No temo admitir que sentí emoción cuando, deteniéndome frente al último acceso del pasillo, me decidí a tocar la puerta sin haber cuestionado siquiera el verdadero motivo del llamado. Sin importar la razón que viniera detrás, estaba claro que no dudaría en aceptar porque, así sin pena, alguien como Emma haría lo que fuera siempre y cuando fuera Lukas quien se lo pidiera.
Esperé minutos enteros a la entrada sin haber obtenido respuesta. Era consciente de que una chica insignificante no tenía ni de cerca el derecho a exigir que se le abriera; sin embargo, me parecía extraño que insistiera en dejarme afuera aún siendo él mismo quien había solicitado mi presencia. Por eso no pensé demasiado antes de volver a anunciarme con otro par de golpes. Apenas momentos más tarde, entendí que se había tratado de un error. Lukas abrió la puerta, pero lo hizo con una mueca de tedio en el rostro.
—Por un demonio, Emma —protestó—, 9.30 a.m. fue el horario que te di, ¿no es cierto?
—Pero... —mis ojos se posaron sobre el reloj de pared que él tenía detrás— son las 9.28 a.m.
—Exacto. —Asintió—. Son dos minutos por adelantado que estás quitándome de mis tiempos de descanso.
—Oh.
—No puedes permitirte venir hasta aquí sin tener un aprecio especial por la puntualidad —se escuchó increíblemente irritado.
—De acuerdo, tranquilo. —Ignorando la reprimenda con gracia, me dispuse a cruzar hacia el interior—. Lo tomaré en cuenta para la próxima vez.
—Estoy hablando en serio.
—Yo también. —Me encogí de hombros.
—Por tu sonrisa, me pareció que estabas siendo sarcástica.
—No creas por una expresión facial que tienes la interpretación correcta —le advertí—. En realidad, estoy sonriendo porque llevo días enteros esperando por esta reunión.
No contestó a eso. Evitando cruzarse con mi mirada, avanzó hacia el fondo del despacho al mismo tiempo que se llevaba las manos detrás de la espalda. Lo seguí de cerca, caminando con buen ánimo detrás de él hasta que se detuvo junto al escritorio.
—Te llamé en privado porque quiero pedirte un favor —me explicó por fin.
—¿Un favor? —Por él, lo que fuera—. ¿Qué favor?
—Necesito que me ayudes a representar una obra de teatro.
Soltando una carcajada, me limité a dejarme caer sobre el asiento más cercano.
—¿Me llamaste con tanta urgencia solo porque quieres que actúe para ti? —inquirí.
—No para mí, sino conmigo —corrigió en voz baja, dando la impresión de que estaba avergonzado—. Una puesta en escena con el Concejo como público.
Se dirigió al asiento detrás del escritorio, no sin antes haberse preocupado por colocar entre mis manos el vaso de cristal que reposaba sobre la mesa. Le dediqué un ceño fruncido. Estaba comportándose de forma extraña, o sea, ¿obsequiar agua sin razón? No solo me parecía una cortesía inesperada, sino que, además, me dejaba pensando en la clase de favor que estaba a punto de solicitarme.
—Estás diciendo que quieres que te ayude a engañar al Concejo —traté de adivinar.
—Vamos, Emma, ¿la junta de ayer no te dio las pistas suficientes para deducirlo?
La junta de ayer, claro. Aquella en la que casi me da un infarto después de escucharlo decir que estaba "repentina y casualmente enamorado de mí". Bah, ¡por favor! Eso ni yo se lo creía a pesar de tener la esperanza de que así fuera algún día. Aunque si bien no había sido suficiente para despistar a alguien tan perceptiva como yo, desde luego había bastado para sembrar una semilla de duda en el resto de los concejales:
"—La única forma de asegurar su lealtad para con la comunidad mágica es sencilla, majestad —había anunciado Herman con firmeza mientras se ponía de pie—. Nos reservamos el derecho a sentenciarle una condena a la chica infiltrada.
—¿Es realmente necesario? —respondió Lukas enseguida, ofendido—. No tienen motivos para sospechar de mí. He actuado siempre conforme a sus disposiciones y he completado cada fase con éxito y precisión.
—Que cuestione una decisión unánime de ese modo es más que motivo suficiente —alegó Blaz.
—Tan solo me parece absurdo que presten tanta atención a una hyzcana, como si se tratara de algo más que de una simple infiltrada —ridiculizó Lukas a propósito.
—Estamos haciendo lo que consideramos más adecuado para un desarrollo sin sorpresas de la séptima fase.
Sentada al final de la sala, me daba prisa en llenar las bitácoras con lo que escuchaba alrededor. Escribía sin parar al mismo tiempo que veía a mi chico caminar de un lado a otro entre pasos acelerados.
—Exactamente el mismo propósito que yo tengo como meta —agregó él segundos más tarde—. En verdad están dudando de mí, ¿no es cierto? Soy el principal encargado del proyecto y, aún con eso, se asumen con el derecho a acusarme como traidor.
—Tomamos las pruebas como evidencia, majestad.
—¿Qué pruebas? —insistió desafiarlos.
—Jamás había llegado tarde a las reuniones y, mucho menos, había tenido la osadía de faltar a una de ellas. Está rompiendo normas a diestra y siniestra, en ratos desaparece del palacio y los rumores apuntan a que estaba con alguien el día del festival conmemorativo.
—Estoy tratando de tomarme un respiro de mis obligaciones como líder —se excusó Lukas.
—Está distraído, majestad —lo contradijo Herman—. Ausente, olvidadizo y nervioso.
—Claro, pero eso es solamente porque estoy saliendo con Emma.
De repente, todos giraron el rostro hacia mí. Bajé el bolígrafo con cierta lentitud, no solo porque ni siquiera tuve idea de cómo contestar a eso, sino porque mi mente quedó tan en blanco que permanecer en silencio fue la única opción que estuve en capacidad de considerar.
—Pero es una humana —agregó Garin desde el fondo, casi a modo de murmullo.
—¿Y? —insinuó Lukas—. Mi madre también lo era.
—No pienso que se trate del mismo caso de Isabel, majestad.
—Lo que haga con mi vida privada no es de su incumbencia, ¿vale? —suspiró mi chico, dando la impresión de que estaba harto—. Si yo quisiera desposarme con Emma, eso de ninguna forma pone en peligro el desarrollo del plan.
Parpadeé varias veces, todavía incapaz de asimilar lo que ocurría.
—Tengo la intención de hacer un pequeño juego con la infiltrada, por eso he faltado a las últimas reuniones —continuó diciendo él, encogiéndose de hombros—. Resaltarle la clase de infortunio que sufrirán los de su raza y hacerle saber que fue divertido utilizarla como peón durante todos estos años. —Detuvo su caminata al frente de la mesa—. La necesito viva para eso, es más que obvio.
—¿Quiere revelarle a la híbrida los detalles de la última fase? —Blaz se escuchó incrédulo.
—No estoy pidiendo su opinión a cambio, sino solicitando su aprobación para dejar que ingrese al palacio.
—¿Es una broma, majestad? —intervino Fremont, poniéndose de pie—. ¿Le parece chistoso poner la integridad del plan en riesgo solo por cumplirse el capricho de humillar a la chica?
—El plan jamás estará en riesgo mientras nos aseguremos de bloquearle la salida —garantizó Lukas—. Nos damos la oportunidad de reírnos un rato y luego nos vamos al combate con buenos ánimos, ¿qué hay de malo con eso?
Un instante de silencio y Fremont regresó a su asiento sin protestar. Tal vez porque, incluso yo lo había notado, al pronunciar eso con tanta indiferencia había sonado igual a como su padre siempre lo hacía.
—Quien guste asistir está invitado —añadió a manera de cierre—. Será un montaje tan maravillosamente planeado que no pienso aceptar un no por respuesta."
—Estás saliendo con Yvonne, ¿verdad? —me atreví a encararlo—. Dijiste mentiras durante la sesión, enfatizaste una posición contraria a la que sueles escribir en tus reportes diarios y te comportaste como un líder frío e insensible —enlisté—. La única explicación que me hace sentido es que no estás siguiendo las reglas como corresponde y que, en realidad, estás tratando de protegerla a ella.
—Tan solo me parece...
—A ella y, encima, a toda la colonia hyzcana —enfaticé.
Me miró a los ojos durante unos segundos antes de volver a apartar la vista.
—Tan solo me parece que el plan es demasiado ambicioso para ser llevado a cabo —completó su oración.
—¿Con ambicioso quieres decir egoísta, cruel y aberrante? —ironicé.
—Sé que en mi pasado familiar existe una forma muy particular de pensamiento, pero no me gustaría que fuera por mí que se repitiera también en el presente.
—Quieres interferir con los planes de tu padre —conjeturé sin problemas—. No estás de acuerdo con la exterminación de la especie, ¿es eso?
—No se escucha tan bien cuando lo dices tú, pero...
—Vas a sabotear la batalla —concluí.
—... al menos pienso advertir a tiempo al General hyzcano.
—Y usarás a Yvonne como medio. —Era una deducción fácil de hacer, en especial tomando en cuenta todas las ocurrencias dichas durante la junta—. Me queda claro que le revelarás los detalles del plan, aunque sigo sin entender cómo entro yo en la ecuación.
—No estoy calculando ecuaciones —objetó con el rostro serio.
—Me refiero a mi intervención —aclaré para él—. No entiendo por qué dices que necesitas mi ayuda.
—Ah, eso.
—¿Vas a explicarme mi papel o esperas que actúe por improvisación?
—El rol que te toca cumplir, Emma, es el más importante de todos —señaló.
—¿El más importante? —Hasta cierto punto, me sentí halagada en cuanto lo vi asentir—. ¿Cómo es eso?
—De ti dependerá que Yvonne me crea la historia o no.
Le dediqué un ceño fruncido.
—Dije que estaba saliendo contigo no solo como excusa para despistar al Concejo —explicó—, sino también como coartada para hacer creer a Yvonne que todo es real. Si ella nos ve juntos desde un inicio, ni siquiera estará interesada en poner en duda lo que sea que venga después.
¿Si ella nos ve juntos? ¿Qué quería decir con aquello, exactamente?
—Yvonne suele reaccionar primero con las emociones. Actúa por impulso antes que detenerse a razonar, así que bastará con una impresión impactante para que se limite a aceptar los hechos —determinó con cierta objetividad—. Tú y yo estaremos a cargo de eso.
¿Él y yo? ¿Impresión impactante? Me pegué el vaso a los labios para tomar una bocanada del agua. Empezaba a sentirme nerviosa, tal vez porque tenía el presentimiento de que no le estaba siguiendo la pista correctamente.
—Estoy confundida —admití entre balbuceos.
—Confundida, ¿por qué?
—Cuando dices que daremos una impresión juntos, ¿hablas de que estaremos conversando sobre un tema controversial o algo parecido? —dudé.
—¿De qué serviría que tan solo estuviéramos conversando? —se mofó.
—No lo sé, tal vez Yvonne es sensible a algunos sermones de carácter político o...
—No, Emma —me interrumpió con firmeza—. Tú y yo tendríamos que estar besándonos para cuando ella entre en la sala.
Escupí el agua que acababa de llevarme a la boca en una muy humillante e involuntaria muestra de sobresalto. ¡Fue toda una vergüenza! Todavía apenada (pero al mismo tiempo sintiendo mi corazón acelerarse), no pude evitar que una chispa de entusiasmo se encendiera en mi interior, como si en serio fuera la mejor noticia que alguien me hubiera dado jamás.
—Lo lamento —me aclaré la garganta, haciendo un esfuerzo por restarle importancia a aquella ridícula reacción—, hice uso de mi imaginación y no salió para nada bien.
—¿De tu imaginación?
—Escucha, Lukas, hay una cuestión que... —Habría de ser directa y concisa, pues necesitaba que las condiciones del contexto le quedaran bien claras—. No estoy segura de que entiendas al cien por cien lo que algo como eso significaría para mí.
—Sería una simple actuación y nada más. —Se encogió de hombros.
—Una actuación para ti —subrayé.
—No veo que exista una verdadera diferencia.
—No te hagas el ignorante, ¿quieres? Sabes perfectamente que no sería lo mismo para mí. —Arrimé mi silla un poco más a su escritorio—. Me parece importantísimo que seas consciente de eso.
—Si te sientes incómoda con la propuesta, tan solo se lo pediré a alguien más y ya está —expresó con indiferencia.
—Ni de chiste —refunfuñé.
—Entonces, ¿por qué te enojas?
—No estoy enojándome, solo... ¡Caramba! ¡Simplemente no entiendo por qué fui tu primera opción! —Juro que la confusión iba a matarme—. Nunca lo soy, quiero decir, pudiste haber elegido a cualquier otra persona que por lo menos no pensara en ti de forma romántica... Sonne, por ejemplo, ¡ella era cientos de veces mejor que yo!
—De acuerdo con la moral social, Sonne tendría que ser la última chica a quien debería pedírselo.
—¡No importa quién sea! —increpé—. Me refiero a que literalmente elegiste a quien más sabes que le afectaría hacer algo como esto.
—Porque necesito que parezca real —se precipitó en justificar—. Yvonne te ha visto varias veces en el palacio, está al tanto de que fuimos juntos al colegio y sabe a detalle que no te soy alguien indiferente. No le resultará difícil creer que es ti de quien estoy enamorado.
Era un argumento lógico, no por ello menos doloroso. Desde un principio, estuve siempre detrás de Yvonne: más inteligente que yo, más admirable que yo, más cautivadora que yo. En las reuniones del Concejo se hablaba con frecuencia de su labor como infiltrada, su presencia en las celdas del subterráneo alteró al ejército sobremanera, Philip robó casi la mitad de mis prendas con tal de contar con recursos suficientes para cuidar de ella, mi mejor amiga la mencionaba desde hacía días como un motivo de esperanza y, para rematar, el chico a quien más adoraba la había elegido a ella para tenerla en mente la vida entera. Era como si todo el mundo la tomara siempre por protagonista, olvidándose de que los personajes secundarios también tenemos ganas de convertirnos (aunque sea por un rato) en el centro de la historia.
—Claro, aunque es un hecho que, entre más real parezca, más la lastimarás. —Le dediqué una sonrisa triste—. ¿En serio estarías dispuesto a engañarla de esa forma?
El silencio lo llevó a ponerse de pie. Giró el cuerpo hacia la ventana del fondo, concediéndose un instante para contemplar aquella parte del pueblo que resultaba visible a través del cristal.
—La magia negra y la blanca coexisten al mismo tiempo y, una vez estabilizadas, se armonizan una con la otra hasta llegar al punto de equilibrio —recitó de repente.
—¿Qué?
—En eso consiste un ritual de equilibrio —especificó—. Es curioso porque... —se perdió un momento en sus pensamientos—, creo que se siente exactamente lo mismo cuando decides compartirte con la persona que más amas.
—¿Compartirse? —inquirí, confundida—. ¿Estás hablándome de un rito satánico o algo parecido?
—Es la manera en que yo lo veo... Las explicaciones alternas me parecen un tanto simplistas.
—No entiendo nada, Lukas.
Se volvió de nuevo hacia mí.
—Yvonne es la persona que más amo —pronunció con seguridad—. Haría lo que fuera por protegerla sin importar el costo e, incluso, aunque ello significara tener que perderla.
—¿Te convertirás en un traidor por voluntad propia? —cuestioné, dejando en manifiesto la verdadera implicación del asunto.
—Suena razonable si con eso detengo el plan como compensación —aceptó.
—Tu nivel de compromiso es un encanto, pero...
—No hay un pero, Emma —me interrumpió—. No existe cuando se trata de evitar una catástrofe que podría terminar con la vida de cientos de personas. —Fijó la vista en el montón de papeles que tenía dispersos sobre el escritorio—. Lo que ocurrió en el pasado no puede volver a repetirse. Sabemos lo que un discurso de odio puede llegar a provocar, y no me gustaría ni por asomo que fuera mi propio pueblo el principal responsable de eso.
Con solo escucharlo suspirar tuve la sensación de que estaba desesperado, quizás harto de haberle dado mil vueltas al asunto sin haber obtenido una respuesta a cambio.
—Por favor, Emma, dime que sí. —Levantó la cabeza, esforzándose por sostenerme la mirada—. Gracias a ti es que la comunidad mágica podría encontrar una nueva forma de ver las cosas y, además de todo, sería solo con tu ayuda que el Concejo considerará perdonarle la vida a mi compañera.
—Vaya, ¿así de mucho confías en mí?
—Todos merecemos una oportunidad —utilizó tal cliché como argumento.
—Oportunidad, claro. —Soltando un chasquido de lengua, intuí—: Ya desde antes sabías que jamás me permitiría decirte que no, ¿cierto?
—Tal vez.
Aquello me sacó una sonrisa, aunque más que una expresión de nervios, se trató de un gesto de completo cariño.
—De acuerdo —accedí—, puede que me hayas convencido con eso último. —Me incliné sobre la superficie del escritorio para poder verlo más de cerca—. Y, en ese caso, quizás sea un buen momento para empezar a practicar.
—¿Practicar? —dudó.
—Practicar el beso —le especifiqué—. Podría ser justo aquí y ahora.
Él se echó a reír, dirigiéndome una sonrisa tan tierna que me derritió el corazón.
El montón de mechones dorados que sobresalían de su cabello castaño, los hoyuelos en las mejillas, el ligero rubor en su rostro y los bonitos ojos grandes que contrastaban con el blanco de su piel, de un verde tan intenso que solo podías concentrarte en ellos cada que lo mirabas a la cara... Todo en él me hacía recordar lo mucho que mi mente se negaba a olvidarlo.
—Tengo novia, Emma —me rechazó con cortesía.
—¿Y? —No me importaba en absoluto—. Solo practicando lograríamos una actuación digna de aplaudir y, escuché muy claramente, dijiste que cada detalle debía parecer creíble.
—Sí, pero no tan creíble como para que tú te convenzas de que es real.
Resoplé con fastidio.
—Bien, como quieras. —Siempre hay que esperar por aquello que más vale la pena, ¿no?—. Pero si ella termina contigo después de esto, entonces soy yo quien sigue en la lista.
Me resigné a levantarme del asiento, aunque solo porque verlo sonreír me bastó para considerarlo como una victoria.
A pesar de saber que tenía razones para poner sus propios límites, su forma de ser me confundía en más de un sentido. En ocasiones, me trataba mal; era frío, seco y distante... Tal vez también un poco egocéntrico. En algunos momentos se volvía una persona observadora y calmada, pero en otros lucía perdido. La mayoría del tiempo se comportaba como un chico serio, aunque estaba segura de que también era cariñoso e increíblemente sensible. ¿Se pueden portar varias máscaras a la vez? Su infinidad de cambios era siempre un motivo para volverme loca y, por más ridículo que pareciera, mi única certeza provenía de una simple afirmación: para estar cerca suyo, era necesario ser una experta en el armado de rompecabezas.
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