🌷Capítulo 17-Petición real🌷
Jimin se dio cuenta de inmediato que se quedó dormido en los brazos de Jungkook por voluntad propia y no a causa de la voz de mando de su alfa. Sin embargo encontraba placentero sentirse dominado por él. Aún así le parecía muy extraño ese cambio en su ser. ¿Por qué de pronto era inmune a la voz de mando? ¿Era ya un omega dominante? ¿Eso era ser uno?
El celo de Jimin duró toda la semana, su alfa lo acompañó, mimó y lo hizo llegar al orgasmo más de dos veces al día durante el resto de la semana. Incluso le pidió a su padre posponer el asunto en ciudad lunar hasta que Jimin terminara el celo. Namjoon accedió porque no pensaba lidiar con el omega deseoso de placer en el castillo con su hijo afuera, además estaba decidiendo la mejor manera para deshacerse de él para siempre.
—Hoy amanecí sin ganas de sexo —dijo Jimin luego de cepillarse los dientes—. Mi celo terminó. —Sonrió de manera tierna.
—¿De verdad? —El sastre estaba midiéndole la ropa nueva a Jungkook porque le quedaba apretada ya que sus músculos habían aumentado en tamaño a causa del cambio hormonal.
—Ajá. —Se sentó frente a su alfa cruzando las piernas—. Te miras guapo.
Jungkook sonrió mirándolo con cariño.
—Si tu celo terminó significa que ya puedo ir al banco lunar.
—¿Irás solo?
—No. Va a acompañarme la contadora real, es una omega muy inteligente.
—¿Y es linda?
—¿Estás celoso? —Alzó las cejas riendo y el sastre contuvo la risa.
—Nop. En absoluto, es que yo... —Suspiró—. Bueno, me gustaría pasear por la ciudad.
—¿Pasear? ¿Por qué? ¿Estás aburrido de estar en el castillo? Aquí hay salas de juegos, campo de fútbol, tenis, básquetbol y el deporte que se te ocurra. También tenemos piscina, invernadero, jardín y...
—No me aburro de estar aquí, me gusta el castillo. —Suspiró—. En el orfanato tenía dos amigos, un alfa, él era noventa y cuatro. También una omega, ella era noventa y cinco..
»Los conozco desde que tengo memoria y me gustaría encontrarlos, saludarlos y ver cómo les está yendo.
—Siento la manga muy floja —le dijo Jungkook al sastre, quien comenzó a coser de inmediato para que le quedara bien—. ¿Y ese alfa es apuesto?
—¿Ahora tú estás celoso? —cuestionó riendo.
—Eres un omega, si ese alfa entra en celo serás tentado. Además si le gustas podría tomarte por la fuerza y tendría que sacarle las tripas con la mano para que entienda que eres de mi propiedad.
—Te estás inventando una película extraordinaria. —Jimin suspiró.
—¿No es ese el alfa que casi te marca cuando eran adolescentes? Yo recuerdo todo lo que me cuentas.
—Oh. —Jimin se quedó en silencio mirándose los dedos.
—¿Así está bien, alteza? —cuestionó el sastre.
Jungkook se examinó detenidamente en el espejo, apreciando cada detalle de su traje. La tela, negra como la noche, se ajustaba perfectamente a su figura, realzando sus músculos. Las costuras, meticulosamente cosidas con hilo de oro, conferían elegancia y sofisticación. Los botones, pequeñas joyas grises, parecían capturar la luz y reflejarla en sus ojos, creando un juego de destellos que hipnotizaba a quienes lo miraban. Sus zapatos, impecables y pulcros, completaban el conjunto con una nota de distinción.
—Está perfecto —dijo alzando la barbilla—. Puedes retirarte.
—Sí, alteza.
—Oh. Busca a la contadora real y dile que me espere en el auto, bajo en unos momentos.
—Como ordene, alteza. —Jungkook movió la mano con desdén y el sastre salió de la habitación—. ¿Te gusta como me veo? —le preguntó a Jimin.
—Ya te había dicho que te miras guapo —murmuró jugando con sus dedos. Jungkook al notar su cambio de humor se acercó a él tomándolo del brazo y jalándolo para que se pusiera de pie.
—Comprende mi posición, eres mi omega y no pienso dejar que te apartes de mi lado. A mí me conoces hace poco. A ellos de toda la vida.
—Ninguno de ellos es mi destinado, ninguno de ellos es mi alfa y no amo a nadie en este mundo como te amo a ti —dijo Jimin con la voz quebrada.
El príncipe se tomó el puente de la nariz con los dedos claramente fastidiado. Luego con mirada profunda conectó con los ojos de su omega.
—¿Por qué no confías en mí? —preguntó Jimin—. ¿Crees que por tenerme encerrado en el castillo no voy a querer irme a los brazos de otro? Si quisiera lo haría, pero no quiero porque tú eres todo para mí.
—Si quisieras no permitiría que lo hicieras. —Chasqueó la lengua sonriendo con suficiencia.
—Tú irás con una omega contadora en el mismo vehículo y yo no te estoy pidiendo que no lo hagas.
—Porque es mi deber, tengo que ir con ella. Además es una anciana de casi trescientos años, Jimin. —Rodó los ojos—. ¿Viste que sí estabas celoso?
—Como sea. —Jimin suspiró—. Ya vete, el deber te llama.
—Bien. —El alfa tomó la nuca del omega acercándolo con suavidad a él para besarle la frente con dulzura—. ¿Noventa y cuatro, y noventa y cinco? ¿Esos eran sus números?
—Ajam.
—Yo los busco.
—¿De verdad? —preguntó estremeciendo el corazón de Jungkook porque sus ojitos rosas brillaban con esperanza.
—Eres mi omega, mi deber de alfa es cuidarte, complacerte y preñarte. Por supuesto que voy a buscarlos. —Acarició la mejilla de Jimin—. Lo haré porque el amor que siento por ti es más grande que mis celos.
Jimin abrazó a Jungkook enterrando el rostro en su pecho, sintiendo su delicioso aroma de alfa, de macho, ese aroma único que lo volvía loco.
—Muchas gracias.
—Volveré tarde —dijo apartándose de Jimin—. ordené que te traigan la cena. Cualquier cosa extra que necesites se lo pides a la servidumbre.
—Sí.
—¿Estás llorando? —Acunó el rostro de Jimin limpiándole las lágrimas con los pulgares.
—Ni siquiera me di cuenta de cuando comencé a llorar —dijo haciendo puchero con los labios—. Pero es de alegría.
—No llores... —Besó su nariz—. Ahora no podré irme hasta que dejes de hacerlo.
—No, no. —Jimin se talló los ojos con las mangas de su pijama—. Tienes que irte, seguramente te está esperando la contadora real.
—Cuídate, nos vemos al anochecer.
Jungkook salió de la habitación, yéndose a cumplir con sus deberes reales. El reciente ascenso en la economía había generado un entusiasmo palpable en el gobierno, y ahora estaban ansiosos por organizar la construcción de una majestuosa estatua en honor al venerado rey Jeon Namjoon. Sin embargo, antes de que los cimientos se colocaran y el mármol se esculpiera, debían llevar a cabo una minuciosa verificación para asegurarse de que todo estuviera en orden.
Jimin estaba extrañamente hambriento, así que le pidió a la servidumbre que le llevaran distintas frutas, postres y carnes. Comió y bebió durante todo el día, pero su apetito no se saciaba. Las horas transcurrían lentamente desde que se había separado de su alfa. Apenas habían pasado cuatro horas, y ya anhelaba sentir su aroma, sus brazos y su compañía.
La soledad lo envolvía como una manta fría. Se encontraba en el dormitorio y la ausencia del alfa se hacía más intensa con cada segundo que pasaba. La cama deshecha, las sábanas aún tibias, todo recordaba a su amado príncipe.
Con una sensación terrible de nostalgia, Jimin se acercó al clóset de Jungkook. La puerta, reparada con una manija distinta, era un testigo silencioso de los momentos compartidos entre ellos. Recordó cómo Jungkook la había roto en un arranque de ira durante una discusión acalorada. Ahora, mirando la puerta con recelo, Jimin se preguntaba si Jungkook lo amaba con la misma intensidad que él lo hacía, porque le parecía insano estar deseándolo tanto en tan poco tiempo de separación.
El aroma de Jungkook aún impregnaba la habitación, y Jimin cerró los ojos, imaginando que el alfa estaba allí con él. ¿Cuánto tiempo más tendría que esperar para estar nuevamente en sus brazos? ¿Podrían enfrentar las intrigas palaciegas y las diferencias de clase que amenazaban su amor?
Entrando al clóset tomó el perfume del alfa rociándolo en el aire para invadir sus fosas nasales del aroma exquisito. El perfume de Jungkook, dulce y embriagador, llenaba el aire mientras rociaba la fragancia en su piel. Pero eso no era suficiente. Quería más, anhelaba más. Así que tomó ropa del príncipe entre sus manos sintiendo el aroma, pero seguía siendo insuficiente, quería más. Así que hizo lo que nunca habría imaginado hacer; fue al contenedor de ropa sucia, al abrirlo el aroma del sudor Jungkook apareció y sus ojos rosas centellearon hambrientos por sus feromonas. Tomó la tela de una camisa sucia sin dudarlo, la abrazó e inhaló como si fuera droga. Al instante se sintió más calmado, más en paz. Pero necesitaba más: Necesitaba a su alfa.
Un par de golpes en la puerta sacaron a Jimin del pequeño transe en el que se encontraba. Dejando todo en su lugar salió para ver quién lo buscaba.
Era un miembro de la servidumbre.
—Mi señor, el rey quiere verlo.
—¿A mí? —preguntó nervioso.
—Sí, lo está esperando para cenar.
—¿El rey Namjoon quiere cenar conmigo? ¿Ahora? Pero es temprano. ¿Qué hora es?
—Señor, son las nueve de la noche.
Jimin miró al hombre confundido. ¿Duró tanto tiempo encerrado en el clóset sintiendo el aroma de su alfa? El tiempo se le había pasado volando.
—¿De verdad? —volvió a preguntar y el sirviente le mostró su reloj estirando la muñeca.
—Oh, ya veo. —Tragó saliva—. No puedo ir, el príncipe me ordenó no salir de la habitación.
Hubo un silencio incómodo.
—Con todo respeto, es el rey quien le llama, mi señor. —El empleado bajó la voz—. Yo le aconsejaría que vaya, no puede poner los deseos del príncipe por encima de su majestad.
—Entiendo...
—El sastre está en camino, el rey ha pedido que vaya con una vestimenta en específico.
—¿Vestimenta en específico? ¿A qué te refieres?
—Usted deberá usar lo que el rey ha ordenado
—¿Y qué ordenó?
—El único que sabe es el sastre. —El sirviente miró hacia los dos lados del pasillo para asegurarse de que no hubiera nadie cerca—. Ya no haga preguntas y acepte lo que el rey pide.
—Oh... Bueno, solo una pregunta más. ¿Quién más asistirá a la cena?
—No se sabe, mi señor. Pero el rey siempre tiene varios invitados.
—¿En cuanto tiempo debo estar ahí?
—Supongo que en cuanto termine el sastre.
En ese momento llegó el sastre a la habitación del omega junto con dos asistentes hermosas, todos eran betas. Con una reverencia entraron en la habitación invitando a Jimin a pararse frente a ellos luego de cerrar la puerta. Ni siquiera le preguntaron cuando comenzaron a desvestirlo por orden del rey.
—¡¿Qué les pasa?!
—Órdenes del rey, por favor. No ponga resistencia —dijo el sastre y Jimin se quedó quieto.
Estando en ropa interior observó el vestido rosa que estiraron frente a él con admiración. Sus ojos se posaron en los destellos de luz que bailaban sobre la tela, como si las estrellas mismas hubieran decidido hacer su morada allí. Era un vestido digno de cuentos de hadas, de princesas que danzaban en salones de mármol y susurros de amor eterno. Pero Jimin no era una princesa. Era un omega, y aunque en la sociedad era bien visto que los omegas utilizaran vestidos , él prefería los pantalones y las camisas holgadas. Prefería vestir con elegancia, con trajes ceñidos al cuerpo, no le importaba que el color fuera rosa, le molestaba que fuera un vestido.
—¿Puede ayudarnos a colocaré el vestido? —preguntó el sastre.
—¿El rey Namjoon quiere que me ponga eso? —preguntó titubeando.
—Sí, señor.
—¿Y si me niego? —Cuestionó nervioso y los tres lo miraron con lástima. No hicieron falta más palabras, Jimin asintió con la cabeza resignado porque sabía que ellos no desobedecerían las órdenes del rey, además no quería desobedecer para no meterse en problemas, para no meter en problemas a Jungkook—. Terminemos con esto —dijo estirando los brazos para que le pusieran el vestido.
Momentos después lo estaban ajustando a su cuerpo, haciendo resaltar su hermosa cintura, en el cuello le pusieron perlas blancas y rosas. Le colocaron unos guantes blancos de seda que le llegaban hasta los codos lo perfumaron para que su aroma a fresas aumentara. Los estilistas hicieron un buen trabajo ya que también lo maquillaron resaltando sus pómulos haciendo que sus labios se vieran más rosas y carnosos.
—Luce hermoso, señor —dijo el sastre.
—Me faltan los zapatos —murmuró.
—El rey pidió que fuera descalzo.
—Oh... Entonces supongo que terminamos.
—Sí, señor.
Jimin suspiró mirándose una última vez en el espejo, después avanzó con la frente en alto por la habitación abriendo la puerta. Ahí lo estaba esperando el miembro de la servidumbre que le había dado el aviso, él lo escoltaría hacia el comedor.
Eso está medio turbio. ¿No creen?
Nam me da miedo.
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