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🌷Capítulo 2- Subasta🌷

Jimin llegó corriendo al orfanato. Le quitaron la ropa de inmediato colocándole un uniforme color gris igual al resto de los omegas. A los alfas les pusieron uniformes color negro y a los betas uniformes color café.

Todos ellos tenían veintiún años cumplidos, la edad en la que eran considerados mayores de edad en ciudad lunar. Por eso era hora de ser subastados.

Esa noche se despidió de su amigo noventa y cuatro dándose un abrazo largo, los dos sabían que sus destinos eran distintos porque a los alfas los compraban para trabajos pesados mientras que a los omegas les esperaban futuros inciertos.

—Espero que tengas suerte mañana, noventa y seis.

—Igual tú, que te compre una buena familia.

Al decir eso cada uno se fue a su habitación. Jimin entró a la que estaba repleta de omegas subiendo en silencio a su cama.

—Te veías hermoso, amigo —dijo la omega que le había ayudado a elegir la ropa del día. Ella estaba subiendo por la litera.

—Tú también, tal vez si hubiéramos tenido una mejor suerte. Si nuestros padres estuvieran con vida tendríamos una vida digna y...

—Calla Rosita. —Suspiró al llegar a la litera de Jimin—. ¿Puedo dormir contigo? Esta noche será la última que te veré.

—Sí, solo no te muevas mucho porque podemos caernos.

—Tranquilo. —Gateó hacia él con cuidado—. Me quedaré quieta y acurrucada.

—Bueno.

—Por cierto. ¿A dónde fuiste? Te estuvimos buscando allá afuera.

—Ah... Me senté en un arbusto a comer calamar.

—¿Calamar?

—Frito y envuelto en una salsa deliciosa. —Suspiró—. Fue un buen día.

Ambos suspiraron en silencio y se abrazaron hasta que las lágrimas de la omega junto a Jimin humedecieron el uniforme de este.

—¿Por qué lloras?

—Voy a extrañarte.

—Yo también noventa y cinco. —Acarició el cabello de su amiga—. No dejes que te hagan daño. ¿De acuerdo? Procura... Procura obedecer a los alfas allá afuera y si es posible logra enamorar a uno para que sean menos agresivos contigo.

—Odio este sistema. —Se sorbió los mocos—. Odio ser omega y tener que ceder ante todos.

—Somos lo que somos, eso no va a cambiar. Pero las decisiones que tomamos dirigen nuestro camino, se lista.

—Tú también. —Lo abrazó con fuerza por la cintura y él a ella—. Cuídate mucho, rosita.

—Lo haré, cinco.

El sonido estridente de la bocina resonó a través del orfanato, arrancando a Jimin de su sueño. Se levantó de un salto, junto con noventa y cinco ya que compartían el mismo destino. El patio estaba lleno de expectación y nerviosismo mientras se preparaban para el día. Jimin buscó con la mirada a su amigo alfa, quien estaba despidiéndose de él con un gesto de la mano izquierda. Al mismo tiempo, sostenía con firmeza la mano derecha de su amiga omega. La escena era muy triste pues muchos de ellos hicieron amistades bonitas y en ese día dejarían de verse para siempre. Juntos, subieron al autobús que los llevaría a la subasta de omegas.

El recinto estaba impregnado de una tensión bastante inquietante. Los letreros, con sus letras grandes y elegantes, anunciaban la "Subasta de Omegas". Las pantallas digitales, bañadas en colores blancos y pasteles, parpadeaban con información sobre los candidatos. Uno a uno, los compañeros de Jimin pasaron por el escenario, algunos nerviosos, otros desafiantes. Pero cuando llegó el turno de su amiga el aire se volvió denso. Se miraron una última vez, compartiendo secretos y promesas silenciosas. Luego, ella se alejó, y él quedó solo junto al resto de omegas que todavía no eran subastados.

El tiempo iba muy rápido, el omega deseaba que se detuviera, pero no tardaron mucho en llamarlo porque era su turno de ser vendido.

—Noventa y seis, es tu turno.

Con manos temblorosas avanzó al enorme escenario que estaba rodeado de gradas. Los murmullos en la multitud no tardaron en aparecer pero el subastador les pidió a todos que se quedaran callados porque iba a comenzar con la subasta.

Un dron se paró frente al rostro del muchacho haciéndole zoom en sus enormes ojos color rosa y entonces el subastador comenzó a enumerar sus cualidades:

—Tenemos aquí a un omega fuerte, de mirada encantadora con un peculiar tono rosa que es difícil de encontrar.

»Les recuerdo que todos los omegas son saludables y han crecido en el orfanato bajo cuidados de médicos y profesionales de la salud.

»También pueden aprender a realizar distintas labores del hogar e incluso pueden ayudar en el campo.

Mientras el subastador seguía con su discurso, el omega recordó la promesa que le hizo a Jungkook la noche anterior. Así que comenzó a buscarlo con la mirada, encontrarlo fue fácil porque estaba sentado al centro del recinto junto al rey y sus guardias. Vestido con un traje real color negro adornado de hombreras de oro, se veía diferente, imponente e inalcanzable.

«Mírame, aquí estoy Jungkook. Esta será la última vez que nos veremos, por favor... », pensó mirándolo con esperanza.

Pronto la mirada de Jungkook se dirigió a la pantalla que enfocaba el rostro de Jimin y amplió los ojos sorprendido ante el descubrimiento. Giró el rostro encontrándose a la lejanía con los ojos rosas del omega. Este le dio una sonrisa triste y Jungkook endureció la quijada apartando la mirada.

El corazón del omega entristeció, porque sabía que había mentido y que ahora Jungkook lo despreciaba.

No pasaron ni dos segundos cuando la primer oferta inició con mil monedas lunares, pronto subieron a dos mil, tres mil, cuatro mil...

Lo máximo que alguien había pagado por un omega eran quince mil monedas, el subastador sabía que noventa y seis se vendería rápido.

—¡Ofrezco diez mil monedas! —gritó un hombre entre la multitud.

Jimin lo miró asustado, no parecía refinado. Parecía un hombre de guerra de esos que le habían contado los alfas que compraban omegas para darles los trabajos más pesados.

—¡Yo ofrezco trece mil monedas! —gritó una mujer que estaba sentada en las gradas de más arriba. Ella llevaba puesto un vestido rojo, sus labios del mismo color y su mirada oscura e intensa. Jimin recordó que le comentaron en el orfanato que una mujer importante de ciudad lunar vestía de esa manera.

—¡Quince mil monedas lunares! —gritó el mismo hombre de guerra.

—Por favor, alguien más —susurró Jimin nervioso. Él se preguntó si alguien podría ver más allá de su fachada. ¿Quién sería el comprador? ¿Qué destino le esperaba en medio de la multitud expectante? En medio de tanta maldad.

—¡Bien, si nadie da más este omega será vendido al deshuesador al tercer golpe del martillo!

«¿Deshuesador?», se preguntó Jimin asustado.

Primer golpe de madera. El hombre comenzaba a acercarse al escenario cargando las bolsas de monedas.

Segundo golpe de madera. El hombre le entregaba las monedas al personal del evento.

Jimin suspiró resignado al ver que el martillo iba a dar el tercer golpe cuando de pronto se escuchó de entre la multitud:

—¡Ofrezco cien mil monedas!

Todos se quedaron en silencio al darse cuenta de que el interesado en comprar al omega era el príncipe de Ciudad Lunar.

—¿Qué haces, Jungkook? —le preguntó el rey Namjoon al oído.

—Tú has dicho que un rey siempre obtiene lo que quiere. ¿No, padre?

—¿Y quieres a ese omega? —Jungkook sonrió.

—Sí, lo quiero para mí. —Namjoon endureció la quijada asintiendo con la cabeza.

—Tienes deberes reales, que ese omega no te haga perder la cabeza —susurró.

—¿Entonces apruebas mi compra?

—Eres el futuro rey, has lo que te plazca.

—¡Ofrezco ciento cincuenta mil monedas! —gritó la mujer de vestido rojo sorprendiendo a todos todavía más.

Porque nunca nadie había retado a la realeza cuando se trataba de comprar a alguien. La mujer quería a Jimin porque sabía que al ser codiciado por el príncipe en la subasta le traería de alguna manera beneficios y tal vez podría vendérselo a un precio más elevado después.

Jungkook no dijo nada. Él saltó de su lugar para caminar entre las filas, todos inclinándose ante su paso y haciéndose a un lado dejándole el camino libre para que se acercara al escenario.

—Ofrezco medio millón de monedas —dijo frente al subastador sosteniéndole la mirada.

—¿Alguien ofrece más de medio millón de monedas? —preguntó el subastador.

Hubo un silencio en todo el lugar, en ese momento Jungkook pudo escuchar el corazón acelerado de Jimin y suavizó la mirada para darle un poco de confianza.

—Un millón, subo la cifra a un millón de monedas —añadió Jungkook en un susurro sorprendiendo todavía más al subastador.

—¡Si nadie va a ofrecer más de un millón de monedas, este omega será vendido a nuestro príncipe portador de la furia y la justicia; Jeon Jungkook al tercer golpe del martillo!

Primer golpe del martillo. Jungkook se acercó a Jimin estirando la mano en su dirección.

Segundo golpe del martillo. Jimin tomó la mano de Jungkook con fuerza.

Y cuando el martillo de madera dio el tercer golpe en la mesa el subastador dijo:

—¡Vendido! ¡El omega número 00011996 de ojos rosas ha sido vendido a nuestro príncipe! ¡Doy por finalizada la subasta.

»Mi señor. —El subastador se inclinó ante su príncipe—. Le será entregado al finalizar el evento junto con los papeles de compraventa.

—Bien.

Jungkook soltó la mano de Jimin regresando a su asiento. Los organizadores del evento llevaron al omega a la parte trasera del estadio colocándole un par de esposas en las muñecas y limpiándole el rostro con toallas húmedas que olían mal.

—Por lo menos irás con la familia real —dijo el beta que le estaba limpiando el rostro.

—¿No viste que el príncipe le tomó la mano? Tal vez son destinados. Trátalo con más respeto —dijo la omega que le puso las esposas en las manos.

—¿El príncipe es tu destinado? —preguntó el beta al terminar de limpiarle el rostro.

—¡¿Pero qué hacen?! ¡Eso no debería importarnos! Coloquen al omega en su posición y preparen los documentos para entregárselo a su nuevo dueño —gritó un alfa que estaba escuchando todo en silencio.

Jimin fue llevado a una cabina oscura, a su lado habían mas cabinas oscuras, cada una con un omega sentado esperando a que les llamaran para ser llevados a su nuevo "hogar"

Él cerró los ojos tratando de asimilar todo lo que le estaba sucediendo y estaba agradecido de que Jungkook fuera su comprador porque de esa manera, tal vez tendría una buena vida como sirviente en el castillo.

Pasaron las horas y el evento finalizó.

La puerta de la cabina se abrió y el mismo beta que le limpió el rostro lo guió a la salida del lugar. Ahí se encontraba Jungkook, acababa de firmar los papeles de compraventa al igual que el cheque con la cantidad de medio millón de monedas lunares.

—Aquí está su compra, señor —dijo el beta.

—¿Por qué trae esposas? —Chasqueó la lengua—. Quitáselas.

—S-sí, alteza —titubeó el beta y se fue corriendo para buscar las llaves.

—¿Por eso me pediste disculpas anoche? —preguntó Jungkook—. ¿Pediste disculpas porque mentiste?

—Lo siento. —Jimin bajó la mirada.

El beta llegó con las llaves liberando las manos de Jimin en seguida.

—Vámonos. —Ordenó y Jimin lo siguió en silencio.

Al salir del estadio la luz del sol que era intensa lo cegó por un par de segundos, luego alcanzó al príncipe a su automóvil.

—¿Subiré aquí? —preguntó nervioso porque nunca había subido a un auto.

—Sí. ¿Pensabas que iríamos en la limusina real?

—Nunca he subido a un automóvil —susurró ruborizado.

—¿No? —Alzó las cejas—. Pues sube ya, la puerta se abre presionando este botón. —Le abrió la puerta al omega y este sonrió impresionado.

—Guau...

Ambos subieron al automóvil, pero antes de arrancar el motor Jungkook se acercó demasiado a Jimin, casi casi se le subía encima para colocarle el cinturón de seguridad. Estando en esa posición susurró:

—Supongo que mi deuda está saldada, te dije que pagaría el calamar y los refrescos con creces.

—Ahora el que está en deuda contigo soy yo...

—Mmm. —Le colocó finalmente el cinturón regresando al volante—. Ya pensaré cómo podrás pagarme. Mientras tanto dime, ¿quieres que Jimin sea tu nombre? ¿O cómo quieres ser llamado?

—Como tú quieras, yo soy de tu propiedad —dijo ruborizado mirándose los dedos que le estaban sudando porque estaba en verdad nervioso.

—Bien. —Jungkook sonrió encendiendo el motor del deportivo último modelo—. Serás Jimin, mi Jimin.

El príncipe encendió el motor, después presionó el acelerador arrancando directo al castillo, viendo de reojo las muñecas de Jimin que estaban enrojecidas a causa de las esposas. Frunció el ceño molesto. ¿Por qué le molestaba tanto verlo lastimado? Sacudiendo la cabeza hizo a un lado el sentimiento pisando más el acelerador.

Al llegar al castillo bajó del automóvil rodeándolo para abrir la puerta de Jimin. Los guardias y miembros de la servidumbre real se sorprendieron porque el príncipe Jeon nunca había hecho tal acto.

—Te vas a bañar, después iremos con el médico para que valore tu estado de salud y por último iremos con un sastre para que te mida y elaboren ropa a tu medida—dijo con voz mandona cuando Jimin bajó del automóvil—. No tengas miedo, soy el mismo sujeto de ayer.

—N-no te tengo miedo, pero toda esa gente se nos queda mirando —susurró nervioso.

—No te miran a ti, me miran a mí porque soy su príncipe. —Alzó la barbilla—. Sígueme.

Jimin siguió a Jungkook yendo dos pasos detrás suyo todo el tiempo. Observó a los súbditos inclinarse con respeto ante su paso, los miró abrirle las puertas de par en par, él extendió los brazos y uno de los sirvientes le quitó el saco negro con incrustaciones de oro en los hombros mientras que una mujer le quitaba los zapatos para colocarle unas pantuflas negras más cómodas. El príncipe estaba acostumbrado a ese trato, pero Jimin no, por eso estaba sorprendido.

—Mi alteza —dijo uno de los sirvientes inclinando la cabeza—. El rey quiere verlo, lo está esperando en la sala real.

—¿Qué es lo que quiere?

—No me fue notificado, mi alteza. —Jungkook suspiró con fastidio—. Lleva a Jimin a mi habitación, le das un baño relajante y lleva al médico real para que lo revise. Después irás personalmente al orfanato a pedir una copia de su expediente clínico, necesito saber qué ha sido de su vida todos estos años. —Miró a Jimin de reojo—. Cuando el médico termine de valorarlo que vaya un sastre a tomarle las medidas y lo visten, no es necesario que porte un gran traje por hoy. Háganle una pijama cómoda.

—¿Y cuando comienzo a trabajar? —preguntó Jimin—. ¿Qué voy a hacer?

Jungkook soltó una leve risa burlona.

—Si estás tan ansioso por saberlo te lo diré. —Se relamió los labios acariciando la mejilla de Jimin—. Serás mi príncipe y después mi rey consorte.

Jimin contuvo la respiración tratando de asimilar lo que sus oídos acababan de escuchar al igual que los sirvientes.

Hasta aquí el capítulo de hoy, les mando mis mejores deseos y tomen MUCHA AGÜITA

Aprovecho para invitarlas al grupo de WhatsApp para quienes siguen de cerca esta historia. Les estaré mandando ahí el link cuando haya actualizado para que no se lo pierdan. ¿Y por qué no? Platicar, conocernos y chismear acerca de los chicos.🥰

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