🌷Capítulo 23-Una llamada, un lobo, un viejo amigo🌷
⚠️Aviso: Este capítulo es fuerte, al igual que el 24. Si eres sensible ante actos de violencia salta al capítulo 25 que será publicado en cuanto esté listo. En el grupo de lectores haré resumen de estos dos capítulos si me lo piden.
Eviten comentarios mal intencionados porque los voy a eliminar👺🔪
No me gusta leer comentarios feos, soy sensible😭
—¡¿Por qué me abandonaste, Jungkook?!
El grito de reclamo y decepción de Jimin resonó por todo el bosque, haciendo eco entre los árboles y perturbando la tranquilidad de la naturaleza. Su voz, cargada de dolor y desesperación, se extendió como un lamento que parecía no tener fin. Los pájaros, asustados, alzaron el vuelo, y los animales del bosque se escondieron en sus madrigueras, temerosos de lo que pudiera estar ocurriendo.
Este grito alertó a los hombres que se acercaban a él, haciendo que apresuraran sus pasos para encontrarlo. ¿Quiénes eran ellos? Asesinos a sueldo, hombres sin escrúpulos que el rey Namjoon había contratado para no mancharse las manos de sangre. Estos mercenarios, expertos en rastrear y capturar, habían recibido la orden de capturar a Jimin a cualquier costo.
Los asesinos a sueldo no sabían que habían sido contratados por la realeza, pero lo que sí sabían era que Jimin era el omega del príncipe y todos ellos le tenían odio a la familia real porque habían castigado a familiares suyos de una u otra manera.
El líder de los asesinos era un alfa y detectó primero las feromonas de Jimin, sus sentidos le indicaban que estaba asustado en algún lugar del bosque.
—Es por allá. —Señaló con la mano, el alfa podía sentir el rastro que había dejado Jimin.
—Acá hay sangre —dijo otro alfa.
—¡Rastreador, huele esa sangre, rápido!
El rastreador era un alfa que se había unido recientemente al equipo que el líder lo compró en la subasta de omegas, creció toda su vida siendo el número noventa y cuatro y ahora era llamado "Rastreador" en fin, su destino era morir sin nombre.
El muchacho se agachó, tomando con el dedo índice y el anular la sangre mezclada con tierra. Al olerla, sus sentidos protectores se activaron de inmediato. Reconocería ese aroma en cualquier lugar, reconocería el aroma del omega del que estaba enamorado desde que eran cachorros a kilómetros de distancia. Su corazón latía con fuerza mientras procesaba la información que sus sentidos le proporcionaban.
¿Noventa y seis era el omega del príncipe? La pregunta resonaba en su mente, llenándolo de confusión y preocupación. Los rumores de que un huérfano había sido marcado por el príncipe alfa eran ciertos, entonces. Su estómago se revolvió y su corazón se llenó de tristeza al pensar en las implicaciones de esta revelación.
Recordó los días de su infancia, cuando él y Noventa y seis jugaban juntos en los campos, libres de preocupaciones. Recordó las risas compartidas, los secretos susurrados bajo la luz de la luna y las promesas de amistad eterna. Nunca había imaginado que su amigo de la infancia, su primer amor, sería marcado por el príncipe alfa, y mucho menos que se encontraría en esa terrible situación.
No quería lastimar a su amigo, no quería entregárselo a aquellos despiadados asesinos.
—¿Y bien? —cuestionó el líder.
—Creo que está por allá. —Indicó el camino contrario al omega.
Sin embargo, el grito de Jimin volvió a resonar en el bosque, esta vez con más fuerza y desesperación. Los árboles parecían amplificar su llanto, haciendo que el sonido se propagara aún más lejos. Los hombres que lo perseguían estaban cada vez más cerca, y la tensión en el aire era palpable. Todos corrieron siguiendo el llanto, sus corazones latiendo con fuerza mientras se adentraban más en el denso bosque.
Noventa y cuatro los siguió con impotencia, sintiendo una mezcla de miedo y desesperación. Cuando finalmente llegaron a donde estaba Jimin, él no dudó en avisarle en la lejanía, con la esperanza de darle una oportunidad de escapar.
—¡Rosita! —gritó, su voz haciendo eco en el bosque y resonando con urgencia.
Jimin giró el rostro, encontrándose con su amigo alfa después de meses sin haberse visto. Una sonrisa de alivio apareció en su rostro, pero rápidamente se desvaneció cuando notó la mirada invadida de pánico de su amigo. La situación era grave, y ambos lo sabían.
—¡Es él, el omega del príncipe tenía los ojos rosas! —afirmó Noventa y cuatro con voz temblorosa cuando los alfas lo miraron con desconfianza. Él trataba de evitar ser castigado, sabiendo que cualquier error podría costarle caro.
Jimin se puso de pie de un salto cuando sintió las feromonas asesinas de los alfas. Su lobo interior se puso a la defensiva, sus instintos de supervivencia activándose al máximo. Sabía que no podría vencerlos en una pelea directa, así que, sin pensarlo dos veces, comenzó a correr. El bosque se convirtió en un laberinto de sombras y sonidos, cada paso resonando en sus oídos como un tambor de guerra.
Mientras corría, Jimin podía sentir la presencia de los alfas detrás de él, sus pisadas pesadas y decididas. El miedo y la adrenalina se mezclaban en su sangre, dándole la energía necesaria para seguir adelante.
El bosque parecía interminable, y cada rama que se rompía bajo sus pies era un recordatorio de la urgencia de su situación.
Mientras corría, recordó los momentos felices que había compartido con Jungkook. Las risas, los abrazos, las promesas de amor eterno. Esos recuerdos le dieron fuerzas para seguir adelante, para no dejarse vencer por el miedo. Sabía que Jungkook estaba en algún lugar respirando, y aunque no estuviera a su lado viviría porque seguía teniendo la esperanza de que su alfa lo buscaría algún día.
«Mi alfa, no soy suficiente para ti, pero tú lo eres todo para mí. Viviré porque tengo la esperanza de encontrarte de nuevo algún día», pensaba en medio de lágrimas.
Pensar en su alfa lo hizo tomar el teléfono entre las manos asustado y marcando el único número que tenía registrado, el número de su alfa, el número de Jeon Jungkook. El timbre sonó solamente un par de veces.
—¿Ji...Jimin?
—¡Mi alfa! —gritó aliviado, llorando todavía más desconsolado—. ¡Me persiguen, quieren matarme!
—¿Quién?
—No lo se... ¡Se que es mucho pedir porque acabas de echarme y despreciarme! ¡¿Pero podrías salvarme?! ¡Sigo llevando tu marca y quiero que me salves! —Lloró desconsolado.
—Iré por ti.
Fue lo último que Jimin alcanzó a escuchar antes de tropezarse. El dolor en su tobillo era intenso, pero no podía permitirse detenerse. Se levantó con dificultad y siguió adelante, cojeando. Los asesinos estaban cada vez más cerca, y podía escuchar sus voces, frías y calculadoras, discutiendo sobre cómo atraparlo.
El teléfono quedó fuera de su alcance, así que no tuvo otra opción más que seguir corriendo.
—Corre Jimin, tu alfa vendrá a salvarte. —Escuchó una voz resonar a su alrededor pero no podía verla.
¿Quién era?
¿Quién le hablaba de esa manera tan extraña pero familiar?
—¿Te asusta escucharme? Comencé a despertar cuando tu alfa destinado de marcó.
Jimin se sacudió la cabeza, corriendo más rápido e ignorando el dolor que causaban las ramas y rocas en sus delicados pies.
—La adrenalina que estás viviendo me está ayudando a tomar las fuerzas necesarias para salir del limbo en el que me arrojaron el día de tu nacimiento. —Volvió a escuchar la voz.
—Jungkook me ha olvidado —dijo Jimin llorando al esconderse atrás de un árbol tratando de recobrar el aliento.
—¿De verdad? Yo no lo creo, estoy seguro de ello.
—¡¿Quién eres?! —gritó desesperado.
Luego continuó corriendo porque los asesinos estaban más cerca de él.
—Yo soy tu lobo.
—He escuchado la voz de mi lobo antes y no es esa, mi lobo es dulce y tú das miedo —dijo agitado.
—Lo que habías escuchado antes era una voz que tú mismo inventaste para no sentirte solo.
Jimin no tenía tiempo para seguir indagando con esa... ¿alucinación? No podía permitirse el lujo de detenerse a pensar en lo que acababa de ver o escuchar. Tenía que escapar de esos alfas que lo perseguían con intenciones claramente hostiles.
Se le iluminó la mirada cuando, después de lo que pareció una eternidad corriendo entre los árboles, llegó al final del bosque y a la orilla de una calle pavimentada. La vista del asfalto y la posibilidad de encontrar ayuda o un medio de escape le dieron un breve momento de esperanza. Sin embargo, todas sus esperanzas cayeron al suelo cuando, al levantar la vista, vio que del otro lado de la calle habían distintos alfas que lo observaban con una mezcla de odio y deseo en sus ojos.
El corazón de Jimin se hundió al darse cuenta de la gravedad de su situación. Dio un paso hacia atrás, sintiendo el peso de la desesperación aplastarlo. Los alfas que lo habían estado persiguiendo no estaban lejos; podía escuchar sus pisadas acercándose rápidamente. Estaba atrapado entre dos grupos de enemigos, sin ninguna ruta de escape.
Estaba rodeado.
—Entonces, eres mi lobo ¿Eh?
—Lo soy, estuve oculto por mandato de tu madre.
—¿Mi madre?
—¡Míralo, el huérfano está llamando a su mamita! —gritó uno de los alfas.
Seguido de eso lo golpeó directo en el rostro obligándolo a caer de rodillas. Jimin escupió sangre en el pavimento, en ese momento los alfas lo tomaron con fuerzas de los brazos poniéndole una cadena de metal en el cuello y otra cadena en las manos. Era una cadena gruesa y larga que conectaron en la defensa de una camioneta de caja para arrastrarlo por el pavimento.
—¡Esperen! —gritó Noventa y cuatro antes de que arrancaran el motor de la camioneta—. Primero hay que preguntarle si es a quién buscamos. Podría ser un inocente.
El líder alfa, un hombre de aspecto severo y mirada penetrante, chasqueó la lengua con impaciencia, pero asintió con la cabeza. Se acercó a Jimin, mirándolo directamente a los ojos con una mezcla de desdén y curiosidad. Jimin sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras el alfa se inclinaba hacia él, su presencia intimidante llenando el espacio entre ellos.
—Veo la marca en tu cuello. ¿Quién es tu alfa? ¡Dame su nombre y posición! —exigió el líder alfa, su voz resonando con autoridad.
Jimin tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Sabía que no tenía otra opción que responder, aunque el miedo lo invadía. Con un hilo de voz, apenas audible, respondió:
—Mi alfa es... Jeon Jungkook, príncipe del planeta lunar.
Al pronunciar el nombre de su alfa, Jimin soltó feromonas invadidas de miedo, su cuerpo temblando ligeramente. La tensión en el aire era palpable, y todos los alfas presentes, excepto Noventa y cuatro, se carcajearon al escuchar la respuesta. Era evidente que habían encontrado a quien estaban buscando.
El líder alfa sonrió con satisfacción, sus ojos brillando con una mezcla de triunfo y crueldad. Se volvió hacia sus hombres, su voz llena de burla:
—Así que es cierto. El omega del príncipe está aquí, justo donde lo queríamos.
Jimin sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies.
La realidad de su situación lo golpeó con fuerza.
Mientras los alfas discutían entre ellos, Jimin buscó con la mirada a Noventa y cuatro, su único aliado en ese momento. Sonrió con tristeza porque aunque estaba rodeado de enemigos, sabía que no estaba completamente solo.
El líder alfa se volvió nuevamente hacia Jimin, su expresión endurecida.
—Enciende el motor de la camioneta hasta llegar al campo abierto.
Encendieron el motor de la camioneta, Jimin sintió las cadenas de manos y cuello temblar.
—Será mejor que corras, omega. Porque de lo contrario morirás antes de llegar a tu destino. —Taraeó el alfa.
Jimin comenzó a correr al mismo tiempo que la camioneta, pero en cierto punto tropezó, entonces fue arrastrado por el pavimento. El chofer se detuvo y varios alfas que iban en la caja de la camioneta bajaron para ponerlo de pie, después la camioneta volvió a arrancar.
El omega se cayó en once ocasiones, en cada caída no faltaban las risas, burlas y escupitajos. Fue un camino invadido de humillación.
Cuando llegaron al destino, su amigo noventa y cuatro se acercó a él. Era un campo abierto, un campo de tierra plana en el que iban a construir un nuevo edificio.
—Mi alfa vendrá —murmuró Jimin a punto de llorar.
—Eso espero... —susurró en voz baja—. ¿Sabes que si te ayudo van a matarme, verdad?
—Lo sé —contestó con lágrimas en los ojos—. Golpéame, están viendo que me hablas.
—No. —Apretó los dientes—. Te voy a escupir, eso será humillante, pero no dolerá.
—Noventa y cuatro... —murmuró triste.
—Lo siento, noventa y seis.
—Jimin, mi nombre es Jimin.
El alfa lo escupió y maldijo, el resto de alfas rieron y arrastraron a Jimin al centro. Comenzaron a rasgarle las vestiduras con sus garras corriendo en círculos a su alrededor, noventa y cuatro se apartó a fumar lejos de ellos porque no quería presenciar lo que le estaban haciendo.
"La flor que crece en el invierno es la más fuerte y hermosa de todas."
Este capítulo es triste, dramático y bueno...
Recuerden que es ficción y que ninguno de los actos escritos en la historia lo han hecho los chicos, tampoco les deseo ningún tipo de mal.
Tomen sus pañuelos...🧺
Y si se terminan también hay papel...🧻
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