2.
Capítulo Dos
Melissa se adentró al camerino y con pesadez se lanzó a la silla ubicada frente al espejo grande. Había conseguido escabullirse por unos minutos ya que pronto Rodrigo notaría su ausencia e iría a jalarle las orejas.
Se deshizo de su máscara y agarró su teléfono celular para hacer una llamada de rutina. A los dos tonos, contestaron:
- ¿Diga?
- Beli, soy yo.
- Hermanita, ¿cuándo vienes?
- Intentaré estar lo más temprano que pueda, peque.- sonrió de manera triste.- ¿Cenaste? ¿Te duchaste? ¿Hiciste tu tarea?
- Tranquila, sabes que siempre hago mis deberes.- se escuchó una música de dibujos animados.- Ahora estoy viendo un rato la televisión, están dando dibus.
- Vete a dormir temprano.
- Quiero esperarte despierta.
Melissa suspiró con pesadez nuevamente. ¿Cómo hacer entender a una pequeña de 7 años que no podia porque tenía que mover su culo frente a un par de viejos verdes.
- No peque, llegaré después de tu hora de dormir.- expuso rápido.- Así que duérmete temprano.
- Está bien.
Rodrigo entre al espacio cerrado que son los camerinos y la mira severamente. La susodicha resopló y lo decidió ignorar.
- Debo irme a trabajar; duérmete temprano, no comas natillas a esta hora, nada de abrirle la puerta a extraños y si algo sucede...
- Te llamaré.- concluye la frase la pequeña.- Me lo sé de memoria, Meli.
- Recuerda que te amo, Bambi.
- También te amo.
Y colgó.
- Resulta que ahora te pago por estar con el culo en una silla ¿y no lo sabía?- soltó Rodrigo.
- Tenía que saber cómo estaba.
- Lo sé, reina del drama.- se queja el hombre.- Tengo un trabajo para ti.
- ¿Trabajo para mí?- frunció su seño.- Sabes que no entro a la tarifa de stripper y mucho menos a...
- Lo sé, y nunca te pediría eso.- la cortó.- Yo solo vengo a hacer obra de caridad y hacerte ganar dinero, te salvas que tengo debilidad por esa hermosa Angelita llamada Belitza.
La azabache sonrió; bien es sabido lo que a Rodri le fascinan los niños, y le haría ilusión adoptar algún día una pequeña que sea tan adorable como la hermanita menor de su mejor bailarina. Y cuando tuvo la oportunidad de conocer a la niña, ambos jugaron toda la tarde mientras Melissa presentaba su examen de Historia.
Rodrigo a pesar de ser un exigente jefe, era muy querido entre sus trabajadores por lo cercano que era con ellos.
- Entonces, dime. ¿Qué trabajo?
- Baile privado.- se recargó de la pared.- Un cliente nuevo con mucho poder me ofreció una cantidad exorbitante de dinero solo para que seas tú y únicamente tú la chica que baile para él.
La mandíbula de Melissa chocó con el piso de la impresión, ya que había quedado boquiabierta.
- Espera, espera. ¿Dices que un cliente ofreció millones?- el hombre asintió.- Por Dios.
- Me pagó 10 veces lo que cuesta el servicio solo para verte bailar para él y solamente para él.- explica emocionado.- Me dijo y cito textualmente: "le ofrezco todo el dinero del mundo, pero por favor, permita que esa ninfa baile para mí".- imitó la voz del hombre.
Melissa se colocó de pie rápidamente, procesando toda esa información.
- Bueno, calmémonos.- agarró su antifaz entre sus manos.- ¿Cuánto me llevaré? Quiero el 80%.
Y por el contrario de lo que esperaba, recibió algo totalmente opuesto.
- ¡Hecho!- aceptó Rodrigo.-
- Te hubiese pedido 85 entonces.
- Te habría dado hasta 90%.
Resopló la pelinegra, retocó su maquillaje, acomodó correctamente su máscara y estaba lista para lo que seguía. ¿Qué es lo que seguía? Pues...bailar para el excéntrico millonario que desconoce.
Caminó hacia la zona de habitaciones en donde daría el baile privado.
....
Por otro lado, un nervioso pelinegro yacía sentado en el largo y cómodo sofá de tapicería roja con el que cuenta el lugar, justo en el centro de esas cuatro paredes. Detrás de él, de ese sofá, se encuentra una enorme cama con cobertor rojo y cabecero de espejos. A un lado, ubicado un poco más al frente, llegando a pegarse a la puerta, hace un mueble con un par de gavetas, encima hay una neverita y al lado una especie de agenda y un bolígrafo. Y por último, justo en el centro, frente a él, un tubo que va desde el suelo hasta el techo.
Habían otro par de muebles alrededor, nada relevante para el chico sentado nervioso encima de ese sofá del cual ya había memorizado el patrón de la tapicería del sofá de tanto tiempo que llevaba ahí esperando. ¿Y si lo timaron? No, no sé atreverían a hacer algo como eso.
Y cuando sintió el sonido del pestillo de la puerta, despertó de su ensoñación por fin observando a su ninfa preciosa, quién viste con un corpiño ajustado a sus pechos haciéndolos sobresalir demasiado, unos shorts de cuero al igual que el corpiño, unas botas altas hasta sus rodillas y algún que otro detallito alrededor de su cuerpo que JungKook se había molestado en admirar.
Se detuvo en esos labios carnosos, los cuales sin lugar a dudas besaría hasta el cansancio. Lástima que ese antifaz cubría gran parte de su rostro, pero dejaba ver unos hermosos luceros negros (sus ojos) que lo flecharon rápidamente.
Mientras él babeaba, Melissa se encontraba procesando cómo fue posible que llegara a ese punto. Al ver a ese chico transferido que había llegado el día de hoy a su escuela, simplemente se preguntó ¿qué mal me había ocasionado a la humanidad para merecerse algo así? Definitivamente otro motivo más para no creerse ni una jodida palabra deas que decía su horóscopo.
- ¿Cómo te llamas, preciosa?- preguntó el chico sin apartar su mirada de esa bella mujer.
Ella únicamente observó su alrededor hasta ver esa agenda encima del mueble cercano a la puerta. Lo agarró con una sonrisa ladina y escribió algo ahí, se lo mostró al muchacho. «No tengo permiso de hablar con extraños» Eso decía la hoja en la que había escrito.
JungKook sonrió con diversión ante ese gesto de la muchacha quién simplemente sonrió coquetamente.
Judas de Lady Gaga comenzó a sonar en la habitación, ella movió sus caderas sensualmente atrapando la atención de JungKook quién había olvidado como se respira. Se aferró al tubo de metal y bailó pegada a él, refrotándose contra él mientras JungKook estaba deseando ser un tubo.
Con habilidad y premura se encaramó en el tubo y sosteniéndose de sus manos abrió sus piernas ofreciéndole una excelente vista a JungKook. Luego se arreguindó mejor del objeto sosteniéndose esta vez con sus piernas. Volvió a abrirse de piernas, pero esta vez colgada de cabeza. La canción pronto acabaría y eso solo significa que ella debía irse.
Bajó del tubo y caminó despacio hacia JungKook, torturándolo y provocándolo. Al fin y al cabo, es su trabajo y es muy profesional en él.
Llegó hasta él y se sentó a horcajadas encima del chico, moviendo sus caderas de manera sensual; poco tardó en notar la erección que se cargaba el castaño quién no perdió tiempo y ubicó sus manos encima de las caderas de la chica, guiando sus movimientos. Soltó un jadeo y entreabrió sus labios, ella solo intentaba contenerse, pero le había nacido hacer esa acción.
La canción llegó a su fin, por tanto, el baile había acabado, ella se había detenido. Quedaron en esa posición teniendo una batalla de miradas donde ninguno estaba dispuesto a perder, pero ella es persistente y él demasiado competitivo, ninguno perdería si de ellos dependiera.
- Señor.- su voz enloqueció a JungKook aún más -si es que eso era posible-- Contrólese, por favor, no soy una prostituta, no me corresponde hacer eso.- Si desea algo más, lo busca en el lugar equivocado.
- Creía que no podías hablar con extraños.- sonrió ladinamente el castaño.
La chica se levantó de los trabajados muslos del muchacho y le dio la espalda otorgándole una maravillosa vista de su trasero.
- Supongo que ya no lo somos.- lo miró por encima del hombro y le sonrió medianamente sin mostrar sus dientes.- Espero que tenga linda noche, señor.- giró la manilla de la puerta, lista para salir de ahí.- Ah, y tenga presente que debe solucionar ese no tan pequeño problemita entre sus piernas.- me dio un guiño y salió de ahí.
Y aunque pudiese parecer que ella está muy segura de sí misma, en realidad era un manojo de nervios. Es decir, nunca esperó que ese chico de mirada bonita y apariencia hasta angelical visitara ese tipo de lugares.
Por otro lado, JungKook no procesaba correctamente. Tenía la peor erección de su vida y nadie para que lo ayudaste a aliviarla. Rápidamente recordó todo, las imágenes pasaban como diapositivas en su mente, hasta que cayó en cuenta en que la había dejado ir sin haberle preguntado tan siquiera el nombre nuevamente. Lo terminaría averiguando, debía hacer lo posible.
Se levantó del sofá y prácticamente corrió al pasillo, pero no tuvo suerte de encontrar a su ninfa.
- Mierda- susurró con frustración.
Bajó las escaleras que lo llevaban a la zona VIP con esa incomodidad entre sus piernas. Tenía la esperanza de verla, pero por más que la buscó no la halló.
Suspiró frustrado, y como si fuera obra del destino, el dueño del local apareció en su vista, obviamente poco tardó en casi correr hacia él.
- Rodrigo.- lo llamó como si tuvieran confianza -que realmente tienen-
- JungKook.- saludó con una sonrisa- ¿Qué te pareció mi chica?
- ¿Cuál es el nombre de esa chica? Necesito saberlo, por favor.
- Lo siento pero no puedo revelarle esa información.- lo detuvo- Solo si ella está de acuerdo. Se lo comentaré.
- Bien. Hágalo por favor.- suplica- Buenas noches, debo irme.
•••
La pelinegra caminaba por los extensos pasillos de su escuela de manera tranquila mientras leía un folleto sobre universidades a las que le gustaría ir. Tenía que decidirse por una.
Justo este día ella vestía con una pantaloneta ancha que iba a juego con una camisa corta de mangas largas. Si cabello negro suelto cayendo en cascada por su espalda y un maquillaje no tan pronunciado. Elevó su vista en el patio trasero de la escuela en donde enfocó a su amiga sentada encima de un muro mientras observaba hacia una dirección en específico, al nuevo transferido.
- Amanda.- llamó la atención de su amiga. Esta le sonrió levemente y la saludó.- ¿Sucede algo?- preguntó con cierto nerviosismo ya que recordaba lo que había sucedido hace un par de días atrás.
- Nada importante.- negó sin darle importancia. Se encontraba saboreando un chupachups de fresa.- Solo observo al chico coreano lindo.- este se encontraba en un pequeño grupo de personas.- Lleva una semana aquí y ya está entre los populares.
- ¿Y por qué mi miras?- indagó la pelinegra sin darle muchas importancia, ya que realmente no era de su incumbencia.
- Porque está como quiere estar, me gusta.- respondió sin molestarse en prestarle atención a su amiga.
- Es acoso mirar a los demás, eso está mal.
- Los ojos se hicieron para admirar las vistas, y que vistas.
- No tienes remedio.
- Averigüé su nombre, se llama JungKook Jeon.
Melissa simplemente asintió sin querer darle mucha importancia a él.
- ¿En qué piensas?- interroga su amiga.
La azabache no quiso decirle absolutamente nada sobre lo de anoche a su amiga, ya que por lo visto gusta de él y no quería decepcionarla por ello. Se le veía encantada con el chico castaño.
- Nada, solo en el trabajo.
- Cosas normales, solo piensas en eso y en la escuela.
- También en mi hermana.
- Ya, como digas.- se puso de pie.- Si me disculpas, debo intentar hablarle a ese bombón.
Apuntó hacia el castaño que se despedía de los chicos del pequeño grupo. Su amiga caminó hacia donde se encontraba él.
Melissa suspiró y continuó leyendo el catálogo, no le daría importancia a JungKook o como se llame. Quería un curso totalmente tranquilo, entraría a la universidad en unos meses y eso la ponía muy feliz. No tenía nada que perder, para nada.
Pero el destino no lo escogemos nosotros.
¿A qué no?
Holiiii
Pasaba por Wattpad y me dije: "¡Vamos Francis, debes escribir!" y tadá.
Mis lectores queridos, gracias por su lectura, espero que sigan apoyando la historia, si les gustan las historias de Jeon, tengo otra en mi perfil terminada, podrían pasarse por ahí si gustan.
*Se despide épicamente*
Adiós 👋
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