twenty one, "te voy a encontrar".
Zoe
Cuando tenía trece, la vida parecía la peor, pero al mismo tiempo parecía tanto la mejor, que mi única opción fue aprender. Callar y ser astuta, vivir con un simple y constante miedo que nunca sabría si me abandonaría. Y ocho años después, puedo ver que sigue ahí. No sé si intacto, pero sigue ahí.
Está el miedo de no ser suficiente. Está el miedo de no creer ser capaz. Está el miedo de arruinarlo si tomas una mala decisión o si das un paso en falso.
Muchas personas le tienen miedo a las alturas, por lo que sólo te toma el ir al tope de un edificio mirar hacia abajo un par de veces y puede que tu miedo fácilmente se vaya. Pero nada es seguro, por más de que yo no le tenga miedo a las alturas.
Cuando tenía doce quería ser bailarina, porque veía estos programas de baile. Quería ser como ellos, quería ser parte de algo. Pero cuando tenía catorce entré a una academia y ya no era lo mismo. Ya no era lo que quería hacer.
Después, a los quince, tuve la pregunta de qué hacía yo aquí, cuál era mi propósito en la tierra, si lo único que hacía era leer. El ochenta por ciento de mi tiempo lo perdía en lectura, romances ajenos, uno tras otro. Uno tras otro. Podía releerlos si así me placía, porque siempre quedarían plasmados ahí.
Todavía así, el amor nunca fue una base, no tenía pretendientes cayéndome del cielo. Abigail tampoco. Sólo éramos ella y yo contra el mundo, con Nathan que llegó no mucho después, intentado sobrevivir, intentando dar lo mejor para no ser arrastrados.
—¿Pecas? —su voz no me hace saltar del susto, pero sí me sorprende. Le brindo una mueca, ni siquiera una sonrisa, pero aun así él la devuelve—. ¿En qué piensas? Ya veo que encontraste el sillón.
Se ríe, pero no creo tener una gran sonrisa, estoy pacífica. Sólo encontré un sillón al otro extremo del balcón y lo arrastré hasta tenerlo frente a la barandilla, donde ahora sus codos reposan y me mira.
—Son casi las cinco de la mañana, pecas. ¿Alguna razón de tu insomnio? —cuestiona, pero yo no le contesto—. Hace frío, Zoe. No es bueno que estés aquí ahora. Vas enfermarte.
—Pensaba en las etapas de mi vida, Dal.
—¿Etapas de tu vida? Uh... —frunce sus labios, su vista se sube al cielo. Comienza a aclararse—. ¿Y por dónde te quedaste?
Me hace gracia el que quiera saber, en vez de reírse y decirme cuán estúpido es eso. Quiere escucharme.
—En que Abigail, Nathan y yo siempre estuvimos solos. En que siempre fuimos sólo nosotros, cuando teníamos quince. Ya sabes, junto a Abigail, tus insultos y los de Brendon ya eran lo de menos, ya nos creíamos un poco mejor que eso. Y entonces, cuando teníamos diecisiete, mamá murió. Tenía cáncer, algo hereditario de la abuela. Ella también falleció por eso, cáncer en la córnea.
—¿Hereditario? —jadea, sus expresiones comienzan a cambiar rápidamente, y son tantas que a la décima desisto—. ¿Quiere decir...?
—Quiere decir que probablemente mis hermanos o yo también lo tengamos, sí —le asiento, al parecer confirmando sus sospechas. El horror traspasa su rostro—. Pero calma, Dal. Vamos a un chequeo mensual, y estoy bien. Hay muchas probabilidades de que no sea así. Los genes de papá son bastantes fuertes y hemos intentado llevar un tratamiento para prevenir cualquier cosa.
—¿Entonces? —balbucea.
—Entonces... Es algo que me ha estado persiguiendo, algo que a veces me carcome. Porque necesito a mi mamá, la necesito. Pero ella se fue y no la puedo culpar, quizás ese era su plan de vida, o qué puedo saber yo. Me aferro a la idea de que todo pasa por una razón, ¿sabes? Soy buena creyente. En Dios. Y si Él lo quiso así, ¿qué puedo hacer yo?
—Pecas...
—Antes de Nathan, e incluso después de Nathan, teníamos un amigo —mi labio tiembla, con mi vista fija sobre su hombro—. Su nombre era Sam. Y se suicidó. Porque se sentía solo, él... No tenía familia, es decir, dormía en las calles la mayor parte del tiempo, pero entre nosotros intentábamos ayudarlo. Aun después de todo eso, él sólo se metió frente a un autobús.
Suspiro. No sé si estoy llorando, porque no es algo que me siga afectando al punto de llorar, sino que está ahí. Doliendo, pero es como ese dolor al que ya estás acostumbrado. Ese dolor que está ahí. Sólo ahí. Si se va, bien, y si no, también.
No soy consciente de su reacción, no estoy prestándole atención.
—Desde entonces, entre Nathan, Abigail y yo nos prometimos que viviríamos, no sólo por él, sino por cualquier otro caso de muerte. Que viviríamos al límite, y vivir al límite para nosotros era hacer lo que nos gustaba hacer, sonreírles a las personas en la calle, decir "gracias" o "de nada", comer sin culpa, ser nosotros mismos. Ser como queríamos que las demás personas fuesen.
—He ahí el secreto —esta vez llego a fijar mi mirada, donde puedo observarlo sonreír desde su comisura. El característico cosquilleo aparece, no me preocupo en apaciguarlo.
—He ahí el secreto —repito—. Teníamos una cámara, salíamos corriendo con ella después de clases, haciendo idioteces por el camino hasta llegar a casa, y sólo éramos nosotros tres —risoteo ante el recuerdo—. Nathan era un complemento, él quería ser como nosotras. Nuestra forma de ser solía ser su punto de halago. Nos llamaba "pajaritos" por la libertad que poseíamos.
—¿Por eso el tatuaje de un ave en tu hombro? —me apunta a lo que creo es mi hombro derecho—. Abigail tiene el suyo en su muñeca y Nathan en el pecho. Créeme, me he percatado bastante de eso.
—Besaste mi tatuaje anoche, Dal —entrecierro mis ojos. Decido que mi gusta el escucharlo reír. Me gusta muchísimo.
—Soy culpable.
—Sí —susurro en un asiento. Y me vuelve a mirar por otro minuto, esperando a que prosiga—. Teníamos esa libertad de no dejarnos vencer por nada, el colegio era un chiste y creíamos que la vida era una sola, ¿pero sabes algo? Eso no era cierto. Cada año es una vida nueva, vuelves a nacer, vuelves a crear recuerdos, vuelves a aprender, siempre habrá algo nuevo que aprender. Tenemos miles de vidas, Dal, y de nosotros depende el cómo vivirlas.
—¿Amas las vidas?
—Sí. Puedo crear nuevas vidas, incluso —froto mis brazos con mis manos—. A través de la escritura, el poder crear y tener el control, hacer arte, deleitar. Tengo tantas ganas de aprender, y todavía me faltan tantos libros por leer, tantas películas por ver, tantas ideas de las cuales quisiera escribir, tantas canciones y bandas que me quedan por descubrir, tantos lugares a los cuales viajar. Tengo miedo de que la vida no me alcance.
Me estremezco cuando me río, porque eso suena patético. Pero es mi miedo, miedo de no sobrevivir, miedo a irme y no haber hecho todo lo que me gustaría.
Miedo a que la vida no me alcance.
Él no me dice nada, pero se sienta a mi lado y sus brazos me acogen. No necesito consuelo, quería que alguien me escuchara, y eso hizo él. Él abrazo es más como un bonus, y no me quejo. Es reconfortante, Dallon me hace sentir bien. Me hace sentir feliz.
—¿Siguen viviendo al límite? —me pregunta, llevando con sus dedos mechones de cabello tras mi oreja. No parece estar sorprendido del que no esté llorando, porque ha sido algo conmovido. Pero una vez más, él simplemente está ahí. Está ahí para sostenerme.
¿Pero cómo...?
—Quizás lo dejamos de hacer inconscientemente hace un par de años, probablemente después de la secundaria, cuando la responsabilidad se vio como algo sobresaliente. Pero eso jamás quitó que nos necesitáramos el uno al otro.
—Quisiera tener algo para decirte, pero me has dejado atónito.
—No tienes que decir nada, Dal —acaricio su rostro con mi mano. Mientras dormía lo observé, tiene las características exactas de ser un muñeco Ken traído a la vida, podía delinear sus labios y su nariz. No sé si extrañaba este tipo de sentimientos, pero ahora no me molesta—. Con que me escuches es más que suficiente.
—Bien —pasa a acariciar mi pómulo también, y nos sonreímos. Mierda, sí, me siento bien, me siento mejor que nunca—. ¿Te digo algo? A veces pienso que eres tan inteligente que me haces sentir inculto, o un indio, o un ignorante. Hasta un tonto, si es posible.
Me río, cerrando mis ojos ante sus actos.
—Tú también eres inteligente, Hag.
—Puedo leer millones de libros, si es por eso —frunce su nariz—, y veo que me has conseguido otro sobrenombre, así que ¿por qué no?
—¿Estás dispuesto a leer millones de libros sólo porque te sentirías un indio a mi lado sino?
—¿Eso cuenta como estar contigo por un largo tiempo?
—Eso sería un sí.
—¡Leeré millones de libros sólo por ti!
En sus brazos me estruja, empezando a repartir repetidos besos en mi rostro.
Yo realmente me siento segura. Yo realmente quiero a Dallon. Y por encima de todos mis miedos, ¿qué me asegura que con un simple abrazo él no puede salvarme?
—¡Mira esto! —Brad salta de uno de los pasillos, sujetando un diminuto pijama azul en sus manos junto a su gorrito de diferentes puntos de colores.
—Es azul —replica Brendon, fastidiado. A él no le hace gracia una vestimenta azul, cuando sus esperanzas están puestas en otra cosa. Algo más... Rosa.
—Lo es —le asiente Brad.
—Será niña.
—Tú no lo sabes, campeón.
—Claro que sí —reprocha, y antes de que se arme una guerra civil, Abigail aparece a sus espaldas.
—¿Recuerdas lo que te dije? —presiona sus manos en los hombros del trigueño, provocándole rodar los ojos.
—Sé que no te importa si es hembra o varón, ¡pero yo en verdad siento que será una niña! Ya sabes, una mini Abigail, una mini tú, ¿comprendes?
—Comprendo, pero...
—¿Y si compramos todo blanco y nos ahorramos un par de atuendos hasta que el bebé nazca? —doy una sonrisa después de interrumpirlos. A ella le parece buena idea, pero Brendon bufa, escapándose de las manos de Abigail y de la vista de todos. Luego escuchamos la campana de la puerta principal sonar. Se ha ido.
—Yo iré con él —suspira Dallon, dejando un beso en mi cabeza y un pequeño estrechón a Abigail.
Lo vemos irse por el mismo pasillo tomado un segundo antes por Brendon y luego la misma campana sonando. Ella suelta un gruñido. Nathan es quien aparece para abrazarla, sus ánimos decaen, dejando un conjunto de las mismas ropas diminutas en su respectivo lugar.
—Salgamos de aquí —nos dice, jalando de mi mano y nos vemos en esa cadena donde ella me lleva a mí, yo a Nathan y Nathan a Brad fuera de la tienda.
Nuestros ojos brillaron al pasar por la tienda, pero fue Brendon quien saltó hacia Abigail y luego yo le seguí. Puede que nadie esté más emocionado por "ponquecito" que él, lo cual resulta agobiador por el hecho de que imaginamos que sería el último en estarlo.
Le suelo pedir a Dallon y Devon que no se burlen de él, porque en algún momento ellos estarán en las mismas y luego quieren ocultar su rostro sonrojado de culpa y vergüenza por más que no lo consiguen.
Esto, para no haber sido algo planeado, sino algo más bien caído del puto cielo, joder... Está yendo mejor de lo que alguna vez imaginamos. Al alejarnos de todo y todos esta semana, Phil se ha enterado de la noticia y llorado por vídeo cámara. Al parecer a la bonita Liz se le ha escapado la noticia y Abigail quería ahorcarla, pero prometió ser al primero en ir a visitar cuando regresemos.
Por otro lado, hace casi seis meses no tenemos noticias de la muy hija de puta de Brooke, y mientras menos sepamos, mejor para nosotros. Lo que hay que andar es cagados, porque quiere decir lo mismo de hace dos meses cuando nos estábamos planteando su ausencia por primera vez: puede ser peligroso.
Sobre Wesley no tenemos idea tampoco. Y eso para mí es como una total libertad de la que no tengo que alardear. Al menos me he alejado antes de que todo empeorara. Mi pecho se achica cada vez que lo recuerdo, sintiendo miedo y decepción, más que desprecio, horror.
Nos encaminamos una cafetería, de esas donde venden diferentes tipos de postres y que enseguida llamó la atención de ella y Brad, Nathan y yo optamos por un café necesario por la tarde y aviso a Dallon nuestra ubicación por un mensaje.
Devon y Chloe han salido, pero nuevamente Chloe se ha estado comportando extraño, casi no conversa o es como suele ser ella. Se lo comenté a Abigail, y la hemos estado observando entre ayer y hoy. Luego Devon nos pilló a eso de media noche, y por eso hoy la ha invitado a algún otro lugar para "despejar su mente". Confío en Devon, pero eso no me quita estar preocupada.
—Cada vez me jode más, lo juro —la castaña restriega su rostro con sus manos. Entre miradas, Nathan, Brad y yo nos decidimos por dejar que se descargue. Sin embargo, no es nuestro punto más fuerte—. Habla como si tuviese el jodido derecho.
—¿Y es que no lo tiene? —el primero en saltar es Nathan, claro está. Hace un ademán de responder que él vuelve a interrumpir—. Eso tiene su nombre, Abigail, y se llama ser malagradecido. ¿Es que acaso Robert estaría entusiasmado de si será niña o niño?
Ella se queda callada. La penetrante mirada de Nathan encaja en ella como anillo al dedo y se murmura un "eso creí", dejándola roja de rabia, porque se trata de eso. Doy un gran suspiro, incluso me llego a tomar mi tiempo cuando no contesta.
—Mierda, Abi, debes dejar de tratarlo como si fuese otro nada más. Sabes cómo ha estado actuando Brendon últimamente, se preocupa más por ti de lo que yo estoy haciendo, cosa que es bastante.
—No es bueno dejarlo de lado cuando está haciendo tanto por ti —nos secunda Brad, que ha vuelto a ser la cabeza razonable del grupo. El tema de haberse acostado con alguien más estando ebrio se desvanece poco a poco. Como volviéndose a ganar su puesto.
—¡No lo estoy dejando de lado ni nada de eso, por Dios! —rechina sus dientes, aun cuando tiene un trozo de pastel de chocolate metido en la boca—. Es que a veces simplemente resulta molesto, y me lleva la contraria muchas veces y me dice qué hacer y qué comer y que no, ¡eso es estresante!
—¡Porque se preocupa por ti! —coreamos entre los tres, cosas similares y fuera de tiempo, pero es lo que queremos decir entre todos y ella rezonga como si tuviese diez.
—Lo próximo que sabrás es que le cortaron las bolas y nunca te lo perdonarás, ese tipo quiere ser el padre de lo que sea la mierda que tienes adentro y entonces tú vienes siendo una malagradecida, y joder, Abi, te amo, pero es ridículo y sabes en gran parte que lo es porque te conozco —espeta Nathan con rapidez—. Odias que haga esto de decirte las cosas que sabes que necesitas saber pero no quieres escuchar y es cuando todo explota, porque las cosas son como son.
—Nathan, está embarazada —reprende Brad a su lado cuando él termina de hablar entre jadeos y Abigail está a nada de romper a llorar. Es cuando tengo que sujetarla cuando quiere pararse e irse, realmente detesta cuando le dicen cosas que sabemos que no quiere ir, y por eso es tan terca.
—¡Yo sólo no sé cómo hacer esto! —jalonea su brazo hasta soltarse de mí, obteniendo la atención de otras personas alrededor. Se sienta, estallando en llanto e ignorando a la gente chismosa sedienta por saber sobre la situación.
—Tranquila —le digo frotando su brazo, Brad le da una mirada resignada a Nathan y arrastra su silla hasta estar del otro lado de Abigail y poder abrazarla.
—¡No! Escucha, ¿crees que tener a Brendon de repente cuando estaba pensando que mi vida se había terminado es algo que no agradezco? ¡Lo es! Pero... —sus manos se mueven con desesperación—. ¡No sé qué hacer! No sé qué decirle, no sé cómo tratarlo, no sé qué hacer. Siempre está ahí, día y noche, cuando lo necesito y cuando no, ¿y todo eso desde cuándo?
—Todo está pasando rápido y eso está bien, Abi —intento reconfortar. Nathan está cruzado de brazos, respirando con dificultad, tratando de pasar ese particular enojo repentino que siempre le ha venido cuando se trata de Abigail. Ese del cual siempre termina disculpándose porque yo se lo digo.
Y esta no es la excepción. Es tal la costumbre, que desde hace un tiempo ya con una mirada es suficiente para tal acto, pero esta vez procura evadir mi mirada, porque sabe que lo haré, y porque sé que lo terminará haciendo de todas formas. Porque no hay manera en este maldito infierno que Nathan no me preste atención.
—Bien —alza sus manos cuando gano la guerra de miradas—. Abi, mira, Zoe tiene razón. Las cosas sólo están pasando rápido, pero ten en cuenta de que es el mismo niño del colegio y la prepa, y que este es el destino de ambos. No es algo que puede suceder de un día para otro, ya esto viene por años.
—Sabemos que tanto a Zoe como a ti lo que más le preocupa es el tiempo —dice Brad—, en cuanto tiempo suceden las cosas y blah, blah, blah. Sólo mira nada más, Zoe y Dallon ya estuvieron juntos.
Mi boca se abre en sorpresa, tanto como los ojos de Abigail hacia mí. Es algo que claramente no he comentado.
—¿Es verdad, Zoe? —me pregunta, balbuceo. Puedo ver por el rabillo de mi ojo a los otros dos reprimiendo sus risas. Cómo los odio—. Zoe, ¿eso es verdad?
—Yo... Sí —mi voz sale en un hilo, Nathan y Bradley estallan en risas. Quiero asesinarlos—. ¡Te lo iba a decir!
—¿Cuándo pasó?
—Cuando llegamos —hago una mueca. Tiendo a golpear a la pareja frente a nosotras—. ¡Ni siquiera sé cómo es que lo saben!
—Date cuenta de que las paredes son literalmente de papel, querida amiga —Nathan sube y baja sus cejas. Yo bufo, porque ahora comprendo porqué a Abigail le jode tanto. A pesar de que conocemos cómo es Nathan, por ende también sabemos como es Bradley. Hijos de...
De la nada tengo a Abigail abrazándome con fuerza, dando pequeños chillidos que parecen de felicidad. ¿Es que el embarazo también te pone bipolar? Joder.
—¡Maldición, al fin! —nos mece de un lado a otro—. Ya era hora. ¡Estoy tan feliz por ti!
—¿Gracias? —frunzo mi ceño.
—Te dije que no sería la gran cosa —murmura Nathan a Brad, él rueda los ojos en respuesta.
—¿No sería la gran cosa?
—Brad dijo que Dallon y tú tardarían más de cinco meses de relación en acostarse, pero yo dije que no sería la gran cosa y que estarías dispuesta a dejarlo ser el primero, porque ya era hora de que te lo metieran, mujer.
Le agradezco a Brad cuando le golpea la nuca con su mano, pero luego está Abigail secundándolo y dándole la razón.
Por este tipo de momentos es que nos consideramos un desastre. Ese concepto de "familia desastrosa" cada vez toma más sentido. Abigail y Nathan se abrazan, dándose una disculpa mutua, como siempre luego de que este tipo de cosas suceden. Somos tan raros que no nos preocupa, sólo somos como somos.
Y terminamos por hacer ese jodido acuerdo de mierda donde aseguramos no preocuparnos más sobre llevar las cosas con calma o si nos sentimos listas para llevarlo al punto que queremos. Casi volviendo a nuestro lema de libertad, ese le que comenté a Dallon en la mañana.
No bromeaba sobre hacerlo leer los libros, sin embargo, me estuvo fastidiando unas horas para que le recomendara uno de esos libros de romances que sólo se leen por internet, aquellas novelas que suelen escribir los fans sobre sus ídolos, incluso romances gays que a Nathan le hacen gracia y ha llegado hasta a aprender.
No es mi culpa haberme criado con los libros estando en internet. Nunca tuve una gran fortuna, y los libros en realidad son careros.
Estando calmados, regresamos con Dallon y Brendon. Ellos se abrazan y le comento a Dallon sobre lo que ha dicho Nathan de las paredes de papel, y sólo pudo aludir sobre que es un tema nuestro y que no había ningún problema. Que jodidamente todos se enteraran de que esto realmente estaba funcionando y lo besé.
Hicimos un pequeño mercado, reencontrándonos con Devon y Chloe y regresamos a casa. Planteándonos el ir a la playa al día siguiente, ya que fue a eso a lo que vinimos y es lo menos que hemos hecho.
—Había esta chica que solía coquetearme —cuenta Nathan—, y un día la besé y no sentí nada.
—¿Nada de nada? —cuestiona Chloe, casi con su boca abierta.
—Nada de nada —niega—, no se me paró, nada me pasó por la mente. Simplemente estaba ahí y ya. Y conste que era realmente sexy, tenía un buen culo y demás, pero yo era gay. Así que...
—Yo tengo nombre, Nathan, de nada —le digo pasándole por el lado, yendo a la cocina junto a Abi—. Y no te coqueteaba.
—Zoe —se ríe girando a mí—, me coqueteabas.
—No era mi culpa que estuvieses bueno —bufo. Oigo la respiración pesada de Dallon en un extremo, mientras Brendon y Devon lo miran e intentan reprimir sus risas—. Me desilusionaste.
—No fue mi intención —se carcajea. Muerdo mi labio, sabiendo lo que se viene—. Nada es imposible.
—¿Sabes, Brad? —se eleva la voz de Dallon—. Tengo delirios gays también por si algún día quieres salir. Sólo digo.
—Ni se te ocurra, hijo de perra —salta Nathan, apuntándolo con maldad con una cuchara.
—Oh, ya veo —asiente burlista—. ¿Cómo se siente?
Las risas se riegan por todo el espacio, mientras tiendo a abrazar a Dallon por su ataque de celos tontos. Quitándole la mueca de enojo tras besar sus labios y ya lo tengo sonriendo, creo que Brad hace lo mismo y estamos bien de nuevo.
—Si hablamos de amores desastrosos, les contaré la historia sobre como la chica con la que solía coger terminó siendo mi hermanastra —interviene Brendon, recibiendo una mirada desafiante por parte de Abigail, quitándole todo lo discreto.
—Yo estaría encantada de escucharla —ladea su cabeza, con sus codos apoyados en la mesa frente a él.
—Se la presentó a su mamá como su amiga, un día el papá la fue a buscar y fue ese típico amor a primera vista porque la mamá de Brendon está buena y es como una ventaja, a los seis meses descubrieron que estaban cogiendo y para ese entonces ya estaban como una pareja —cuenta Dallon rápidamente, quitándole la emoción a la situación entre Brendon y Abigail.
—¡No hay tiempo de protestar, la cena está lista y tengo hambre! —grito, interrumpiendo lo que sea la mierda que estaban a punto de ponerse a pelear—. Veremos Netflix, ¿quién conmigo? Tenemos tiempo.
—¿Siempre le tienes que quitar la emoción a todo, perra Ainsworth? —Chloe hace una mueca y le sonrío burlista, sacándole mi dedo medio, gesto que me regresa. Esta es mi Chloe, joder.
Bajito le doy las gracias a Devon mientras servimos la comida y me sonríe tras decir "de nada" porque realmente estaba preocupada y ahora ella está riendo. No me interesa si a Chloe le da por cogerse a todo el mundo o si Devon está enamorado de otra chica. Considero que dos personas que se hagan reír mutuamente tienen derecho a todo.
—Hace frío —alargo, Abigail me empuja hasta las habitaciones, buscando nuestros abrigos.
—¿Es tu teléfono? —me pregunta al oír el sonido de algún aparato. Frunzo mi ceño, escarbando entre los bolsos. Para haber establecido el quedarnos sólo una semana, trajimos cientos de cosas.
—Sí, es mío —mi ceño sigue fruncido cuando lo encuentro, mirando la pantalla.
—¿Quién es?
—Dice número privado, tengo ocho llamadas perdidas.
—Atiende.
Le hago caso, llevándolo a mi oreja para poder responder. No escucho nada por un minuto.
—¿Hola? —pregunto de nuevo, nadie contesta en ese momento, por lo que cuando lo hacen, tiendo a sobresaltarme. Es una risa—. ¿Quién habla?
—Creí que no responderías nunca, Ainsworth —dice una voz gruesa, una voz que no he escuchado nunca, una voz que me hace estremecer de escalofríos. Se vuelve a reír cuando hago las mismas preguntas—. Escucha esto, porque te lo diré una vez, Zoe, una sola vez, ¿estamos de acuerdo?
Mi corazón comienza a latir con fuerza, sabe mi nombre.
—¿Quién mierda eres y cómo sabes mi nombre? —mi expresión de horror espanta a Abigail. Masculla mi nombre un par de veces, preguntándome, sólo la puedo mirar. La respiración del tipo es lo único que oigo hasta que vuelvo a hablarle.
—Te escapaste, Zoey, realmente lo hiciste. Pero te voy a encontrar, ¿escuchaste? Te voy a encontrar en donde quiera que estés, perra. Yo tú tendría miedo, por tus familiares, tu bonito sobrino Nick, y esta el embarazo de tu amiga. ¿Abigail se llama? Mierda, la he visto. Ese tal Brendon es tan afortunado.
—¡¿Quién eres?! —exclamo al parlante, temblando. Mierda, mierda, mierda. Veo a los demás asomarse por la puerta preguntando qué sucede. Y yo realmente quisiera tener la respuesta a ello.
—Te diré que si no regresas a Tampa lo antes posible, me veré obligado a recurrir a medios de los cuales no estarás muy contenta, ¿eso sí lo puedes saber, no? Tus amigos, tu familia, todos tus seres queridos se verán afectados. Tu amiga Chloe fue la mejor manera para empezar, créeme. Pero te voy a encontrar. Te voy a encontrar.
Grito cuando se escucha el pitido de que la llamada ha acabado, dejándome repentinamente aterrorizada. ¿Volver a Tampa lo antes posible? ¡De lo contrario está amenazándome con lastimar a todas las personas importantes para mí!
—Chloe, Chloe —la llamo, cuando la tengo en frente sus ojos me irradian desespero y terror. Ella sabe de qué se trata—. ¿Te ha estado llamando a ti también? Ese tipo, sé sincera, por favor, ¿te ha estado amenazando a ti también?
Ella tiembla, rompiendo en llanto al mismo tiempo que yo. Ignorando las súplicas de los demás en saber qué pasa al mismo tiempo que yo. Centrándonos en lo que le estoy preguntando, con el miedo carcomiéndome cada segundo que pasa.
Y cuando me asiente, creo sentir el mundo caer sobre nosotros, como un maldito meteorito a tierra. Como la colisión de dos autos. Como la muerte de alguien o una llamada de amenaza.
"Te voy a encontrar".
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro