sixteen, siempre has sido tú.
Dallon
Me pierdo en las gotas de lluvia corriendo por el ventanal, incluso hago a un par tener una competencia hasta que se pierden al final de la ventana, como hacía cuando era niño. Como Zoe lo mencionó una vez.
Podría estar dentro del apartamento, pero el frío es bastante considerable dando por hecho que no ha parado de llover y que éste apartamento que alguna vez compré junto a Devon a espaldas de nuestros padres no cuenta con calefacción. Es como si estuviésemos en Nueva York en plena víspera de navidad, para la que por cierto, no falta mucho.
Paso con furor mis manos por mis brazos enchaquetados, ya no encuentro qué ponerme encima para calmar el frío.
Quizás necesitas el calor de otro cuerpo junto a ti, haciéndote la compañía que tanto añoras.
Sacudo la cabeza, alejando esos pensamientos.
No es posible lo que el amor puede hacerle a alguien, simplemente todo es tan confuso. La vida en general es terriblemente confusa.
Desde el nacimiento, pasando por las matemáticas y llegando a la muerte. Detesto la matemática. Como muchas otras cosas.
Pero aun así, ni pensando en las matemáticas, puedo sacar sus ojos de mi mente. Detesto estar enamorado. Incluso lo detesto más que las matemáticas.
Pero entonces recuerdo que estoy enamorado de Zoe, y todo parece disiparse como la niebla, como pétalos en un valle. Como las palabras al vacío.
Estoy tan estúpidamente enamorado de Zoe que me siento vulnerable. Me hace daño, pero no me interesa. Ella no puede quererme con la misma intensidad que la quiero yo a ella.
Porque la amo. Realmente lo hago.
Y yo... Yo simplemente he llegado para cagarla. Para hundir todo lo que ha logrado, sólo porque soy un imbécil que no sabe cómo controlar sus sentimientos.
Todo está mal.
Todo está simplemente mal.
No tengo a mi mejor amigo. Porque la he cagado.
No tengo a mi hermano. Porque la he cagado.
No tengo a Zoe. Porque la he cagado.
¿Y mi familia? Bah, ¿qué es eso? Todo va hacia lo mencionado anteriormente, y queda en nada. Absolutamente nada.
Y es que todo parece tan exagerado. ¡Todo es tan absurdamente exagerado! ¡Yo sólo quería ayudar!
Pero no puedo. Yo lastimo a las personas, haciendo todo parecer exagerado. Yo soy exagerado.
A penas supe que Zoe tenía "novio" aquella vez que la invité a cenar por primera vez, lo primero que cruzó mi cabeza fue el licor, como si esa mierda fuese a arreglar algún problema.
Tan jodidamente patético y exagerado.
Tanto, que el mismo día que Devon me sacó de ese lugar, y me advirtió que no me acercara a Zoe hasta que la situación se tranquilizara, volví a hacer lo mismo. Lamentándome por mis idioteces, sintiéndome culpable conmigo mismo por toda aquella pequeñez que alguna vez llegué a realizar.
Desde haber repetido tercer grado hasta no escuchar cuando mi mejor amigo me decía, con toda la sinceridad acumulada en sí, que no me metiera en su vida, que no necesitaba de mi ayuda.
Debí haberlo escuchado. Y no lo hice.
¿Qué puede mejorar mi vida ahora mismo? Si puedo jurar que el poco aprecio que había logrado obtener de Zoe está más muerto que el mismo John Lennon.
Mi Zoe.
El apartamento siempre está vacío, pero ahora el vacío complementa mi soledad y el par de muebles con el pequeño televisor, junto a la cocina poco poblada y el par de habitaciones prácticamente intactas son mis únicos acompañantes justo ahora.
Nunca fui muy fanático del café, me da igual, pero también ha sido un complemento para torturarme, para mantenerme despierto, y mantenerse despierto es pensar, y pensar es estar vivo. No creo estar vivo ahora mismo, puesto que la lluvia torrencial que suele ser fiel porque me tranquiliza ha cesado un poco.
Llorar no me sirve, los primeros tres días me sentí como una maldita chica adolescente con su periodo, porque no podía abrir la jodida nevera, o darme una ducha o acostarme a dormir cuando ya estaba largando el llanto.
Siempre fuiste patético, Dallon, y me temo que siempre lo serás.
Mis pensamientos son interrumpidos por el sonido de la puerta. Frunzo mi ceño, ¿quién podría estar tocando la puerta ahora? Son casi las once de las noche de un día domingo, una increíble lluvia acaba de hacer presencia no hace un par de minutos atrás, persistiendo por más de tres horas y hace un frío que puede estar compitiendo con el de la Atlántida, ¿y tocan la puerta?
Nadie, además de Brendon, Devon, Cam y Kenny sabe sobre este lugar, aunque creo que Alice sí, por más que no le tome importancia alguna. Es un pequeño apartamento en el centro de Florida entre las calles de montones de edificios confusos. ¿Quién demonios puede ser?
Dejando mi taza en la barra de la cocina, me aproximo a la puerta, viendo de quién se trata por la ranura de ésta.
Mi estómago da un vuelco agonizante al ver a Zoe del otro lado de la puerta y me alarmo.
¡¿Pero qué mierda?!
Puede vérsele claramente empapada de pies a cabeza, con sus manos pasando con rudeza por encima de su chaqueta de mezclilla que se ha convertido en azul oscuro por la humedad e incluso detallo la punta de su nariz rojiza. Se ve perfecta.
Son sus siguientes golpeteos contra la puerta los que me hacen volver a pisar tierra. Me apresuro a abrirla, y como el imbécil inconsciente que soy, me la quedo mirando con notorio asombro, pero ella tampoco hace algún movimiento.
Su pequeño bolso también de mezclilla colgando a un lado de su cuerpo va tomado por sus manos, que se alejaron de la puerta al momento que la abrí, como si fuese fuego o contagioso.
—Hola —logro articular antes que ella, creyendo que le hago la tarea un poco más fácil cuando veo que de sus labios no salen más que balbuceos.
Nada me sorprende más que su visita después de semana y media sin saber de ella. Una semana de mierda desde el incidente con Wesley. El tan solo recuerdo sigue haciendo mi sangre arder, no sé qué fue de él, pero me dejó igual de degollado. Mi mandíbula duele, al igual que mi ceja y ambos de mis pómulos. Comer esos días ha sido infernal por las lastimaduras en mis costillas, uniéndole mis pocos ánimos de hacer algo.
La pelea con Wesley fue una intensa. No supe en qué momento logró tenerme contra la pared, regresando hacia mí la misma cantidad de golpes que le proporcioné a él. Separarnos había sido en vano por, al menos, cinco minutos, y considero que fueron los peores.
Mi padre me metió a la cárcel por haber incumplido las reglas de la empresa, las cuales suenan más a sus reglas y de las cuales no sé. Lo único que sé es que no quiere saber nada sobre mí porque he dejado a la empresa en ridículo ante las autoridades de otras, y que me repitió, por mucho, tres veces, lo decepcionado que está de mí.
Mi madre, como siempre, nunca tuvo lugar entre las palabras de su marido. Siendo víctima desde siempre.
¿Pero así es el amor, no? Cuando amas no ves, eres ciego. Jodidamente ciego. Tan ciego que no ves el daño que le causas a la persona que supones amar, y tan ciego que eres incapaz de ver el daño que aquella persona te hace a ti de igual forma, con tal de ser correspondido. Amor devoto.
—Hola —pronuncia ella.
—Pasa —prosigo a decirle, haciéndome a un lado. No la dejaría parada en el umbral de una puerta con tal frío emanando hasta desde la paredes, así en los adentros no fuese mucha la diferencia, puede ser notable.
Ella le da un leve vistazo al lugar, que no dura mucho porque en sí no hay casi nada por observar, todo es muy simple y reducido. Es cómodo.
Mi espalda se apoya de la puerta, sin evitar bajar mi mirada hasta mis calcetines impares. Ella se gira hacia mí, dándome toda su atención, obligándome a mirarla. Y sé que mis ojos brillan, porque mientras ella abarque mi campo visual, mi mirada siempre brillará bajo su esplendor. Por ella, sólo por ella.
No necesito mariposas cuando me diste todo el maldito zoológico.*
— ¿Cómo estás? —pregunta, y por primera vez, no sé qué contestarle. Opto por ser honesto.
Yo jamás le mentiría.
—Mal —murmuro—, endemoniadamente mal —la veo bajar su cabeza, se ha apoyado del respaldar de unos de los sofás viejos aun cubiertos por el plástico para que el polvo no penetre—. ¿Cómo has estado tú?
—He estado mejor —quiere dar una risa, lo logra, pero sé que no es real. Yo sé cosas—. En realidad, todo ha sido muy mierda. Ya sabes, la última semana, Abigail se fue del apartamento mientras se decide entre disculparme o no por la travesura, Nathan ha terminado con Brad, espero que temporalmente y luego está tu padre despidiéndome y Devon luchando porque me quede.
Termina su sentencia en un suspiro y un peso me cae en el pecho. Eso es mi culpa.
Enseguida comienzo a negar con la cabeza, lanzando risas incrédulas y dando pasos hacia ella. Le ofrezco sentarse y no se niega, sentándome a su lado. Deja su bolso en la mesita del centro y luego se gira quedando apoyada del respaldar, con su vista fija en mí. Me hace hasta estremecer.
—Eso... Eso es mi culpa, Zoey —es lo primero que se me ocurre decir—. Él me lo advirtió y yo no le hice caso, ¿comprendes? Mi padre te despidió por mi culpa, por ser insensato, todo va a mí. Todo lo que has logrado se ha ido a la mierda por mi culpa.
Su mandíbula tiembla un poco, y baja su cabeza. Debo acumular toda mi voluntad interna para no levantar su mentón y hacer sus ojos conectar con los míos. Porque, mierda, lo extraño tanto. Extraño tanto poder mirarla, sin sucesos absurdos que de repente te hunden sin saber siquiera cómo. Extraño poder hacer sus mejillas sonrojarse con tontos comentarios, su cabello, sus pecas, su olor a frutas.
La extraño a ella, la quiero a ella. La amo a ella. Mientras que yo soy otro imbécil haciendo cosas incoherentes por amor. Cosas sin sentido. Cosas que sin pensarlo dañan, así, de la nada.
Su cabeza se sacude levemente y se alza, dejándome ver que se ha tragado todas sus lágrimas, que puede ser fuerte. Mi Zoe es fuerte.
—Te ves demacrado, Dal —sus delgados dedos pasan a recorrer mi mandíbula, donde sé que habita un morado que por su alrededor va cruzando el amarillo junto al verde y se cubre por la capa de vello facial que ha crecido y por la que no me he preocupado en retirar en lo absoluto. Incluso mi cabello ha crecido.
Su tacto me causa escalofríos y retengo a cerrar mis ojos tras la sensación. Tan suave que debo tomarla de su muñeca para detenerla, o desfallecería, dejando un lento beso en el dorso de ésta cuando su mano encaja en la mía, como si estuviese hecha para mí.
—Créeme que dejé a Wesley muchísimo peor —lanzo una risa que es compartida, sorpresivamente, por una de mis personas favoritas.
Quiero hacerle tantas preguntas, que nuevamente mi mente se nubla sin dejarme procesar alguna. Con suerte, ella parece tener algo sobre lo que hablar, y me encanta, porque me he dado cuenta de que la podría escuchar hablar de historia, el clima o hasta sobre cómo el color amarillo le combina bien con el morado, y nunca me cansaría. Y de nuevo lo cliché vuelve a ser tan cierto.
—Vine, no sólo porque quería saber cómo estabas, sino también porque estoy tan confundida que creí verdaderamente que el único que tenía respuestas a mis dudas, eras tú. Así que aquí estoy, Haggart, dispuesta a revolucionar tu mente.
—Pues soy todo oídos —hago un mohín—. Sobre estar bien, hablo en serio cuando te digo que estoy mal. No te estaría mintiendo ni ocultando nada. Soy culpable y está bien si me odias.
—Dios, Dallon, yo no te odio —ladea su cabeza—. Es que simplemente no comprendo el por qué haces las cosas.
—Eres demasiado buena, Zoey.
—Lo sé, soy muy ingenua. Ingenua y vulnerable —lanza un bufido—. Brad no dejaba de repetírmelo.
—No, no me refiero a eso. Me refiero a que eres demasiado buena con aquellos que te lastiman. ¿Crees que comprendí el por qué no me mandaste a la mierda cuando nos reencontramos? ¿O el por qué decidiste aceptar mis sentimientos hacia ti? ¿O el por qué me correspondiste? ¡Nada tiene sentido, Zoe!
—Tengo preguntas que quiero que respondas, Dallon —se endereza en su puesto. Suspiro tras asentir.
—Hazlo.
— ¿Por qué dices que eres el culpable de que tu padre haya decidido despedirme como si nada?
—Porque un día Wesley llegó a su oficina y vaya Dios a saber qué mierda fue lo que le dijo, pero consiguió meterle a la cabeza a mi padre la basura sobre cómo tu relación conmigo empezaba a desconcentrarte de tu trabajo y cómo estaba mezclando el amor con el trabajo. Que la prensa no lo vería bien y que eras una simple empleada como para que alguien como yo estuviese enamorado de ti.
Frunce su ceño, dejando sus labios alineadamente entreabiertos por la sorpresa y con sus manos hace una seña de que prosiga con la información.
—Le dije que nada de eso era cierto, que yo no soy ningún empleado y que no debía hablar de ti como si fueses una cualquiera. Que la prensa era lo menos que me importaba e hice que se enojara al punto de decirme que si no me alejaba de ti, tomaría la medida drástica de tener que despedirte para "el bien de ambos y de la empresa" —hago comillas con mis dedos.
Ahora sus labios se abren y se cierran, tal cual pez bajo el agua.
—Entonces le dije que si me quería y le importaba aunque fuese un poco, que me dijera quién había sido la persona que le había dicho toda aquella mierda, porque mi padre no se la pasaba mucho en la empresa desde hace semanas como para haberse enterado por sí solo y a duras penas pudo pronunciar que había sido Wesley.
—Y fue cuando te descontrolaste y saliste a tirarte encima de él como animal —sentencia inmediatamente y le hago un leve mohín verificado sus palabras—. ¡Que mierda tan increíble!
—Yo no iba dejar a ese imbécil salirse con la suya, Zoe —jadeo exasperado—. De verdad, lamento todo lo que está sucediendo, pero era excederse, ¿entiendes? Decir todo eso nada más para querer alejarte de mí ha sido el último nivel.
Mis hombros bajan al terminar, y sé que ella no consigue las palabras adecuadas para decir ya que estamos en un gran silencio por un poco más de un minuto.
—Bien —suspira—, podemos estar más tranquilos, ¿de acuerdo? No creo volver a tener más problemas con Wesley, en la minoría de los casos ya sabría qué hacer. Sobre mi trabajo, estoy confiando en Devon, y con esto que acabas de decirme pues muchísimo más. Pero no podía dejar pasar por alto el hecho de saber tu punto.
—Entonces... —hago una pausa, con el corazón en la boca—. ¿No me odias?
De la comisura de sus labios se escapa una mueca que termina por hacerse una sonrisa. Y de mis labios se escapa un suspiro silencioso cuando la veo sacudir su cabeza, en negación.
Quiero abrazarla, así que lo hago. No quiero hacerme de esperar, pero debo hacerlo porque por más desesperado que esté, sé que eso nunca se es bien visto. Por lo que ver sus labios es tan tentativo como las caricias que brinda a mi espalda. Con mi nariz roso su cuello, disfrutando de ese olor que tanto extrañé.
Me hice adicto a su olor. Me hice adicto a sus besos. Me hice adicto a su tacto. Me hice adicto a su dulzura. Me hice adicto a su inocencia. Me hice adicto a su vulnerabilidad. Me hice adicto a sus pecas y a sus pestañas, a su mirar y su pesar, a los miedos e inseguridades que estoy dispuesto a conocer y a sus metas que faltan por aclarar.
Podría seguir enumerando y no me alcanzaría. Me hice adicto a ella y no me arrepiento.
Creo que encontré mi nueva droga, y esta viene con unas pequeñas manos, ojos levemente castaños y besos dulces que hacen a mi paladar enloquecer.
La amo.
La amo más de lo que alguna vez llegué a amar a alguien.
La amo incluso más que a mí mismo.
La amo y ella debe saberlo, pero aún no es el momento. Será poco a poco.
Pero simplemente la amo.
—Propongo algo —separa su torso del mío, con alivio recorriendo mi interior como flechas al azar, poso mi atención en ella—. Empecemos todo desde un principio, desde cero, y esta vez iremos con calma y precisión.
El brillo en sus ojos se me antoja infantil y dulzón, pero no un dulzón desagradable, todo lo contrario. Las bolitas sonrosadas que se forman por encima de sus pómulos me hacen ver que ella está siendo honesta, que realmente quiere dejar todo atrás y comenzar desde cero.
Pero... ¿De nuevo?
—Desde cero... ¿Otra vez?
—Y cuantas veces sean necesarias para recordar quienes somos y qué es lo que en verdad queremos el uno del otro —especula con claridad, sin pegarse en ninguna palabra o hacer una pausa, no le fue necesario. E inmediatamente estoy de acuerdo.
Quisiera ser poeta o saber sobre poesía, porque quisiera regalarle mil y un poemas pero me siento inservible. Nunca sé qué decir, me siento inútil a su lado, porque ella lo roba todo y me deja flotando en una nube donde sólo me es capaz visualizarla a ella. ¿Y qué más es lo que puedo pedir?
No me hace falta nada con sentir su presencia a mi lado. Estar perdidamente enamorado es una mierda, ¿pero estar perdidamente enamorado de ella? No es ni siquiera un privilegio, es exactamente todo lo que le sigue.
—Mi nombre es Zoe Ainsworth —posa su mano frente a mí—. Y me gusta un hombre ardiente con delirios ególatras que me ha hecho prometerle que no volvería a comer alguna pizza sin él, y por alguna extraña razón se ha fijado más en mis pecas y mi trasero que cualquier otra cosa.
Me río, eso no es cierto.
—Soy Dallon Haggart —sonrío estrechando su mano con gentileza—. Y estoy enamorado de una chica virgen que detesta el helado de café, sigue una política estricta sobre su vida y ama a los gays.
—Esa soy yo —hace un mohín, para luego echarse varias risas conmigo de fondo. Me tomo el tiempo de detallarla, porque es una de mis cosas favoritas.
He escuchado hermosas canciones, tranquilas y románticas melodías; me he perdido en la sensación de paz que me brinda el sonido de un piano o una flauta dulce, pero jamás había escuchado un sonido más bello que su risa. Carcajadas joviales y sinceras. Dulce melodía que alegra mi alma y me hace sonreír.
Esa es ella. Y nada podría nunca hacerme cambiar de parecer.
Muerdo incluso mi labio para retenerme nuevamente a las ganas de querer atacar sus labios en un beso cálido, suave y majestuoso. Queriendo saborear cada rincón, queriendo explotar cada centímetro, sintiendo sus manos dar caricias que me envían a otro mundo y de regreso.
Puedo apreciar el mismo deseo en ella, he sabido analizar sus miradas, lo que transmite, cada cuanto pestañea entre palabras e incluso he contado cuantas veces mastica antes de tragar un alimento. Todo porque nada me hace más ilusión que el mirarla.
Y este soy yo. Un jodido imbécil perdidamente enamorado de la niña que solía molestar en tercer grado. Y por primera vez en un tiempo considerable, me siento bien. Y es todo gracias a ella... Otra vez.
— ¿Qué has sabido de Brendon? —cuestiona en murmuro. Sé que siente curiosidad, así que suspiro.
—Sucedió lo mismo que con Devon y mi padre, no supe escuchar en el momento debido y fui esa última gota de derramó el vaso. Regresé a la universidad y no he podido encargarme de saber sobre él, tampoco se ha aparecido por la librería y sé que debo darle su tiempo, ¿sabes? No quiero seguir entrometiéndome.
—Esperarás a que él decida venir a por ti, cuando se sienta listo y quiera volver a plantearte sobre cualquier cosa —lo que dice suena más a preguntas que afirmaciones, pero asiento en tal caso, porque es eso lo que realmente quiero hacer. Ella asiente, procesando aquello—. Pues, supongo que debo hacer lo mismo con Abigail. También creo haberme metido en su vida cuando no debí.
—Somos unas mierdas de amigos —vuelvo a reír, y siento estremecer cuando ríe.
Nos hemos quedado callados una vez más, siendo el sonido de las gotas caer contra la ventana el único estruendo que logra destacarse del silencio que resulta cómodo. Pero es porque estamos cruzando miradas, es porque volvemos añorarnos en silencio.
¿Si tanto queremos, por qué no lo hacemos?
Dicho eso, me desbordo, no quiero soportarlo más. Mis nudillos se han deslizado por su mejilla, dejando así mismo dedos en su barbilla, admirando el grosor de sus labios entreabiertos.
Y la beso. La beso con toda la desesperación acumulada de las últimas semanas, la beso como si fuese la primera vez, porque me siento así. Detesto tanto que me haga sentir así, tan vulnerable. Tan ido. Tan inconsciente.
Tan perdido.
Necesito sentirla junto a mí, necesito saber si esto es un engaño de mi mente o una preciosa realidad. Me aferro con todas mis ganas a la segunda opción, al igual que me aferro a ella para que termine en mi regazo, siendo mis labios los que descienden por su cuello, dejando un camino hasta su clavícula donde reparto cortas y suaves mordidas.
Hundiéndome en su piel.
Ella nunca va a amarme de la manera en la que yo la amo a ella. Pero, amor, si tan sólo pudieses quererme con la misma intensidad que alguna vez llegué a quererte, declárame culpable, porque he sido testigo de ello y te he traído conmigo cuando debí protegerte de todos los males.
¿Pero qué mejor mal que el querernos mutuamente?
Jamás me querrás con la misma intensidad que te quiero. Pero con sentir tu respiración me es suficiente. Con saber que estás ahí me haces sentir... Libre. Con sonreír de extremo a extremo me haces el hombre más feliz del mundo y con mirarte soy más afortunado que todo aquel que posee todo lo desea.
Te amo, y no sé cómo explicarlo.
Te amo, ¿qué es lo que me has hecho?
Te amo, estoy ciego. Pero por alguna razón te veo sólo a ti.
Te amo, y sólo suplico que puedas amarme de igual forma.
Mis manos pasan por todos sus extremos. Sé que no le pregunté cómo había llegado aquí, sé que no le pregunté si se encontraba bien cuando estaba empapada de pies a cabeza, sé que no hice nada por ese momento. Pero lo importante es que ya está aquí, conmigo, está a salvo y en mis brazos.
No quiero lastimarla.
Pero no le puedo prometer nada. La quiero conmigo. La tengo conmigo. He crecido y conmigo, mis esperanzas. Con nosotros, mi fe. Es irrompible.
Su chaqueta desaparece, quedando tendida en algún lugar por el suelo, al igual que mi camisa. Mis dedos comienzan acariciar su piel por debajo de su camisa de tirantes color pastel y pronto estoy deslizándola por su cabeza. Ella alza sus brazos, dejándome la faena más fácil y separando nuestros labios por escasos segundos siendo recompensados cuando volvemos a colisionar.
Me ha quedado claro el "querer ir de espacio". Pero han pasado doce años y estoy dispuesto a seguir con el tiempo que ella lleve, si decide que ahora, será ahora, si decide que después, entonces será después. Lo hago todo por ella, soy suyo.
Mis manos recorren sus brazos cuando sus manos se entrelazan por mi cuello, jugando mi cabello, llevándome a mis límites de locura.
Pero me veo obligado a detenerme cuando inconscientemente deja salir un gemido que parece de dolor al mismo tiempo que un chasquido de con su lengua. Su mano se posa superiormente sobre su codo, un poco más arriba, mirándome con absoluta vergüenza y su rostro ardiendo. Mordería una de sus mejillas de no haber sido porque mi preocupación es la que reina ahora mismo.
Mi ceño se frunce cuando quiere ocultarse de mí tras los mechones de su cabellera, sin quitar su mano de su brazo. Puedo sentir su vergüenza, y tanto mi preocupación como mi curiosidad incrementan.
—¿Zoe? ¿Estás bien? —pregunto, pero ella no contestas, más bien parece que quiere esconderse todavía más y de la nada de sus ojo escurren gotas saladas. Es como una pequeña niña indefensa propensa a quebrarse.
¿Hice algo mal? ¿La he lastimado? ¿La he lastimado de nuevo?
No...
—Zoe...
No se aleja cuando con mis manos quiero quitar la suya del lugar que escode. Mi mandíbula se tensa cuando unas marcas se revelan. ¿Pero qué mierda?
—Fue Wesley —murmura—, poco antes de todo este incidente, decidí aclarar las cosas pero él no lo tomó bien y me lastimó, agarrándome fuerte del brazo. Conseguí salir de ahí porque uno de nuestros compañeros entró a la sala y entonces él me soltó, pero no fui capaz de hacer nada.
»Juro que no volverá a pasar, es que simplemente me inmuté, no reaccioné al momento y todo fue tan inesperado y tan rápido. No volverá a pasar, me lo prometí a mí misma. No rompo promesas. Es la primera y última vez que pasa.
Mi mano ha pasado a acariciar su rostro a medida que va hablando. Le encontrado un nombre a mi desprecio, y ese es "Wesley Thacker". Mierda, quisiera poder ahorcarlo hasta dejarlo peor que las marcas que ha dejado en Zoe. Nadie la toca, maldición.
Mi Zoe.
No me fue suficiente con haberle destrozado la cara y parte de su abdomen. Y no creo llegar al punto de querer matarlo. Aunque literalmente sí. Sólo quiero hacerlo pagar, una celda me parece tan poco para lo que realmente merece.
—Ese imbécil saldrá de ahí y no te volverá a poner un dedo encima, ¿me escuchaste, Zoe? —reafirmo su rostro contra mis manos, haciéndola mirarme. Ella asiente—. Yo voy a estar contigo, de ahora en adelante, de todas las formas y maneras posibles. Ahí, protegiéndote. Toma mi palabra.
Llevo mis labios a estamparse en un suave movimiento contra su frente. Ella me dejaría protegerla...
Si no puedes ni protegerte a ti mismo, ¿cómo coño supones protegerla a ella?
No debo escuchar a mi subconsciente ahora mismo. No lo necesito, no ahora.
Amo a Zoe, y mientras mi corazón siga latiendo, yo estaré ahí. Formando un nuevo comienzo, sin nadie por medio de nosotros, siendo simplemente nosotros dos.
Tomándola entre mis brazos, la llevo hasta la cama de la habitación que suele ser mía siempre que vengo aquí y dejándola con cuidado encima, prosigo a ir a buscar nuestras prendas que han quedado esparcidas por el suelo. ¿Estábamos a punto de dar un siguiente paso? ¿Qué hubiese sucedido si no fuese por todo lo ocurrido hace unos minutos? ¿Ella me hubiese dejado ser el primero?
Creo que sería una de las cosas que podrían hacerme feliz viniendo de ella. Yo simplemente no me lo esperaría, pero ella es impredecible. Me encanta.
Mientras la veo vestir su camisa de tirantes, sus pecas se colorean de rojo y me hacen sonreír. Esta noche se quedaría conmigo.
Me comenta sobre cómo llegó aquí, al parecer mi hermano le ha dado la dirección a petición de ella y que su sobrino la había convencido de venir. Me estuvo hablando sobre él y estoy ansioso ya que me ha dicho que quería conocerme.
—Dijo que eras mi novio —ríe rozando la punta de su nariz con la mía, quedando bastante cerca—. No te conoce, pero al parecer le caes bastante bien.
—Puedo ser un buen novio —hago una mueca tras encogerme de hombros, sujetando su cintura con mi brazo, ella vuelve a reír enterrando su cabeza entre mi cuello y mi hombro.
Con un movimiento ágil nos pongo en la misma posición en la que estábamos en el sofá, quedándose ella sentada en mi regazo con sus brazos rodeando mi cuello, sus piernas mi cintura y mis brazos la de ella, abrazándola con todo derecho. Se ha puesto uno de mis suéteres a causa del invencible frío y le queda enorme, me sonríe.
—Estas son las cosas que suelen hacer las parejas —acaricio su espalda, mirándola con fijeza—. Suelen tener citas, hablar durante horas, apoyarse y hacerse feliz el uno al otro. Y tú me haces muy feliz, pecas.
Mi frase termina en un susurro, recostando mi frente de la suya. Sus constantes caricias en mi cuello me hacen cerrar los ojos y sentirme en las nubes, como si fuese un sentimiento nuevo.
—Sé mi novia, Zoey —mascullo abriendo mis ojos, para encontrar los de ella, que ahora me miran con estupefacción. Exquisitos—. Sé mi novia y te juro que ya no volveré a pedir nada nunca más.
Sueno como un niño pidiéndole un regalo de navidad a su madre, pero no me interesa, por más allá de todos los regalos que alguna vez llegué a pedir, este siempre ha sido el más importante de todos.
—Hace casi dos meses que nos reencontramos, Haggart —risotea—. Hay un montón de cosas que todavía no sé sobre ti —jadea—. Ni siquiera sé tú segundo nombre.
—Me llamo Dallon Benjamin Haggart, tengo veintidós años cumplidos el diecisiete de mayo, nací en el noventa y cuatro y mi color favorito es el verde porque amo los árboles y la naturaleza me tranquiliza. No amo el café pero tampoco me molesta en absoluto. Mi único mejor amigo es Brendon y no tengo más hermanos además de Devon.
»Nunca tuve una buena relación con mis padres por más que ellos lo hayan intentado, y no soy muy apegado a mi familia. Ahora sólo tengo a mi amigo y a mi hermano. Estoy estudiando porque quiero ser uno de los mejores abogados de toda Florida y detesto las multitudes, prefiero este tipo de momentos. Suelo detestar a todos en general, pero nunca le doy mucha importancia.
»No tengo nada en contra de los gatos pero prefiero los perros. Sé que soy un imbécil y estoy dispuesto a recibir cualquier cantidad de patadas en el culo cada vez que me salgo de mis casillas, usualmente es Devon quien me devuelve a ellas. Mi número favorito es el dos porque siempre he tenido una atracción hacia él por más que aborrezca los números y mi gran sueño siempre ha sido actuar en grandes películas de Hollywood, o en series importantes.
»Nunca me consideré bueno con las mujeres, pero mi físico por alguna razón siempre intuyó un poco. Pero la verdad es, Zoe Ainsworth, que si tú me das la oportunidad de ser tu novio, haré hasta lo imposible para sacar todo aquel lado bueno de mí nada más para posarlo frente a ti en bandeja de plata, porque mereces más que una noche de sexo seguro y palabras bonitas. Te mereces el mundo entero, y quiero ser yo el que lo ponga a tus pies, si todo aquello puede ser posible.
Y es que no recuerdo haber sido tan claro con mis palabras, pero tampoco recuerdo haber sido tan sincero, y he dejado mi alma en todo lo que acabo de decir, desatando el nudo que se había formado en mi pecho junto a mis sentimientos.
Siempre has sido tú, Zoey, y ya no puedo soportarlo más. Simplemente no.
Y la beso. La vuelvo a besar con las mismas ganas, con la misma intensidad, y todo aquello multiplicado por un sinfín de números. Y le abrazo, con temor a perderla. No quiero perderla, quiero tenerla. Por siempre, por más exagerado que suene eso. Después de todo así soy yo.
Y la miro, como ella siempre se lo ha merecido.
Porque ha dicho que sí.
____________________________
Wesley en multimedia.
*Fragento de la canción "Starving" de Hailee Steinfield.
Gracias por leer xxx.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro