es que hace poco han tratado de tenderme una trampa. A toda costa, buscan la forma de que salga solo y desprevenido para atacarme. Y dado que no lo lograron con mi omega pasado, pensé que ahora lo habían intentado contigo. Era la trampa perfecta, y por eso me sorprendió tanto que no lo haya sido.

—¿Cómo que quieren atacarte? ¿Por qué? Espera... ¿eso quiere decir que si vuelvo contigo también estaré en peligro? —preguntó el rizado alarmado, elevando su cabeza con prisa con el fin de mirarlo a los ojos.

—No, no. Ya he reforzado mi seguridad. A ti nadie te tocará, eso te lo aseguro —dijo Christopher con convicción, atrayéndolo aún más hacia su cuerpo, si es que eso era posible, actuando como todo alfa guardián.

La complacencia que el omega sintió en aquel momento no se comparó con nada en lo absoluto. Era, tal vez, la primera vez que un alfa se tomaría la molestia de cuidar de él como si fuese valioso. Y amaba la sensación de ser protegido por Christopher.

Y entonces pensó, si el alfa desde ya pretendía ser así de guardián con él, no se imaginaba cómo sería si se enterara que en su interior ya se alojaba su futuro cachorro. Y fue ese el momento justo en el que se lo replanteó, ¿sería capaz de decírselo? ¿y si era mejor guardárselo y evitar conflictos con el alfa?

Él no sabía cómo se lo tomaría si se animaba a contarle. ¿Qué pensaría Christopher? ¿se enojaría? ¿lo querría? ¿y si deseaba hacerse cargo? ¿Por qué un alfa como él se haría cargo de un bebé que ni siquiera tenía la certeza de que fuese suyo?

Con la mentira de la supuesta deuda de su mamá seguro que podrían recaudar el dinero necesario y no habría motivo para decirle la verdad. Después de todo, sabía que él no era más que un omega pasajero en la vida del alfa.

Tan sólo esperaba que el tiempo que Christopher lo quisiera como suyo no se extendiera más de algunas semanas, un mes cuando mucho, puesto que los síntomas comenzarían a manifestarse y más tarde se le empezaría a notar la pancita y ya no sería un omega tan atractivo como ahora.

Jeongin alejó todos aquellos pensamientos de su mente. No ansiaba deprimirse de nuevo. Al contrario, deseaba disfrutar de la cálida compañía del alfa que tanto le había hecho falta.

Se enfocó en relajarse, en concentrarse en los pacíficos latidos que apenas lograba escuchar. Aún le resultaba tan alucinante el hecho de que Christopher estuviese allí, desnudo debajo de su cuerpo, en su cama, en su habitación, en su casa. Era el primer alfa que con el que se acostaba en su propia cama, y la pena lo invadió al percatarse de la realidad.

Su pequeña habitación era un asco comparada con la inmensa y majestuosa habitación de Christopher. No quería seguir allí. La vergüenza lo aniquilaba, por lo que quiso levantarse, más su compañero no se lo permitió y lo apegó de nuevo contra su pecho.

—Un rato más —susurró—. No creo que vuelva a tener la oportunidad de estar tan cerca de ti en un sitio que huele solo a ti, déjame disfrutarlo un poco más, ¿quieres?

Jeongin soltó una ligera risita nerviosa, tratando de ocultar con sus manos el leve sonrojo.

—Nunca he dejado que un alfa entrara en mi habitación, ¿sabes? Y el que tú seas el primero me da pena, quiero irme y aún tengo que preparar las cosas...

—Me alegra ser el primero en algo, al menos, pero no tienes por qué sentirte apenado.

—Oye, has sido el primero en varias cosas —le informó en modo de protesta.

—¿En qué cosas?

—Pues... muchas, más de las que te imaginas...

—Dímelas.

—No —musitó el omega, escondiéndose todavía más en su pecho.

—¿Por qué?

—Me da vergüenza

El alfa se rio.

—Pues, tú también has sido el primero en cosas que ni te debes imaginar.

Aquello provocó que la curiosidad saltara de repente dentro del menor, quien alzó la mirada de inmediato.

—¿Cómo qué? —indagó ansioso de enterarse.

—Si no me dices tú, tampoco te diré yo.

—Oh, joder... Bueno, ninguno de los dos lo sabrá nunca —declaró Jeongin bostezando, sintiéndose algo adormilado.

Christopher tenía muy en claro la cantidad de cosas en la que Jeongin había sido el primero. Primer omega que lo dominó, primer omega por el cual cambió sus reglas de juego, primer "sumiso" en revelarle su verdadero nombre, primer omega en defender como si fuera su pareja de vida, primer omega en hacerle el amor, primer omega que le rompió el corazón.

Jeongin había sido el primero en hacer nacer en su interior el deseo de compartir el resto de sus días junto a alguien, más específicamente, junto a él.

Y su intuición le susurraba al oído que en algún momento Jeongin lo sabría. Sabría todo lo que él ocultaba. Sabría que, quizá, ya había empezado a amarlo sin entender cómo.

Pero, ¿él también conocería lo que ocultaba Jeongin? 

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