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🌷Capítulo 27-Funeral🌷

El rey Jeon Namjoon esperaba paciente en el castillo para que le entregaran la cabeza del omega de su hijo, pero al no recibir respuesta alguna de los alfas decidió buscarlos en su guarida y al no encontrarlos llamó a Min Yoongi, quien veía a la guardia real agrupar los restos de los alfas que Jungkook había asesinado para incinerarlos antes de que la peste atrajera carroñeros y gusanos al campo abierto.

—¿Hola? —contestó Yoongi al llamado del rey.

—Quiero que busques a los asesinos que contraté, no me han traído la cabeza de Jimin y les di bastante oro.

—Majestad, me temo que no podrá encontrar a esos asesinos.

—¿Por qué dices eso?

—Jungkook los acaba de matar a todos.

—¡¿Qué?! —preguntó en un grito al otro lado de la línea.

—Vino a buscar a su omega, pero descuide que Jimin ha muerto.

—¿Y dónde está mi hijo?

—En el bosque, llorando su muerte.

—Dame la ubicación, voy para allá.

Yoongi le envió la ubicación a Namjoon. Si bien, se había arrepentido para ayudar a su primo sabía que al morir Jimin no había nada para luchar. Así que decidió mantener el perfil bajo y seguir apoyando a su rey, mantendría el secreto, todo por el bien del reino y de la estabilidad de la familia real.

Mientras tanto, Jungkook sostenía el cuerpo helado de Jimin entre sus brazos, meciéndolo como si fuera un bebé, oliendo la sangre que salía de su trasero, dándose cuenta de que había perdido a su cachorro. El hijo del amor, el hijo de ambos.

—Con mi voz haré que duermas... Duerme, duerme mi amor... —cantaba en medio de lágrimas.

Se sentía culpable por no haber sido lo suficientemente rápido e inteligente como para salvarlo. ¿Por qué le hicieron tanto daño?

En ese momento, Jungkook se arrepintió de haber comprado a Jimin en la subasta de omegas porque de no hacerlo, no habría sufrido como lo hizo, porque de no hacerlo estaría vivo y a salvo lejos de él.

—¿Por qué te hicieron daño? —preguntó en un susurro—. ¿Por ser mi omega? Aquel alfa parecía feliz de saber que eras mi omega... ¿Esto fue planeado, Jimin?

Los pasos de Yoongi acompañado por el rey Namjoon hicieron que Jungkook finalizara de hacerse esas preguntas en voz alta, él se limpió las lágrimas alzando la mirada para buscarlos porque reconocía su aroma.

—Hijo... —murmuró Namjoon al verlo sostener el cuerpo sin vida de Jimin—. ¿Es...?

—Voy a sepultarlo —dijo apretando la quijada—. Le haré el funeral más hermoso nunca antes visto y...

—Harás lo que desees, siento mucho que haya sucedido todo esto —dijo Namjoon—. Pero primero vamos al castillo, necesitas bañarte porque estás empapado de sangre, mojado y te puedes resfriar.

—No voy a separarme del cuerpo de Jimin, no voy a dejarlo solo de nuevo.

—Está muerto, Jungkook. —La dura realidad golpeó al príncipe—. Yo mismo organizaré el funeral, pero prioriza tu bienestar porque tu corazón sigue latiendo y el futuro del reino está en tus manos. No puedes enfermar. ¿Comprendes?

—Él era mi todo, papá...

—Y tú eres mi todo porque eres mi hijo.

—Me quedaré a su lado yo...

—Yoongi, quiero que Jungkook se vaya conmigo al castillo.

Yoongi suspiró con resignación.

Jungkook, levántate y obedece al rey —dijo con su voz de mando.

Jungkook se puso de pie dejando el cuerpo de Jimin con mucho cuidado en el suelo húmedo del bosque y yéndose con su padre. Lo que él quisiera no importaba porque al final del día se hacía lo que el rey Namjoon quería, porque Min Yoongi estaba de su lado y eso, quizás nunca cambiaría.

—Adelántate Jeon, sube a mi vehículo —ordenó Namjoon y el príncipe obedeció.

—¿Qué hago con el cuerpo? —preguntó Yoongi.

—Déjalo aquí, que se pudra en soledad y encuentra cenizas falsas para el funeral. No quiero sus asquerosos restos en mi castillo.

—Como ordene, majestad.

El cuerpo sin vida de Jimin yacía en medio del bosque húmedo, las gotas de lluvia persistían como lágrimas del cielo. El capitán Min supervisaba el campo, asegurándose de que no quedaran restos de los alfas fallecidos. Además ordenó a la guardia real que olvidara el suceso, borrando el suceso de la memoria colectiva.

Min seguía siendo leal al rey Namjoon, sin importar las circunstancias. Si hubiera cambiado, habría ayudado a su primo a revelar la verdad. Le habría confesado que el rey fue quien mandó a asesinar a su propio omega, a Jimin. Pero Min tenía sus propios intereses en juego. Creía que al servir al rey fielmente, la paz en el planeta lunar perduraría. Su mente analítica y fría no se dejaba influenciar por los sentimientos propios ni ajenos.

Así, en medio de la lluvia y la traición, el destino de Jimin seguía siendo un enigma, y Min, como una pieza clave en este rompecabezas, mantenía sus secretos ocultos.

El gran salón estaba lleno de ciudadanos, todos reunidos para despedir al omega del príncipe. En la pared, una fotografía de Jimin sonreía radiante bajo la luz del sol, como si quisiera iluminar incluso el día más oscuro. La urna, simulando las cenizas del joven omega, reposaba en el centro, un recordatorio tangible de la fragilidad de la vida.

El banquete se extendía a lo largo de las mesas, pero Jungkook quien vestía completamente de negro apenas tocó la comida. Su mirada estaba fija en el cuadro de Jimin, sus ojos rosas capturando su atención, parecía irreal, pero era más real que la vida misma.

La lluvia seguía cayendo afuera, como si el cielo también llorara por la pérdida de Jimin. Jungkook se sentía atrapado entre dos mundos: el pasado lleno de amor y el presente desgarrador. Pero en esos ojos rosas, encontraba consuelo y desesperación a la vez. ¿Cómo seguir adelante sin su omega?

La madre luna observaba en silencio, testigo de un amor que trascendía la vida y la muerte. El príncipe se aferraba al recuerdo de Jimin, como si pudiera mantenerlo vivo con su dolor. Pero el cuadro no podía devolverle las risas ni el calor de su piel. Solo quedaba la eterna pregunta: ¿cómo seguir adelante cuando parte de ti se ha ido para siempre?

Los sacerdotes entonaron cánticos y rezos a la luna, entregando el alma de Jimin. Jungkook se unió a ellos, sus lágrimas mezclándose con las palabras sagradas. Era una ceremonia ancestral en la que los lobos ofrecían las almas de sus seres queridos a la deidad que más adoraban: la madre luna.

La luz que se filtraba por las ventanas cambió, tiñéndose de un rosa pastel inusual. Los sacerdotes se asombraron y elevaron sus voces en un canto más fuerte, pues reconocieron que este era un evento excepcional. ¿Qué mensaje oculto traía consigo la madre luna? ¿Qué secretos revelaría en esa luz tenue y mágica? Solo el tiempo y la fe podrían desvelar su significado.

Algo así me imagino la foto del cuadro de mi Jimin.🥺

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