🌷Capítulo 1-Falsa Libertad🌷
Abrió los ojos abruptamente sentándose en la esquina de la litera y colgando los pies en el aire. El sonido estridente de las bocinas penetró en su mente, como un chillido persistente que se aferraba a sus pensamientos. La habitación, parecía encogerse aún más con cada pitido. Se frotó los ojos, tratando de despejar la niebla del sueño, molesto porque había tenido un hermoso sueño en el que estaba rodeado de fuegos artificiales, pero el zumbido continuaba, implacable.
—¡Noventa y seis! —gritó la alfa a cargo del orfanato. Era una mujer vieja que veía a todos los marginados como si fueran sus propios cachorros.
—¿Sí? —preguntó desde su litera que estaba en el tercer piso. Cada litera tenía cinco pisos.
—Lávate y búscame en el comedor.
—Sí, señora.
Noventa y seis, cuyo número "00011996" se abreviaba de esa manera, se dirigió al baño con sus hermanos omegas, alfas y betas en el orfanato. Su apariencia era una mezcla de fragilidad y belleza: delicado y delgado, con una cintura estrecha y labios rosados que contrastaban con su piel pálida. Sus ojos, de un tono rosa brillante, reflejaban inocencia y curiosidad.
El cabello de Noventa y seis era un suave color miel, y sus mejillas siempre estaban sonrojadas, como si llevara consigo la promesa de un secreto. Los alfas del orfanato no podían evitar mirarlo con deseo, codiciando su vulnerabilidad y su belleza única. Pero Noventa y seis no se dejaba atrapar fácilmente; su corazón estaba protegido por capas de cautela y desconfianza. Se desvistió dejando la ropa sucia en el cesto comunitario y luego se dirigió a la regadera.
—Rosita —dijo un alfa cerca de él viéndolo ducharse.
Ahí no había privacidad. Las duchas eran comunitarias y sin paredes. Todos ellos se veían y conocían sus cuerpos.
—¿Sí? —preguntó al cerrar la regadera.
—Mañana nos subastan y nuestras vidas cambiarán completamente. ¿Quieres hacer algo que te hará recordarme durante toda tu vida? —cuestionó el alfa alto, grande, fuerte y medianamente apuesto con el que Noventa y seis creció.
—Tengo la esperanza de que me compre una buena familia —dijo desviando el tema de conversación.
Todos se echaron a reír. Era casi improbable que eso sucediera, en el mejor de los casos lo comprarían y lo tratarían como empleado doméstico.
—Ay mi querido chico rosita. —El alfa desnudo se acercó a él tomándolo de la cintura con fuerza—. Puedo marcarte el cuello ahora mismo y hacer que agonices mi ausencia hasta que desaparezca la marca.
—¡N-no te atrevas! —gritó asustado haciéndose para atrás.
—De rodillas. —El alfa utilizó su voz de mando.
Noventa y seis se arrodilló de inmediato alzando la vista para hacer contacto visual con el alfa frente a él. Pero pronto escuchó otra voz de mando detrás suyo:
—Levántate, rosita.
Aturdido y avergonzado por obedecer tan fácilmente sin poder ir en contra de sus instintos se puso de pie. Sintiendo que le temblaban las piernas.
—¡Oye, estoy tratando de hacer algo antes de que nos subasten! —se quejó el alfa al ser arruinados sus planes.
—Pues él es mi amigo. —El alfa que le ordenó que se levantara palmeó los hombros de noventa y seis entregándole una toalla para que se secara el cabello—. Además hoy es nuestro último día como hermanos, deberíamos llevarnos bien porque no nos volveremos a ver.
—Te salvaste rosita, espero que también tengas suerte allá afuera.
Noventa y seis y su amigo alfa, con el número noventa y cuatro se fueron juntos al comedor pues ahí los había citado la directora del orfanato. Todos los subastados estaban sentados en el comedor, bañados y listos para el reclutamiento previo a la subasta.
—Nos dividiremos en grupos. Los alfas de un lado, omegas del otro y betas al centro.
»Los iré llamando uno por uno y les será colocado un chip rastreador. Después de eso les daremos ropa a su elección y tendrán un día libre para disfrutar de ciudad lunar antes de ser vendidos.
»Si intentan escapar o si para las diez de la noche no han llegado al orfanato el chip desprenderá plata líquida en sus cuerpos y morirán en cuestión de segundos.
»No me decepcionen chicos, y disfruten de su día en libertad. —La directora suspiró.
Noventa y seis entró a un salón lleno de ropa, otros omegas, hombres y mujeres estaban emocionados al igual que él, seleccionando vestidos, trajes, zapatos y accesorios brillantes. Todo eso era un regalo de parte del orfanato, su primera y última vez saliendo a ciudad lunar. Era un sueño, un sueño que se desvanecería al caer la noche.
—¿Qué vas a ponerte, rosita? —preguntó una omega que lo conocía desde la infancia.
—No tengo idea.
—¿Un vestido? Yo llevaré uno azul, tú puedes llevar uno rosa.
—No quiero vestidos... —Suspiró—. Me gusta el pantalón de allá. —Señaló un pantalón blanco de mezclilla que estaba colgado junto a un cinturón color plata con diamantes rosas.
—Quedaría lindo con ese cinturón. ¡Veamos si hay de tu talla!
Al final el omega se puso el pantalón blanco, una camisa rosa de manga larga, pero de tela transparente, el cinturón de diamantes falsos rosas y unos mocasines a juego. Se veía hermoso, de eso no había duda. Todos los omegas se veían hermosos y delicados.
—Me gusta como me veo —dijo al verse en el espejo.
Momentos después les entregaron a cada uno doscientas monedas lunares para que gastaran durante el día. Pero justo antes de salir fueron llevados a una habitación con médicos que les insertaron el chip rastreador en la muñeca.
Sintiendo el ardor todavía en la muñeca, noventa y seis salió del orfanato sintiendo sus pupilas dilatarse al hacer contacto con el sol. Respiró el humo invadido de contaminación y caminó sin rumbo fijo distrayéndose con cada cosa peculiar que se encontraba en el camino.
Un puesto de relojes, un puesto de bolsas, otro de zapatos. Sonriente y feliz seguía avanzando hasta ver un sin fin de puestos de comidas que olían esquisto.
Se detuvo a ver unos calamares ensartados en un palito de madera, relamiéndose los labios se formó atrás del hombre con capucha negra a esperar su turno. La curiosidad lo embargaba mientras imaginaba el sabor de esos calamares fritos y crujientes.
—Lo siento, le hacen falta diez monedas para comprarlo. —El hombre de capucha chasqueó la lengua.
—La última vez eran más baratos y no traje las monedas suficientes —se quejó.
—Lo siento, no puedo venderle.
—Y-yo lo compro —dijo noventa y seis pues tenía doscientas monedas en su posesión y no le dolía darle a aquel hombre diez de ellas.
—¡Oh! —El hombre del puesto sonrió—. De ser así tome el calamar.
El hombre de capucha sonrió por debajo del cubrebocas que era del mismo color de su capucha y tomó el calamar contento. Después noventa y seis hizo lo mismo. Y le dio al dueño del puesto treinta monedas, veinte suyas y diez para completar el calamar del hombre de capucha negra.
Luego de pagar caminó entre la multitud embelesado del calamar y yendo en búsqueda de algún lugar para sentarse a comer esa delicia, sin embargo fue interrumpido por una mano firme que tocó su hombro.
—¡Oye tú!
Noventa y seis se tensó al instante pues reconoció que la voz era la de un alfa y el toque, ese toque se sintió electrizante, tan electrizante que sacudió a su lobo interior de una manera en la que nunca había sentido.
—Gracias por el calamar. ¿Cuál es tu nombre?
Noventa y seis se giró, encontrándose con unos ojos oscuros y profundos. Tan oscuros como la noche, tan brillantes como la luna. Al verlo pudo ver mil vidas, mil mundos, millones de estrellas.
Y la sensación del alfa frente a él fue igual, pudo ver a través de esos hermosos ojos rosas a alguien de quien cuidar, sintió que debía protegerlo y cuidarlo de cualquier peligro. Su corazón casi se salía del pecho a causa de la intensa y abrumadora emoción del momento.
—Soy... —Noventa y seis no tenía permitido decir que era parte de los huérfanos, así que buscó por todas partes alguna señal para inventarse un nombre. Encontrando un letrero que decía "Florería Minji" Así que titubeando habló finalmente—. Me llamo Jimin.
—¿Jimin? —El alfa sonrió—. Soy Jungkook. ¿Comemos juntos el calamar?
—Ah...
—Quiero que comas el calamar conmigo —añadió—. Y si tienes más monedas puedes comprar refrescos, no te preocupes por el dinero. Voy a devolverte todo con creces.
Noventa y seis, ahora Jimin asintió con la cabeza. No quería negarse, su lobo no se lo permitía. Él quería complacer a ese sujeto por alguna extraña razón. ¿Es porque era un alfa? No podría ser esa la causa porque en el orfanato había estado rodeado de alfas a los que no le apetencia obedecer, cuando utilizaban la voz de mando no le quedaba de otra, pero con este alfa era distinto.
—¿Dónde venden refrescos? —preguntó nervioso.
—Por acá, sígueme.
Jungkook caminó entre la multitud y Jimin lo siguió con pasos torpes porque no conocía la ciudad y no estaba acostumbrado a andar entre el gentío. En cierto punto se perdió quedando en un mar de omegas, alfas y betas que caminaban apresurados hacia sus destinos.
—¡No te separes de mí! —dijo Jungkook tomándolo del brazo apareciendo frente a él porque notó que se había quedado atrás. El toque de su cálida mano invadió de felicidad su corazón y su aroma singular invadió cada parte de su ser. ¿Por qué de entre todos los aromas el de Jungkook le parecía el más exquisito?—. Pareces pueblerino, pero vistes como citadino —añadió Jungkook mientras avanzaban entre la multitud.
Jimin no dijo nada.
Ambos compraron los refrescos y después se fueron a comer al parque, Jungkook eligió un lugar cerca de unos arbustos para estar libre y sin que la gente lo reconociera. Una vez sentados se quitó la capucha y el cubrebocas para comer. Jimin amplió los ojos ante la belleza del alfa y sonrió ruborizado al verlo.
—¿Qué? ¿Te impresiona estar sentado frente a tu futuro rey?
Jimin no comprendía las palabras de Jungkook.
—No, es que... —Jimin suspiró—. Eres hermoso.
—Es fácil que los omegas caigan ante mis encantos. —Presumió al morder el calamar—. Te agradezco la comida, el castillo queda lejos y no quise regresar por monedas y tampoco quise revelar mi identidad porque todos se abarrotarían a querer... Ya sabes, obtener algún favor.
—No entiendo. ¿Por qué te escondes?
—¿No sabes quién soy? —preguntó indignado.
—No.
—Soy el príncipe Jungkook. Mi padre es...
—¡El rey Namjoon! —gritó Jimin comprendiendo finalmente.
—¿Vives en una cueva o qué?
—No... Es que nunca había visto tu rostro, sé quién eres pero no te conocía porque en donde yo vivo no hay televisión, ni revistas.
—¿Eres del campo? —preguntó Jungkook.
—¡¿Qué es eso brillante de allá arriba?! —preguntó Jimin ignorándolo y señalando una luna rosa que brillaba intensamente.
—¿La luna? —cuestionó Jungkook—. ¿No sabes quién es tu futuro rey y ahora no reconoces la luna?
—Es hermosa. —Los ojos de Jimin brillaban con inocencia y Jungkook sonrió al verlo admirar la belleza que radicaba en el cielo. Le pareció sumamente tierno y adorable.
—La luna rosa sale una vez cada cincuenta años, se dice que trae consigo a un enigma poderoso. ¿Has oído hablar de ellos?
—Sí, pero nunca he visto a uno.
—Dicen que pueden convertir a los omegas en alfas y a los alfas en omegas. Son tan poderosos que cuando ha nacido uno lo asesinan al instante para evitar la conquista de masas.
—Si lo cuentas así da miedo.
—Ajá. —Jungkook bebió su refresco—. Me agrada que aunque sabes que soy de la realeza me hables como a un lobo más. Mañana hay un evento en ciudad lunar, es la subasta de omegas, alfas y betas. Tengo que ir a acompañar a mi padre. ¿Te parece que nos veamos ahí?
—Ah...
—¿Tienes otros planes?
—No, de hecho planeaba asistir. Ahí te veré, te buscaré entre la multitud.
—Bien. Por cierto. ¿Por qué no siento tu aroma? —Jungkook respiró profundo tratando de oler a Jimin.
—Tengo inhibidor de olor, se supone que debe durar hoy y mañana el efecto.
—¿De verdad? También traigo puesto uno para que los plebeyos no enloquezcan con mis feromonas.
—Pero yo percibo tu aroma —susurró Jimin—. Eucalipto, arándanos... Piña, —Respiró profundo—. Cítricos y madera.
—Vaya, o tienes muy buen olfato, o tengo que mejorar el inhibidor.
—Tal vez ambas. —Sonrió.
—Me agradas, Jimin. —Jungkook suspiró.
—También me agradas, Jungkook.
Ambos siguieron conversando el resto del día y al caer la noche se despidieron. Cada uno debía regresar a sus destinos. Jungkook al castillo y Jimin al orfanato. Al ponerse de pie se despidieron con la mano, Jungkook se giró al colocarse la capucha y Jimin lo miró alejarse, sin embargo él sabía que nunca más lo vería y que en la subasta el príncipe se enteraría acerca de su verdadera identidad. Quería disculparse por mentir, pero no podía hacerlo. Así que lo único que hizo siguiendo sus instintos fue correr hacia él y abrazarlo por la espalda.
Jimin apretó la cintura de Jungkook con sus brazos delgados. Jungkook amplió los ojos parándose en seco y la luna rosa aumentó su brillo como si ese encuentro estuviera destinado.
—Lo siento, su alteza —susurró Jimin.
Después se separó del cuerpo de Jungkook y se fue corriendo lo más rápido que pudo dejando a Jeon aturdido y con un delicioso aroma a fresas impregnado en la nariz.
—¿Ese es el aroma de Jimin? —se preguntó—. ¿Cómo es posible percibirlo si trae inhibidor?
Jimin corrió en medio de lágrimas porque había probado la libertad de una manera hermosa, haciendo a un amigo, un amigo fugaz que resultaba ser el príncipe. Ese recuerdo lo llevaría en su corazón durante el resto de sus días. El recuerdo del día en el que le ofrecieron una falsa libertad.
Presumo que el edit de la portada y banners los hice yo solita🙈 porque ya terminé mi curso de edición
No soy la mejor pero ya comienza a gustarme lo que hago aldjslealsjslsksls y los ojitos de Jimin me los imagino así.🥹💓
Mi sueño es llegar a 10mil seguidores/lectores😭💗
No le tengo mucha fe a este fanfic, pero si hay una sola persona en el mundo a la que le guste y quiera que lo continúe entonces seguiré actualizando.
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